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CRISIS DE LA EXISTENCIA HUMANA Y DE LAS DIVERSAS EXPRESIONES DE LA VIDA

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Ahora bien, la crisis de la existencia humana y de las diversas expresiones de la vida debe ser abordada como expresión y causa de la profundización de los procesos de alienación, en tanto esta se entiende como la pérdida del vínculo del sentido de la vida, en tanto un olvido de la unidad ser humano/naturaleza, en tanto extrañamiento y en tanto cosificación. Es por ello que podemos decir que la gran contradicción que vive el mundo hoy es, por un lado, el logro de los mayores avances en términos del conocimiento del universo y de la vida, así como del desarrollo de instituciones validadas ampliamente en el mundo sobre valores compartidos alrededor de la dignidad humana, representados en los derechos humanos y, por otro, el recrudecimiento injustificado del sufrimiento humano y la negación sistemática de las posibilidades de existencia y de expansión de la vida.

Los términos de las alternativas para superar esta situación, dados en el mundo por quienes detentan los órdenes de dominación, están representados por las promesas de la democracia liberal, el mercado capita-lista y la ciencia. Esta tríada democracia/capitalismo/ciencia se presenta como la salida definitiva a la crisis y, por tanto, en ella está puesta la fe para superar los escollos de este tiempo, los cuales se entienden como temporales. Es decir, la crisis hoy es solo la experiencia de un proceso de transición hacia la consolidación del libre mercado, hacia el cambio de la matriz energética, los cambios demográficos orientados a reducir la sobrepoblación y el establecimiento de la democracia cosmopolita. Por tanto, la crisis no invita a cuestionar las bases de la organización social y económica hoy dominante, ya que, en últimas, la crisis no existe.

Sin embargo, la evidencia muestra lo contrario. La tesis de un tiempo de transición solo puede ser leída en términos antropocéntricos y esto de manera muy estrecha si se considera que, de acuerdo con el incremento de la población humana, esta no está en riesgo de desaparición. Es decir, si no incluimos en el riesgo las condiciones materiales de existencia en clave ecosistémica, no podremos superar dicha visión estrecha. Si, por el contrario, se incluyeran estos riesgos, los resultados del balance serán diferentes. La lectura se transforma si asumimos la desaparición de miles de especies animales y vegetales; por ejemplo, el Informe Planeta Vivo (WWF, 2016) señala cómo el Índice Planeta Vivo (ipv) global, que mide la abundancia de diversidad de los vertebrados, disminuyó en un 58 % entre 1970 y 2012. El panorama es más desolador para las poblaciones de agua dulce que, según el ipv, se redujeron en un 81 %. La principal amenaza que explica tal situación es la pérdida y degradación del hábitat producida por sistemas agrícolas insostenibles, así como la tala indiscriminada de bosques, el desarrollo de sistemas de transporte, desarrollos urbanos y la producción energética y minera (WWF, 2016).

Lo anterior, visto desde una perspectiva antropocéntrica, señalará que la presión humana sobre los ecosistemas ha puesto a estos en riesgo. Por otra parte, una mirada ecológica señalará que el ser humano se ha puesto en peligro tanto a sí mismo, como al planeta. Es tal la ruptura que, de acuerdo con el Centro de Resiliencia de Estocolmo (WWF, 2016) (centro interdisciplinario donde se estudian los sistemas en torno a la unidad ser humano/naturaleza), para el 2016 la humanidad ya había llegado a la zona de riesgo, al desbordar el marco de los límites planetarios (enfoque que permite ver la tierra como un sistema complejo y en sus relaciones con las poblaciones humanas).

Esto quiere decir que los patrones mundiales de producción y consumo han sobrepasado la zona de operación segura y que, por tanto, lo que peligra en este momento son los flujos de la vida. Se han sobrepasado cuatro de los nueve límites, a saber: el cambio climático, la integridad de la biósfera, los flujos biogeoquímicos y el cambio del uso del suelo (Steffen et al., 2015a citado por WWF, 2016). De la misma manera, el informe de Planeta Vivo señala que el uso del agua dulce, de acuerdo con otros estudios, también ha rebasado el límite de seguridad. Por tanto, si bien en términos cuantitativos la población humana está lejos de desaparecer, lo que es claro es que la tierra, como soporte de la vida humana, está llegando a sus límites, debido a los patrones económicos de producción y de consumo y, más aún, debido al modelo de acumulación.

