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ОглавлениеLA PREPARACIÓN ENCUENTRA LA OPORTUNIDAD
Linda Lee Cadwell
Permítame que le describa un día normal en la vida de Bruce Lee; un día en el que no consiguió alcanzar el nivel de expectación que se había propuesto; un día que marcó un cambio decisivo en su vida.
La etapa del drama que voy a relatar se desarrolló en el Instituto Jun Fan Gung Fu de Broadway en Oakland, California, un gimnasio para entrenar creado por Bruce y James Y. Lee. Como yo estaba embarazada de ocho meses de Brandon, recuerdo con bastante claridad que los acontecimientos se desarrollaron a finales de diciembre de 1964 o principios de enero de 1965. Testigos de este hito en la historia fuimos Jimmy Lee, yo y muchos expertos en artes marciales de San Francisco, cuyos nombres nunca supe, a pesar de que resultaron ser viejos maestros. Los participantes especiales eran Bruce y un luchador de artes marciales chino más joven que los maestros, que había sido escogido, sin duda, para representar los intereses del grupo de San Francisco.
La argumentación del tema que nos llevó a este encuentro podría ser un ensayo, si se mira desde la perspectiva de los encuentros chinos con Occidente, volviendo al menos a la rebelión de los bóxers. En este caso, los maestros entrenados en kung-fu no veían con buenos ojos que Bruce enseñara artes marciales a los occidentales o, en realidad, a nadie que no fuera chino. Albergaban tan profundamente su creencia históricamente arraigada, que supuso un reto formal para Bruce, que insistía en participar en una confrontación, cuyo resultado decidiría si podría continuar enseñando a los “diablos extranjeros”. La filosofía de Bruce se hace eco de Confucio: “Al enseñar no deben existir distinciones de clases”. Por eso, sin ninguna duda, Bruce aceptó el reto y se fijó una fecha.
La pelea que se celebró es más importante por el efecto que tuvo sobre el curso de la vida de Bruce que por el resultado de la confrontación real. De todos modos, esto es una breve descripción de la acción física: en el momento en el que se inició el enfrentamiento, el luchador de kung-fu chino había empezado a correr en círculo por la habitación. Había una puerta que conducía a una pequeña habitación trasera y luego otra que llevaba a la habitación principal. Completó el círculo varias veces y Bruce le iba siguiendo de cerca. Finalmente Bruce tiró al hombre al suelo y le sujetó para que no pudiera moverse mientras gritaba en chino: “¿Te rindes?”. Tras preguntárselo dos o tres veces, el hombre se rindió y los partidarios de San Francisco se fueron rápidamente.
El combate completo duró unos tres minutos, por lo que James y yo nos quedamos pasmados al ver lo pronto que se resolvió, pero Bruce no. Lo recuerdo como si fuera ayer: Bruce está sentado en los escalones traseros del gimnasio con la cabeza entre las manos; no estaba satisfecho con la técnica que había empleado para terminar con su adversario y su resistencia falló al intentar capturarle cuando corría en círculos. Probablemente era la primera vez en su vida que Bruce flaqueaba. En lugar de celebrar su victoria, se lamentaba de su estado físico y de que con su entrenamiento en kung-fu no había alcanzado sus expectativas. Este trascendental acontecimiento constituyó el impulso para la evolución del jeet kune do y el nacimiento de su nuevo régimen de entrenamiento.
He de subrayar el hecho de que, para mí o para cualquier otro, a principios de 1965 Bruce parecía estar en perfecto estado físico. Había crecido en Hong Kong y no era un jovencito genéticamente bien dotado. De hecho, su madre me contó que Bruce había sido un niño esquelético cuyo horario para asistir al colegio durante el día, y a menudo trabajar en películas tarde y noche, no le aportaba un estilo de vida muy saludable. Sin embargo, a los treinta años, cuando comenzó a estudiar Wing Chun con el maestro Yip Man, Bruce entrenaba constante y arduamente a diario, así que cuando le conocí en 1963 me pareció que tenía un cuerpo estupendo. Tras el combate de Oakland, que no fue muy bueno para él, Bruce supo que tenía que prepararse más y mejor para cuando se presentara la oportunidad de realizar sus sueños.
