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INTRODUCCIÓN: CUERPO Y SEMIOSIS

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La propioceptividad es considerada como el término complejo de la categoría “interoceptividad/exteroceptividad”1; en efecto, en la experiencia de la significación, el cuerpo propio es la única entidad común al yo y al mundo; y en la construcción de la significación, la operación de la semiosis, por la sumisión de la exterocepción a la interocepción, gracias a la mediación del cuerpo propio, permite la puesta en relación de un plano de la expresión (de origen exteroceptivo) y de un plano del contenido (de origen interoceptivo).

No existen categorías semióticas que pertenezcan a priori a la expresión o al contenido. En efecto, el isomorfismo de los dos planos de un lenguaje es específico de cada semiosis, y la relación entre expresión y contenido se redefine con cada nueva enunciación; de ello da testimonio, por ejemplo, la posibilidad de establecer en cada discurso concreto, incluso dentro de los límites de semióticas altamente convencionales, como las de los discursos verbales escritos, nuevos sistemas semisimbólicos que redefinen y desplazan la relación entre el plano de la expresión y el plano del contenido.

En la perspectiva del discurso en acto y de la enunciación, la distinción entre exterocepción e interocepción puede ser desplazada en todo momento, y dicho desplazamiento está asegurado por la propiocepción. En otros términos, la toma de posición del cuerpo propio determina la distinción entre exterocepción e interocepción: los efectos de interioridad y de exterioridad dependen por completo de la posición que adopte el cuerpo-carne propioceptivo en el momento en que se instala como instancia enunciante. Esta concepción permite a la vez (1) evitar una reificación a priori (sobre todo psicológica) de la interioridad y de la exterioridad, al someterla a la toma de posición de la instancia enunciante, y (2) dar la iniciativa a esa instancia, a través de la posición que tome su cuerpo.

Resumiendo: Cada enunciación produce una semiosis en la medida en que procede de una toma de posición del cuerpo en el mundo, toma de posición que determina ipso facto un dominio interior y un dominio exterior: lo propio y lo no-propio. La semiosis se traduce ante todo por el establecimiento de un isomorfismo entre los dos dominios, isomorfismo garantizado por el hecho de que el cuerpo de la instancia enunciante pertenece a ambos dominios al mismo tiempo, y es él el que los convierte, respectivamente, en un plano del contenido o en un plano de la expresión. Mostraremos más adelante cómo, gracias a la captación analógica, y más precisamente gracias a un ajuste hipoicónico, el cuerpo puede ser definido como el operador de la semiosis.

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