Читать книгу Territorio en movimiento(s) - Isabel Cristina Tobón Giraldo - Страница 8

PRÓLOGO

Оглавление

¿Es posible otro mundo? Esta pregunta está lejos de ser ajena a Isabel, la autora de este libro, pues no solo es una de las entrañas del libro que tenemos entre manos, su esencia, sino que orientó e inspiró su escritura. Esta pregunta impulsó a Isabel a realizar la investigación que sustenta este texto y la motivó a correr un inmenso riesgo, ya que buscó resolverla en su tesis doctoral. ¡Y lo hizo! Otro mundo sí es posible.

En el epígrafe con el que introduce uno de los artículos escritos como parte de su formación doctoral, que no casualmente se titula “Otro mundo sí es posible: la finca tradicional afrocaucana, una experiencia de autonomía”, Isabel transcribe un bello aparte de un conocido libro de Mateo Mina (Michael Taussig) que dice: “En aquellos tiempos, los antiguos esclavos del Valle casi conquistaron un Nuevo Mundo para el pequeño agricultor, un mundo sin terratenientes, sin mercados, donde los campesinos vivían en fructuosa armonía entre sí y con la naturaleza”. Este programa, ubicado por Taussig en el pasado, es el de una ausencia, pues ese Nuevo Mundo no se logró, ya que el latifundio, el mercado, la hostilidad del ser humano con la naturaleza y, en definitiva, la soberanía de la gran propiedad se consolidaron en este territorio y, lo que fue más grave, sus consecuencias fueron valoradas como progreso. Esto es, las élites, los gobernantes, los intelectuales y los científicos naturalizaron como cierto que el pequeño agricultor era la rémora del desarrollo, que el campesino que allí habitaba era un ruralita y que, como tal, era ignorante e incivilizado. Nos convencimos así de que este era el mejor de los mundos y aún hoy, que somos testigos de las catástrofes a las que ha dado lugar, seguimos defendiéndolo.

La ausencia de ese Nuevo Mundo, pero que intuimos que es necesario, a pesar de estar convencidos de que habitamos en el mejor de los mundos posibles, ha dado lugar a una preocupación que nos acompaña insistentemente: la sostenibilidad del desarrollo. Así, la idea de progreso —de carácter liberal y burguesa en su proyecto de informar al Estado nación, al capitalismo, a la democracia representativa, a una idea de igualdad, en la que no caben todos los seres humanos, y a una concepción de la naturaleza como fuente de los deseos insaciables de ese acumulador obsesivo que es el burgués— se convirtió en la quintaesencia de lo que aceptamos como el mejor de los mundos posibles. Por eso nos convencimos de que solo al lograr la sostenibilidad del desarrollo, el mundo del progreso seguiría siendo el mejor de los posibles. Sin embargo, la sostenibilidad no pasa de ser la mesura en el desarrollo, la cautela en la velocidad del crecimiento, la sensatez en la escala de la acumulación. Nuestro mejor mundo posible no es, por tanto, una alternativa real de futuro, sino un anhelo acrítico que prolonga el presente.

Entonces, ¿es posible otro mundo? La primera dificultad que encontró Isabel para responder esta pregunta fue precisamente eso, la pregunta, pues dice la ciencia moderna que no es posible inquirir por lo que no puede existir. Un segundo asunto se desprendió inmediatamente del anterior: es inútil, o por lo menos ingenuo, buscar lo que para los científicos sociales solo existe y puede ser exitoso dentro de las coordenadas del progreso, del desarrollo o del crecimiento. Por esto, para poder buscar ese otro mundo, se debía superar la barrera de las epistemologías, de los marcos teóricos, de las metodologías, en fin, de los programas investigativos propios de la modernidad científica, pues estos están orientados al desarrollo, como una verdad aceptada por esas comunidades académicas. Sin embargo, lo que este libro entrega, en este sentido, no es solo el atrevimiento de preguntar por ese otro mundo, sino la aventura de haberlo buscado y el riesgo de afirmar que sí existe, pues el texto examina un hallazgo: la finca tradicional afrocaucana como un manifiesto de ese otro mundo. Esta fue la tesis. Este es el libro.

Un punto de partida y dos condiciones posibilitaron dar forma a este manifiesto de un mundo distinto: primero, la consciencia de que el hallazgo fuera posible de lograr, pero que no conseguimos encontrarlo, pues requerimos de dos condiciones particulares para buscarlo: la epistemología/geografía del sur y la verdad sentipensante. Por eso, Isabel declara en la introducción de su tesis doctoral: “Reconozco la necesidad de una nueva forma de conocimiento íntimo, comprensivo, creativo y responsable en la articulación de lo científico natural-social, en múltiples dimensiones y escalas relacionadas, involucrándome de manera íntima e incorporando el sentido común”. Y, de esta manera, da

cuenta del lugar para aportar al saber mostrando cómo los pobladores han constituido relaciones orgánicas, telúricas y de intimidad con el territorio a través de una dimensión afectiva de los vínculos sociales, económicos y políticos, así como con sus representaciones culturales. Lo que resulta más relevante aquí es la heterogeneidad, la singularidad y la particularidad de las interlocuciones de los habitantes con su entorno.

