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Capítulo 1

¿Qué es el liderazgo cristiano?

El liderazgo para cristianos es acerca de Dios, no de nosotros… Centramos nuestra alma en la mano de Dios; recién entonces estamos listos para el liderazgo.

— Walter Wright10

No hay escasez de ideas acerca del liderazgo ni de imágenes de líderes. Ocasionalmente, cuando exploro el liderazgo cristiano con un grupo, comienzo la sesión pidiéndoles que dibujen un líder. Los resultados son fascinantes. Inevitablemente lo que dibujan depende de su experiencia al ser liderados y de su comprensión del liderazgo.

Algunos dibujan al típico “líder natural fuerte”. Conocemos el patrón: mentón saliente, mirada enfocada, ceño decidido. Camina con determinación, habla con entusiasmo y prospera en acción. Nada parece sacudir su determinación; los problemas son siempre oportunidades. Nadie se interpone en su camino; las personas son el medio para un fin más grande. Tienen energía inagotable; dormir es para débiles. Sí, es una caricatura ciertamente, pero es lo que muy a menudo le viene a la mente a la gente cuando se le pide que dibujen a un líder. Tal caricatura nos lleva a percibir el liderazgo de una manera monocromática. Porque si ésta es nuestra imagen predominante o nuestra experiencia de liderazgo, entonces asumimos que todos los líderes deben verse como este tipo de líder natural fuerte, y aun sonar como ellos.

Otros dibujan líderes inútiles. Los medios son expertos en caricaturizar a tales líderes cristianos. La otra noche estaba pasando de un canal de televisión a otro y me detuve para mirar a un religioso en la pantalla. No sé qué programa era, ni cuál su argumento, pero esos dos minutos en que lo vi reafirmaron una vez más la imagen que tantas personas tienen de los ministros: débil, inútil, desconectado de la realidad, “bueno” y alguien que difícilmente es capaz de liderar a alguien a llegar a algún lugar. Aquellos con este tipo de imagen de líderes de iglesia muy a menudo se desesperan ante lo que perciben como una falta de liderazgo en la iglesia, y están en peligro de buscar afuera el típico “líder natural fuerte” para llenar el vacío.

Otro grupo de miembros lucha por dibujar algo, a veces porque su experiencia es muy dolorosa. Otra vez los medios brindan la caricatura del ministro que abandona a su esposa y se escapa con la amante del coro, o comete desfalco con los fondos de la iglesia para su ganancia personal. Más recientemente, los casos de abuso infantil elevaron la preocupación acerca de quiénes ejercen el liderazgo en la iglesia. Cuando los líderes cristianos abusan de su poder, no sólo dañan a aquellos a quienes lideran, sino también destruyen la confianza en los líderes en un nivel más amplio.

Afortunadamente, otros evitan las caricaturas y dibujan una hermosa variedad de personas, de diferentes edades, de ambos géneros, de distintos trasfondos culturales y sociales: líderes laicos y ordenados que tuvieron una influencia positiva, moldeando la vida de las personas y proveyendo apoyo, inspiración y aliento en la vida cristiana.

Es bastante normal que haya una respuesta variada en este ejercicio. La discusión resultante tiende a resaltar numerosos temas en común. Si reconocemos que las caricaturas no ayudan, ¿cuál es el modelo apropiado para un líder cristiano? ¿Cómo respondemos a los desafíos del liderazgo dentro de un mundo y una iglesia cambiantes? ¿Cómo ayudamos a crecer a aquellos en el liderazgo y a desarrollarse de una manera semejante a Cristo? ¿Cómo podemos alentar a más personas a aceptar el liderazgo en la comunidad cristiana y ayudarlas a crecer en confianza como líderes? Éstos son los asuntos que se abordan en la Parte 1 de Líderes en crecimiento.

Definiciones de liderazgo ampliamente reconocidas

¿Quién o qué es un líder? Ésta es la pregunta proverbial por un millón de dólares, pero yo sugeriría que es la equivocada. Limita inmediatamente la respuesta a una reducida definición que no refleja la complejidad del liderazgo. En su lugar, preguntemos: “¿Cómo podríamos definir liderazgo?”. Aquí daremos cinco categorías, tres de las cuales están ampliamente reconocidas por los que escriben sobre liderazgo, y dos reflejan una respuesta específicamente cristiana a la pregunta.

1. El liderazgo es una función

Se ejerce el liderazgo siempre que alguien influencia en otra persona. En este sentido, casi todos lo ejercen, para bien o para mal. El hermano mayor que influencia en el menor a hacer algo malo, el padre que ayuda a su hijo a superar un problema, el amigo que nos alienta a enfrentar el miedo, todos ejercen el liderazgo. El empleador que ayuda al empleado a ver una situación de una manera diferente ejerce el liderazgo; asimismo, el niño que persuade al padre a decir la verdad. En cualquier momento y en cualquier lugar que influenciemos a otra persona, ejercemos el liderazgo. Esta manera simple de abordar el liderazgo desafía muchas de las conjeturas que hay detrás de las caricaturas de los líderes. Resalta la importancia de reconocer el inmenso impacto que nuestra vida tiene en otras personas. Definir al liderazgo como una actividad responde a la pregunta “¿Soy un líder?” con otra pregunta: “¿Está influenciando en otras personas?”. Pero es insuficiente definir el liderazgo solamente como una actividad.

