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1. Introducción: Héroes

y villanos en la historia

de la medicina*

Mi recomendación es que el doctor ha de ser,

llana e inequívocamente, un humanista.

Robertson Davies, «Can a Doctor Be a Humanist?» (1984).

El juego de los héroes y villanos

A principios de otoño, los alumnos recién matriculados en la facultad de medicina de la Queen’s University juegan a un juego llamado Héroes y Villanos. Como si se tratara de una actividad para romper el hielo en una fiesta, el juego presenta tres de los ingredientes de su futura educación: la biblioteca, la asignatura de alfabetización informacional y la historia de la medicina. Los alumnos se dividen en equipos para colaborar con uno o dos compañeros de su elección. De una tabla colgada en internet, eligen un nombre de la historia de la medicina (véase tabla 1.1). La tarea consiste en encontrar algún texto escrito por esa figura histórica (una fuente primaria) y algo escrito sobre la misma (una fuente secundaria), y decidir si la persona en cuestión es un héroe, un villano o ambas cosas a la vez. A continuación, los estudiantes se preparan para presentar sus hallazgos en clase y redactan un breve informe acompañado de la correspondiente bibliografía. Hay premios en juego.

Tabla 1.1

«Héroes» y «villanos» de la historia de la medicina: Planilla del juego.

Repartid el trabajo entre los distintos miembros del equipo.Usad el catálogo y los recursos de referencias de la biblioteca (o bibliotecas) para localizar:1. Por lo menos un texto escrito por cada persona;2. Algo sobre cada persona.¿Es la persona un «héroe», un «villano» o ambas cosas? ¿Por qué?Tened en cuenta los objetivos enumerados (abajo) y entregad unas breves conclusiones por escrito con referencias bibliográficas. La redacción de los informes puede correr a cargo de todo el equipo o de distintos grupos dentro del equipo.
Abbott, MaudeAl-Razi (Abū BakrMuhammad ibn Zakarīyā al-Rāzī)Apgar, VirginiaAreteo de CapadociaArnau de VilanovaAustin, J. L. «Blimey»Avicena (Ibn Sina)Baltimore, DavidBanting, FrederickBarry, James MirandaBeaumont, W. R.Bernard, ClaudeBethune, NormanBlackwell, ElizabethCaius, JohnCarrel, AlexisCelsoChadwick, EdwinCharcot, Jean MartinChisholm, BrockDomagk, GerhardEgas-Moniz, A. A. C.ErasístratoEsquirol, J. E. DominiqueFreud, SigmundGadjusek, D. CarletonGalenoGallo, RobertGrenfell, WilfredHahnemann, SamuelHalsted, WilliamHarvey, WilliamHerófiloHildegarda de BingenHipócratesHunter, JohnHunter, WilliamJackson, Mary PercyJenner, EdwardKelsey, Frances OldhamKoprowski, HilaryKrugman, SaulKubler-Ross, ElisabethLexchin, JoelMackenzie, JamesMacMurchy, HelenMaimónidesMcBride, WilliamMcKenzie, Robert TaitMitchell, Silas WeirMorgentaler, HenryMüller, P. H.Neisser, AlbertNelles (Pine), SusanNightingale, FlorenceOlivieri, NancyOsler, WilliamParacelsoParé, AmbroisePasteur, LouisPauling, LinusPinel, PhilippeRush, BenjaminSarrazin, MichelSimpson, James YoungSims, James MarionSmith-Shortt, ElizabethSorano de ÉfesoStopes, MarieStowe, EmilySydenham, ThomasTrota de RuggieroTrout, JennyVesalio, AndrésVirchow, RudolfWagner-Jauregg, J.Watson, James D.Withering, WilliamWright, Almroth
Objetivos didácticos1. Distinguir entre los distintos tipos de monografías (un solo autor, volumen editado, antología póstuma, traducción, facsímil, etc.).2. Aprender a buscar en los catálogos en línea para obtener la máxima efectividad (autor, materia, palabras clave).3. Conocer los rudimentos de los lenguajes de indización.4. Comprender el significado de las fuentes primarias (obras de los autores) y las se-cundarias (obras sobre los autores).5. Reconocer que toda historia (incluida la historia de la medicina) es un proceso interpretativo que depende en gran medida del presente.