Ahora bien, si se plantean las condiciones de existencia humana, los hallazgos presentados en The Global Risk Report 2016 (Foro Económico Mundial, 2016) demuestran cómo cada vez más los riesgos globales tienden a materializarse y, con ello, a poner en riesgo las formas de vida actual y a profundizar las situaciones precarias de existencia de gran parte de la población. Este informe identifica y mapea veintinueve riesgos agrupados en cinco categorías diferentes: económicos, medioambientales, geopolíticos, societales y tecnológicos. Las categorías y los riesgos, a su vez, están constituidos por 10 niveles de riesgos en términos de probabilidad de ocurrencia. Para el 2016, se estimaba que la probabilidad de ocurrencia era la siguiente: migración involuntaria a gran escala, fenómenos climáticos extremos, fallos en la mitigación y adaptación al cambio climático, conflictos interestatales, catástrofes naturales, fallos de las gobernanzas nacionales, desempleo o subempleo, fraudes o robos informáticos, crisis de agua y comercio ilícito.

Por ejemplo, las migraciones involuntarias están relacionadas especialmente con los procesos de reorganización productiva que han llevado a cambios en los mercados de trabajo y a rupturas en los sistemas políticos y conflictos bélicos. Respecto a la primera razón, las migraciones por razones económicas consisten en incorporar a la población en un solo sistema migratorio que se fundamenta en cualidades eurocentradas y colonial-modernas (Pérez, 2014). Lo anterior, a partir de la expansión del capitalismo mercantil manufacturero, la imposición de distintos modelos coloniales europeos en América, África y Asia, y la conectividad del mundo a partir de los canales oceánicos como una “red de transporte única”. En cuanto al establecimiento de un sistema de migraciones y de flujos de capital, estos se encuentran orientados a la consolidación económica del centro del ejercicio de poder en el escenario global, es decir, los Estados que son potencias en la actualidad, y que además van en detrimento de los países que son llamados periféricos. Una de las dimensiones de la crisis se desata por la reducción de las condiciones y las garantías laborales, pues los procesos migratorios mayoritariamente se han empezado a contemplar como una oferta mundial del trabajo barato (Pérez, 2014) con distintas formas de incorporación, según las condiciones de los lugares de llegada.

Las políticas públicas de flexibilización laboral han conducido así a favorecer la desprotección estatal de los trabajadores y de la sociedad en su conjunto, al quitar garantías que históricamente habían sido obtenidas a partir de procesos colectivos de movilización relacionados con jornadas laborales, sistemas de protección social, entre otros. Ha cambiado entonces la manera de concebir el trabajo. Se presenta el efecto de la flexibilización laboral que consiste en individualizar al trabajador y lo hace responsable de la satisfacción de sus propias necesidades que, anteriormente, estaban respaldadas por el Estado. De esta manera, se supone que el trabajador tiene la libertad de moverse hacia los lugares donde haya mayor posibilidad de maximización de recursos sin ninguna atadura geográfica o con algún Estado en particular, pues, en el mercado global, el trabajador puede satisfacer sus necesidades como la salud, la educación, la vivienda, etc. De esta manera, los derechos conocidos anteriormente como de segunda y tercera generación se empiezan a desdibujar en su condición de garantías estatales y se empiezan a concebir como bienes y servicios transables en el mercado, a los que cualquier individuo puede acceder, siempre y cuando tenga una posición favorable.

Pero los flujos migratorios masivos, propios de las últimas décadas, como arriba se anotó, no solamente responden directamente a los procesos económicos, sino que también son respuestas a procesos de rupturas abruptas en el sistema y régimen político, y en los conflictos bélicos que se dan generalmente en los países de origen, que constituyen la segunda razón en importancia. En el siguiente mapa (véase figura 1), se muestra que, en los primeros 13 años del siglo XXI, aumentó la migración en países que o bien se encuentran en conflictos armados o amenazas de grupos armados ilegales –como es el caso de los países en el Medio Oriente y México –o que enfrentan crisis ambientales y que poseen gran densidad poblacional –como lo es China– o que se encuentran en crisis económica –como lo es el Sur de Europa–. En el periodo 2018-2020 se siguen sumando migrantes por conflictos como en Siria, Yemen, República Centroafricana, República Democrática del Congo y Sudán del Sur (OIM, 2019, p. 2). De igual manera, se han recrudecido los procesos de migración en el caso venezolano.

De acuerdo con la Organización Internacional de Migraciones, los procesos migratorios se han acelerado, para el año 2018 se esperaba que la población migrante alcanzara un total del 2.5 % de la población mundial, sin embargo, los cálculos realizados señalan que se ha llegado al 3.5 %, proyección esperada para el año 2050, llegando a 275 millones de migrantes internacionales (OIM, 2019).

FIGURA 1. Cambio porcentual en la población de migrantes internacionales (2000-2013)


Fuente: elaboración propia con base en OECD y Undesa (2013).