Para Bruce no era sólo cuestión de correr más kilómetros, hacer más series o aumentar los kilos de sus pesas. Llegó a la solución del “problema” de forma científica: (1) fijar nuevos objetivos para el estado físico y la salud, (2) investigar la mejor forma de lograr los cambios deseados y (3) fomentar nuevos métodos mediante el empleo de la ciencia, el almacenamiento del progreso y la modificación del enfoque si era necesario. No había nada fortuito en la rutina de entrenamiento de Bruce, ni era particularmente “afortunado” por haber empezado con un don físico natural. Los mayores talentos que Bruce empleó para hacer realidad sus sueños fueron la “inteligencia” y la “curiosidad” (mano a mano, una poderosa combinación), la “dedicación” y la “perseverancia” (tenacidad incluso para afrontar los obstáculos que debía superar) y la “concentración” (disfrutando del viaje tanto como del destino).
A veces me han preguntado que cómo tenía tiempo Bruce para entrenar tanto. La respuesta es simple: fue el modo como decidió pasar el tiempo. Las decisiones que tomaba cada día incluían devotamente muchas horas de entrenamiento de su cuerpo y su mente para que fueran lo mejor posible. Así es como también entró en juego su desbordante imaginación. Además de planear regularmente sus horarios de entrenamiento, era “normal” para él verse involucrado en varias cosas a la vez: leer un libro, hacer pesas y estirar una pierna, por ejemplo; o jugar a algún tipo de juego físico con los niños; o hacer ejercicios isométricos mientras iba conduciendo. Cuando era pequeño le llamaban “culo inquieto” y seguía siéndolo de adulto.
El proceso que Bruce seguía para conseguir su objetivo de obtener una forma física superior constituye el sumario de El arte de expresarse con el cuerpo, cuyo título está adecuadamente acuñado por Bruce al describir su forma de practicar las artes marciales. La técnica del jeet kune do de Bruce, que constituye un logro que lo abarca todo para vivir la vida en la cumbre del potencial desarrollado, naturalmente incluye el entrenamiento del cuerpo para conseguir el máximo rendimiento. Se trata de una descripción adecuada de la devoción de Bruce por su técnica, es decir, que logró el ápice de la belleza funcional.
Al leer esta obra es más importante que el lector reconozca el “proceso” que Bruce empleaba en lugar de explicar al detalle los ejercicios específicos y las tablas diarias. En vez de copiar simplemente de forma exacta los ejercicios que hacía Bruce Lee, se debería tomar nota de las numerosas fuentes –las técnicas y las aprendidas a través de la observación personal– que Bruce empleó en su investigación y de los patrones científicos que siguió para la resolución de problemas. Con la explosión de la industria del fitness, la salud y el bienestar de las últimas décadas, disponemos de gran cantidad de información para inspirar a los estudiantes. Bruce se hubiera sumergido en los nuevos estudios y le habría animado a usted a hacer lo mismo. Mejorando siempre, sin llegar al máximo pero siempre sometiéndose al proceso, Bruce disfrutaba de la interminable jornada para alcanzar la perfección física. En otras palabras: los medios eran tan importantes como el fin, que consistía en estar preparado cuando se presentara la oportunidad de compartir su “arte de expresarse con el cuerpo humano”. La documentación que queda de “la preparación para la oportunidad” de Bruce proviene, evidentemente, de sus películas y de las notas que dejó de sus entrenamientos, muchas de las cuales aparecen en este libro.
En mi opinión Bruce ha servido como inspiración para toda la vida para ser físicamente activo y consciente de todo lo relativo a la salud. A lo largo de nuestra vida juntos, Bruce fue tanto mi maestro como mi marido, mi amigo y el padre de mis hijos. Sigo confiando en su ejemplo para mi motivación diaria. Ahora, con este libro, al lector se le presenta la oportunidad de compartir la técnica y la inspiración de Bruce.
Parafraseando a Aristóteles, el símbolo exclusivo de un conocimiento pleno es el poder de enseñar. Parecerá evidente para el lector que Bruce tenía un conocimiento pleno del fitness y el entrenamiento. Es más importante entender el método que seguir al pie de la letra la información de esta obra. Podemos agradecer a Bruce su legado, ya que puede enseñarnos “el camino” que debemos seguir para alcanzar nuestro máximo potencial y que así la preparación encuentre la oportunidad.