Читать книгу Querencias - Irma Beatriz Meza - Страница 14
ОглавлениеEl jugo del viaje
Tranquilos pero seguros vamos atravesando las rutas argentinas a bordo de un coche semi cama blanco por fuera y confortable por dentro.
Los viajeros teníamos infinitas expectativas, diversas motivaciones e innumerables datos para elegir esta ruta y formamos un grupo heterogéneo de abuelas y abuelos. Tal vez, nos habíamos cruzado por las calles correntinas, pero tal vez una causalidad nos lleva hoy a intimar en este tours.
Ricardo –el Guía Mayor- narrador de cuentos y conocedor de mundos, contrataron a Carlos y Carlos (los choferes), quienes, junto a Charito, la coordinadora preocupada por nuestro bienestar, nos brindaron a lo largo de una semana infinitos sentimientos solidarios.
Con agradecimientos y peticiones un viajero (Señor de la Oración) eleva salmos y alabanzas con voz segura y nos invita continuamente a imitarlo.
Comprobamos que, casi todos éramos conocidos. Porque compartíamos la misma fe, o nos habíamos relacionado en una misma profesión, o nos unía las mismas afinidades en los diferentes matices de la cultura.
Somos conscientes que aportamos la “buena onda” para sacarle el jugo al viaje.
A esta hora ya los sentidos se exaltan al comprobar que los pintorescos paisajes de una “Tierra del sol y del buen vino” es la consecuencia del esfuerzo de sus pobladores que pregonan con su hacer cotidiano.
Los mendocinos son tan organizados y consecuentes en sus labores que vale la pena recordar para imitarlos.
El guía cuyano muestra sus conocimientos y contagioso buen humor.
Ahora la Cordillera nos espera y - ¡allá vamos!
La demora en la Aduana nos insume una buena dosis de paciencia.
Comenzamos a desechar lo que suponemos es “lo prohibido”. Una niña adolescente pregunta y re pregunta a su abuela si es necesario tirar esos riquísimos emparedados que forman su vianda viajera.
-A la cola- dice el inexpresivo Carabinero y las órdenes y contra órdenes se suceden.
Pasan las valijas, bolsas y bolsitas, maletas, carteras, ponchos y… etc. etc. para proceder después a palpar a las personas (por si… atesoran en sus bolsillos algún elemento comprometedor) mientras la “cinta delatora” registra minuciosamente cada paquetito.
Delatora ¿de qué?
De eso escondido que no querés mostrar.
Yo no llevo ¡nada escondido! No deseo demorarme y menos aún demorar a los demás pasajeros.
¡Abra su bolso!- ordena la Jefa de la Aduana quien descubre la “fruta prohibida”
Entonces la Señora cuestionada se enfrenta a los infinitos requerimientos con argumentos que no son escuchados.
No quiera Usted, Señora, explicar lo inexplicable sólo debe llenar, rellenar – sin enmiendas ni tachaduras- esos formularios.
Fuimos testigos de la acción casi delictiva que la candorosa mujer había realizado sin premeditación guardando un limón en su valija.
El sol, por estas horas comienza su descenso. Lo tenemos de frente marchamos siempre al oeste. Los ánimos permanecen expectantes a lo desconocido.
Misterio, magia y leyendas, pueblan los Andes.
La nieve lechosa desciende en hilo de plata semejando una marca de tiza en la pizarra oscura e irregular que forman las laderas de las montañas para acompañarnos en río que corretea presuroso junto a la cinta asfáltica durante muchos kilómetros.
La noche silencia voces pero no duerme a las emociones hasta que llegamos a destino.
El sueño reparador –ya en el hotel- me devuelve la tranquilidad hasta que me despierta el jolgorio de las gaviotas que gritan la proximidad del mar inconmensurable de Viña del Mar, localidad turística totalmente alborozada con geranios, malvones y portulacas multicolores.
Felipe, el guía chileno, se presenta muy puntual. Hace la traducción de mozo, el café con piernas, las lolitas y… aclarando en todo momento que allí se “copia” el estilo norteamericano, algo que me deja dudas, pero igual me sirve para nutrir mi pequeño Larousse que intento formar. De la quinta Vergara nos enteramos que es eso, una quinta, y perteneció al fundador de la ciudad. Ciudad que este año se engalana para la celebración del cincuentenario del famoso Festival Internacional de la Canción.
En dos días febriles de estadía, con temperatura ideal donde las rumorosas olas, los insistentes vendedores ambulantes, el cambio de la moneda, el tintineo del brindis, el sabor a mariscos, los paseos en barquitos, los intermitentes flashes, los desmesurados desayunos, las interminables “compritas” para los que se quedaron en casa, más las cajas de vino, más la gigante piedra que a Raulito se le ocurrió traer de souvenir, hicieron que el micro se transforme en algo más de un simple “coche semicama”.
Saciados, en parte, de nuestra voracidad, el limón cuestionado es el ingrediente de todo lo que se dijo, se dice y se dirá para comentar los sucesos del viaje y recordar –de tanto en tanto- a nuestra compañera quien lo atesoró entre sus ropas afirmando como prescripción médica.
En el regreso se presentan los candidatos al reinado, y por elección democrática, acceden al trono la Reina Chiche y el Rey Sergio, quienes, demostraron las ganas que pusieron para que la excursión resultara lo que resultó.
Esto, y mucho… mucho más sucedió en el año 2.009 en el coche blanco N° 281 de “La Termal”.
A modo de aclaración, ambas cifras al sumarlas (por separado) sus dígitos dan por resultado el N° 11.
Es, porque entre nosotros, viajaron los Caballeros que apostaron en los Casinos y… no contaron ¿cómo les fue?