Читать книгу Perfiles del profesional de la información en la sociedad del conocimiento - Johann Pirela Morillo - Страница 10

1.1 Rasgos distintivos en el paso de la sociedad de la información a una sociedad del conocimiento, la comunicación y el aprendizaje

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Ante los avances y aceleramientos del fenómeno de la globalización y el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), se ha llegado hasta un punto tal en el que todas las actividades humanas se apoyan en medios telemáticos e interactivos, de allí que se asista a un giro conceptual de las expresión sociedad de la información hacia otros tipos de nociones que plantean el surgimiento de estructuras societales, organizadas a partir no solo de las tecnologías, sino también de la conversión de los datos y la información en conocimiento, mediante refinados procesos que agregan valor a la información. Todo esto puede desembocar en el futuro en una sociedad que, apoyada en las tecnologías, potencie la inteligencia y el ingenio humano. Aceptar esta aseveración nos ubica en la idea de Pineda et al. (2003) según la cual quien adquiere prevalencia en estas estructuras sociales es el sujeto mismo, sus procesos de aprendizaje y cognición, por encima de las tecnologías.

Aunque es común encontrar las expresiones de sociedad de información y sociedad del conocimiento, la comunicación y el aprendizaje como sinónimas, en el fondo existen diferencias importantes, derivadas de la naturaleza y alcance de los conceptos información, conocimiento y comunicación. Pasquali (2003) llega incluso a señalar que la expresión sociedad de la información es incoherente porque solo la comunicacióndiálogo crea sociedad.

Una de las diferencias conceptuales importantes entre una sociedad y otra es el paso de la verticalidad —que supone las relaciones jerárquicas asumidas por los actores en la sociedad de la información— a la horizontalidad de los contactos humanos contextualizados en estructuras mixtas, propios de las sociedades de la comunicación, del conocimiento y el aprendizaje. En tales sociedades se introducen nuevas metáforas utilizadas para simbolizar el espacio-tiempo actual: cibersociedad, cibercultura y ciberciudad, las cuales reconocen el carácter evolutivo, complejo y dinámico de la sociedad y la cultura, cuyos espacios humanos pudieron haber llegado hasta un punto tal de construcción que produjo una nueva forma de explorar y colonizar: el ciberespacio (Galindo, 2000).

De esta manera, en el contexto del surgimiento de una nueva sociedad, a la que Drucker (1999) le da el calificativo de nueva revolución de la información, se requiere un cambio en los conceptos utilizados para referirse a las organizaciones encargadas del procesamiento y conversión de los datos e información en conocimiento útil para la resolución de los problemas. Este autor plantea que no se trata tanto de una revolución de tecnología, maquinaria, técnicas, software, sino más bien de una revolución en los “conceptos” y en el “sentido” que debe dársele a la información, lo cual trae como consecuencia el replanteamiento de las tareas por realizar con la ayuda de la información y, junto con ello, el de las instituciones que realizan estas tareas (p. 136).

En un estudio realizado por Pineda y et al. (2003) se caracterizó la sociedad de la información, tomando en cuenta perspectivas de autores latinoamericanos como Trejo (1996) y Pineda (1996 y 2000), norteamericanos como Negroponte (1995), y europeos como Aguadero (1997), Ramonet (1998 y 1999) y Castells (1999). Luego de revisar tales perspectivas, se concluyó que existen posturas pesimistas fundadas en las desigualdades y asimetrías que ya existían en la sociedad, pero que tienden a agudizarse con las tecnologías telemáticas. Otras visiones proponen acercamientos matizados, señalando que la denominada sociedad de la información se encuentra en estos momentos transitando hacia una sociedad de la comunicación, con miras a llegar en un futuro a una sociedad del conocimiento, en la cual sea posible estrechar aún más los lazos entre las tecnologías y las personas en la búsqueda de nuevos medios para impulsar las comunicaciones, el conocimiento y el desarrollo social.

