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INTRODUCCIÓN

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El hombre más sabio que conocí en toda mi vida no sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertilidad se alimentaban él y la mujer. Vivían de esta escasez mis abuelos maternos, de la pequeña cría de cerdos que después del desmame eran vendidos a los vecinos de la aldea. Azinhaga era su nombre, en la provincia del Ribatejo. Se llamaban Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha esos abuelos, y eran analfabetos uno y otro. En el invierno, cuando el frío de la noche apretaba hasta el punto de que el agua de los cántaros se helaba dentro de la casa, recogían de las pocilgas a los lechones más débiles y se los llevaban a su cama. Debajo de las mantas ásperas, el calor de los humanos libraba a los animalitos de una muerte cierta […]. Gente capaz de dormir con cerdos como si fuesen sus propios hijos, gente que tenía pena de irse de la vida solo porque el mundo era bonito… gente, y ese fue mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias, que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver.

JOSÉ SARAMAGO


Al parecer, un régimen económico absolutista domina la cotidianidad de los habitantes del mundo. Años atrás, se imponían las dictaduras militares represivas y sus escuadrones de la muerte; hoy lo hace el autoritarismo del capitalismo con su paradigma de éxito, entendido como la acumulación excesiva de bienes materiales de consumo. A las personas se les valora y caracteriza como “clientes” por sus adquisiciones, antes que por sus legítimas responsabilidades, derechos civiles y políticos que les revisten como ciudadanos. Por fortuna, paralelo a este modelo de vida, existen otras formas de ser, estar y habitar que se enfrentan a la opresión y la alienación del modelo dominante; formas y valores de vidas construidas con principios propios, que cuestionan y desnaturalizan la explotación del hombre por el hombre, a partir de sus capacidades y su autonomía creativa.

El sistema capitalista y la noción utilitarista que lo caracteriza ha privilegiado la explotación extractiva del mercado, restringiendo las condiciones de sustentabilidad, así como los bienes intangibles y de arraigo que albergan los territorios como patrimonio social y cultural de quienes lo habitan. Incluso, el mismo sistema promueve la vulneración de derechos y condiciones mínimas para la preservación de la vida de territorios en conflicto por vía de las políticas públicas.

La configuración territorial, como totalidad, está conformada y dispuesta en relaciones de interdependencia entre recursos naturales —cuerpos y corrientes de agua, accidentes geográficos, la cobertura vegetal, el suelo, el subsuelo— y recursos materiales e inmateriales creados —vías y obras de infraestructura, asentamientos humanos, las formas comunitarias de vida, las organizaciones sociales, políticas, económicas, las expresiones, los patrimonios culturales— que se representan de manera parcial y fragmentada por medio de cartografías, imágenes, estadísticas, con la información disponible en el momento. Con ello, la vida social basa sus dinámicas en fuerzas productivas en diferentes escalas interrelacionadas en un mundo capitalista que delimita transformaciones, áreas, industrias, empleos, redes y que, a su vez, determina políticas públicas, desplazamientos de personas como fuerza productiva, rentas y productos, como si la representación parcial de la realidad fuera la realidad misma. Con ello, se ignora el carácter relacional que implica vivir en la imbricación de lo natural y lo creado.

Las relaciones de intercambio se establecen de manera asimétrica. De un lado se encuentran los productores industriales de tecnología y de capital, que explotan y exportan los recursos del sector primario; del otro, los campesinos, que cultivan para su consumo familiar y generan algunos excedentes que comercializan en el mercado local, promoviendo el trabajo comunitario y el cuidado de la biodiversidad. Este esquema se intensifica en el siglo XX, con la especialización de los territorios para la producción y para el comercio de mercancías. Los mercados se ensanchan, se renuevan las formas injustas de desigualdad y exclusión y se establecen relaciones de dominación y dependencia neocolonial.1 Las actividades humanas y sus formas mercantilizadas, que tienen como fin principal la acumulación de capital, transforman los territorios a tal velocidad y con tal profundidad, que se pone en riesgo la permanencia de la vida en el planeta.

Las opciones políticas y económicas basadas en la explotación y la extracción de recursos —renovables y no renovables— dan cuenta de una valoración y apropiación imprudentes, de una reducida comprensión del territorio, de su consecuente degradación ambiental y de una visión ambiciosa, ursurpadora, dirigida a la acumulación irresponsable. Cada vez más, los países productores de bienes primarios exportan materias primas e importan productos, ocasionando el empobrecimiento de sus comunidades e imposibilitando la recuperación de los recursos extraídos, al menos en el corto plazo. Estas transformaciones, motivadas por los intereses de acumulación de capital, han alterado la política, la economía y las condiciones ambientales del mundo.

El capitalismo, en sus diversos matices, ha incentivado la intensa búsqueda de nuevos productos y tecnologías, así como la difusión e imposición de estilos de vida y formas de expresión y comunicación para el beneficio humano. Sin embargo, el crecimiento y la acumulación excesiva han acarreado consecuencias devastadoras en los niveles ecológico, social y geopolítico. Con la vana esperanza de que “con dinero todo se compra”, se anulan las posibilidades de futuro; además, las crisis definidas en el capitalismo como “bajo crecimiento” albergan la falacia de producir riqueza para luchar contra la pobreza, ocultando así las inequidades distributivas y el agotamiento de los recursos. La noción de países en vías de desarrollo fomenta la explotación indiscriminada de la naturaleza, al tiempo que agudiza los daños ambientales y sociales, relegándolos al lugar más vulnerable del proceso de globalización. Los gobernantes de estos países continúan promoviendo y facilitando la inversión de empresas con fines extractivistas, ignorando las numerosas protestas y las acciones colectivas de orden local y global que reclaman frenar la explotación desproporcionada del sector primario y alertan sobre las amenazas a la biodiversidad. Ante las exigencias de líderes y organizaciones, la estrategia de los dirigentes políticos ha sido levantar cortinas de humo, para ocultar los impactos y el deterioro ambiental frente a la opinión pública, así como criminalizar y reprimir las protestas sociales en contra de las actividades extractivas.

