Читать книгу Bruce Lee - John Little - Страница 11
ОглавлениеINTRODUCCIÓN
Existe una anécdota que ha perdurado durante casi tres décadas sobre los músculos que adornaban el físico en los últimos años del experto en artes marciales, actor y filósofo Bruce Lee. Trata sobre una mujer llamada Ann Clouse, esposa de Robert Clouse, director de la última película de Lee, Operación Dragón, para Warner Bros. Parece que el señor Clouse se había aventurado en el rodaje de la película y había quedado absolutamente hipnotizado por la increíble musculatura de Lee cuando estaba sin camisa, envuelto en el cálido y húmedo clima de Hong Kong e inmerso en la coreografía de las secuencias de la película en las que tenía que luchar.
En una ocasión en la que Lee se tomó un descanso, Ann Clouse se acercó a la joven estrella y le preguntó que si le podía “tocar los bíceps”. “Por supuesto”, dijo Lee, respondiendo a la pregunta que le habían formulado en numerosas ocasiones. Él tensó el brazo y la invitó a tocar. “¡Dios mío!”, exclamó ella, retirando la mano al instante. “¡Es como tocar mármol caliente!”.
Resulta asombroso que haya transcurrido más de un cuarto de siglo de la muerte de Bruce Lee, en julio de 1973, de un edema cerebral, y todavía se hable del físico de un hombre que medía 1,70 m y pesaba, en un día bueno, 60 kilos. Digo “asombroso” sólo en relación con el contexto de nuestra cultura occidental, en la que nuestra concepción de un buen físico suele ser algún defensa de fútbol americano hinchado de esteroides que mide más de 1,80 y pesa unos 130 kilos. Es todavía más asombroso el hecho de que casi todo el mundo obtiene algo diferente de sus encuentros con Bruce Lee, bien en persona, bien a través de otros medios, como sus películas, sus fotografías y sus vídeos. Los que practican artes marciales siguen venerando su destreza física, su fuerza y su velocidad, así como el ingenio que desbordaba a la hora de emplear la ciencia para referirse al mundo de los combates sin armas; a los aficionados a sus películas les impresiona el magnetismo animal del hombre y el hecho de que haya creado él solo un nuevo género de cine de acción, abriendo así la puerta a Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger, quienes siguieron sus pasos. Los filósofos también quedan impresionados por la habilidad de Lee al haber cruzado el abismo filosófico que separa Oriente y Occidente y haber sintetizado de forma efectiva lo que muchos habían considerado dos puntos de vista metafísicos irreconciliables.
Y llegamos a otra “forma” de humanidad –los culturistas y los aficionados al fitness– que nos permite ver algo más en Lee. Es igualmente fascinante –e irónico– que, mientras Bruce Lee nunca se consideró a sí mismo un culturista en el sentido clásico de la palabra, su físico sigue siendo venerado por culturistas y atletas en todos los continentes y se considera una de las personas más inspiradoras de todos los tiempos. Los culturistas, jóvenes y mayores, con sólo echar un rápido vistazo a su cuerpo, saben exactamente cuánto trabajo le costó esa creación y les impresiona. Los culturistas iluminados, como Lou “El Increíble Hulk” Ferrigno, Rachel McLish, Flex Wheeler, Shawn Ray, Lenda Murray, Dorian Yates y Lee Haney –es decir, los mejores en este campo– rinden homenaje al impacto que el físico de Bruce Lee causó sobre sus carreras como culturistas. Hasta Schwarzenegger quedó tan enormemente impresionado con la musculatura de Lee, que me dijo: “Bruce Lee tenía un físico muy, repito, muy bien definido. Casi no tenía grasa corporal. Quiero decir que probablemente tenía menos grasa en su cuerpo que ningún otro atleta conocido. Creo que ésa es la razón por la cual parecía tan creíble [en sus películas]. Muchos de los que han hecho todas esas películas [de artes marciales] poseían sus habilidades, pero no se les veía tan creíbles ni tan impresionantes como a Bruce Lee. Él era único en su especie”. ¡Cuántos elogios!
Habrá a quien le resulte difícil de creer. Después de todo, según lo habitual en Norteamérica, Lee no era físicamente un hombre imponente. Entonces, ¿qué veían en el físico de Lee celebridades como Schwarzenegger y Ferrigno, por ejemplo, que les pudiera inspirar? La respuesta, en una palabra, es “calidad”. Rara vez se ha visto –excepto en los felinos– tal combinación de líneas perfectas, formas agradables y definición, como si hubiera sido tallada, en un cuerpo masculino. Era tan elegante como increíblemente inspirador. Hipnotizaba con sus movimientos y su serenidad; incluso era elegante cuando estaba quieto. Cuando se relajan, muchos culturistas y futbolistas parecen cualquier cosa excepto atletas; y cuando se mueven, su volumen se mueve con ellos –pero no pasa nada, es simplemente una masa en movimiento (y en gran parte descoordinado), como un trozo de gelatina. El físico de Lee, por el contrario, siempre fue compacto, elegante, refinado y definido, tanto en reposo como en movimiento.
