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VINCULACIÓN SOCIAL

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Reflexionar en torno a los propósitos de la vinculación social de la universidad es reconocer, en palabras de Ignacio Ellacuría, “La pretensión de una Universidad distinta” (1990, p.60); sin embargo, este planteamiento del rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, asesinado en El Salvador en 1989, tiene un componente inherente desde un concepto de Universidad como proyecto ético–político, es decir, desde cuál postura una universidad se reconoce y reconoce la realidad.

Helena Varela señala sobre el sentido de la realidad desde el pensamiento universitario de Ignacio Ellacuría:

La realidad no está dada, no hay ningún tipo de determinismo que nos lleve a pensar que las cosas son y que no hay ningún otro camino. Por el contrario, Ellacuría parte de la premisa del potencial de transformación y plantea así un método muy concreto para analizar la realidad, el cual surge de la idea de que no hay que “cargar con la realidad” —dimensión cognoscitiva que permite analizar y ser consciente de la realidad—, sino que también hay que “cargar la realidad” —dimensión ética, en donde se asume el sufrimiento de los demás— y, sobre todo, “encargarse de la realidad” —dimensión práctica, que implica un compromiso con esa realidad, en busca de una transformación de la misma (2019, p.91).

Bajo esta idea, los espacios de vinculación social de un proyecto universitario abordan la urgencia de estar en la realidad, de reconocerla, aceptarla, cambiarla. Es reconocer que se vive en contexto de pobreza, marginación y violencia sistémica; de violaciones de derechos humanos, precarización, discriminación; de lucha y resistencia por la defensa de los territorios, agua y naturaleza; es reconocer lo que Rita Segato señala como

La violencia que se realiza en las mujeres, de la que evidentemente somos las víctimas, es una violencia que a través de nosotras se dirige a toda la sociedad. Porque el cuerpo de la mujer es un vehículo para un mensaje que se dirige a toda la sociedad; un mensaje de omnipotencia, de impunidad, de la capacidad de ser violentos de manera arbitraria, sin razón, sin una lógica utilitaria (2019).

Es, pues, reconocer que se vive en un sistema, que favorece las desigualdades.

Para algunas universidades, incidir en esta realidad de diversas maneras resulta un propósito, en específico con la participación activa de estudiantes vía el servicio social o algún otro proceso curricular, cocurricular o extracurricular, es decir, la decisión de una universidad de buscar o asumir una vinculación con grupos empobrecidos, colectivos y organizaciones.

En los últimos años las universidades públicas y privadas han favorecido que sus estudiantes puedan colaborar o intervenir en proyectos de aprendizaje–servicio, aprendizaje–situado, service–learning, servicio social o voluntariado; el enfoque y los fines son similares ya que buscan acercar a sus estudiantes a la realidad, que la reconozcan y que se comprometan, es decir, no solamente es la formación de estudiantes en proyectos, es la oportunidad de asumir una postura sobre la realidad, la desigualdad, la injusticia y las causas que la originan. Bajo estas ideas, valdría la pena preguntarnos ¿cómo y para qué se favorece una vinculación social universitaria?

Ellacuría decía que

El sentido último de una Universidad y lo que es en su realidad total debe mensurarse desde el criterio de su incidencia en la realidad histórica, en la que se da y a la que sirve. Debe mensurarse, por tanto, desde un criterio político. Esta afirmación puede parecer, a primera vista, que lleva a una politización desfiguradora de la auténtica labor universitaria en lo que tiene de esfuerzo teórico por saber y por posibilitar un hacer desde ese saber. Sin embargo, no tiene por qué ser así. Y para que no lo sea es necesario preguntarse muy explícitamente por la dimensión política de la Universidad, porque esta dimensión política de la Universidad, porque esta dimensión es un hecho innegable y un hecho de grandísima importancia para la orientación misma de la Universidad (1990, p.60).

¿Cómo transitar, pues a un esquema de formación y acción social como propuesta universitaria bajo el esquema de pertinencia social y que actúa desde la realidad según lo señala Ellacuría?