La lista de posibles héroes y villanos comprende figuras de la Antigüedad, ganadores del premio Nobel, mujeres y glorias locales. La lista no tiene nada de especial: se podría crear un sinfín de alternativas adecuadas a los recursos de otras bibliotecas y lugares. La sesión en la que los alumnos ponen en común sus trabajos —a la que llamamos debriefing— suele realizarse al día siguiente. Si hace bueno, la clase se reúne en el jardín.

—¿Quién quiere empezar? —pregunto. Doy la palabra inmediatamente a los pocos que se presentan voluntarios. A menudo, sin embargo, mi pregunta es recibida con un silencio sepulcral.

—¿Quién ha elegido a Hipócrates? —pruebo a continuación. Murmullos y dedos acusadores identifican a una pareja reacia pero, por lo general, sonriente que comparte con sus compañeros de clase lo que hayan averiguado sobre el médico griego de hace dos mil quinientos años. Cuando concluyen la exposición, les pregunto—: ¿Fue un héroe o un villano?

—Un héroe, desde luego.

—¿Por qué? —Un abanico de respuestas justifican su parecer.

Por mi parte, interpreto el papel de abogado del diablo.

—Se cree que Hipócrates —les digo— prohibió el aborto y el uso del bisturí. Además, solo enseñaba medicina a hombres. —Pero los alumnos no dan su brazo a torcer y pasamos al ejemplo siguiente.

Tras ese par de minipresentaciones forzadas, son muchos los voluntarios que me reclaman ruidosamente la palabra para hablarme del distinguido personaje cuya vida y obra han estudiado. La falta de tiempo no nos permitirá cubrir todos los temas. A veces tengo que interrumpir a uno de los intervinientes para que los demás tengan la oportunidad de participar. (Una vez, dos estudiantes adoptaron por iniciativa propia los personajes que habían elegido y obsequiaron a sus compañeros de clase con una representación teatral de Avicena y Paracelso debatiendo sobre la necesidad simbólica de quemar libros.) La promoción de 2013 acudió al debate con música, poesía, piezas teatrales y disfraces.

La hora pasa volando y cada vez me preocupa más que nadie se lleve el premio y que el juego no sirva para nada. Empiezo a pedir exposiciones sobre villanos que provocaron célebres controversias. Pero por más que intente ventilar las facetas más turbias de algunos casos particulares, los alumnos siguen resistiendo mis embates. Por fin, alguien, quizá una voz anónima en la multitud, terminará respondiendo a la pregunta de «héroe o villano» con un «Depende de cómo se mire».

—¿Qué has dicho? —pregunto—. Más alto. —Entonces se lo pregunto a toda la clase—: ¿Qué ha dicho? —La clase lo repite. Acto seguido, entre las risas y aplausos de sus compañeros, el avergonzado alumno o alumna recibe a la vista de todos el primer premio del concurso, una antología de artículos de William Osler, y empiezo a relajarme.

Con los años he llegado a la conclusión de que los estudiantes de medicina tienen la costumbre de considerar a sus predecesores con una incondicional veneración, muy parecida al temor religioso. «Sí, es posible que Hipócrates recomendara no utilizar en ningún caso el bisturí, pero es un héroe porque sostuvo que las enfermedades tenían un origen natural». «Sí, es posible que Alexis Carrel fuera un filonazi, pero es un héroe porque puso los cimientos del trasplante de órganos». Incluso después de las escandalosas revelaciones que insinúo durante la clase, casi todos los alumnos concluyen sus trabajos esgrimiendo poderosas razones para justificar que su personaje es un héroe. En las dos décadas que llevo planteando este juego, solo un puñado de alumnos ha tenido la osadía de proclamar que sus personajes eran villanos, aunque ese veredicto tampoco les vale un premio en el concurso.