Una de las razones por las cuales existe esta diferencia entre la musculatura del típico culturista y la de Bruce Lee es que Lee no cultivaba sus músculos con el fin de mostrarlos, como hacen muchos culturistas. Según su primer alumno de los Estados Unidos, Jesse Glover, de Seattle, Lee estaba “por encima de cualquier otro que realizara la misma actividad”. El impresionante físico que consiguió Lee fue producto, o efecto, de este primer respecto. Saltar casi 2,5 m en el aire para dar una patada a una bombilla (como hizo en Marlowe, detective muy privado y El furor del Dragón) o dar un puñetazo que empieza a 90 cm en cinco centésimas de segundo eran habilidades de fuerza y velocidad, respectivamente, en las que Bruce Lee estuvo trabajando intensamente y durante mucho tiempo a través de su diligente entrenamiento. Es cierto que consiguió una musculatura extraordinaria, así como agradable; sin embargo, no era el principal objetivo de su entrenamiento.
Quizás nunca antes –ni después– se había cultivado semejante confluencia de atributos físicos hasta tal punto en un cuerpo humano. Lee desarrolló unos reflejos tan rápidos como la velocidad de la luz, una flexibilidad suprema, una fuerza impresionante y una elegancia felina que, junto con su musculatura, formaban un producto completo –y muy letal–. Además, su físico era equilibrado y simétrico; y, aunque no todo el mundo admira la musculatura excesiva de un candidato a Mr. Universo, la mayoría de la gente con la que he hablado –desde candidatos a Mr. Universo hasta hombres y mujeres corrientes– parece admirar más el producto final que representa el físico de Lee.
El hecho de que Lee haya influenciado a tantos culturistas profesionales no es un logro pequeño si se tiene en cuenta que él nunca participó en ninguna competición de este tipo en su vida. Nunca le interesó ser demasiado musculoso. Como dijo Ted Wong, uno de los mejores amigos de Lee, además de uno de sus alumnos más prudentes, “Bruce entrenaba principalmente su fuerza y su velocidad”. Aquellos que tuvieron la suerte de conocerle, desde productores de Hollywood hasta compañeros en las artes marciales, dicen que los músculos de Lee causaron un gran impacto. Esto no quiere decir que a Lee no le interesara cultivar un físico espectacular. Taky Kimura, quizás su mejor amigo –y padrino de su boda en 1964–, observó que su amigo nunca se negaba a quitarse la camiseta y a mostrar los resultados de sus ejercicios en el gimnasio –a menudo para observar las reacciones de aquellos que se encontraban por allí–. “Tenía los mejores dorsales anchos (músculos superiores de la espalda) que jamás he visto”, recuerda Kimura, “y siempre bromeaba fingiendo que su pulgar era un inflador; se lo metía en la boca y fingía que hinchaba la espalda así.
¡Parecía una cobra cuando hacía eso!”.
Estado físico funcional y fuerza extraordinaria
Dan Inosanto, otro gran amigo de Lee al que eligió para que le ayudara a enseñar su temario de artes marciales a sus estudiantes en Los Ángeles desde 1967 hasta 1970, añadió que a Lee sólo le interesaba la fuerza que pudiera convertirse rápidamente en potencia. “Recuerdo una ocasión en la que Bruce y yo estábamos paseando por la playa en Santa Mónica, cerca de donde está The Dungeon –un gimnasio que perteneció originariamente al famoso morador de Muscle Beach, Vic Tanny–, cuando de repente salió de The Dungeon este grande, enorme culturista”– cuenta Inosanto. “Le dije a Bruce: ‘Tío, mira qué brazos tiene ése’. Nunca olvidaré la reacción de Bruce. Dijo: ‘Sí, es grande, ¿pero será potente? ¿Podrá utilizar sus músculos de forma efectiva?’“. La potencia, según Lee, se demuestra a través de la habilidad del individuo para emplear la fuerza desarrollada en el gimnasio de forma rápida y eficaz para objetivos del mundo real.
Evidentemente, las hazañas de Lee respecto a la potencia forman parte de una leyenda, desde hacer flexiones con un solo dedo o con los pulgares hasta sostener una haltera de 35 kilos tan larga como un brazo frente a él con los codos doblados durante varios segundos, hasta lanzar a personas que pesaban unos 45 kilos más que él a 4,5 m con uno de sus famosos puñetazos de una pulgada (2,5 cm). La potencia que poseía con un cuerpo de entre 57,5 y 61 kilos era extraordinaria; Lee podía hacer que un saco de entrenamiento de 135 kilos golpeara el techo con una simple patada lateral.