Los discursos de los actuales gobiernos del sur promueven el bienestar social, pero de forma contradictoria deciden invertir en actividades extractivistas, pese a las resistencias de las comunidades locales que habitan los territorios y viven en condiciones cada vez más vulnerables debido a la degradación de sus ecosistemas. Por otra parte, se ha evidenciado que el crecimiento del producto interno bruto (PIB) no asegura mayor bienestar a los pueblos, al punto de que “hoy es fácil mostrar que el bienestar no depende tanto del nivel de riqueza cuanto de la distribución de la riqueza” (Santos, 2003, p. 29). En consecuencia, el desarrollo se convierte en un espejismo que se quiebra y que exige superar los modelos existentes, para pasar a las alternativas.

Es muy importante reconocer que los impactos ecológicos, culturales y sociales de la depredación profundizan la injusticia social, el asistencialismo y la dependencia, intensificando los conflictos entre el norte y el sur (Santos, 2009). Estas dimensiones son primordiales en las demandas de los movimientos y las organizaciones sociales, de ahí que políticos y teóricos sociales consideren que los movimientos de carácter local son semilla de grandes cambios. En la misma línea, este libro se ocupa de mostrar el potencial emancipatorio de las organizaciones sociales del norte del Cauca, territorio donde impera el monocultivo de la caña de azúcar y en donde confluyen —en diferentes escalas— las tensiones por los impactos del desarrollo con los conflictos por desigualdad.

Desde esta perspectiva, las siguientes páginas se ocupan de visibilizar la FTA como territorio de acción, desde el cual se fomentan la seguridad socioeconómica y la sostenibilidad ambiental y en el que, además, se gestan iniciativas populares desde abajo. Lo anterior, con el fin de aportar a la comprensión de las iniciativas de autonomía de los pobladores afronortecaucanos,2 sus particulares maneras de abordar las relaciones interpersonales y con el territorio, su concepción de la propiedad, la productividad, el tiempo y la vida misma que agencian con sus propias tecnologías.

En la FTA, la construcción social del territorio se fundamenta en las relaciones y correspondencias sensibles, dando lugar a la emergencia de alternativas al esquema impuesto por el capitalismo neoliberal. En este orden de ideas, la FTA responde a la necesidad de construir utopías, en el sentido de

definir una alternativa, no en función de una forma espacial estática, ni siquiera de un proceso emancipador perfecto. La tarea es reunir un utopismo espacio-temporal —un utopismo dialéctico— enraizado en nuestras posibilidades presentes y que al mismo tiempo apunte hacia diferentes trayectorias para los desarrollos geográficos humanos desiguales. (Harvey, 2007, p. 226)

En el norte del Cauca, las formas de organización local ofrecen alternativas contrahegemónicas frente al deterioro laboral, social y ambiental de su espacio geográfico. Conocer las ideas, las prácticas y los saberes de los actores sociales de estas comunidades es muy importante, pues a partir de estas se gestan otras posibilidades de comprender el territorio, el trabajo, la naturaleza y la vida misma, distintas a las que plantea e impone la ciencia occidental moderna. En la FTA, los lazos de cooperación funcionan de forma efectiva para la organización diversa y compleja del territorio. Los procesos compartidos engendran formas experimentales para la socialización de información, experiencias, recursos concebidos para el beneficio común y dirigidos a la construcción colectiva de una visión territorial y de futuro. Esto conduce a preguntarse: ¿qué prácticas tradicionales y saberes emergentes de los sujetos sociales, de las organizaciones y los movimientos sociales afronortecaucanos dan cuenta de otra noción de territorio?

La geografía crítica de David Harvey (2005, 2007, 2009) aporta a la discusión sobre los conocimientos y los métodos del saber geográfico e indaga sobre sus usos políticos; de ahí que en esta aproximación se entiendan los actores locales, los sujetos sociales de las organizaciones y los movimientos sociales afronortecaucanos —con su potencialidad de movilización— como protagonistas en la construcción conjunta de conocimientos situados, de una geografía que se distancia de universalismos y que permite encuentros entre diferentes saberes y formas de comprender el territorio encaminadas a lograr transformaciones ecológicas y sociales.

Así pues, este libro aporta a la construcción de los ideales de justicia cognitiva y democracia epistémica, a mejorar la condición humana en el marco de la esperanza, el reconocimiento de un futuro más justo y decente para el mundo, así como a ampliar los límites del conocimiento para visibilizar la emergencia de otras nociones de territorio desde los movimientos sociales, sus prácticas tradicionales y saberes emergentes que contrastan con el modelo capitalista neoliberal.

La lectura de esta obra permite comprender las relaciones que se gestan en el norte del Cauca, que hacen posible la configuración de dicho territorio como un espacio de esperanza (Harvey, 2007) que resiste la mercantilización, la privatización y el individualismo impuestos por el capitalismo neoliberal. A partir de esta idea, se explica cómo en la FTA “la concertación motivada confiere sentido a una política de la solidaridad, la equidad y la paz, comprometiendo a cada ciudadano con el destino común” (Hoyos, 2007, p. 100), porque los acuerdos ciudadanos no se logran despóticamente, sino en la medida en que se establecen responsabilidades con diversas formas de ciudadanías mestizas, multiétnicas y pluriculturales que fortalecen la participación democrática.

Los movimientos sociales son fundamentales en la reconstrucción de sentidos y formas de movilización, pues como poderes en movimiento (Zibechi, 2007) se distribuyen en la sociedad sin órganos especializados. De ahí que resulte importante comprender tanto las múltiples dimensiones del territorio agenciado por los afronortecaucanos como las formas en que los actores y organizaciones sociales del norte del Cauca —en red con movimientos antiglobalización y guiados por la idea de que otro mundo es posible3— están creando estrategias innovadoras sobre la base del desarrollo local, la flexibilidad y la solidaridad. La metáfora del sur y la epistemología del sur de Boaventura de Sousa Santos sitúan en el sur al sufrimiento humano, causado de forma sistemática por el colonialismo y el capitalismo, que constituyen el sur imperial.

