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Agradecimientos

Las ideas históricas, como las enfermedades, pueden ser hereditarias y contagiosas. En estas páginas, mi mentor, Mirko Grmek, pudo constatar, justo antes de su fallecimiento, en qué medida me había transmitido su formación histórica y médica; soy una agradecida heritière. El entusiasmo infeccioso de mis editores y su confianza en el resultado fueron catalizadores decisivos, en primer lugar, para que mis ideas encontraran acomodo en un libro y, más tarde, para embarcarme en esta segunda edición: vaya, pues, un agradecimiento especial a Gerald Halllowell y Len Husband. Tampoco existiría este libro sin el apoyo de la Queen’s University y las maravillosas oportunidades para la docencia que me brindó la cátedra Hannah, generosamente financiada por Associated Medical Services, una organización canadiense que fomenta la innovación en el campo médico.

Estoy en deuda con muchos precursores cuyas obras, mucho más ambiciosas, me resolvieron numerosos problemas que fui encontrando, y quiero manifestar también mi agradecimiento por los comentarios de profesionales, tanto de la medicina como de la historia, a los que incordié para que leyeran pasajes de este libro en su primera versión.

Muchos fueron los que contribuyeron a esta obra leyendo capítulos, respondiendo a mis preguntas, ofreciéndome sugerencias creativas y aportándome ilustraciones. Para la primera edición, los titulares de la cátedra Hannah Paul Porter y Charles G. Roland, así como Cherrilyn Yalin, Martin Friedland y un revisor anónimo de la editorial, tuvieron la amabilidad de comentar los borradores de todo el manuscrito. Asimismo, por sus excelentes consejos sobre aspectos concretos, estoy en deuda con varios amigos y colegas: Ian Carr, Peter Cruse (ya fallecido), Dale Dotten, Eleanor Enkin, Murray Enkin, Anita Johnston y Felicity Pope. Por motivos parecidos, dejo constancia aquí de la generosidad de mis colegas en el Queen’s College Alex Bryans, Prakash Burra, Gerald Evans, Pamela Frid, Charles Graham, Charles Hayter, R. Neil Hobbs, Steve Iscoe, Gerald Marks, Steven Pang, Terrie Romano, Joan Sherwood, Duncan G. Sinclair, Lucinda Walls y James L. Wilson.

Durante la última década, varios reseñistas y colegas han descrito el uso que le han dado al libro y sus expectativas para una nueva edición. En particular, doy gracias a Melanie Colpitts, Jayne Elliott, Heiner Fangerau, Bert Hansen, Geoff Hudson, Margaret Humphreys, Ross Kilpatrick, Joel Lexchin, Christopher Lyons, Pamela Miller, Sheila Pinchin, Susan Phillips, Roy Porter (ya fallecido), Paul Potter, Ana Cecilia de Romo, Todd Savitt, Anne Smithers, Meryn Stuart, Lewis Tomalty, los maravillosos trabajadores de la Biblioteca Bracken, y una vez más, como siempre, a Robert David Wolfe y Cherrilyn Yalin.

Mis alumnos son también mis maestros, y los críticos más severos. Sus insistentes peticiones de un texto introductorio me decidieron finalmente a hacer algo a lo que durante largo tiempo me había resistido. Para la primera edición, varios de mis alumnos leyeron con alegría juvenil algunos capítulos, en una suerte de prueba de conducción que dejó su impronta en la versión definitiva del libro. Todos ellos antiguos estudiantes de medicina, son hoy doctores: Hershel Berman, Matthew Bowes, Ruttan Bhardwaj, Darryl da Costa, Leigh Eckler, Kymm Feldman, Diana Fort, Fiona Mattatall y Matteus Zurowski; además de los antiguos estudiantes de grado Elaine Berman, Jennifer Marotta y Megan Nichols. Sin su alentadora confianza en la futura utilidad de este libro, la primera edición jamás habría visto la luz.

Para la segunda edición, otra intrépida banda de alumnos de la Queen’s University y jóvenes doctores me brindaron sensatas sugerencias, críticas e inspiración, o leyeron pacientemente los capítulos actualizados. Entre ellos, se cuentan Courtney Casserly, Dan Finnigan, Rebekah Jacques, Raed Joundi, Ahmed Kayssi, Jessica Liauw, Melissa Pickles, Paul Uy, Mary-Clair Yelovich y Julia Cameron Vendrig. Ojalá encuentren utilidad a esta nueva versión (¡aunque esté impresa en papel!). Se la dedico con toda mi gratitud.

Algunos lectores seguirán encontrando errores; otros se quejarán de que continúo omitiendo sus temas favoritos. Espero que me lo hagan saber y me ayuden así a que la siguiente edición sea mejor.

Historia escandalosamente breve de la medicina

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