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Cactus

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Tanto los frutos como el cuerpo de los cactus almacenan agua, pero no todos los cactus producen agua que se pueda beber –el saquaro, el cactus gigante de múltiples dedos de Arizona, es, por ejemplo, muy venenoso–. Ten cuidado y evita tocar las espinas de los cactus, porque pueden ser muy difíciles de quitar, especialmente las de pelo muy fino, que pueden hacer que las heridas se vuelvan ulcerosas si se quedan en la piel.

El cactus barrel Echinocactus grusoni (ver Plantas del desierto en Comida) puede llegar a tener una altura de 120 cm y se encuentra desde el sur de Estados Unidos hasta Sudamérica, y exige un considerable esfuerzo cortar su dura piel externa cubierta de espinas. El mejor método es cortar la parte superior y desmenuzar trozos del interior para succionarlos, o aplastar la pulpa dentro de la planta y sacar la savia líquida, que en unas plantas es más amarga y en otras no tiene ningún sabor. Un cactus barrel de tamaño normal, de unos 100 cm, dará aproximadamente un litro de jugo lechoso, tratándose de una excepción, ya que la regla es evitar las plantas con savia blanca.


El cactus saquaro sereus giganteus, de México, Arizona y California, crece hasta los 5 m de alto y contiene mucho líquido, pero es venenoso. Hay que recogerlo y colocarlo en un alambique solar para evaporar y recondensar el líquido durante la noche fría.

El cactus Opuntia, higuera de tuna o figilinda, tiene unas excrecencias en forma de orejas que producen frutos ovalados que al madurar toman un color rojo o dorado. Sus grandes espinas son más fáciles de evitar que las de otros muchos cactus. Tanto los frutos como las “orejas” son lugares en los que acumula el agua.

El manual de supervivencia del SAS (Color)

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