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Capítulo Cuatro

Desvencijado como el techo de un viejo pajar, Croad era una edad indeterminada, pero, por su pasión por el fútbol de los ochenta, Slim adivinó que su nuevo guía tendría unos cincuenta años.

—Ya ve, estuve a punto de llegar al banquillo del QPR cuando Wilkins estaba en lo más alto —dijo Croad, desconcertando a Slim que ese hombre cojo como un tocón de árbol pudiera siquiera haber caminado erguido alguna vez, no digamos ya ser lo suficientemente bueno con el balón en los pies como para llegar a la entonces Primera División.

—Si no hubieran tenido un equipo tan bueno entonces, lo habría logrado. Marqué diez goles en tres partidos con las reservas, pero celebré mi convocatoria del sábado con una botella de whisky y una ramera que conocí en el Soho. Al saltar por una ventana cuando llegó su marido, me desgarré los isquiotibiales en una valla del tranvía y luego caí delante de un autobús de la línea 94 a Piccadilly. Podría haber sido peor si no hubiera estado frenando para parar, pero eso es lo que pasó. —Señaló algo—. Ah, aquí está el vado. La carretera sube hasta un cruce. A la izquierda está el pueblo, a la derecha se va a la granja Weaton, pero no la use si llueve mucho y hay mucha agua sobre la carretera, pues es probable que se quede atascado, si no tiene tracción a las cuatro ruedas.

Slim estaba tan maravillado ante la inesperada transición de una historia casi heroica a otra de ríos crecidos como para no mencionar que no tenía permiso de conducir en vigor.

Weaton sigue siendo terreno de Ozgood, pero tienen un arrendamiento fijo a largo plazo, así que hay que mantener las narices fuera de allí.

—¿Cómo es Mr. Ozgood?

Croad se encogió de hombros.

—¿Oficial o extraoficialmente?

—Extraoficialmente, por supuesto —dijo Slim, sabiendo bien que cualquier cosa que dijera probablemente llegaría a oídos de su nuevo jefe de una manera u otra—. Quiero decir, ¿es el tipo de hombre que merezca ser chantajeado?

—Depende de a quién se lo pregunte. ¿Lo normal no es que cuanto más dinero tengas más larga sea la fila de hombres que quieran robártelo?

Slim sonrió.

—Por eso tengo tantos amigos.

Croad emitió una risa áspera.

—Usted y yo también.

—Estoy seguro de que sabe por qué estoy aquí. Mr. Ozgood quiere saber por qué le está chantajeando un hombre muerto. —Slim calló, recordando la advertencia de Ozgood de que no dijera nada acerca de la verdadera razón de la muerte de Dennis Sharp.

—Sí. Dennis Sharp, algo inesperado. Un tipo tranquilo, trabajador, bien pagado, iba a casa o al pub, un tipo normal.

—Oí que murió en un accidente de automóvil.

Croad asintió.

—Sí.

Slim esperó más información, pero, al no recibir ninguna, dijo:

—¿Cerca de aquí?

Croad asintió. Dejó de arrastrar los pies por un momento y se dio la vuelta.

—Le voy a llevar allí. Órdenes del patrón. Mejor empezar por el principio, ¿no?

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