Así, Isabel encuentra que la finca tradicional afrocaucana es el anuncio, el manifiesto, de ese otro mundo. No porque lo sea ya, sino porque lo contiene como una posibilidad cierta. En el artículo mencionado, dice la autora que esta finca es

una forma político-económica y sociocultural fundamentada en conocimientos, populares y campesinos; es una iniciativa territorial que envuelve prácticas de relación con la tierra, condiciones organizativas, nociones jurídico-normativas, educativas, artísticas, de salud; es un sistema de vida y una potencia que resiste al capitalismo neoliberal.

Por ello, para Isabel, “la finca afrocaucana como política de vida pretende transformar las condiciones de injusticia que se están agenciando, cuando en diversas situaciones es el mercado el que establece las reglas de relacionamiento desigual entre las personas”. De esta manera, la finca tradicional afrocaucana se puede entender como “otra economía, en la medida en que construye relaciones en el aprovechamiento y distribución de alimentos producidos en pequeñas parcelas que operan en redes solidarias de proximidad y sin pretensiones de acumulación”. Por esta razón, concluye Isabel, “estas prácticas de vida campesina resultan una forma de resistencia frente a los esquemas homogeneizantes del capitalismo neoliberal”.

Para entender y explicar la finca tradicional afrocaucana, se vale Isabel en su libro de una narrativa que en once capas da cuenta tanto de las particularidades de este sujeto, la finca, como del modo de acercarse a ella desde la epistemología/geografía del sur, para aprehenderla desde la verdad sentipensante. Las primeras capas se refieren al territorio, a quien lo habita y a una memoria, el tiempo, que emana de esa imbricación entre sujeto y espacio. Las siguientes capas narrativas se centran en la finca propiamente dicha, pero la exploran aclarando los alcances de su naturaleza como dinámica tradicional, como espacio de esperanza, e insistiendo en la memoria, que se piensa como patrimonio. Finalmente, las restantes capas narrativas hablan de hibridaciones, mestizajes y descolonizaciones. En síntesis, como dice Isabel en el epílogo del libro,

el planteamiento de otro mundo es posible, defendido por movimientos y organizaciones sociales a nivel mundial ante la opresión, la desigualdad, la explotación y la injusticia, hace que la esperanza reverdezca y florezca imperfecta a través de formas organizativas construidas desde abajo, en donde la herencia se funde y se confunde con las tradiciones. De tal forma que las tradiciones se posicionan como principios organizativos que orientan acciones y estrategias. Con ello, las formas organizativas emancipatorias dotan de otros significados a los acontecimientos y a las prácticas cotidianas.

No sobra advertir que este libro fue originalmente una tesis doctoral, aunque ya lo he señalado en párrafos anteriores. Y debo mencionarlo nuevamente, pues no es un asunto menor. Me explico: decía al comenzar que Isabel corrió un riesgo no solo al estudiar la finca tradicional afrocaucana en su tesis, sino, y este es el punto, al proponerla como el manifiesto que permite afirmar que otro mundo es posible. La tesis fue presentada como requisito para optar al título de doctora en Ciencias Sociales y Humanas de la Pontificia Universidad Javeriana. Y menciono esto porque, sin duda, este marco hizo posible que el riesgo no estuviera en la propuesta, sino en la elaboración del texto, si se tiene en cuenta que la calidad de la tesis debía entenderse desde la distancia expresa que tomó la autora de los conceptos y métodos propios de las ciencias sociales acreditadas por amplias comunidades académicas. Al distanciarse de estas comunidades científicas, el Doctorado acepta el diálogo de saberes, las hibridaciones entre ellos y su construcción conjunta con las comunidades, de manera que estas no son entendidas como sujetos de observación, sino como copartícipes en el entendimiento del mundo y en la crítica del presente. Por eso, se puede afirmar que, para que la crítica sea posible, la libertad es la condición de posibilidad de un pensamiento que logra avanzar entre los intersticios de la ciencia moderna. Por todo esto, desde este lugar fue posible elaborar el estudio que realizó Isabel y que ahora entrega el Doctorado en forma de libro.

GERMÁN RODRIGO MEJÍA PAVONY

Profesor titular

Facultad de Ciencias Sociales

Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá

Territorio en movimiento(s)

Подняться наверх