2. El liderazgo es una posición

El liderazgo es una posición de responsabilidad que se le da a un individuo. Cada organización, desde los negocios a los clubes sociales, asigna a personas para la posición de liderazgo.11 Algunas de estas posiciones son remuneradas, con una clara descripción del trabajo, límites de autoridad y líneas de responsabilidad; por ejemplo, la mujer de negocios con un trabajo en una firma consultora multinacional. Otros son voluntarios, pero con expectativas claras y mucho apoyo, como el caso del líder en la escuela dominical que supervisa a catorce niños de tres y cuatro años. Sin embargo, otros no son claros y no tienen apoyo: podría ser el coordinador de un grupo social local que en realidad no quería asumir ese rol y no está seguro de en qué consista, pero que lo tomó con un sentido de lealtad al grupo y agradecimiento por todo lo que éste significó para él durante el año anterior. Cada una de estas personas se encuentra en una posición de liderazgo pero con expectativas muy diferentes.

Tener una posición de liderazgo no garantiza la habilidad de cumplir con el rol. En la industria hay algo llamado el “principio de Pedro” o promoción al grado de incompetencia. Alguien que es un excelente vendedor no necesariamente es un gran gerente de vendedores. Cuando la persona acepta la promoción a una nueva posición de liderazgo, tropieza porque simplemente no tiene el talento o las cualidades para el nuevo rol. En la iglesia podría ser llamado el “síndrome de reclutamiento”. No es raro encontrar a alguien en la posición de un liderazgo que aceptó por obligación, o debido a una enorme presión ejercida por el ministro, quien está desesperado por llenar una vacante de liderazgo. Recuerdo a un líder de un grupo de niños que condujo el grupo fielmente durante cinco años. Cuando nos conocimos, confesó que ni siquiera le gustaban los niños. Cada semana se enfrentaba a una experiencia miserable para él, y tampoco era un momento genial para los niños. Sólo porque una persona ocupa una posición de líder, no significa que sea apta para el rol o que tenga el llamado a esa posición.

3. El liderazgo es una habilidad

El liderazgo como una habilidad está formado por un número de diferentes elementos. Una investigación de la organización Gallup sobre liderazgo hace una distinción entre conocimiento, habilidad y talento.12 Conocimiento es algo que uno puede adquirir, ya sea basado en los hechos o de manera experimental. Por ejemplo, yo adquiero más conocimiento acerca de las personas que lidero haciéndoles buenas preguntas y escuchando cuidadosamente sus respuestas. Una habilidad es lo que uno puede aprender a través del entrenamiento. Por ejemplo, a usted se le puede enseñar la habilidad de confeccionar una agenda. Gallup define el talento como “un patrón recurrente de pensamiento, sentimiento o comportamiento que puede aplicarse en forma productiva”.13 No es lo mismo que habilidad o conocimiento. Las habilidades y el conocimiento son cosas que pueden transferirse de una a otra persona, pero tienden a ser específicos de la situación. Los talentos son transferibles de situación a situación, pero son específicos de la persona. El talento se desarrolla naturalmente en los primeros años de vida y no depende del género, del color o del trasfondo.

La investigación de Gallup identifica veinte talentos comunes para el liderazgo entre líderes excepcionales, pero señala convenientemente que ningún individuo los tiene todos. Los talentos no son sólo lo que se puede hacer, sino lo que no se puede evitar hacer.

Ahora tenemos que curiosear en las profundidades oscuras de la teoría del liderazgo. ¿Los líderes nacen o se hacen? En una época en la que se encuentran “genes” en cada aspecto de la vida, muchos creen que hay un “gen del liderazgo”. La persona lo tiene o no lo tiene, y si no lo tiene, no debería perder el tiempo intentando obtenerlo. Tales teorías de los “genes” han ganado aceptación popularmente en una gama de sectores, pero la investigación sobre el liderazgo las cuestiona. “Hay tanta evidencia de que el gen del liderazgo existe como la evidencia irrefutable que permite creer en la existencia del unicornio”, escribe Paul Simpson.14 Parte de la dificultad está en la amplitud de las características que conforman el liderazgo. Tratar de ligar toda la gama de habilidades del liderazgo a un gen es estirar la teoría científica hasta un punto de ruptura.

Si hay un consenso, es que los líderes nacen y se hacen: nacen, porque hay ciertas características del liderazgo que pueden ser identificadas desde una edad temprana; se hacen, debido a que el contexto y la oportunidad influencian la manera en que la persona se desarrolla. El talento es una combinación de ambos. El talento del liderazgo se desarrolla en la complicada interacción entre lo que somos (lo que nos llega a través del código de nuestro gen) y cómo nos desarrollamos (aquello que nos llega por nuestro contexto y las experiencias).

Cada uno de los tres aspectos del liderazgo —función, posición, habilidad— son como círculos que se conectan. Cuando un individuo tiene una posición de líder alineada con su habilidad de liderazgo, funciona mejor como líder. Alguien que lidera bien como líder de un grupo pequeño puede que no funcione igual en un nivel diferente de liderazgo. John Adair sugiere que hay tres niveles de liderazgo en la mayoría de las organizaciones.15

• Líder de equipo/grupo pequeño: normalmente responsable de hasta dieciséis personas; por ejemplo, líder de un grupo casero o célula; líder del grupo de jóvenes; líder del grupo de niños.

• Líder de área: se ocupa de partes significativas o principales funciones de una organización o iglesia; por ejemplo, coordinador de jóvenes o de niños, coordinador de evangelismo, ministro asociado, coordinador de alabanza.

• Líder general: la persona que tiene la máxima responsabilidad para dirigir una organización o una iglesia; por ejemplo, ministro, director general de una sociedad cristiana.

John Adair sugiere que hay más personas que pueden liderar mejor en el nivel de líder de equipo/grupo pequeño que en el de líder general. Existen quienes crecen a través de los niveles de liderazgo, mientras que para otros esto no es lo conveniente. Roberto era un excelente líder de grupo pequeño; pero cuando se le pidió que supervisara el trabajo de todos los grupos pequeños en su iglesia local, dijo que no. Un poco sorprendido, el ministro le preguntó por qué. “No tengo el talento necesario para coordinar los grupos. Los talentos que tengo son los ideales para lo que hago”, contestó Roberto. Tenía razón. Joan, por su parte, también era líder de grupo pequeño, y ni siquiera estaba considerada para el siguiente rol. Era un poco tímida y generalmente pasaba desapercibida, pero en realidad sus talentos eran ideales para el nuevo rol. Fue mejor como coordinadora que como líder de grupo pequeño. En lo que necesitó ayuda fue en su confianza, no en su habilidad.