La fuerza y su adquisición eran las principales preocupaciones de Lee durante su entrenamiento con pesas. Finalmente, su trabajo con pesas alcanzó los últimos límites de conocimiento intuitivo, lo que algunos especialistas en culturismo denominan entrenamiento “instintivo”. Según los que trabajaron con él en ciertas ocasiones, como el actor y especialista en artes marciales Chuck Norris, Bruce Lee pudo haber sido, de acuerdo con la fuerza relativa (relación entre el peso desplazado y el corporal), el hombre más fuerte del mundo.
El camino de Lee hacia el culturismo
Los estudios de Lee sobre la fisiología humana y la kinesiología le permitieron distinguir rápidamente un ejercicio útil de uno improductivo, lo que significa que él nunca perdió tiempo en sus entrenamientos y que estos iban encaminados a producir resultados específicos. Lee creía que un estudiante de la ciencia del ejercicio debía perseguir únicamente la perfección física, incluidas una gran fuerza, rapidez, destreza, perfecta salud y la belleza de una complexión muscular que distinguiera a un ser humano físicamente perfecto. Lee creía que cada día se presentaría la oportunidad de mejorarse a sí mismo física y mentalmente; podemos elegir entre aprovechar el momento para dar un paso más para maximizar nuestro potencial y progreso o dejarla pasar y, por consiguiente, estancarnos o retroceder.
Lee pronto se dio cuenta de que para completar nuestro potencial físico teníamos que realizar nuestros esfuerzos de forma progresiva y luchar contra el deseo de dejarlo todo y tumbarnos en el sofá a ver la televisión, donde podemos escapar de nuestra “obligación de autoactualizarnos” haciendo lo contrario, es decir, “apagando” nuestras mentes y dejando que nuestros músculos se atrofien. Lee quería aprender de su mente y de su cuerpo tanto como fuera posible. Quería saber de lo que realmente era capaz, en lugar de persistir en lo que ya sabía que podía hacer. Con este fin, consideraba cada sesión de entrenamiento como una experiencia de aprendizaje, una oportunidad para mejorar y alcanzar un nivel más alto. Como resultado, obtuvo un buen ojo para identificar a los deportistas que se rendían pronto porque el entrenamiento les agotaba o porque subestimaban sus verdaderas posibilidades.
Stirling Silliphant, alumno de Lee, cuenta una interesante historia que retrata a la perfección la actitud de Lee frente a la resistencia progresiva en un entrenamiento cardiomuscular, así como su negativa a dejar que una persona –en este caso Silliphant– subestimara su propio potencial físico:
“Bruce me hacía correr 5 km al día, un muy buen ritmo. Corríamos esos kilómetros en 21 o 22 minutos –unos 12 km/h [Nota: cuando corría solo en 1968, su velocidad media era inferior a 16 km/h]. Así que, la mañana que me dijo: ‘Hoy vamos a ir a 19 km/h’, le contesté:‘Bruce, no puedo. Soy mucho más viejo que tú y no puedo correr a 19 km/h’. Y él me dijo: ‘Cuando hayamos corrido 5 km, cambiaremos la marcha; sólo quedarán tres y lo conseguirás’. Yo respondí: ‘Está bien, a por ello’. Así que corrimos 5 km. Íbamos a llegar al sexto y me encontré bien durante tres o cuatro minutos; pero entonces empecé a agotarme. Estaba cansado y tenía el corazón acelerado. No podía seguir, así que le dije: ‘Bruce, si sigo corriendo –y todavía estábamos corriendo– me puede dar un ataque al corazón y moriré’. Y él me contestó: ‘Pues muérete’. Me molestó tanto, que terminé de correr los 8 km. Después de ducharme quise hablar con Bruce sobre el tema. Le comenté: ‘¿Por qué me dijiste eso?’, y respondió: ‘Porque podrías morir igualmente. En serio, si siempre fijas los límites en lo que puedes hacer, físicamente o de cualquier otro modo, seguirás haciendo lo mismo el resto de tu vida. Afectará a tu trabajo, a tu moralidad y a ti en todos los sentidos. No hay límites. No puedes quedarte siempre en la llanura; debes atravesarla. Si te mata, te mata. Un hombre debe superar sus límites siempre‘”.
La postura que defiende que “no hay límites” es la tesis principal de las artes marciales y también la filosofía de Lee del jeet kune do. Incluso puso símbolos chinos alrededor del yin yang del logo de su jeet kune do que decían: “No tomar ningún camino como camino. No tener ningún límite como límite” –en cantonés, Yee Mo Faat Wai Yao Faat/Yee Mo Haan Wai Yao Haan. Una vez Lee escribió una carta al pionero americano del taekwondo, Jhoon Rhee, en la que le avisaba de que “fijarse un objetivo bajo es el peor crimen que un hombre puede cometer”, recalcando su punto de vista en cuanto a las limitaciones impuestas por uno mismo en el ejercicio y en todas las áreas de nuestra vida.