El más reciente y alarmante ejemplo de agudización de flujos migratorios debido al desplazamiento por causas violentas al interior de sus propios países, con muy bajas probabilidades y deseos de retorno, lo constituye la llamada crisis migratoria de Medio Oriente que se desató por el incremento drástico de migrantes refugiados provenientes de países como Siria, Irak, Afganistán, Sudán, entre otros, y que migraron hacia países de Europa. Según cifras de la Agencia de la onu para los Refugiados Acnur, las tendencias migratorias que se dieron entre enero y julio del 2015 superarán muy probablemente todos los registros anteriores sobre desplazamiento forzado a nivel mundial, bajo las modalidades de refugiados, solicitantes de asilo y personas forzadas a huir dentro de sus propios países. En un comunicado de prensa del 18 de diciembre del 2015, Acnur revela:

El total mundial de refugiados, que hace un año era de 19,5 millones, a mediados de 2015 había superado el umbral de los 20 millones (20,2 millones) por primera vez desde 1992. Por otra parte, las solicitudes de asilo aumentaron un 78 por ciento (993.600) respecto al mismo período en 2014 y el número de personas desplazadas dentro de sus países se incrementaron en casi 2 millones hasta casi 34 millones. Teniendo en cuenta que el informe solo contabiliza a los desplazados internos protegidos por Acnur (el total global, incluyendo tanto a las personas que están dentro como fuera de la protección de Acnur, solo estaría disponible a mediados de 2016), 2015 va camino de ver cómo los desplazamientos forzados de todo el mundo superan los 60 millones por primera vez en la historia. Actualmente, una de cada 122 personas en el mundo es una persona que se ha visto forzada a huir de su hogar. (Acnur, 2015, p. 4)

Es evidente que la denominación de riesgo pierde su papel proactivo cuando se observa que este no existe como probabilidad de ocurrencia y que aparece como hecho materializado. El mismo informe de la Acnur señalaba que en 2012 la concentración de la riqueza se constituía en un riesgo para la estabilidad social. Hoy, las condiciones de desigualdad social son insostenibles y demuestran el empeoramiento de las condiciones de vida de la gran mayoría de las personas en el planeta. De acuerdo con el informe de Oxford Committee for Famine Relief Oxfam (2017), denominado una “Economía para el 99 %” y presentado en enero del 2017, solo ocho personas en el planeta concentran los ingresos de las 3 600 millones de personas más pobres en el mundo y considera que esto revela las falsas premisas en los que se fundamenta el mercado. Esta realidad es palpable tanto en los países con mayores ingresos como en los países más pobres.

De acuerdo con el mismo informe, los ingresos de los trabajadores en Estados Unidos se han congelado en los últimos 30 años, mientras que, en América Latina, se detuvo, por un lado, el índice de pobreza y, por otro, se ha aumentado el hambre en la región. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), se corre el riesgo de no contar con la sostenibilidad suficiente para mantener los logros que hasta ahora se habían obtenido en América Latina en temas de desarrollo humano (Cepal, 2014). De igual forma, sostiene que en la Región no se han transformado las condiciones estructurales de vulnerabilidad frente a los ciclos económicos y que existe un estancamiento en los logros alcanzados en el panorama social de América Latina (Cepal, 2014).

El mantenimiento de las condiciones estructurales de las economías latinoamericanas señala su fragilidad y los mayores riesgos que enfrenta la región. De igual forma, se subraya que se ha profundizado en la vocación productiva que se sustenta en la tendencia a la extracción, explotación y exportación de bienes primarios. Especialmente, en la extracción de “recursos minerales y energéticos, basada en una relación destructiva y depredadora con la naturaleza y acompañada del debilitamiento de los aparatos productivos y de la mayor desindustrialización” (Estrada, 2013, p. 93), la cual ha causado que emerjan transformaciones sobre la concepción del territorio y de las relaciones sociales que se dan en la interacción con la naturaleza. La pauperización de las condiciones para la promoción de una industria, que no devenga únicamente en la extracción de los recursos naturales, ha generado una configuración conflictiva del subcontinente.

Además de estos problemas, el avivamiento del racismo, la xenofobia y la discriminación se ha recrudecido. Esto claramente articulado a los procesos de migración y a la crisis económica que evidencian lo que denuncian las líneas de pensamiento decolonial y poscolonial, pues abordan el proceso globalizador como un proceso de actualización del proyecto civilizatorio occidental en el cual subyace en la matriz de dominación colonial. Estos fenómenos son igualmente una actualización de dichas condiciones estructurales.

De esta manera, parece urgente reconocer los procesos de políticas públicas como procesos sociales con potencialidades emancipatorias. Empero, esto requiere fundamentar desde un marco teórico alternativo para el campo de las políticas que lo constituye, a su vez, en el objetivo central del proceso investigativo, es cual es definir, primero, las bases para un marco teórico alternativo al enfoque hegemónico de las políticas públicas, sustentado a partir del cuestionamiento del paradigma moderno de la ciencia en sus dimensiones ontológica y epistemológica, desde un paradigma no antropocéntrico y; en un segundo momento consecuente, recomponiendo lo político y la democracia plena como dispositivos emancipatorios.