En consonancia con las orientaciones de la epistemología del sur, las reflexiones que presento destacan formas más ecológicas y relacionales para transformar las conexiones sociales y el conocimiento. La dimensión epistemológica, aquí, se desplaza del paradigma dominante de la ciencia moderna occidental al paradigma emergente o, en palabras de Santos, al “conocimiento prudente para una vida decente” (2003, p. 14). En este sentido, las formas científicas más ortodoxas entran en diálogo con los conocimientos populares campesinos para ampliar las fronteras, desnaturalizar los supuestos y visibilizar otras formas comprensivas posibles.

Por su parte, la dimensión social transita desde el paradigma dominante, centrado en la competencia promovida por el capitalismo neoliberal, el mercado libre, el patriarcado y las dinámicas electorales no democráticas, hacia esquemas de poderes en movimiento y manifestaciones experimentales de imaginación utópica y horizontes emancipadores. En este marco, tanto las relaciones como las construcciones de los actores sociales territoriales se ponen en diálogo y discusión con las elaboraciones de los autores de la ciencia occidental. Así, pese a que los pobladores afronortecaucanos han sido silenciados y desacreditados de muchas formas, pongo en evidencia que son ellos los protagonistas y los que muestran alternativas significativas frente a sus relaciones y construcciones en y con el territorio.

Comprender el territorio desde las visiones, las proyecciones, los esquemas organizativos, las acciones colectivas, las prácticas y las resistencias de los sujetos sociales permite reconocer formas relacionales y políticas, transformadoras de las organizaciones, además de entender cómo se construyen las solidaridades locales y las cohesiones para la transformación y la autonomía territorial.

La investigación que da lugar a este libro es de naturaleza situada, por cuanto observa, reconoce y se alimenta de los trabajos desarrollados en las universidades del Cauca, Valle, Javeriana de Cali, así como del proyecto “Imperativos verdes y subjetividades ambientales campesinas en tres regiones de Colombia”, de los profesores Jefferson Jaramillo, Diana Ojeda y Carlos del Cairo, de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. También toma como referencia los trabajos sociodemográficos de Michel Agier, Fernando Urrea, Olivier Barbary y Héctor Fabio Ramírez, que hacen énfasis en procesos étnicos, raciales e identitarios; las investigaciones de José María Rojas Guerra, Gustavo de Roux, Teodora Hurtado y Carlos Efrén Agudelo, para entender los conceptos de poder, lucha de clases y las formas de acción colectiva de poblaciones afrodescendientes; los trabajos de Odile Hoffmann en el Pacífico sur de Colombia, que versan sobre asuntos socioterritoriales, y los estudios del Centro de Investigaciones y Documentación Socioeconómica (Cidse) de la Universidad del Valle sobre la economía del trabajo, el crecimiento económico, la productividad y la competitividad industrial del suroccidente del país, en especial del departamento del Valle del Cauca.

Es importante aclarar que esta obra toma distancia de la perspectiva disciplinar que asumen los autores del Cidse, cercana al posicionamiento de ciencia occidental moderna, y por la cual los actores sociales se entienden como objetos de conocimiento. En estas páginas, por el contrario, los actores sociales se consideran sujetos de conocimiento, acción e interlocución, por lo que valoro sus experiencias para comprender y explicar los conflictos presentes en el territorio nortecaucano, como las alternativas propuestas para su resolución.

También destaco el trabajo del Centro de Estudios Interculturales (CEI) de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, dedicado a procesos de intervención e investigación interdisciplinar en diversas regiones del país, por medio de los cuales aporta en procesos políticos y sociales, además de mediar en las relaciones entre el Estado y las organizaciones de base de las comunidades, especialmente en la resolución de conflictos interculturales. Esto, a través de tres líneas de trabajo: desarrollo rural y ordenamiento territorial, movimientos sociales y sostenibilidad ambiental y productiva, líneas de las que bebe esta obra y con las cuales comparte la complejidad de sus aproximaciones, en la medida en que considera los problemas ligados a estrategias para su intervención, en lugar de caer en el lugar común de plantear categorías generales que separan lo inseparable.

Las investigaciones del CEI reconocen a los diferentes actores en procesos de diálogo para tramitar conflictos territoriales y, en algunas ocasiones, han propuesto insumos metodológicos y de mediación entre las organizaciones comunitarias con el Estado, a través del Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (Incoder). De ahí, el reconocimiento de este centro como referente en la generación de acuerdos en zonas de conflicto del suroccidente del país.

De otra parte, es importante mencionar el trabajo del historiador Óscar Almario (2013) sobre la configuración moderna del Valle del Cauca, así como las investigaciones de Axel Alejandro Rojas sobre educación intercultural y etnoeducación, implementadas en los contenidos y el diseño metodológico de la Cátedra de Estudios Afrocolombianos; esta última, sustentada en una serie de talleres realizados por todo el país. Finalmente, el libro Conflicto e (in)visibilidad. Retos en los estudios de la gente negra en Colombia (2004), escrito por Eduardo Restrepo y Axel Rojas, aportó en el reconocimiento de la posición de los sujetos y colectivos sociales en la producción de teoría social para los efectos de este trabajo. En la misma línea, destaco los avances que en diferentes frentes realiza el Observatorio de Territorios Étnicos de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.

Las ideas que presento en esta obra se apoyan en las expresiones de los pobladores, para analizar críticamente los procesos y acontecimientos que ellos mismos narran y que posibilitan horizontes diversos y mixturados de las ciencias sociales. Este trabajo se distancia de las apologías a las formas económicas industriales implementadas en el valle geográfico del río Cauca, en torno a la producción extensiva e intensiva de la caña de azúcar, documentada y estudiada por institutos especializados en su investigación.4 Las estrechas relaciones de las universidades con las industrias vallecaucanas han permitido avanzar en estudios sobre la región, desde una visión positivista propia de la ciencia occidental moderna.

