Читать книгу Doce viajes a Goumbou - Isidro Ávila Montoro - Страница 10

Día 2

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A primera hora de la mañana, al salir a la calle, vimos a muchas mujeres pasando delante de la puerta del hotel, que iban al mercado para vender frutas frescas. Llamaban poderosamente la atención sus vestidos de colores vivos con los turbantes en la cabeza donde llevaban los recipientes, lo que a la mayoría de los que estábamos allí por primera vez nos sorprendió gratamente.

Poco a poco empezó a llegar gente al hotel para darse a conocer y ofrecernos su ayuda, dado que ese día tendríamos que realizar actos de protocolo y reconocimiento en edificios oficiales y presentación a diferentes personalidades en Bamako.

Comenzamos con diversas visitas, una de ellas al Hospital Maternal de Bamako, en el que madame Cámara, que nos acompañaba, nos mostró el centro que ella dirigía, algún material propio de la actividad que allí se desarrollaba a diario y la sala de partos… ¡Casi vomitamos! Una cama mugrienta de hierro oxidado, con el colchón y el respaldo de tejido plástico y gomaespuma rotos; los soportes para apoyar las piernas desvencijados y oxidados también; un barreño de chapa muy viejo, ropa de cama usada y desarmada, una percha para sueros a la que apenas le quedaba un solo brazo, una lámpara de luz amarillenta con poca intensidad y, en un rincón, una funda sucia y envejecida tapaba un ecógrafo averiado desde hacía tiempo, según comentó. Al salir al patio del hospital, por las ventanas se asomaban las enfermeras y las matronas, a quienes madame Cámara, orgullosa, me presentó como monsieur l’argent, le banquier (señor del dinero, el banquero).

De allí nos desplazamos hasta el Ministerio de Cultura, donde, al parecer, también habían concertado una visita. Entramos en el exterior del recinto ministerial (que no tenía nada destacable, salvo lo descuidado que estaba) y continuamos hasta el interior de la zona administrativa, por donde entraban los empleados, y de allí a una sala de espera pequeña y sucia con desconchones en las paredes y en el techo y donde había un sofá destartalado y roto. Nos sorprendió tanto que incluso pensamos que nos habían llevado por una zona equivocada…, pero no, era por ahí. No creo que hubiese otro ministerio con una recepción similar. Estábamos en la entrada de atrás, como si la visita fuese de incógnito. Al poco tiempo nos indicaron que debíamos subir a la primera planta, donde nos esperaba y nos recibió el secretario, que nos condujo hasta el despacho del señor ministro. «Bons jours, soyez bienvenus! (buenos días, sean bienvenidos)». Nos invitó a sentarnos y en breve apareció el ministro. Se presentó, nos presentamos y se entabló la conversación (evidentemente, en francés) entre él y Gabriel, nuestro coordinador y traductor, mientras el resto estábamos expectantes de lo que hablaban y esperábamos la traducción. Observé la extrañeza del despacho. Como estaba sentado junto a la pared, tenía toda la visión del mismo. La pared de enfrente estaba llena de retratos y fotos, en blanco y negro la mayoría; a la izquierda, una mesa de trabajo con un sillón y dos sillas; al fondo, a mi derecha, una mesa grande llena de libros y papeles; y en el suelo, una colección de coches hechos de hojalata, al parecer por el propio ministro, que llamó mi atención porque eran modelos de coches antiguos muy conocidos como el Citroën 2CV, el Renault 4, el Peugeot 504, el Renault 8, etc. En esto que Gabriel comenzó la traducción y tuve la impresión de haber visto algo al fondo que se había movido… No vi nada y seguí escuchando hasta que terminó de traducir. Me volví a concentrar en lo que había creído ver. Dos minutos después… Sí, era lo que imaginé. ¡Una rata deambulando entre los papeles del ministro! Después lo comentamos entre nosotros y alguien más también la vio. Fue un poco surrealista la visión del despacho.

Una vez terminada la conversación sobre nuestra visita, fue mostrándonos algunas fotos donde aparecía con personajes famosos del cine francés hasta concluir diciendo que él, aparte de ministro, también era director de cine en Francia, donde había rodado varias películas. Después de la visita y tras haber mostrado mucho interés por nuestro proyecto, nos deseó suerte en el viaje y quedamos invitados a la vuelta de Goumbou a una cena «europea» en su domicilio particular.

A mediodía teníamos una recepción en casa de un general ya retirado, en la que nos reuniríamos con políticos y representantes del Gobierno a fin de recabar información sobre las necesidades del pueblo de Goumbou y, al parecer, también de Bamako.

Atravesamos toda la ciudad para ir al almuerzo. Era una casa grande, de planta baja con jardín, en las afueras de Bamako. Allí de nuevo se produjeron las presentaciones con políticos y gente importante. A cada uno de nosotros, en función de nuestra actividad profesional, se nos asignaba una de las personalidades y nuestra traductora tenía que estar moviéndose de un lado para otro a fin de que pudiésemos entendernos en algo. A mí me presentaron al secretario del ministro de Economía de Malí, según mi traductor, Samou Konté, que también compartía con otros compañeros y que había estudiado parte de su carrera en Barcelona y conocía a Gabriel de su primer viaje.

El suelo del patio estaba todo cubierto de alfombras y cojines, aunque había alguna que otra silla por deferencia hacia nosotros. Al rato de comenzar la reunión aparecieron varias mujeres portando la comida en recipientes, que colocaron en el suelo para cada cuatro o más personas. Allí se come, generalmente, con las manos y se nos advirtió de que sería bueno hacer un esfuerzo para adaptarnos y comer como ellos…, pero no era nada fácil. El primer plato fueron unos aperitivos de frutos secos y aceitunas, entre otros, con los que no tuvimos problema;el segundo, más complicado, arroz con cordero, una exquisitez para ellos y un problema para nosotros que cada uno solventaría a su manera. Yo tuve la suerte de contar con la ayuda de mi compañero de tertulia, al que personalmente se lo agradecí. El secretario del ministro de Economía metió la mano hasta el fondo del recipiente para sacar una pieza de carne limpia de grasa y sin hueso, que me dio para que la comiera sin necesidad de mancharme las manos. «Merci, merci beaucoup!».

Después de la comida seguimos departiendo y conociendo a cada uno de los asistentes con la conciencia y la tranquilidad de haber tenido un buen comienzo. Quedamos emplazados con quienes nos acompañarían en el viaje a las cinco de la mañana, hora local, para cargar equipajes y paquetes en los vehículos cuatro por cuatro que habían puesto a nuestra disposición vecinos de Goumbou residentes en Bamako y comenzar el viaje.

Doce viajes a Goumbou

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