Para ello, el proceso de investigación que presenta este libro se organizó en tres momentos (el concepto de momento no implica orden, pero sí comprende la simultaneidad). El primero de ellos corresponde a un momento analítico explicativo a partir del cual se identificaron las características que configuran el campo hegemónico de las políticas públicas. Esto está consignado en el primer capítulo, en el que se señalan los principales desarrollos del campo del conocimiento de las políticas públicas, al destacar cómo el enfoque hegemónico de políticas públicas está sustentado en el paradigma moderno de ciencia, así como en la exaltación de la racionalidad instrumental y en la consideración de la democracia liberal y del mercado como las instituciones base de la organización social y el imaginario de progreso. Estos elementos concretan de manera sustantiva el proyecto de modernidad y se actualizan con el proceso de globalización como un proyecto civilizatorio con fuertes tintes de orden neoliberal. De esta manera, se presentan los desarrollos en el campo de las políticas públicas a partir de una diferenciación de orden epistemológico. Luego se abordan tres elementos claves del paradigma hegemónico de las políticas públicas que corresponden al proyecto de modernidad del cual se derivan la concepción de ciencia, el papel de racionalidad instrumental en la acción individual y colectiva y el concepto de progreso que, conjuntamente, soportan la legitimidad del mismo proyecto. Finalmente, se aborda la democracia liberal como la institución política que le da soporte a los enfoques de análisis de políticas públicas.

Un segundo momento normativo de carácter hermenéutico, cuyos propósitos fueron, por un lado, la construcción de un marco teórico alternativo para el análisis de las políticas públicas (capítulo 2) y, por otro lado, el establecimiento de las bases conceptuales de un marco conceptual alternativo para las políticas públicas en clave emancipatoria (capítulo 3). Las bases teóricas del marco teórico alternativo para las políticas públicas corresponden al capítulo 2, en el que se reconocen tres aportes fundamentales: el primero de ellos se refiere a la contribución del posicionamiento poscolonial y decolonial en la comprensión de la transmodernidad y la vigencia de los procesos emancipatorios, la valoración de la ciencia como un tipo de conocimiento y la diversalidad epistémica como fundamento del reconocimiento de diferentes futuros posibles, donde el aquí y el ahora encierran el potencial de transformación en clave intercultural. El segundo aporte se concentra en el estudio del paradigma de la complejidad y de las ciencias, permitiendo de esta forma abordar una nueva forma de relación del conocimiento a través de la omnijetividad como una concepción alternativa de los procesos a partir de su tendencia a la complejización y a la ruptura de falsas dicotomías (todo/parte, individuo/sociedad, azar/necesidad). Y, finalmente, se abordan los aportes orientados a la reconstrucción dados desde el concepto de democracia plena propuesta por Marx, que permite reconstruir propuestas alrededor de una eticidad democrática, esto es, en otras palabras, la democracia como forma de vida social con fuerza emancipatoria.

En el capítulo tres se presentan los fundamentos de las políticas públicas como políticas de la vida sustentadas en un paradigma de la complejidad en clave de omnijetividad, basados en una comprensión de los procesos de políticas públicas como procesos complejos y como procesos políticos. Así, desde esta perspectiva, se señala un tránsito desde los supuestos de libertad negativa, competencia, eficiencia y eficacia, como criterios fundamentales de los procesos de políticas públicas hacia criterios determinantes de unidad en la diversidad, autonomía y amor, como elementos estructurantes de las políticas públicas de la vida. Esto implica que las formas organizacionales privilegiadas son aquellas formas de redes descentralizadas y heterárquicas, donde las fuerzas del reconocimiento, la cooperación y la solidaridad, como fuerzas agregativas, demarcan límites a las fuerzas disgregativas, las cuales hoy exacerbadas generan el sufrimiento humano y limitan la vida y su expansión.

Igualmente, en el capítulo tres se realizó un análisis empírico donde, a través del estudio de las políticas dirigidas a los grupos étnicos de Bogotá durante el periodo 2004-2008, se pretende ilustrar tanto las características del enfoque hegemónico de políticas públicas, como su potencial emancipatorio. Esto, en la medida en que la actualización de las luchas de los grupos étnicos muestra la complejidad para comprender que el derecho a existir y a ser en su posibilidad individual no se puede entender sin su posibilidad colectiva y, menos aún, sin el territorio. Lo anterior significa que la clave de su posibilidad emancipatoria está en la omnijetividad, es decir, en una perspectiva no antropocéntrica, en el marco del principio ecológico de la unidad en la diversidad. El análisis se plantea en el final del mencionado capítulo.

Políticas públicas y omnijetividad

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