Perspectivas adicionales

Para los cristianos, sin embargo, ni siquiera esto refleja el escenario total. Necesitamos agregar dos percepciones más a la descripción del liderazgo en la tradición bíblica.

1. Dios da el don del liderazgo

En Romanos 12.6–8, el apóstol Pablo escribe: Tenemos dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado. Si el don de alguien es […] dirigir, que dirija con esmero. Detallado entre una variedad de otros dones, el liderazgo es uno de aquellos que Pablo identifica como parte de los dones de Dios para su pueblo. La palabra griega utilizada puede significar tanto ‘liderar’ como ‘preocuparse’. Este don de “líder solícito” no es un trofeo para la repisa de la chimenea, sino una herramienta de trabajo. Los dones no tienen como objeto agrandar a la persona y hacerla verse bien, sino que son dados a través de la gracia de Dios para el crecimiento del cuerpo y del testimonio de la iglesia en el mundo. Estos dones son dados en el contexto de una constante transformación hacia la semejanza de Cristo Jesús (Ro 12.1–2), humildad genuina acerca de nosotros mismos (Ro 12.3) y aceptación de que pertenecemos al cuerpo y, por lo tanto, nos necesitamos el uno al otro (Ro 12.4). El apóstol Pablo invita a los cristianos a utilizar los dones con sabiduría, con un corazón de siervo y un deseo por el bien común.

El lenguaje del don nos alienta a recibir algo humildemente más que a jactarnos de que hemos logrado algo (1Co 4.7). Esta actitud es decisiva para la manera que utilizamos el don de liderazgo. Que dirijan con esmero (Ro 12.8). El don del liderazgo se beneficiará con el trabajo duro (fervor), la reflexión constante (seriedad), el entrenamiento (diligencia) y la madurez. Como con todos los dones, la desobediencia y los asuntos personales no resueltos, así como la inmadurez, limitarán su ejercicio.

Necesitamos ser precavidos y construir una estructura completa sobre un solo versículo que menciona el liderazgo. Lo que sabemos, sin embargo, es que el liderazgo fue ejercitado en la primera iglesia, y que Pablo habla en otra parte de los dones del Espíritu en términos de gracia (1Co 12.4), servicio (12.5), funciones (12.6), manifestaciones del Espíritu (12.7), y variedad (12.4–6). Todos estos dones son actos del poder de Dios en pro de sus propósitos, y son la “expresión tangible del liderazgo activo del Señor Jesús en una congregación”.16 Ésta es una buena noticia para la iglesia, dado que, a diferencia de otros contextos en los que el liderazgo depende de talentos naturales, los cristianos reconocen que no depende solamente de talentos naturales de unos pocos individuos excepcionales. Dios puede darle el don del liderazgo a cualquiera. Es la expresión de la gracia de Dios en la vida de personas comunes. A menudo esto ocurre a través de los talentos naturales de un individuo,17 y otras veces a pesar de ellos, pero siempre es una señal de la gracia, de modo que nadie se jacte (1Co 4.7).

2. Dios llama a personas a desempeñar roles de liderazgo

La Biblia nos muestra que Dios llama a las personas y que su elección a veces es sorprendente. Los discípulos eran un grupo de hombres comunes, muchos de los cuales no hubieran pasado el perfil psicológico y los inventarios de evaluación de nuestros días. Pero, a pesar de esa debilidad obvia, Cristo Jesús llamó a estos hombres a estar con Él y luego a dirigir la iglesia. Cuando Dios llama, la responsabilidad cristiana es obedecer, independientemente de cuán sorprendidos estemos de esta elección, confiando en que Él provee todo lo necesario para que llevemos a cabo el rol al que nos ha llamado. Este llamado puede ser para una situación en particular o para un ministerio de toda la vida.

Como hemos identificado, Dios puede llamar a ciertas personas y darles dones para cosas en particular que desea hagan, a pesar de su entorno y experiencia, así como debido a ello. A diferencia de los psicólogos del comportamiento y los biólogos evolucionistas, no podemos cerrar los círculos “nacido o hecho” sin hacer referencia a Dios. Él es quien parece trabajar con lo que somos y cómo hemos crecido, pero también trabaja a pesar de ello. El llamado de Dios y la provisión son tan importantes como la habilidad natural (nacido) o el desarrollo positivo (hecho), y todo esto lleva al cristiano a un sentimiento de gratitud, humildad y dependencia de Dios.

En síntesis, el liderazgo se trata de función, posición, talento, don y llamado. Cuando restringimos nuestro llamado de liderazgo a sólo uno de estos aspectos, automáticamente elevamos uno por encima de los otros, y creamos un ambiente poco saludable para que crezca el liderazgo. Los cinco aspectos del liderazgo deben sostenerse en una tensión creativa el uno con el otro. Una contribución maravillosa de un líder naturalmente talentoso, con un claro llamado de Dios a una posición en particular, dotado por Él con dones espirituales para cumplir con el llamado, y con madurez en el desarrollo personal para continuar creciendo hacia la semejanza de Cristo Jesús, es una combinación maravillosa. Existen líderes de ese perfil, pero no muchos. A fin de ayudar a que los líderes crezcan debemos reflejar un concepto amplio del liderazgo, para que las personas puedan ver dónde encajan e identificar cómo seguir adelante en su desarrollo en el liderazgo. Debemos liberar a las personas para que acepten su rol de liderazgo en cualquier nivel que se exprese, y de esa manera ayudar a más personas a crecer en el liderazgo en cada nivel, constantemente conscientes de que Dios es quien llama y equipa.