Son pocos los estudiantes que se cuestionan la premisa de establecer juicios de valor sobre el pasado. Pero si uno de ellos me pregunta «¿Por qué hacemos esto?», también gana el premio, al igual que el que responde con un «depende». Como es lógico, los alumnos de primer año quieren encontrar héroes en el pasado. Con el alivio de haber superado un dificilísimo proceso de selección para entrar en la carrera, encaran con optimismo e idealismo cuarenta años o más de trayectoria en la profesión elegida. El día de la graduación, la mayoría de esos alumnos todavía se acuerda del personaje histórico sobre el que investigaron en su primera semana de formación. El juego les ofrece un modelo histórico, pero también llama su atención sobre el presente y futuro de la medicina.

Lo importanteReviste escasa importancia para el estudiante el saber que un oscuro libro sobre un tema abstruso, firmado por un autor de nombre impronunciable, fue publicado en una fecha u otra. En cambio, reviste gran importancia para el estudiante el estar familiarizado con ... «el clima de opinión» en el que se enmarcan los hechos intelectuales de un período u otro.Cecilia Mettler, History of Medicine (Filadelfia y Toronto: Blakiston, 1947), p. xii.

La premisa del juego de Héroes y Villanos coincide con la de este libro. La historia de la medicina, al igual que toda forma de historia y que la práctica y la ciencia médicas, tiene por objeto preguntas y respuestas, pruebas e interpretaciones. Algunas preguntas son mejores que otras; algunas fuentes son más fiables que otras; y algunas interpretaciones son más sólidas que otras. Los buenos historiadores son sabedores del peligro de proyectar sus deseos y valores en coyunturas y textos históricos. La historia invita a los estudiantes a sopesar por qué las cosas han terminado siendo como son y de qué forma han cambiado. Les reta a explicar por qué algo que nos parece hoy absolutamente descabellado pudo parecer antaño perfectamente cabal. Y les recuerda la posibilidad de que en un futuro hayan de renunciar a las mismas ideas y «hechos» que se disponen a estudiar. En consecuencia, la historia es una magnífica maestra en los ideales de un aprendizaje que ha de alargarse durante toda la vida del médico.

Instrucciones de uso de este libro

Este libro tiene su origen en mis clases a alumnos de medicina y se rige por una estructura organizada en torno a unidades didácticas de naturaleza conceptual. Se han escrito numerosos artículos y libros que explican por qué los estudiantes de medicina han de recibir formación en historia y por lo menos otras tantas publicaciones ofrecen consejos sobre cómo hacerlo de forma efectiva. En cierto sentido, este libro representa tan solo uno de los numeroso métodos posibles. En la Queen’s University, en vez de constituirse en una asignatura o seminario independiente, la historia se infiltra en todo el plan de estudios y se enseña como parte integrante de las distintas disciplinas médicas y científicas que se estudian en la carrera.

Pero el público al que aspira este libro va mucho más allá de los estudiantes de medicina e incluye lectores en general y estudiantes de cualquier disciplina, humanidades y ciencias sociales incluidas. A diferencia de los manuales de historia al uso, la estructura no sigue aquí una cronología general; los capítulos se centran en varias disciplinas de la enseñanza médica y se suceden en un orden que refleja la estructura de los estudios de medicina en la Queen’s University. En consecuencia, pueden leerse en cualquier orden. Todos los capítulos ofrecen una cronología, así como una muestra de temas o cuestiones que preocupan a los historiadores y rigen la investigación actual. Algunos acontecimientos se desarrollan conforme a la bibliografía más reciente, mientras que otros se omiten. Aquellos lectores que se dediquen a la enseñanza de las humanidades encontrarán repartidos por todos los capítulos cuestiones de género, raza, clase y periodización histórica.

Los objetivos de nuestro programa de estudios son los mismos que los de este libro: (1) concienciar sobre la importancia de la historia (y de las humanidades en general) como disciplina de investigación que enriquece la comprensión de la medicina actual; y (2) infundir un sano escepticismo con respecto al

«dogma» del resto del plan de estudios.

