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Teoría del capital social

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Una vez revisada la perspectiva histórico-estructural de la migración internacional, en donde se inserta la migración de tránsito, se trata ahora de sumar una perspectiva sistémica en donde se integren las diferentes dimensiones de la migración y las diferentes disciplinas desde donde puede estudiarse.

La teoría del capital social es una explicación teórica que ayuda a comprender cómo se construyen los lazos estructurales que permiten la conexión entre lugares de origen y de destino. Se reconoce a Gel Loury, economista, como el autor del concepto en 1977, para denominar “un conjunto de recursos intangibles en las familias y en las comunidades que ayudan a promover el desarrollo social entre los jóvenes” (ib., p. 31).

Sin embargo Pierre Bourdieu, junto con Loic Wacquant (1995), desarrollaron más ampliamente el concepto y mostraron su importancia para el análisis social. Capital es “energía de la física social” que deberá ser comprendida bajo todas sus formas para descubrir las leyes que rigen su conversión de una especie a otra. Con esto se plantea que no hay un solo tipo de capital, sino varios, aunque ahora lo que interesa es el capital social, el cual se define como “la suma de los recursos, actuales o potenciales, correspondientes a un individuo o grupo, en virtud de que estos poseen una red duradera de relaciones, conocimientos y reconocimientos mutuos más o menos institucionalizados, esto es, la suma de los capitales y poderes que semejante red permite movilizar” (Bourdieu, 2000: 148).

Antes que capital social, conviene considerar que el capital (sin más), en la propuesta de Bourdieu, consiste en trabajo acumulado, ya sea en forma de materia o bien en forma interiorizada o incorporada. El capital puede generar beneficios, pero también puede reproducirse a sí mismo, inclusive crecer. Dicho de otra forma, es “una fuerza inscrita en la objetividad de las cosas que determina que no todo sea igualmente posible e imposible” (ib., p. 132). El capital se presenta de tres maneras fundamentales:

•Capital económico, que de manera directa e inmediata se puede convertir en dinero, y llega a ser especialmente indicado para la institucionalización en términos de propiedad.

•Capital cultural. Se puede convertir, en ciertas circunstancias, en capital económico, y llega a ser adecuado para la institucionalización, sobre todo en la forma de títulos académicos.

•Capital social. Es un capital de obligaciones y relaciones sociales que resulta igualmente convertible, bajo ciertas condiciones, en capital económico, y puede ser institucionalizado en forma de títulos nobiliarios (ib., p. 136).

El capital social es, en definitiva, la totalidad de los recursos que se obtienen por pertenecer a determinado grupo. En la práctica, las relaciones de capital social existen solamente sobre el presupuesto de que hay relaciones de intercambio materiales y simbólicas, y con la contribución adicional a su mantenimiento (id.), es decir, que suponen una actividad continua y no sólo algo meramente dado.

Pero la propuesta de Bourdieu no se agota en el concepto del capital. Este tiene sentido en el concepto de campo y habitus. Campo es un espacio social y simbólico constituido como “sistema de relaciones objetivas entre posiciones adquiridas —en luchas anteriores—, es el lugar (es decir, es el espacio de juego) de una lucha competitiva que tiene por desafío específico el monopolio del capital que está en juego” (ib., p. 12) según el fenómeno social que aborde cada campo. El concepto de campo tiene como primera premisa que, por ejemplo, “para comprender una producción cultural —literatura, ciencia, etcétera— no basta con referirse a su contenido textual, pero tampoco con referirse al contexto social y conformarse con una puesta en relación directa del texto y el contexto” (ib., p. 74). De ahí que la hipótesis del concepto “consiste en suponer que entre esos dos polos (texto-contexto), muy distantes, entre los cuales se presume, un poco imprudentemente, que puede pasar la corriente, hay un universo intermedio que llamo campo literario, artístico, jurídico o científico, es decir, el universo en el que se incluyen los agentes y las instituciones que producen, reproducen o difunden el arte, la literatura o la ciencia. Este universo es un mundo social como los demás, pero que obedece a leyes sociales más o menos específicas. La noción de campo pretende designar ese espacio relativamente autónomo, ese microcosmos provisto de sus propias leyes” (ib., pp. 73-74). Se comprende entonces la diversidad de los capitales y su posibilidad de conversión: hay capitales específicos de un campo y otros que podrían ser invertidos y convertidos desde un campo a otro.

El otro concepto clave, el de habitus, hace referencia a las disposiciones de los agentes, es el “producto de condicionamientos sociales asociados a la condición correspondiente, […] es ese principio generador y unificador que retraduce las características intrínsecas y relacionales de una posesión en un estilo de vida unitario, es decir, un conjunto unitario de elección de personas, de bienes, de prácticas” (ib., p. 33). Los habitus son “estructuras estructuradas, principios generadores de prácticas distintas y distintivas; […] son también estructuras estructurantes, esquemas clasificatorios, principios de clasificación, principios de visión y división, de gustos diferentes” (id.). Por los habitus se producen “diferencias diferentes, operan distinciones entre lo que es bueno y lo que es malo, entre lo que está bien y lo que está mal, entre lo que es distinguido y lo que es vulgar, etc.” (ib., p. 34). En consecuencia, “hablar de habitus es plantear que lo individual, e incluso lo personal, lo subjetivo, es social, a saber, colectivo. El habitus es una subjetividad socializada” (Bourdieu y Wacquant, 1995: 87).

En la antropología reflexiva de Bourdieu, un principio de fondo es la afirmación acerca de que lo real es relacional. Es decir, que la comprensión del mundo social requiere de forma necesaria una construcción del espacio de las posiciones de quienes lo constituyen, hombres y mujeres, al mismo tiempo que ese espacio los constituye a sí mismos (Bourdieu, op. cit.). Hombres y mujeres son agentes que construyen el mundo social, la comprensión del mundo pasa por el doble proceso de percibirlo y hacerlo al mismo tiempo. Ahí están en juego los tres conceptos: campo, habitus y capital, por ello es que toda construcción social es fruto de las posiciones, disposiciones y capitales que los diversos agentes participantes ponen en juego. El fenómeno migratorio como una construcción del mundo social puede ser comprendido también desde el análisis de los campos y del habitus, no solamente desde el concepto de capital social, sin embargo es el que se ha resaltado incluso desvinculándolo de todo el cuerpo teórico en el que está enmarcado.

Una vertiente del concepto de capital social es la propuesta por Alejandro Portes y Julia Sensenbrener, quienes señalan que el capital social puede tener también una consecuencia negativa en el sentido que la red de relaciones y los recursos sociales de que dispone pueden volverse un problema o un impedimento para que una persona pueda lograr su propósito migratorio. Esta variante del concepto se pudo apreciar en algunos testimonios tanto de personas migrantes en tránsito como de algunos que ya estaban asentados en los Estados Unidos.

Migración de tránsito y acción humanitaria

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