Rasgos peculiares del liderazgo cristiano18

Si estos cinco aspectos describen lo que es el liderazgo, ¿qué hace que sea inconfundible el ejercicio del liderazgo cristiano? Fui desafiado por el trabajo de Steven Croft’s19 acerca de cuánto de nuestro pensamiento sobre liderazgo viene de una reflexión genuina en las Escrituras, y cuánto es simplemente un bautismo de las teorías seculares dentro de la iglesia. Por supuesto que hay mucho para aprender del conocimiento secular del liderazgo, pero Croft está preocupado por la tendencia de la iglesia a responder a la última novedad o moda. Sugiere que la verdad raramente se encuentra ahí, sino más bien en una reflexión teológica seria. Como la iglesia busca maneras tanto de hacer crecer la fe de los que son ya cristianos (profundizando sus “raíces” en Jesús) así como de ayudar a aquellos fuera de la fe a venir a conocer a Cristo (a través de una variedad de “caminos” hacia Él), es muy fácil abandonar lo que la tradición cristiana tiene para ofrecer sobre el liderazgo y aceptar la última “cosa nueva” sin un análisis crítico de lo que es apropiado y lo que no lo es.

Muchos líderes ordenados de la iglesia tienen una reacción instintiva a la palabra “líder”. Se dan cuenta de que su llamado fue a ser un sacerdote, pero no están seguros de cómo se atan los roles de sacerdote y de líder. ¿Es entonces el interés en el “liderazgo” sólo el siguiente vehículo para rodar a través de la iglesia, atrayendo a sus pocos seguidores, quienes pronto lo abandonarán por el siguiente vehículo que está a la vuelta de la esquina? No. En un mundo y una iglesia que cambian tan rápidamente, el liderazgo es un factor importante para ayudar a la iglesia a trazar el camino que se debe seguir.20 Esto se refleja correctamente en el mundo cristiano. La iglesia necesita buenos líderes. La pregunta es qué debería determinar la manera en que los cristianos ejercen el liderazgo. Me gustaría sugerir varias características de la tradición bíblica que marcan el liderazgo cristiano.

1. Se funda en la relación con Dios como Trinidad

El liderazgo cristiano depende de la relación de Dios como Trinidad (ver Jn 15). Sin esta relación fundamental no es un liderazgo cristiano, aunque es fácil perder esta relación con el ajetreo y las presiones del liderazgo. Exploraremos más esta pérdida de relación en el capítulo 3. El liderazgo cristiano se ejerce por la abundancia de esa relación como una expresión de la gracia de Jesús, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo.

Es un resultado de la gracia: el llamado divino de Jesús a nuestras vidas para seguirlo y liderar a otros. No somos dueños del llamado; no controlamos hacia dónde nos lidera Jesús, no nos ganamos su bendición. Él llama generosamente por amor a las personas y con ansias de lograr su propósito en su mundo.

Está moldeado por el amor de Dios: radical, arriesgado, autosacrificado, costoso y perdonador. Su amor por nosotros genera en nosotros amor por Él y por las personas (1Jn 4.7–12). Éste es un amor que va más allá, recibe la cachetada en la mejilla y cede a otro una prenda de vestir (Mt 5.38–42). Está preparado para escuchar a la persona número mil que no es todavía cristiana y que presenta su argumento en contra del cristianismo, un argumento que hemos escuchado con anterioridad tantas veces que en realidad lo conocemos más de lo que ella misma lo conoce. Además, es el que ama y se involucra genuinamente con esta persona como si fuera la primera que hace esta pregunta. Este amor recibe críticas injustas o maltrato injustificado pero no toma represalias. Da y continúa dando, sin pedir nada a cambio. Este amor nos acerca a la persona joven que acaba de arruinar completamente algo más que el temor de dar una mala imagen.

El liderazgo cristiano depende del Espíritu Santo —que da poder y prepara a los individuos para jugar su parte en el cuerpo de Cristo (Ef 4:11–13)—. Aquí, ningún individuo tiene todo lo que es necesario para que el cuerpo funcione, pero cada persona tiene una parte que jugar, y es una parte del cuerpo valiosa y vital. Somos todos linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios (1P 2.9). Es el Espíritu Santo el que toma nuestras fortalezas y debilidades y las transforma, utilizándolas para los propósitos de Dios y su gloria.

2. Está arraigado en la Biblia y dirigido por el Espíritu

Los líderes cristianos buscan ser fieles a la Biblia en todo lo que hacen porque ella es la Palabra de Dios, útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra (2Ti 3.16–17). Los líderes cristianos buscan estar abiertos al Espíritu porque el Espíritu de Jesús en su interior guía a toda la verdad (Jn 16.13–15). Fidelidad a la Biblia y apertura al Espíritu de Dios son como dos reflectores en el teatro. Cuando se unen en un punto, concentran una iluminación brillante.