Dichos objetivos han recibido críticas por carecer de fundamento y ambición; a veces también han sido considerados perjudiciales. Pero no nos proponemos convertir a los futuros doctores en historiadores; al contrario, lo que les ofrecemos es una herramienta conceptual suplementaria en su aprendizaje de la medicina. Los alumnos de esta carrera son jóvenes inteligentes. Aunque el último contacto que tuvieron con las humanidades fuera en secundaria, no tardan en captar que un debate en torno a preguntas y contexto es una emocionante aventura intelectual. Con su esfuerzo por alcanzar esos objetivos, los alumnos aprenden, qué duda cabe, algunas cosas sobre el pasado. Sin embargo, pueden elegir los acontecimientos que les resulten más relevantes para sus proyectos vitales y profesionales. Nombres, fechas y factoides son menos importantes que las ideas. La buena historia ha de basarse en referencias precisas a tales detalles, pero es, por encima de todo, una forma de pensar.

Este libro no se propone ser exhaustivo. Aspira a ofrecer una sucinta panorámica de la historia de la medicina occidental basada en la bibliografía académica más reciente y con referencias a problemáticas actuales en la atención sanitaria, siempre dando por supuesto que los facultativos pueden ser de cualquier sexo, religión, raza o nacionalidad. Otros libros, más gruesos, ofrecen mucha más información e imágenes. Las fuentes más antiguas son muy valiosas y no conviene despreciarlas (véase «Sugerencias de lecturas complementarias» en la página web de la bibliografía: http:/histmed.ca).

Tampoco cabe decir que la estructura de este libro en torno a campos de investigación médica sea particularmente original. Hace más de sesenta años, Cecilia Mettler organizó su manual según temas e ideas de la disciplina.

En la primera edición se recurría con frecuencia a ejemplos canadienses, en parte porque no aparecían en otras fuentes; en tanto que ejemplos, son tan ilustrativos como los casos más conocidos de Gran Bretaña y Estados Unidos. Para esta segunda edición se han incluido ejemplos de otros países. Los docentes fuera del ámbito anglosajón no tendrán dificultades para encontrar equivalentes adecuados en sus historias nacionales. Las sugerencias de lecturas complementarias no son exhaustivas, pero guiarán al lector interesado al saber acumulado en buena parte de los temas tratados; las fuentes específicas de ciertos países vienen referidas en listas aparte.

El último capítulo ofrece consejo sobre cómo investigar una cuestión en la historia de la medicina. Una vez más, no es infalible ni tampoco exhaustivo. El apéndice presenta algunos objetivos didácticos para cada capítulo, esenciales en los planes de estudios de la carrera de medicina tal y como se imparte en el siglo xxi. Los recursos en línea incluyen unos pocos puntos de referencia para recabar información sobre períodos históricos, lugares e ideas, así como formas alternativas de cuidados y medicina en otras épocas y culturas. Los alumnos acuden a menudo al historiador en busca de información sobre esos sistemas de creencias médicas. Este libro, siendo como es una historia de nuestra medicina dominante, no los aborda. Una vez más, los recursos en línea proponen algunas vías para subsanar esta carencia.

A lo largo del libro, y conforme a la lección del juego de «Héroes y Villanos», he intentado mostrar que existen múltiples interpretaciones para la mayoría de elementos de nuestro pasado y que los temas de interés trascienden con mucho las «grandes figuras» y los «grandes descubrimientos» para incluir ideas, enfermedades, pacientes, instituciones y grandes errores. Este libro habrá cumplido su objetivo si el lector se queda con algunas preguntas sin respuesta.

Sugerencias de lecturas complementarias

Pueden consultarse en la página web de la bibliografía:

http://histmed.ca

* Los objetivos didácticos de los distintos capítulos de este libro pueden encontrarse en la página 576.

Historia escandalosamente breve de la medicina

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