Agustín Ortega Cabrera dice:

Ellacuría nos transmite un método e itinerario en el campo del compromiso, de la acción y la formación social [...] Siguiendo a su maestro Xavier Zubiri, Ellacuría nos ha legado una antropología sólida y cualificada, con una persona que es un ser de realidades, que se religa a la realidad y se convierte a los otros. Lo real visibiliza una perspectiva estructural e integral con la correlación e interacción de todas las dimensiones que constituyen la realidad: física, biológica, corporal, económica, personal, social, histórica, trascendente y espiritual [...] En esta base antropológica, de carácter solidario e integral, Ellacuría transmite ese método e inteligencia que se hace cargo de la realidad, en el conocimiento y análisis crítico de la realidad social e histórica, de las relaciones y estructuras sociales perversas e injustas, y del mal y la violencia, al emplear aquí las mediaciones socioanalíticas, como son las ciencias sociales, propias de esa dimensión más cognitiva e intelectual de la inteligencia (2019, p.53).

Bajo los argumentos de Ortega Cabrera, el planteamiento que desde las universidades debemos asumir retomando el sentido de justicia de Ellacuría es el de que

[...] todo desarrollo y acción social que no tenga a las personas y a los pobres como protagonistas de su promoción liberadora e integral cae en ese elitismo y paternalismo que mantienen el orden injusto establecido o los distintos populismos. Las élites, vanguardias y clases de selectos con los “liderismos” provocan el infantilismo y dirigismo que no emancipa realmente, que sigue oprimiendo a los pobres , y que no permite la cogestión democrática (real), por la que los pueblos son los actores de sus auténticos procesos liberadores (2019, p.54).

El reto de la vinculación universitaria radica en reconocer el sentido de urgencia del contexto actual con la participación de estudiantes y docentes no en proyectos verticales, sino en procesos comunitarios que favorezcan la autogestión, la autodeterminación y la autonomía, según la cita de Ortega Cabrera que retoma el pensamiento de Ellacuría, sin embargo, el reto resulta mayúsculo, ya que se debe transitar en el desarrollo y y en los diseños curriculares universitarios que incorporen saberes populares, comunitarios, saberes de vida, lucha y resistencia.

En su texto Un acercamiento a las tendencias curriculares en educación superior, de 2018, Adriana Jiménez expone:

El contexto político de unidad nacional que se visualiza durante el siglo XX, en países de América Latina, forjó unas políticas educativas que condujeron a procesos de construcción curricular hacia un centralismo regido por el gobierno en turno (Hoyos, 2004). De esta manera el proyecto curricular en la región era jerárquico, verticalista y centralizado, dependiente de los estándares promulgados por cada una de las entidades reguladoras del ámbito escolar, por lo que las condiciones educativas se oficializaban uniformemente para todas las instituciones educativas de la nación, traduciéndose en parámetros curriculares inflexibles y obligatorios (2018, p.15).

Sobre el tema del currículo Gabriela de la Cruz escribe:

El análisis del concepto de justicia curricular demanda reconocer inicialmente que, a nivel global, la educación y con ella los sistemas educativos enfrentan lo que podríamos definir como una crisis de paradigma: transitar de modelos educativos agazapados y arropados en escuelas forjadas como “instituciones concha” (Giddens, 2000) hacia la configuración de modelos más sensibles y acordes con la vorágine que acompaña a la sociedad del siglo XXI, en la cual las escuelas se reconocen como parte de un conglomerado de entornos y espacios abiertos al aprendizaje. En este tránsito, los significados sobre conocimiento, aprendizaje, docentes, estudiantes, escuela y del propio currículo se convierten en espacios cóncavos (2015, p.2).

La apuesta universitaria por transitar a una formación en la realidad, para la realidad, debe favorecer la posibilidad de incluir metodologías comunitarias participativas, pero, sobre todo, un sentido del análisis y la acción universitaria en lo que Patricia Botero–Gómez llama “pedagogía de los movimientos sociales”:

Es importante aclarar que la pedagogía de los movimientos sociales nace de la pedagogía crítica, principalmente de investigadores e investigadoras activistas que visibilizan los procesos formativos y educativos como una de las dimensiones fundamentales en las acciones colectivas para la transformación de las realidades concretas de actuación (2015, p.1193).

Experiencias de vinculación universitaria

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