La Biblia y el Espíritu nos ayudan como líderes a ver nuestra parte en la historia más grande de Dios, la de la salvación del mundo, el reino de Dios. Esta perspectiva evita que nos quedemos atascados en nuestro contexto limitado. Nos recuerda la iglesia universal y nos asegura que, sin importar lo que enfrentemos, Dios está desarrollando sus propósitos. La tentación de estar escéptico o desanimado se contrarresta con una comprensión sana de un panorama más amplio de lo que Dios hace, cuyo enfoque está en su reino. Esto modela la manera en que lideramos nuestra iglesia local, como un puesto de avanzada del reino de Dios. Si los líderes se enfocan en cualquier otro lugar, terminan siguiendo a algo o alguien que no es Cristo, y acaban sirviendo a una agenda que no es la del reino de Dios. Los líderes cristianos son buscadores del reino, no constructores de un imperio.21

La Biblia y el Espíritu colocan una disposición para seguir en el centro del liderazgo cristiano, ya que la prioridad del líder cristiano es servir al Rey. El discipulado es su travesía constante. Todos los líderes deben ser aprendices, y estar entregados para servir al Rey, encaminados a cualquier lugar a donde los quiera guiar. La lealtad de un líder cristiano no puede darse el lujo de echarse en ningún otro lado. Esto es un desafío, ya que la enseñanza de Jesús no nos permite retraernos en donde estamos cómodos y quedarnos ahí. El enfoque de su evangelio constantemente nos llama a una práctica diaria de arrepentimiento y fe, a una preocupación por aquellos que no conocen a Cristo, y al lugar donde morimos a nosotros mismos y tomamos cada día nuestra cruz (Mr 8.34–38).

La Biblia y el Espíritu también nos ayudan a tomar seriamente la soberanía divina y la responsabilidad humana. No nos sorprenderemos por el desorden constante que hay en el mundo y la rebeldía de la gente o, si somos honestos, por la tendencia a ser rebeldes. Puesto que nos enfrentamos diariamente a las realidades de un mundo caído, nos colocamos en las manos de un Dios soberano, quien ofrece perdón y la posibilidad de cambio.

3. Está marcado por la servidumbre

El servicio se halla destinado a ser una parte normal del discipulado cristiano. Jesús espera que aquellos que dirigen continúen sirviendo como una parte normal del liderazgo cristiano. Esto significó un desafío a todos los modelos aceptados de liderazgo en los días de Jesús. Fue totalmente revolucionario, y quiero considerar esta característica particular con mayores detalles.

En Lucas 22, Jesús comparte la última cena con sus amigos más cercanos. Menciona su anhelo de pasar estas últimas horas con ellos antes de sufrir (v. 15), y luego rompe el pan y comparte el vino (vv. 19 y 20). Habla honestamente de la inminente traición de uno de los más cercanos a Él (v. 22). En este momento de intenso significado y vulnerabilidad personal, los discípulos comienzan a discutir acerca de quién de ellos es el más importante. Es difícil imaginarse cómo se habrá sentido Jesús, pero su respuesta expresa lo más valioso que Él quiere que asuman: Los reyes de las naciones oprimen a sus súbditos, y los que ejercen autoridad sobre ellos se llaman a sí mismos benefactores. No sea así entre ustedes. Al contrario, el mayor debe comportarse como el menor, y el que manda como el que sirve (vv. 25 y 26).

No sea así entre ustedes. No los opriman: no hagan uso de su posición o poder para ejercer autoridad de una manera arrogante. No piensen en sí mismos como “benefactores”: no decidan cuándo dar y cuándo mantenerse a distancia. No sea así entre ustedes. El más grande debe tener una actitud de humildad, una disposición a valorar a los otros por encima de él mismo.22 El que gobierna debería ser como el que sirve, queriendo ayudar a otros a cumplir con sus sueños.

Jesús no dice “Eviten el liderazgo”. Dice que la manera en la que lideramos debe hallarse marcada por la servidumbre: Sin embargo, yo estoy entre ustedes como uno que sirve (Lc 22.27). Esforzarse por la grandeza23 era la marca de los líderes de aquellos días. Esforzarse para servir debe ser la marca de los líderes cristianos. Jesús dice que no se trata de estatus o posición, porque, ¿quién es más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es el que está sentado a la mesa? Sí, a los ojos de las personas, aquellos que están sentados a la mesa son más “importantes”, pero nosotros debemos ver las cosas de diferente manera. Ni el éxito ni el estatus define a los líderes cristianos. Tal vez seamos respetuosos de los otros, pero también, como los discípulos, puede que discutamos acerca de quién es el más importante. Quizá no lo hagamos verbalmente, pero sí interiormente en incontables maneras sutiles: preocupados por cómo nos vemos, con quién nos asociamos, qué trabajos conseguimos, quién nos escucha, a quién conocemos. No sea así entre ustedes.

Muchos años atrás, el ministro y yo éramos una vez más los últimos que nos quedábamos a guardar las sillas por la noche luego de otra reunión de iglesia. Hice una broma acerca de necesitar entrenamiento para Pickfords, y él respondió con una sonrisa, y dijo: “Una vez que eres diácono, siempre [eres] diácono”. Tenía razón. Steven Croft desarrolló este tema en Ministerio en tres dimensiones, en donde analizó la triple naturaleza del liderazgo que se ve en la iglesia primitiva: “La diaconía, el ministerio de un siervo, es la más importante de las tres dimensiones cuando el ministerio y el liderazgo tienen que ser verdaderamente cristianos y como Cristo […] los principios de diaconía deberían por lo tanto ser los principios de control y de guía para todos los ministerios cristianos”.24

Para muchos de nosotros, esto establece una tensión en nuestra vida entre ser un siervo o un líder. Obviamente la palabra “siervo” no implica esclavitud servil; tampoco “líder” significa un dictador dogmático. Sin embargo ¿se me ha llamado a abandonar mi propia agenda con el fin de que otros cumplan con las suyas? He escuchado a muchas personas que apoyan la primera opción, y también a las que se alinean con la segunda, pero ninguna de las posiciones me convence. Quizá esto se deba a que la pregunta implica una disyuntiva falsa: o tiene prioridad mi agenda o la tiene la de la otra persona. El líder siervo es llamado primero a servir a Cristo. Su agenda debe ser sublime por sobre todas las otras agendas. Por ello, hay momentos cuando el siervo líder debe pararse en contra de la corriente, preparado para el desafío, para enfrentar y cambiar cosas, porque la agenda de Cristo es la prioridad. Por ejemplo, si la congregación quiere mantener a la iglesia como un club exclusivo para aquellos que pertenecen, el líder siervo no se inclina ante sus deseos ni la ayuda para hacer mejor su trabajo de excluir a los otros. El líder siervo sabe que su prioridad es servir a Cristo. Se presenta ante Dios antes de presentarse ante la gente. Pero la manera en que se relacione con las personas tendrá que reflejar un corazón de siervo: una disposición a escuchar, amor por ellas, habilidad para adaptarse, una actitud humilde. El líder siervo es primero un siervo de Dios, llamado a servir al pueblo de Dios en el liderazgo. Como reflexiona Graham Cray: “El principio controlador del líder de la iglesia local es que Jesús es el líder activo para cada congregación”.25