Este libro visibiliza las iniciativas y alternativas emergentes de los grupos oprimidos en dimensiones micro, las formas campesinas arraigadas, las organizaciones de base y las acciones colectivas rebeldes frente a la explotación laboral y el extractivismo. Su propósito es reivindicar saberes despreciados y desperdiciados para visibilizar posibilidades de vida digna desde lo local y acreditar los conocimientos populares y campesinos históricamente explotados por el colonialismo y el capitalismo.

Los planteamientos de la teoría sociológica propuesta por Boaventura de Sousa Santos señalan la necesidad de hacer investigación con los sujetos protagonistas de los conflictos. Por tanto, es importante conocer el lugar en el que se sitúa el investigador: sus posiciones epistemológicas y políticas. En este caso, se identifican y exploran matices que permiten descubrir condiciones de marginalidad, opresión, explotación y evidencian las resistencias y las luchas de las organizaciones sociales con sus rupturas y fragilidades.

Uno de los grandes objetivos de la teoría sociológica de Santos (2003, 2009) —al que aporta este trabajo— es descolonizar las ciencias sociales, en oposición a los planteamientos modernos positivistas que han llegado a tomar a los sujetos de conocimiento por objetos, fomentando el extractivismo cognitivo. La manera de contrastar esas prácticas reside en la escucha profunda planteada por Santos (2015), en la participación, el encuentro reflexivo y la construcción con otros a partir de las memorias compartidas y la socialización de su subjetividad creativa y activa. Así, la capacidad interpretativa y discursiva de quien escribe estas páginas permite ampliar la comprensión del territorio nortecaucano a través de la mirada de los actores sociales en la recuperación de sus experiencias vitales.

Ante la problematización de las categorías analíticas relativas a las formas modernas de conocimiento, tales como la geografía, la propiedad, el trabajo, el desarrollo, la productividad, la sustentabilidad, la diversidad, el patrimonio, la identidad, la historia, la movilización, la justicia, la tradición y el arte, la hermenéutica de la sospecha (Santos, 2006, p. 49) permite cuestionar y debatir las versiones naturalizadas de la historia que aparecen como las únicas posibles para entender los procesos y los acontecimientos en los que se diluyen las vicisitudes y las luchas de los pobladores afronortecaucanos. La defensa a ultranza del modelo extractivista neoliberal impuesto en el valle geográfico del río Cauca, una de las regiones más ricas de Colombia y el mundo por la productividad de sus suelos, hace que parezca imposible poner en duda el progreso material y acumulador del crecimiento infinito en un planeta finito e invisibiliza la explotación y la exclusión humanas mediante las cuales se imponen formas dominantes de categorías modernas que no responden a las realidades de territorios marcadamente heterogéneos.

Este libro explora las formas comprensivas emergentes que ofrecen condiciones de posibilidad y esperanza para la vida por fuera de las imposiciones de la monocultura dominante. Con ello, las expresiones culturales, creativas, participativas, telúricas, identitarias, organizativas y ontológicas de los sujetos sociales afronortecaucanos abren preguntas y formas de indagar que desnaturalizan las versiones de los vencedores y las formas de poder enquistadas en el territorio. No obstante, ante el riesgo de idealizar o romantizar las acciones colectivas e individuales de los pobladores, este libro intenta problematizar las formas reivindicativas agenciadas por los actores sociales.

La investigación que aquí se presenta se origina en el territorio y bajo la perspectiva de las identidades que recogen la categoría afro de los nortecaucanos. Este no es un estudio sociodemográfico, un tratado de ciencia política, una monografía de historia o geografía, un análisis económico ni un tratado de filosofía u observación antropológica. Sin embargo, su perspectiva es eminentemente social; su contenido político reivindica y visibiliza a sujetos y colectivos sociales explotados y despojados, que luchan por sus derechos en pos de su autonomía; para ello, incorpora fuentes documentales y avanza en procesos de activación de memorias y nociones de patrimonio, a través de encuentros, conversaciones y recorridos por el valle geográfico del río Cauca: se estudian formas topográficas, climáticas, coberturas vegetales y asentamientos. Así, este trabajo parte de una forma productiva arraigada y elabora las categorías de trabajo y desarrollo, en función de bienes comunes en buena parte del contenido, para presentar una comprensión ontológica de las formas de vida y sus alianzas para la existencia.

Este libro constituye una aproximación crítica y esperanzada al territorio afronortecaucano y a las formas injustas de la explotación del territorio, en sentido económico, ecológico, simbólico, político y humano, que reflexiona sobre las formas naturalizadas de despojo, de expoliación de cultura y de vida ante la imposición de poderes homogeneizantes y estandarizantes. Su aproximación es crítica de los esquemas positivistas de saber-poder disfrazados de neutralidad técnica y pretende superar las formas idealistas de sistematización originadas en los dogmas e incorporar procesos afectivos en la comprensión de las realidades territoriales nortecaucanas, sin por ello justificar a ultranza las acciones de los actores sociales, con lo que mantiene una condición de objetividad en la no-neutralidad.

Lo que aquí se presenta articula la razón con la emoción. Si bien las condiciones de objetividad se mantienen en la lectura e interpretación de la realidad nortecaucana, se rescatan el conocimiento sentipensante y las relaciones en dimensión afectiva y empática. La comprensión del mundo y sus circunstancias, a partir de la propia responsabilidad y capacidad de saber, intervenir y participar, transforma con las acciones cotidianas los encuentros y las construcciones colectivas. Así, se posibilitan otras maneras de contar historias y de hacer memorias, mudar de puntos de vista e indagar en las “verdades” para aprender de los pobladores invisibilizados en las versiones oficiales, que construyen su propia visión de mundo e incluso sus orígenes para alimentar la esperanza por el futuro.

