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Con el nombre de María

A mi amiga Ali

La cocina es el lugar predilecto de mi casa. En este ámbito es donde desarrollo mi arte con verdadera pasión. Siempre aromatizada ella huele a perejil, a orégano y albahaca. Almaceno condimentos, los limpio, los peso, los machaco, los tamizo.

Con ellos me divierto, me sorprendo, me entusiasmo para inventar nuevas recetas.

El tubo de ensayo que utilizo es mi paladar. Saboreo, degusto, anoto, relojeo, sigo y persigo a los cebollines, a los cherri, a los dientitos de ajo.

En mi cocina, sí señor, por cada hornalla un ojo espía. Espía y espera mientras voy imaginando mi plato terminado. Éste deberá tener transparencia, color a verduras, sabor específico y sobre todo ¡calor de hogar!

Mis menúes son antiquísimos y recientísimos. A los primeros les puse el amor de hija, de hermana, de tía, de madrina hasta el día que llegó el amor a mi vida y, junto con él, tuvimos a nuestros cuatro hijos.

Fueron los años de cadencias melodiosas cernidas con papillas, del arrorró rebozado en ternura, de bizcochuelos espolvoreados de esperanza, de churrascos impregnados de fe, acompañados con sones y movimientos de una linda manito.

En los sabores recientísimos están las sopitas aprobadas por mis tiernos nietos. Son Benja, Fabri y Máximo quienes solicitan los bises y demuestran el amor en grado superlativo que no se define con palabras sino se conjuga en el corazón.

Nací con un paladar selectivo. Mi ADN reconoce los sabores mediterráneos heredados de mis ancestros italianos por parte de mi padre. Pero… no se confíe, soy capaz de medir los gramos justos de azúcar que contiene un dulce de zapallo cuando lo voy probando. Es el don heredado de mi madre quien es una Reina cuando elabora sus pastelitos hojaldrados.

Mi legado es esfuerzo cotidiano, es placer organizado, es el ritmo acompasado que me mueve y me motiva para complacer a los variados paladares de mi familia con el sello auténtico, pulcro, sabroso y ¡muy bien sazonado!

Eso sí, a mí, nadie jamás podrá hacerme pasar un gato por liebre.

Se lo afirmo y se lo firmo con el orgullo de mi propio nombre: el de María Alicia.

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