La sociedad de la comunicación puede llegar a construirse colectivamente en el futuro si se parte de la formación del ciudadano en el uso crítico de la información, su apropiación y agregación de valor. Esta formación debe acometerse desde la educación básica y continuarse en subsiguientes niveles del sistema educativo. Ello constituye la estrategia que puede garantizar la futura consolidación de una sociedad del conocimiento y el aprendizaje, ya que el encuentro dialógico que se propicia con el uso intensivo de las tecnologías puede ser aprovechado para potenciar el aprendizaje en espacios de educación formal y no formal, como es el caso de las denominadas organizaciones de conocimiento: bibliotecas, archivos, centros de información y documentación y museos.

Si en la sociedad de la comunicación se conforman redes electrónicas, humanas y sociales, ello puede fomentar la construcción individual y colectiva del saber a partir de la acción comunicativa realizada de manera deliberada en las organizaciones de conocimiento. Por eso las estrategias para desarrollar el deuteroaprendizaje (aprender a aprender) se convierten en los elementos que podrían viabilizar la actuación del sujeto en la cibersociedad; de allí la denominación de la cibersociedad como una sociedad del aprendizaje.

Cubides (2001) señala, siguiendo esta idea, la importancia de dar el salto de la sociedad de la información a la del conocimiento, entendida como la era en las que las personas deben aprender a procesar y darle sentido a la información. La autora asegura que no solo se trata de saber acceder a la información, sino también de desarrollar herramientas para seleccionarla, evaluarla y utilizarla, es decir, atribuir significados e interpretar la información que recibimos, para potenciar la comunicación y construir verdadero conocimiento. Para ello es necesario fortalecer una comunicación que, en su inmediatez y velocidad, sea también humanizadora y significativa, porque ante el avasallante y exponencial crecimiento de la información, “saber elegir”, “saber mediar” y luego “saber expresar y compartir los conocimientos” serán las palabras clave en los próximos años, pero ello requerirá un esfuerzo cada vez más riguroso de selección, por lo que se exige desarrollar un aprendizaje tecnológico-informativo y permanente para interactuar con efectividad en la cibersociedad.

De manera que el concepto sociedad de la información debe ser superado por el de sociedad del conocimiento, la comunicación y el aprendizaje, ya que estos tres adjetivos constituyen los ejes fundamentales que pueden impulsar el desarrollo individual y colectivo. Por supuesto que también deben definirse estrategias para reducir las evidentes brechas que se han venido introduciendo con el fenómeno de la globalización, del cual se ha dicho repetidas veces que su producto ha sido la actual sociedad digital y de las redes.

Tal vez, la principal estrategia para construir colectivamente una sociedad “incluyente” del conocimiento es educar al ciudadano en el desarrollo de competencias para la interacción tecnológica, con lo cual se garantiza su ingreso “activo” y “participativo” a los beneficios de la sociedad emergente. En este sentido, la función de las organizaciones de conocimiento deben orientarse hacia la mediación cognitiva, es decir, hacia el “enseñar” a otros a procesar la información y construir conocimientos mediante el uso de recursos telemáticos e interactivos.

La transición de la sociedad de la información es un tema que se aborda en otro trabajo, realizado en conjunto con la profesora Tania Peña, de la Universidad del Zulia, y en el cual se destacan los cambios ocurridos en la transición de la sociedad de la información a la del conocimiento. Partiendo de las metáforas de la verticalidad y horizontalidad, aludidas por Galindo (1998 y 2000), se recurre a planteamientos elaborados por Pineda et al. (2003), según los cuales las TIC son mecanismos que pueden activar procesos de conocimiento y de aprendizaje.

El asidero del planteamiento de la transición de la información al conocimiento se apoya en la posibilidad de establecer relaciones no solo de conocimiento sino también afectivas, señalando con ello el carácter instrumental del saber, además de su alta potencialidad para expandirlo y amplificarlo a partir de las interacciones que se pueden generar sobre la base de un uso significativo y crítico de las tecnologías, mediadas a su vez por emociones, sentimientos, actitudes que mueven y dinamizan la creación y socialización del conocimiento. Con ello es posible avanzar hacia un contexto social que se valga de las TIC para fortalecer el aprendizaje y el ingenio humano (Tapscott, 1999). A partir de esto se inaugura la posibilidad de una era de la inteligencia interconectada.