Este libro es una versión reducida, incompleta e inconclusa de la realidad histórica y cotidiana del territorio y de la vida de sus protagonistas; sin embargo, también es un desafío que involucra el posicionamiento afectivo y político frente a las heterogeneidades del territorio nortecaucano, con todo lo que ello implica. Dado que es imposible dar cuenta de todo en una realidad dinámica y sujeta a múltiples interpretaciones, acá se muestran algunos elementos relevantes que cobran especial significación a nivel colectivo. En la perspectiva del sur, la identificación de rupturas de los esquemas de pensamiento euro y nortecéntrico explica que este trabajo no tenga intenciones de neutralidad o de esterilización valorativa. Por el contrario, las elaboraciones que se presentan en torno a las luchas de los afronortecaucanos pretenden contribuir a su fortalecimiento emancipatorio.

La necesidad de reconocer las diferencias entre individuos y grupos sociales de manera inteligible exige evidenciar las disputas, luchas y reciprocidades entre las sociedades y los espacios, a través de la participación. En este orden de ideas, para superar los universalismos abstractos, este libro es también un estudio psicogeográfico (Debord, 1955), una mirada íntima de los agentes sociales, de las dimensiones sensibles de la vida cotidiana y de las prácticas territorializantes en la construcción social de su realidad. Dicha realidad, entendida como sentidos y significaciones sociales, culturales y de carácter político de la subjetividad de los actores sociales aliados al proceso.

El diseño metodológico de la investigación que da origen a este libro permite descubrir, describir, analizar y problematizar lo singular de las expresiones territorializantes afronortecaucanas, para desentrañar lo no evidente de ellas. En tal sentido, la participación y el reconocimiento de los sujetos y colectivos sociales del territorio permite dar cuenta de sus iniciativas contrahegemónicas y resistencias manifiestas.

Un propósito fundamental de esta obra es mostrar que la realidad no se reduce a lo evidente, por cuanto existen otras formas posibles de sentipensar y vivir distintas a las impuestas por el capitalismo neoliberal, pues el pensamiento emancipado abre las fronteras de lo existente para innovar, experimentar y desafiar la realidad imperante con el saber popular. La ecología de saberes (Santos, 2009) construye otras formas de poder, en la medida en que valora tanto la experiencia popular como los diálogos críticos y rigurosos, de un lado, y de otro, potencia y fortalece teorías y prácticas bajo el supuesto de que “lo diverso no es necesariamente desunido, lo unificado no es necesariamente uniforme, lo igual no es necesariamente idéntico, lo diferente no es necesariamente inferior o superior” (Santos, 2012, p. 9).

En consonancia con estas ideas, promover una ecología de saberes permite problematizar formas monoculturales y perseguir lo invisible, lo marginal, lo silenciado y lo desacreditado (figura 1), ampliar las fronteras e identificar las emergencias para reconocer la diversidad de lo alternativo que existe en el territorio.

Figura 1. Formas comprensivas aplicadas al territorio

Fuente: Elaboración propia, a partir de la epistemología del sur de Boaventura de Sousa Santos

Lo alternativo, desde esta perspectiva, se resiste a la homogeneización, es creativo, diverso y expande la realidad del territorio al plano de lo intangible. Por eso, la ecología de saberes exige movimiento y la activación de la razón sensible para lograr un giro epistemológico sentipensante que propicie y construya dialogos entre iguales y diferentes.

La aproximación al territorio afronortecaucano como un desafío epistemológico social y político comprende el movimiento en tres acepciones: 1) como desplazamiento o vibración; 2) como organización acción colectiva y 3) como rebelión o levantamiento. Estos sentidos del movimiento se corresponden con las dimensiones fundamentales de la investigación: epistemológica, política y social; dimensiones imbricadas, en el sentido de un giro comprensivo sentipensante (figura 2). Con esto, en la aproximación a la noción territorial de las comunidades afronortecaucanas, las situaciones sociales singulares dignas de conocimiento y reconocimiento serán las que toman mayor protagonismo.

Figura 2. Acepciones, dimensiones y relaciones del movimiento en la investigación

Fuente: Elaboración propia

La dimensión social resulta permeada por la dimensión epistémica y, a su vez, por la dimensión política, pues son las formas colectivas territoriales las que orientan los hallazgos de mis observaciones. La dimensión política aquí asumida expresa rebeldía y resistencia, en oposición a la mercantilización de la vida y del trabajo humano campesino, pero también al trabajo académico, por medio del cual la experiencia de reconocimiento territorial y sus esquemas me han transformado.

El movimiento, como vibración, oscilación y flujo, exigió mi propia experiencia del territorio, identificarme con él, diferenciarme de él y sus habitantes mediante desplazamientos físicos, de aproximación y distancia. Pero también sintonizar mi ser sensible para visibilizar lo invisible, no porque haya un “sentido oculto que haya que descifrar, ni una esencia que constituya su nervadura inteligible” (Foucault, 2012, p. 125), sino porque el conocimiento, más allá de las apariencias y las representaciones, es una actividad compleja que se fundamenta en la lucha, la vida y la esperanza. En tal sentido, el conocimiento resulta incompleto, contingente, abierto y fecundo. De hecho, los análisis y las interpretaciones del texto corresponden a las diferentes lecturas del territorio estando en él, inmersa en él, con sus pobladores; pero también desde las relaciones y los vínculos que mantuve desde afuera.

Mi estancia de investigación doctoral, a lo largo de dos semestres en el CES de la Universidad de Coimbra, propició espacios de diálogo e intercambio de experiencias que contribuyeron de manera significativa a la elaboración de mi tesis y, posteriormente, de esta obra. Conocer las epistemologías del sur amplió mi concepción del mundo y mis horizontes, me permitió reconocer, comprender y explicar con mayor claridad distintas formas de sentipensar en diferentes territorios.