No obstante, las expectativas externas e internas fácilmente pueden socavar esta prioridad fundamental. Recientemente estuve en un contexto rural en el cual el vicario me contó que constantemente escucha: “Ah, vicario, pero el último vicario…”. Le pregunté cuánto tiempo había estado allí esperando una respuesta de unos pocos meses. La respuesta fue “¡Veinticinco años!”. Las expectativas externas pueden ejercer enormes presiones, pero muchos de nosotros en el liderazgo encontramos las expectativas internas aún más difíciles de manejar. Éstas pueden ser alimentadas por muchos factores, tales como la necesidad de ser querido y, por lo tanto, la tendencia de intentar complacer a los otros. Investigaremos esto más a fondo en el capítulo 4.

En lugar de ser moldeado por expectativas externas o internas, influenciado por modelos seculares de liderazgo, y formados por experiencias inapropiadas en el liderazgo en el pasado, necesitamos ser transformados por el Espíritu de Cristo y la renovación de nuestras mentes para que aceptemos las palabras de Jesús: No sea así entre ustedes.

Cristo sirvió a su pueblo; el liderazgo cristiano está marcado por el servicio. Como comenta Stacy Rhinehart en su libro que hace pensar, Upside Down, The Paradox of Servant Leadership (Al revés, la paradoja del liderazgo de servicio), “el liderazgo de siervo no es un ideal imposible en nuestros días. Más bien, debería ser la base de nuestro pensamiento sobre el liderazgo espiritual. Cristo lo vivió, lo enseñó y modeló para nosotros, y es nuestra verdadera distinción como creyentes”.26

4. Está modelado por la cruz y la resurrección

El modelo de la cruz y la resurrección, del sufrimiento y la nueva vida, es el paradigma que formará a los líderes cristianos. Estoy sorprendido de cuántos jóvenes se sorprenden e incluso se escandalizan cuando sobreviene el sufrimiento como resultado del liderazgo. Cristo Jesús enseña claramente que éste será el camino de todos los que lo seguimos (Mt 5.11; Mr 10.38–39). No se trata de sufrimiento porque hayamos sido ingenuos o arrogantes o sencillamente estúpidos. Este sufrimiento se debe a que estamos comprometidos en el “ministerio del evangelio”, y el evangelio es ofensivo, distancia a las personas. En 2 Timoteo, el apóstol Pablo escribe sobre el sufrimiento de diversas maneras porque él quiere que Timoteo comprenda la inevitabilidad del sufrimiento en el liderazgo.

» El sufrimiento específico del evangelio que sobreviene como resultado de la fidelidad al mensaje del evangelio (2Ti 1.8, 11–12; 2.9–10).

» “Adversidad” permanente (2Ti 2.3; 4.5).

» Sufrimiento que viene de parte de la iglesia (2Ti 2.1–18).

» Sufrimiento de parte de Satanás (2Ti 2.26).

» Sufrimiento que viene por vivir en un mundo caído (2Ti 3.1–9).

» Persecución por vivir una vida piadosa (2Ti 3.12).

Una de las claves de la vida cristiana es, por lo tanto, fidelidad más que “éxito”, y esto a menudo se ve más claro en la manera en que manejamos el sufrimiento. La cruz es central para nuestra experiencia de sufrimiento, como un lugar de consuelo, perdón, comprensión, reconciliación y un nuevo comienzo.27

También vamos a experimentar la resurrección —una nueva vida gloriosa en medio de la duda, la decadencia y la desesperación—. Seremos testigos de la nueva vida de un niño que decide seguir a Jesús, un joven que decide resistir la tentación, o un adulto que rompe un hábito destructivo; la nueva vida de una iglesia que crece lentamente en confianza en el amor de Dios por ellos y su amor por otros, una comunidad que está siendo cambiada gradualmente por la sal y la luz del pueblo de Dios, un país que descubre que los caminos de Dios son los mejores. Experimentaremos una vida nueva de transformación personal a través de nuestra muerte y la resurrección para Cristo. La realidad de la resurrección de Jesús y el regreso de la esperanza en un mundo donde la desesperanza parece endémica. Mientras escribo, estamos al borde de una guerra. Los niveles de provisión de salud y educación parecen estar declinando. El índice de suicidio continúa su incesante camino hacia arriba, especialmente de los jóvenes, mientras la asistencia a la iglesia prosigue en su incesante camino hacia abajo. La inmoralidad se celebra como libertad, el consumismo como una opción, la autosatisfacción como espiritualidad. ¿Cómo puede un líder cristiano mantener una actitud positiva en tiempos como estos? Sólo por la fe en la resurrección y nuestra esperanza en Dios. La escatología, la doctrina de los últimos tiempos, nos recuerda que vivimos entre la primera y la segunda venida de Jesús, en los tiempos del reino de Dios “ahora pero todavía no”. Esto alimenta nuestra esperanza para el futuro y nos sostiene a través de las largas noches oscuras de aparente desesperanza, impulsándonos a orar “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.