En la sociedad emergente, la cual, según Vattimo (1998), puede definirse como una sociedad de la comunicación por la intensificación de intercambio de informaciones en múltiples direcciones y por la tendencial identificación entre acontecimiento y noticia, el conocimiento es un factor clave en la estrategia de desarrollo de los países. Por eso deben hacerse importantes inversiones en capital humano, en capacidades para la investigación científica y en medios teleinformáticos para facilitar la circulación y el uso social de la información y el conocimiento.

En la sociedad del conocimiento, la comunicación y el aprendizaje, es posible plantear un conocimiento redificado, que, de acuerdo con Caballero (2000), deviene en un entramado de múltiples inteligencias distribuidas en la red, de manera que no se trata del conocimiento de un solo actor, sino del resultado de un esfuerzo en conjunto. El conocimiento redificado es todo saber que circula en la red y que le agrega valor a los procesos organizacionales, que se transmite y genera a través de las acciones discursivas. Este conocimiento debe ser gerenciado, es decir, capturado, transferido, preservado, amplificado, almacenado y distribuido. El conocimiento de la red tiene nuevas propiedades y es mutable.

Frente a este rasgo medular del conocimiento en la nueva sociedad, las organizaciones mediadoras —como las bibliotecas, archivos y centros de documentación e información— deben incorporar una nueva episteme que resemantice sus lógicas de funcionamiento; por ello se requiere el paso y la presencia de estas organizaciones en el ciberespacio. Existen otros rasgos que pueden ser utilizados para explicar el paso de la sociedad de la información a la del conocimiento, la comunicación y el aprendizaje. Tales rasgos son señalados también por Caballero (2000) y se basan en la idea de deslocalización, uno de los principales elementos que caracterizan la complejidad de la sociedad actual, en la cual se observan cambios en las formas de pensar, participar, compartir significados, decidir y actuar. Tales cambios pueden caracterizarse como sigue:

•El consumo y comercialización deslocalizados, telecompra y comercio electrónico, que dan paso a compras y ventas de bienes y servicios personalizados y a la medida por internet, así como al consumo del conocimiento, expresados bajo la formas de símbolos e imágenes.

•La enseñanza deslocalizada, que consiste en aprender y enseñar por medio de las TIC a distancia; se trata del teleaprendizaje/telenseñanza, que conducen a la formación permanente, la cual requiere a su vez un “saber aprender para toda la vida”.

•También se asiste a la emergencia de una comunidad deslocalizada (teleservicios), que se caracteriza por ser cara a cara, sin desplazamiento físico, a través de teleconferencias, que incluye asimismo los juegos deslocalizados, que dan la posibilidad de más tiempo para el ocio y en consecuencia proliferan actividades para el tiempo libre, como los juegos de video y simulaciones virtuales, lo que empuja la proliferación también de telecentros y cibercentros en lugares turísticos, rurales y urbanos.

•En estas sociedades de la información y del conocimiento se asiste también a una deslocalización del cuerpo (teletransportación): la incorporación de elementos periféricos en el cuerpo humano, como lentes de visión de 360, cascos para comunicación, manos libres o guantes para controlar espacios virtuales.

•En cuanto a la participación pública, se habla de una participación deslocalizada (teledemocracia): elecciones vía electrónica, participación en foros con incidencia en toma de decisiones públicas locales y globales, además de la incorporación de los movimientos sociales, ecológicos, políticos, religiosos, así como minorías étnicas y de género.

•Por último, se asiste al trabajo deslocalizado (teletrabajo) que permite mayor movilidad geográfica del trabajo y no del trabajador.

Otros rasgos que explican el tránsito de una sociedad de la información a una del conocimiento, la comunicación y el aprendizaje pueden caracterizarse de acuerdo con lo que Pérez (2002) denomina revolución tecnológica y paradigma tecnoeconómico. A partir de estos términos se infiere que las tecnologías, productos e industrias nuevos generan grandes transformaciones en todo el tejido económico e impulsan rápidos ascensos de desarrollo, sobre la base de las innovaciones tecnológicas fuertemente interrelacionadas, que trascienden las fronteras de lo económico y producen renovados principios organizacionales articulados mediante profundas transformaciones que inciden sobre toda la sociedad en su conjunto. Un paradigma tecnoeconómico, según la autora, es un modelo de mejores prácticas compuesto por un conjunto de innovaciones tecnológicas y principios organizacionales que actúan con un efecto modernizador en todo el tejido económico y social, que al interiorizarse se convierten en el sentido común orientador de las prácticas organizacionales.