En Portugal me sentí tan lejos como cerca del territorio afronortecaucano, añorándolo y a la vez disfrutando de un entorno que me recibió de manera generosa; no percibía los despojos cotidianos, ni las violencias de mi país.5 La distancia y la proximidad expresadas aquí bajo el concepto de extrañeza (Krotz, 2002, p. 57) suponen una contradicción perceptible en la añoranza emotiva, afectiva y cognitiva de las manifestaciones sociales y políticas de un territorio, en coexistencia con el disfrute de las manifestaciones de otra realidad.

El contexto portugués me reveló saudades, esos sentimientos profundos que no tienen una traducción a otros idiomas, pero podrían describirse como añoranzas con melancolía. Probablemente, fueron esas añoranzas del valle del río Cauca las que inspiraron mis intervenciones en eventos sobre estudios territoriales a nivel nacional y europeo, así como en las actividades académicas propias de una estancia de investigación. De regreso a la conflictiva y violenta realidad colombiana, las iniciativas de lucha de los colectivos sociales nortecaucanos se hicieron más cercanas en la concreción nacional y la escritura de este texto fue emergiendo con más sentido y fuerza.

El extrañamiento, entonces, resultó ser otro motor para la valoración y comprensión de la realidad afronortecaucana, en proximidad y distancia con la ciudad de Cali, con Bogotá, que es mi sede permanente, con Coimbra y con el contexto ibérico. Las similitudes, diferencias y afinidades encontradas favorecieron la comprensión de las realidades sociales heterogéneas en las que estuve inmersa. De esta manera, pude interpretar los actos humanos individuales y colectivos como formas culturales, tradiciones heredadas, mestizadas e inventadas, como universos simbólicos procesuales.

En lo concerniente a la organización social, en el sentido de aproximarme a colectivos afronortecaucanos, la experiencia del encuentro con los líderes de la UOAFROC, la Asociación Casa del Niño (ACCN), la Corporación Colombia Joven (CCJ) y de la Fundación Villa Rica me permitió entender la realidad nortecaucana en otra vibración: la frecuencia, las formas de conocimiento asociadas con sus formas de lucha, sus propios valores, sus maneras de agenciar el territorio y el sentido de la vida. Los conocimientos propios toman relevancia en esta obra, en la medida en que tanto los sujetos sociales como sus testimonios tienen estatus científico.

Existe el riesgo de que el sentido comunitario y los vínculos establecidos entre los afronortecaucanos sean entendidos como formas precarias, atrasadas o primitivas de producción y desarrollo; por ello, intento destacar una forma de vida. En tal sentido, las declaraciones y opiniones de los actores sociales del territorio representan lo que aún falta visibilizar para lograr una comprensión de lo que allí acontece. Son ellos, con sus voces y aportes científicos, filosóficos, sociales y humanos, los que proporcionan saberes que amplían las fronteras del conocimiento en tanto se emancipan de la dominación, actualizan sus repertorios de lucha y crean tradiciones.

En la dimensión política, el reconocimiento a los sujetos sociales en los encuentros, las charlas, los recorridos y el tiempo compartido en las fincas da cuenta de un posicionamiento que no es neutro. En este texto con acento político, la autodeterminación y el conocimiento independiente de los sujetos sociales se ponen en diálogo con autores reconocidos. El movimiento se entiende aquí como levantamiento o rebelión, con lo que procuro salir de los parámetros establecidos hacia un marco epistemológico más amplio, orientado a la emancipación social de los afronortecaucanos.

Otro de los grandes desafíos asumidos al escribir este libro consiste en desburocratizar los procesos de validación y reconocimiento de los saberes de las culturas locales, a través de formas dialógicas de construcción con el otro. Así mismo, cuestionar el sentido de la reproducción del pasado sobre estándares historiográficos internacionales, desmitificar las sociedades del espectáculo y de las formas diplomáticas en que la sociedad se representa a sí misma e, incluso, rechazar la degradación del arte como mercancía.

Es innegable el carácter autobiográfico de este trabajo, pues en efecto me he transformado de distintas formas, a partir de la comprensión de otras epistemologías que conllevan a mi propia emancipación ante los discursos proclamados como absolutos y dominantes de las ciencias sociales de tradición norte y eurocéntrica. El proceso ha sido fascinante, porque he puesto en cuestionamiento muchos de los presupuestos académicos, políticos, sociales y de clase adquiridos desde mi infancia.

Mis sospechas e intuiciones han encontrado formas epistemológicas dónde anidar, al sur. Desde ese lugar propongo hacer avances en el conocimiento a partir de lo invisible, contemplando con mayor detalle lo visible, para desnaturalizarlo problematizarlo y para identificar y valorar alternativas distintas fundadas en la cotidianidad de las comunidades afronortecaucanas, con quienes hemos construido vínculos y transformaciones íntimas y profundas en muchas dimensiones.

La esperanza aprendida en la convivencia con los pobladores del norte del Cauca se ha convertido en inspiración. La indignación y la rabia presentes durante muchos momentos se transformaron en impulso para, desde mi espacio, denunciar la injusticia y la exclusión a la que se ven sometidos los actores sociales en su territorio. La invisibilización de la explotación humana y de la naturaleza es el pan de cada día en la escala más amplia de la producción de caña de azúcar, en el que “[ha participado] de su carácter feudalesco y señorial” (Ortiz, 1983, p. 55), en relaciones asimétricas de poder y dominación perpetuados en el norte del Cauca desde la época colonial.

El horizonte que se divisa desde el lugar donde me sitúo recoge otra comprensión e interpretación del mundo y la naturaleza, de ahí que los planteamientos organizativos de los colectivos sociales afronortecaucanos, conducentes a procesos autónomos de la conformación del territorio, a través de una cultura cuidadosa y respetuosa, sean resultado de adaptaciones y de mestizajes y constituyan apuestas de sentido reivindicativas y de resignificación del pasado. En apariencia, las proyecciones a futuro de los colectivos sociales nortecaucanos estaban aseguradas por el reconocimiento de una nación pluriétnica y multicultural. No obstante, las lógicas económicas y las políticas de gobierno de las élites, en alianza con los empresarios de la caña, continúan imponiendo sus condiciones capitalistas y neoliberales.