5. Se sostiene con oración

La oración es fundamental en la vida cristiana, y por lo tanto fundamental para el liderazgo cristiano. La oración expresa nuestra dependencia de Dios en respuesta a lo que está haciendo en nuestras vidas, y de la energía espiritual de nuestra relación con Él. Sin ella nos marchitamos y comenzamos a ejercer el liderazgo con nuestra propia fuerza, utilizando solamente nuestros recursos.

Una vida de oración sana reconoce los siguientes ingredientes: es más que un idioma, pero incluye uno; siempre se conduce en un contexto de la familia universal de Dios; se manifiesta a sí misma al crecer desde ser infantil a ser como un niño; e involucra un balance correcto entre la estructura y la espontaneidad. Los modelos de oración varían de persona a persona; pero, sin una dependencia en Dios en oración, nos arriesgamos a perder la intimidad basada en la relación, la humildad basada en la gratitud, la sabiduría basada en la percepción de Dios, y la valentía basada en su fuerza para poder seguir adelante aun cuando todo esté en contra de nosotros. Puede ser que otros líderes aprieten los dientes y sigan adelante por pura determinación y autoconfianza, felicitándose ellos mismos cuando tienen éxito; sin embargo, los líderes cristianos recurrirán a Dios y le darán la gloria por todo lo bueno.

6. Se vive personalmente como parte de la comunidad de la iglesia

Un aspecto de la encarnación que nos pone al tanto de la comprensión del liderazgo es la realidad física de Jesús entrando en tiempo y espacio. Nosotros también somos llamados a estar completamente encarnados en nuestro contexto. No podemos trabajar como asesores para personas que no conocemos. Seguramente, una de las fortalezas del sistema de la parroquia anglicana (aunque sé que tiene muchas debilidades) es que invita a los ministros de esa denominación a vivir este principio. Hablando con un amigo que trabaja en una región muy complicada, le pregunté qué era difícil para él en cuanto al ministerio allí. “Vivir aquí”, contestó. Pude ver por qué. En pleno día tuve que sacar el automóvil de la calle y estacionarlo detrás de un portón cerrado con llave, pues de otro modo habría desaparecido para cuando hubiera terminado de almorzar. Las calles eran inseguras durante el día, y extremadamente amenazantes en la noche. La escuela estaba luchando para soportar los enormes problemas sociales. El incendio de automóviles y la suciedad en la calle acompañaba el nivel de pobreza y mugre en algunas de las casas. Era muy difícil.

Seguí adelante preguntándole qué era lo bueno acerca del ministerio en ese contexto. Contestó: “Vivir aquí”. Él era el único “profesional” que lo hacía. Todos los otros viajaban para realizar su “trabajo” y volvían a casa en la noche; en cambio, él compartía algo de la vida local y estaba presente en su comunidad. El ministerio a la distancia, ya sea física o relacional, no es una opción para el liderazgo cristiano. Jesús se volvió uno de nosotros; estamos llamados al trabajo costoso de integrar nuestra vida con la de aquellos a quienes lideramos.

Es posible estar presente de manera física, pero ausente relacionalmente. Mis hijos saben esto muy bien. El del medio percibe cuándo en realidad no estoy presente. Si estoy cocinando, sin escuchar realmente lo que me está diciendo, se mete entre la alacena y mis piernas. Coloca sus manos sobre mis rodillas, su espalda en contra de la alacena y empuja con todas sus fuerzas hasta que tengo que retroceder. Sigue empujando hasta que ve que estoy mirando hacia abajo. Se detiene cuando consigue contacto visual; sonríe y continúa lo que estaba diciendo. Los líderes también pueden estar físicamente presentes pero relacionalmente ausentes. Los golpes constantes y la crítica quejosa, la confianza traicionada, las promesas rotas y los sueños frustrados, las situaciones pastorales agotadoras, el chismerío destructivo, todo se convierte en ladrillos en un muro defensivo que se construye a lo largo de los años. Eventualmente el líder cristiano se vuelve hermético para no sufrir más daño, pero también se aísla de los demás. Entendible como lo es esta situación, el liderazgo cristiano consiste en estar relacionalmente presente, no permitiendo que crezca la pared de protección al punto de que nos distanciemos de las mismas personas a las que hemos sido llamados a servir.

Otro aspecto del liderazgo cristiano que he vivido personalmente es una aceptación sana de quiénes somos y cómo nos hizo Dios. Cada uno de nosotros es único, tiene un diseño distinto y específico, trabaja en diferentes contextos. Tanto nuestra forma única como nuestro contexto único influenciarán en la manera en que lideremos en cualquier lugar. Dos de las enfermedades más devastadoras en el liderazgo son la comparación y la competencia. Ambas pueden llevar al orgullo (“Estoy haciéndolo mejor que ellos”) o desánimo (“No estoy haciéndolo tan bien como ellos”). La pregunta que le hace Pedro a Jesús en Juan 21.21: Señor, ¿y este, qué?, es un buen ejemplo de alguien que mira sobre su hombro. Jesús responde: ... ¿a ti qué? Tú sígueme no más. El liderazgo cristiano incluye aceptar nuestra singularidad y festejar la singularidad de los otros. Aquí es útil la investigación de los estilos de liderazgo, identificando las fortalezas y debilidades de los variados estilos, permitiéndonos reconocer el efecto que tiene nuestro estilo de liderazgo en otros y la importancia de construir equipos de liderazgo que reflejen una variedad de estilos.28

Aunque los líderes cristianos tienen que vivir su liderazgo de una manera personal, no deben ser agentes solitarios, sino parte de una comunidad. No todos los dones son dados a un individuo; por lo tanto, nos necesitamos el uno al otro para ejercer el liderazgo dentro de la comunidad cristiana. Responsabilidad y vulnerabilidad son una parte de este proceso. Muchos de nosotros querríamos evitar este tipo de contexto de liderazgo. El orgullo dice: “Puedo hacerlo solo”; el proteccionismo: “No quiero lastimarme”, y el poder: “Quiero control total”. Pero el Nuevo Testamento no nos permitirá esta posición; trabajamos juntos para los propósitos del reino, viviendo todos esos versículos “unos con otros”.29 Viv Thomas, director de Desarrollo de Liderazgo en om, capta bien esto cuando dice: “Los grandes líderes forman parte normalmente de grandes comunidades”.30