En el marco de este paradigma, se pasa del uso intensivo de energía y materias primas y productos tangibles al uso de información y conocimiento; aquí adquieren valor los servicios y lo intangible, lo que genera cambios en la producción, la cual ya no será en masa y estandarizada, sino diversificada, segmentada y adaptada según necesidades y particularidades de clientes. De las estructuras organizacionales centralizadas se pasa a organizaciones descentralizadas, lo que da lugar a modelos de funcionamiento ajustados a la filosofía de las comunidades de conocimiento. En estas nuevas organizaciones no se habla de personal ni de recurso humano, sino de capital humano, expresión mediante la cual se concibe la mano de obra como activo, el entrenamiento como inversión y el conocimiento y la experiencia como capital.

A partir de estos rasgos generales distintivos del surgimiento de una nueva sociedad, se impone la necesidad de formar a los profesionales de la información sobre la base de una racionalidad comunicativa-cognitiva compleja, que trasciende la visión procedimental-instrumental y solo tecnológica de las profesiones vinculadas con la difusión del conocimiento, para pasar a plantear una visión mucho más holística e integral de estas profesiones, con el fin de articularlas con el aprendizaje individual y organizacional y la expansión de la inteligencia humana y social. Se trata de una resemantización del rol del profesional de la información. En palabras de Sánchez-Vegas (2000), el profesional emergente de la información debe asumir un rol transfigurador, lo cual significa mucho más que un cambio; se refiere a una transformación profunda que toque sus mapas de pensamiento y de acción.

Ello debe partir de una revisión teórico-conceptual de los fundamentos de las denominadas ciencias de la información, en especial las perspectivas bibliotecológicas, documentalistas e informacionalistas, elaboradas para generar esquemas explicativos acerca de la naturaleza y alcance de las organizaciones de conocimiento y de los profesionales que las dirigen. Con esto se pretende determinar hasta qué punto tales esquemas siguen vigentes o han perdido poder explicativo ante el surgimiento de un nuevo orden social que demanda revisiones y ajustes. Tal es el propósito de este estudio: proponer, luego de una revisión de perspectivas, un sistema de conceptos más acorde con los rasgos que definen a la nueva sociedad del conocimiento, la comunicación y el aprendizaje.

Junto con estas concepciones, también se tienen las ideas expuestas por la Unesco (2008), según las cuales en el origen de los conceptos sociedad de la información y sociedad del conocimiento existen diferencias ideológicas importantes y no solo semánticas. La sociedad de la información sigue siendo el concepto dominante, considerado casi un sinónimo de sociedad contemporánea, posindustrial y definida, porque en ella es clave la producción, distribución y manipulación de información. La sociedad del conocimiento, en cambio, tiene importantes matices y diferencias que privilegian la caracterización de la sociedad actual hacia una dimensión de transformación global y pluralista del desarrollo. El concepto de sociedad del conocimiento es más una utopía a la cual hay que aspirar.

La Unesco (2008) continúa planteando que la sociedad del conocimiento no existe como una realidad en el mundo contemporáneo. Es más bien una aspiración o ideal, que para algunos debería reemplazar al actual modelo de desarrollo basado en la producción tradicional de información. Si bien no será posible llegar a la sociedad del conocimiento sin las TIC, también se requieren profundos cambios estructurales en las sociedades actuales, entre ellos lograr que la información deje de ser monopólica y basada exclusivamente en las leyes del mercado. Los sectores que proponen el concepto de sociedad del conocimiento lo hacen apostando a la educación como la estrategia fundamental que permitiría empoderar a los ciudadanos para la apropiación crítica y significativa de los contenidos, lo cual implica imprimir espíritu crítico y aplicación de procesos cognitivos de caracterización, conceptualización, análisis, síntesis, evaluación, entre otros.

Perfiles del profesional de la información en la sociedad del conocimiento

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