La creatividad de los actores sociales da cuenta de una política emancipatoria de la vida colectiva que contribuye a la conformación de proyectos sociales y de gobierno en la lucha, en los que antes de ser espectadores del acontecer cotidiano, sus actuaciones y participación crean el presente y recrean el pasado, en oposición al trabajo forzado de la herencia colonial. Así, la vida se crea y se recrea en una particular manera de ser diferenciada en un territorio amenazado; las capacidades tanto de habitación como de cuidado del territorio agenciadas por los actores sociales son significativas en un planeta cada vez más homogeneizado e inhabitable.

De acuerdo con lo anterior, esta obra es polifónica porque incorpora elaboraciones de mestizaje intelectual, en el sentido de los orígenes y las formas de conocimiento que, como trayectorias de vida, suman aprendizajes de lo formal, lo informal, intuiciones y percepciones, memorias y olvidos, que me sitúan como autora en un lugar político que resiste con las comunidades. Si bien mi lugar está con las luchas de los nortecaucanos, mi actuar está en la academia, como lugar cotidiano de trabajo y de socialización. De ahí que mi contribución sean las elaboraciones que en el proceso de escritura recogen sus planteamientos de manera articulada con las fuentes bibliográficas indagadas.

En esta obra se hace una aproximación transescalar para configurar los conflictos por el territorio en el norte del Cauca. En el análisis se establecen relaciones entre el monocultivo de caña de azúcar y la FTA, así como entre las plantaciones a gran escala que producen azúcar, biocombustibles o productos industriales para el mercado global y las fincas de extensiones mínimas que producen para el autoabastecimiento familiar y, en algunas ocasiones, para el mercado local. Además, la lectura multitemporal de los acontecimientos y procesos atravesados por las memorias y los olvidos cuentan transformaciones lacerantes de las relaciones asimétricas de poder entre los actores involucrados y vislumbran las formas de tramitar el dolor y la exclusión provocados por expresiones de violencia del despojo.

Los encuentros y los recorridos en el territorio exigieron la revisión cartográfica, fílmica, documental, de prensa y de páginas web de empresas y ONG vinculadas a la red de actores locales, nacionales e internacionales. Asimismo, la lectura comprensiva de literatura temática y normativa sobre la Ley 70 dio luces en la configuración de muchos de los hallazgos en diálogo con los pobladores. Y, finalmente, el aprendizaje desde la experiencia en los talleres organizados por diferentes actores sociales locales aportó de forma significativa a la comprensión del territorio y sus conflictos, por cuanto estas formas relacionales dan cuenta de la realidad social con los sentidos orientadores de las interacciones.

La investigación que dio lugar a esta obra no se realizó con técnicas etnográficas ortodoxas como las entrevistas o encuestas, a fin de prevenir los riesgos del extractivismo de información y la interpretación única de las palabras que puede provocar cierto reduccionismo. De manera alternativa, los encuentros que se adelantaron fueron informales y muchos de ellos fluctuaron entre la observación participante y la participación observante. Esta dinámica permitió evidenciar diferencias y desigualdades, entre las que fluyeron intercambios emotivos e instancias de profunda complicidad y sintonía. En el mismo sentido, resultó sorprendente identificar que una realidad tan cercana en términos físico-espaciales a la ciudad de Cali mantenga una forma de vida y una constitución social tan distintas.

Aunque antes de mi primera entrada a Villa Rica había leído un texto sobre etnografía (Guber, 2001) y un borrador de indicaciones para tomar las notas de campo, en mi cuaderno no había una sistematización de fechas y lugares, porque esos últimos ya estaban en mi mente. Sin embargo, en algunos casos el trayecto a diferentes fincas en las que estuve varias veces parecía nuevo cada vez que lo transitaba, porque orientarse en el campo, entre masas espesas de árboles franqueados por sembrados de caña, resulta muy distinto a hacerlo en un espacio urbano, en el que existen puntos de referencia, como un café, una tienda, un puente o un árbol de gran porte.

El encuentro y diálogo con las comunidades en el territorio supuso replantear mis prácticas y repensar las formas para investigar. En algunas ocasiones, con la conciencia fija de incorporar en este texto las voces de mis interlocutores, inicié los registros pero dejando la grabadora en cualquier lugar; en otras, en medio de la charla, el calor, los zancudos y las risas, descubría que había olvidado encenderla. Interrumpir la charla para iniciar la grabación significaba romper la magia del momento que estábamos construyendo, entonces, decidía continuar sin este instrumento. A la hora de procesar los diálogos registrados, descubrí que los intercambios fueron múltiples, no solo con las personas, sino también con los pájaros, con las cichicharras ensordecedoras al final de la tarde, con los perros, los gatos, las gallinas, las vacas, los cerdos.

En algunas grabaciones están registradas las ideas, los sentimientos profundos y las expresiones de los recuerdos gratos y dolorosos. Lo que resultó audible fue incorporado en este documento como las voces de los agentes sociales, las personas determinantes para que este trabajo contribuya a su resistencia y su lucha cotidiana. En conversaciones con dos o más personas, los recuerdos se tejieron con los hilos de todos sobre una misma situación. Por la espontaneidad de las interacciones, quedaron registrados los suspiros, la indignación, los saludos con vecinos y amigos y hasta los chistes pícaros con doble sentido. Esas grabaciones dan cuenta de la atmósfera del lugar, y más allá de poderse tramitar en un texto como una transcripción, resultan un medio de transporte para esa realidad vivida que revisité sentipensando desde un sexto piso a 2600 metros de altura sobre el nivel del mar.