Las seis características descritas arriba son algunas de las marcas distintivas del liderazgo cristiano. Es una lista abrumadora que nos alienta a una vida más profunda en oración y santidad. Afortunadamente, el hilo conductor de oro que corre por estas características es la gracia. Sin ella abandonaríamos sumidos en desesperación, pero por la gracia de Dios nos animamos a creer que Él continúa llamando y equipando personas comunes como nosotros para emprender el liderazgo dentro de la comunidad cristiana. ¿Cómo crecemos en este tipo de liderazgo en una situación de cambio constante? ¿Cuáles son los desafíos que enfrentamos? ¿Cuáles son las herramientas prácticas que nos pueden ayudar? Ése es el tema de nuestro siguiente capítulo.

Para reflexionar

• ¿Qué significa para mí ser amado por Dios?

• ¿Cómo me veo a mí mismo como líder? ¿Cómo me ven otros?

• ¿De qué manera refleja mi liderazgo las seis características del liderazgo cristiano? ¿Qué podría hacer por cada una de las características durante los próximos meses, algo que hiciera una diferencia?

10 Walter Wright, Relational Leadership, Paternoster, 2000, p. 7.

11 Por supuesto, uno de los roles más comunes de liderazgo no es uno “dado”, sino más bien elegido cuando nos convertimos en padres.

12 Ver también Tom Rath, Strengths Finder 2.0, Gallup Press 2007, www.gallupstreangthcenter.com, www.streanghtfinder.com, y la obra de Beverley Alimo-Metcalfe y su Transformational Leadership Questionnaire (www.realworld-group.com/tlq).

13 Ver Buckingham y Clifton, 2001, p. 48.

14 Paul Simpson, en un artículo de Personnel Today, junio 2001, So Are Leaders Born or Made?

15 John Adair, How To Find Your Vocation, Canterbury Press, 2000, p. 133. He adaptado levemente la terminología.

16 Graham Cray, Tools for the Job, cpas, 1990, p. 39.

17 “Si los dones espirituales son manifestaciones de la gracia de Dios, no deben ser identificados precisamente con habilidades naturales o dadas en la creación. Son más que la lista de talentos de una iglesia local. Algunos son efectivamente habilidades naturales empoderadas por el Espíritu a partir del llamado de Cristo, pero no todos los dones espirituales son ‘talentos ungidos’, y ciertamente no todos los talentos naturales se convierten en dones espirituales”, Graham Cray, Tools for the Job, cpas, p. 40.

18 Estoy agradecido a los participantes del Programa de Liderazgo Arrow por sus perspectivas sobre este punto.

19 Steven Croft, Ministry in Three Dimensions, dlt, 1999, y para un punto de vista diferente, Justin Lewis-Anthony, You Are the Messiah and I Should Know, Bloomsbury 2013.

20 Este tiempo de cambio se refleja en el pensamiento secular sobre el liderazgo, y en la abundancia de libros publicados sobre el tema. “En 1975 se publicaron doscientos libros sobre el tema de gerencia y liderazgo. Para el año 1997 ese número se había más que triplicado. En los últimos veinte años se han propuesto 9000 diferentes sistemas, principios y paradigmas para ayudar a explicar los misterios de la gerencia y el liderazgo”. Marcus Buckingham y Curt Coffman, First Breake All the Rules, p. 53.

21 “Los que buscan el reino son líderes que se caracterizan por la lealtad, porque siguen la causa de otro; por la fidelidad, porque dicen la verdad de otro; por la humildad, porque aceptan los resultados de otros; por la constancia, porque esperan otro tiempo; y por la expectativa, porque sueñan con la gloria de otro”. Leighton Ford, Transforming Leadership, ivp, 1991, pp. 97–98.

22 Para una excelente descripción de los orígenes de la humildad en la cultura occidental como enraizada en la persona de Jesús, ver John Dickson, Humilitas, Zondervan, 2011.

23 “Si nos esforzamos para hacernos grandes nos volvemos determinados pero no humildes; mientras defendemos nuestra posición, perdemos de vista la fe; nos convertimos en personajes centrales, no en siervos”. David Ferguson, Relational Leadership, ilm, 1999, p. 9.

24 Steven Croft, Ministry in Three Dimensions, dlt, 1999, pp. 45–46.

25 Graham Cray, Tools for the Job, cpas, 1990, p. 49.

26 Stacey Rhinehart, Upside Down, The Paradox of Servant Leadership, Navpress, 1998, p. 28.

27 Ver 2 Corintios 1.1–11. Este aspecto fundamental del liderazgo cristiano está bella y brillantemente explorado en uno de los libros más útiles sobre liderazgo que he leído: Michael Jinkins, Transformational Ministry, Church Leadership and the Way of the Cross, Saint Andrew Press, 2002.

28 Bill Hybels, Courageous Leadership, Zondervan, 2002, capítulo 7. También hay varios estudios sobre los estilos de liderazgo en línea. Ver www.mindtools.com/pages/article/newLDR_84.htm para una buena introducción.

29 Los “unos a otros” están enumerados en el Recurso 2. Como ejercicio, o en oración, analice un pasaje de la lista cada día, reflexionando sobre cómo podría cumplir con ese “unos a otros” en la vida y el ministerio, o tome la lista y compártala con los compañeros de trabajo preguntándose cómo pueden reflejarlo como equipo.

30 Viv Thomas, Future Leader, Paternoster, 1999, p. 32.

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