Bruce Lee era perseverante en su búsqueda para expresar el pleno potencial de su cuerpo. Durante su investigación advirtió el hecho psicológico de que un músculo más fuerte es un músculo mayor, descubrimiento que le llevó a explorar los beneficios superiores del culturismo sobre la salud. De todos modos, sería un hecho muy violento llevar a casa los méritos de un enfoque regular y dedicado al levantamiento de pesas.
El punto de inflexión
Según la viuda de Lee, Linda Lee Cadwell, cuando ambos vivían en Oakland, California, un día su marido recibió un pergamino que le daba un ultimátum con letras chinas en negrita: o dejaba de enseñar gung fu (pronunciación japonesa de kung-fu) a los estudiantes que no fueran chinos o tendría que luchar –en el lugar y a la hora señalados– con su mejor hombre. En el barrio chino de Oakland de principios de la década de los sesenta, revelar los “secretos” chinos a personas que no fueran chinas se consideraba alta traición entre los miembros de una comunidad de artes marciales.
Lee tenía muchas virtudes, pero la paciencia no era una de ellas. Decidió aceptar el reto en lugar de doblegarse a los dictados de los racistas. Por sus palabras y su conducta, Lee había arrojado el guante a los pies de aquel que le estaba retando. Más adelante, esa misma semana, a la hora señalada, llegó a la escuela de Oakland un grupo de luchadores de artes marciales, dirigidos por un hombre que resultaba ser su mejor luchador, además del cabecilla. Linda, que estaba embarazada de ocho meses de Brandon, el primer hijo de la pareja, y un estudiante de Lee, James Yimm Lee, presenciaron lo que pasó después.
El combate empezó y, en cuestión de segundos, Lee vio al antes temerario y farisaico “experto” en kung-fu corriendo hacia la salida más cercana. Con una buena patada, Lee había tirado a ese hombre al suelo y había conseguido que se rindiera. Enseguida escribió las premisas para el grupo. De todos modos, para su consternación, Lee se dio cuenta de que había empleado una cantidad importante de energía en el altercado. “Se lamentó sorprendido del estado físico en el que se encontraba”, recordaba Linda después. “A pesar de haberle llevado sólo tres minutos, pensaba que el combate había durado demasiado tiempo debido a la falta de un adecuado acondicionamiento. Después sintió que se había cansado demasiado”.
El incidente hizo que Lee investigara formas alternativas de acondicionamiento físico, con lo que llevó a la conclusión de que su entrenamiento en las artes marciales –por sí mismo– no era suficientemente intenso para fortalecer aún más su cuerpo de forma progresiva. Consideró que necesitaba desarrollar una fuerza considerablemente mayor en los sistemas muscular y cardiovascular si quería alcanzar la expresión más plena de su potencial físico.
Como las revistas de músculos sólo existían para informar sobre entrenamientos para la salud y la fuerza, Lee se suscribió inmediatamente a todas las publicaciones sobre culturismo que pudo encontrar. Solicitaba cursos a las revistas y comprobaba lo que prometían y sus teorías de entrenamiento en el laboratorio que era su cuerpo, además de comprar a menudo libros de segunda mano sobre culturismo y entrenamiento de fuerza, incluidos aquellos que se habían escrito antes del cambio de siglo, como Strength and How to Obtain It (“La fuerza y cómo obtenerla”), de Eugen Sandow, publicado por primera vez en 1897.
Las ansias de conocimiento de Lee eran tan grandes que adquiría todo lo que estuviese a su alcance, desde cursos de entrenamiento de las publicaciones más novedosas, hasta clásicos de fondo editorial en el campo de la fisiología del ejercicio. Una vez aplicado, ese conocimiento desembocaría en el aumento de la fuerza, la velocidad, la potencia y la resistencia.
Los resultados del completo estudio de Lee aparecen en los capítulos siguientes, que muestran específicamente el modo en el que entrenaba para desarrollar cada uno de los grupos de músculos de su cuerpo, el sistema de entrenamiento que encontró más eficaz, los principios de entrenamiento que incorporó y los programas que daba a sus estudiantes. Los dos apéndices ofrecen información sobre las estadísticas vitales de Lee y su “máquina” de entrenamiento. Las materias contenidas en este libro han sido creadas a partir de los escritos del propio Lee –no de interpretaciones erróneas del mito que rodeaba su legado–. Con este libro los lectores pueden aprender el proceso que dio como resultado un nivel de musculatura que fijaría estándares físicos y del que se hablaría durante décadas.