En todo caso, las indicaciones de los textos de Guber resonaban en cada encuentro. Antes de ir a la cama escribí cada día mis impresiones, preguntas, momentos gratos, descubrimientos. En medio de tantos aprendizajes formulé interrogantes en el papel sobre aspectos para rastrear, y con ello la bibliografía tomó mayor orden y sentido; a la vez, las noticias de periódico se fueron haciendo una fuente de información para contrastar con la realidad concreta de los pobladores afronortecaucanos. Así, la percepción de las personas sobre los conflictos se fue mezclando con la comprensión de sus relaciones con otros, con las memorias de infancia y las formas de entender la cotidianidad, mostrándome una pasión por la vida que me resultó sorprendente.

Las instancias diálógicas en las que compartí con los nortecaucanos fueron espacios de compenetración sentipensante de lo que estaba aconteciendo en el territorio. Los intercambios o acercamientos descolonizadores hicieron perceptibles realidades silenciadas e invisibilizadas por las formas monoculturales del mundo. Juntos aprendimos de nuestras diferencias y reivindicamos la dignidad del trabajo cotidiano en la FTA, un trabajo que implica todos los sentidos.

La rebeldía fue uno de los síntomas de descolonización y aprendizaje que me ayudaron a valorar aun más las estrategias de resistencia y de informalidad6 que se van legitimando entre los pobladores. Dicha legitimidad se va sedimentando en redes de cooperación para el acceso a bienes, a servicios y a la vida misma. Resulta extraño que a media hora de mi realidad infantil y juvenil existiera un universo oculto. Llegar a comprender esas otras formas de encuentro, de tiempo, de producción y consumo en el territorio es la evidencia de mi propia transformación epistémica, de mi nuevo ser en movimiento.

Un evento más de mi propia descolonización aconteció en el acompañamiento al Consejo Comunitario Palenque de Monte Oscuro, en donde después de ocho años de lucha tuvo fecha y hora la diligencia para la entrega de tierras. La manera con que los miembros del Consejo Comunitario se condujeron será siempre motivo de mi admiración. Entre la burocracia local y nacional, no hubo quién perdiera la compostura ni quién dejara de lado el respeto y los buenos modales, incluso con los ocupantes del predio en ese momento. La resistencia de no ser absorbidos por completo por las formas territoriales expansivas imperantes confiere a estas comunidades una dignidad difícil de explicar. A mi modo de ver, son las experiencias compartidas, en los movimientos ya anunciados, las que dan cuenta de su perspectiva de vida.

Hay que señalar que el orden de los contenidos de este texto no responde a una linealidad de carácter histórico-temporal ni a una estructura categórica analítica preconcebida. El lector más positivista moderno podría encontrar cierta dispersión, que en realidad tan solo es aparente. El orden de los capítulos responde a tres grandes partes que irán mostrando una ruta para la comprensión del territorio nortecaucano. No obstante, cada uno de estos puede leerse de manera independiente y en un orden distinto al del índice. Estarán en cada capítulo el pasado, el presente y el futuro, así como la geografía que habitan las vidas humanas y no humanas en él, con sus expresiones sociales, políticas y económicas.

En la primera parte, “El territorio”, se anuncia la propuesta de una geografía del sur en relación con formas de conocimiento que desde la geografía están siendo excluidas, pero que pueden ampliarse de diversas maneras. Asimismo, se presentan los conflictos por la tierra y el territorio en el norte del Cauca tomando la epistemología del sur de Boaventura de Sousa Santos como alternativa a las sesgadas maneras euro y nortecéntricas en la comprensión de los conflictos locales. Esta aproximación da cuenta de la historicidad y dinámica del despojo, y para ello presenta la memoria como un campo de acción emancipatoria contra el totalitarismo cognitivo que incorpora una apertura epistemológica necesaria en el abordaje propuesto y configurado en esta perspectiva.

En la segunda parte, “La finca tradicional afrocaucana”, el análisis se centra en la visibilización de formas alternativas de trabajo y desarrollo frente a las nociones modernas asociadas con la producción agroindustrial de la caña de azúcar. Además, se plantea la FTA como espacio de esperanza y de vida, que da cuenta de expresiones comunitarias sentipensantes. Asimismo, con un énfasis metodológico de aproximación sensible, se plantea una visión y problematización del patrimonio a partir de los actores sociales en una valoración de abajo hacia arriba, a fin de encontrar sintonías y de sentirse parte de la sustancia del lugar, percibiendo las conexiones profundas con los seres que allí habitan, en donde cada uno aporta de algún modo a las manifestaciones multidimensionales de lo que comúnmente se llama naturaleza.

En la tercera parte, “Identidades mestizas”, se elaboran formas políticas y multiculturales identitarias que reivindican derechos para la autonomía territorial por la defensa de la diversidad y la dignidad de la vida. En los derechos por la autonomía, la condición básica proviene del derecho al territorio y de su reconocimiento por parte de las instituciones del Estado nación en sus aspiraciones y luchas en un marco de respeto y valoración de las diferencias.

Finalmente, el epílogo recoge las dimensiones y las prácticas cotidianas, las luchas, las resistencias y las propuestas de los colectivos sociales del norte del Cauca, como un ejemplo de la diversidad del mundo por fuera del modelo capitalista neoliberal. La desmercantilización de la vida y del trabajo son reflejadas en las formas de territorialización de los agentes sociales. El cuidado del planeta, siendo comunidad y naturaleza a la vez, da cuenta de los sentidos, los valores y los aprendizajes con los actores sociales. Y el valor testimonial del conocimiento en la recuperación de las experiencias desacreditadas históricamente enlaza las proyecciones de la FTA por su autonomía territorial.

Con este trabajo también aspiro a reducir las restricciones burocráticas de la academia para avanzar en conocimientos de otro modo, en nuevos espacios de diálogo e intercambio cultural, social y político, y a la vez contribuir en la lucha emancipatoria por hacer justicia cognitiva, social e histórica.

Territorio en movimiento(s)

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