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1. La globalización es ordinaria: la transnacionalización de los estudios culturales[*]

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La institucionalización y codificación de los estudios culturales sigue en curso, una cuestión que se ha vuelto más frecuente a escala transnacional. Así lo evidencian tanto la creación de nuevos programas de estudios culturales en Inglaterra y en el extranjero, incluyendo Asia y América Latina, como el surgimiento continuo de debates e inquietudes en torno a las fronteras disciplinarias, los valores éticos y artísticos, e incluso la desradicalización y/o disolución de los propios estudios culturales. Mientras tanto, una infinidad de publicaciones —antologías, libros de texto, recopilaciones de análisis (más o menos) concretos y traducciones— abastece las demandas de los maestros y estudiantes de educación superior. Los estudios culturales se han convertido en un complejo ensamblaje institucional que ha arraigado sobre todo en los Estados Unidos e Inglaterra, si bien sus parámetros son de alcance global, con una organización que gira en torno a editoriales de habla inglesa (Routledge, Sage, Minnesotta University Press, Duke University Press, Palgrave), revistas (Cultural Studies, Public Culture, New Formations, Positions, The Journal of Latin American Cultural Studies, Social Text, Differences, Keywords, Traces: A Multilingual Journal of Transnational Cultural Theory, para referir algunas en inglés) y centros pedagógicos clave (desde sus comienzos, en el Birmingham Centre for Contemporary Cultural Studies, pero también en la Open University, el Portsmouth Polytechnic y el Goldsmith’s College en Inglaterra, en las universidades de Duke y Chapel Hill dentro del North Carolina Research Triangle en los Estados Unidos, en el Center for Cultural Studies de la Universidad Nacional Tsing Hua de Taiwán y los programas de varias universidades públicas o privadas en América Latina). Hace pocos años, algunos patrocinadores, como las fundaciones Ford y Rockefeller, se dejaron seducir por los programas y las conferencias de los estudios culturales y les dedicaron fondos originalmente destinados a instituciones y programas de estudios regionales o de área. Hay incluso una especie de star system (con Richard Hoggart, Raymond Williams, Stuart Hall en Inglaterra; y Ángel Rama, Néstor García Canclini, Beatriz Sarlo, Martín Jesús Barbero en América Latina) que proporciona toda una serie de biografías alrededor de las cuales se va tejiendo su propia historia.[1] En otras palabras, hemos asistido a un boom de los estudios culturales.

A más de medio siglo de la publicación de Culture and society, 1780-1950 (1958) y “La cultura es ordinaria” (“Culture is ordinary”, 1958) de Raymond Williams —el primero es un texto que se despide de una forma tradicional de concebir “la cultura” y “las masas”, mientras que el segundo inaugura otra forma más radical, comprometida y democrática—, los estudios culturales han emergido como un campo de investigación crítica casi imposible de cartografiar, pero que se caracteriza por un conjunto de lenguajes y de historias locales. En su vertiente más radicalmente institucional, ha sido una transdisciplina antidisciplinaria definida por una política que, no obstante haberla subsumido dentro de la cultura en tanto “metacultura” (en palabras de Francis Mulhern), no deja de ser fundamentalmente pedagógica (Mulhern, 1996, 2000: 49-73). Por un lado, los estudios culturales se posicionan sobre todo en las fronteras entre las disciplinas de las humanidades y las ciencias sociales con la intención de esclarecer cómo se experimentan las relaciones de poder en la cotidianeidad, generando, por ejemplo, un interés renovado en la historia cultural; por el otro, intentan dar respuesta a las demandas de los movimientos sociales, de las instituciones de asistencia social y caridad, e incluso de las de los partidos políticos (en forma de asesoramiento y contribución a las políticas culturales gubernamentales) (Mulhern, 2000: 132-174; Johnson, 1997: 462).[2] En las observaciones que siguen, en vez de intentar identificar qué política revolucionaria, contrarrevolucionaria o reformista se encuentra detrás de tal o cual estudio dentro del campo de investigación, lo que me gustaría más bien es reflexionar acerca de lo que considero sus gestos críticos más importantes —aquellos que juegan un papel en la idea de cultura producida y movilizada por ella— y elaborar un esbozo de su transformación en los últimos treinta y cinco años con el objeto de proporcionar, en los demás capítulos, un contexto inicial que permita reflexionar sobre la teoría cultural transnacionalizada y transcultural. Éste es, por lo tanto, un ensayo sobre la política de la teoría en la teoría: un retrato conceptual en el tiempo.

Políticas culturales: acumulación, desarrollo y crítica cultural

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