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La Alianza Democrática m-19, tentativa de un frente de izquierda

La Alianza Democrática m-19 (ad m-19) suplió la vacante dejada por la Unión Patriótica (up) y el vacío de una propuesta de izquierda acorde con el cambio constitucional. El apoyo dado a los dirigentes del Movimiento 19 de Abril (m-19) y los de otras pequeñas fuerzas reunidos en una efímera coalición en los comicios de 1990 anunciaban un cambio de época y nuevas condiciones para la emergencia de un amplio movimiento político. En ese contexto, a no ser que fuese la vida de sus líderes y militantes la izquierda legal y reformista tenía mucho que ganar y poco que perder. El que aparecía como un nuevo país llevaba su indeleble huella. El trámite de la ad m-19 fue, sin embargo, una verdadera hazaña, como sucede a menudo en Colombia con este campo ideológico-político; con un régimen político dominado por el bipartidismo, en momentos en que la violencia no tenía escrúpulo para acallar a quienes se oponían al statu quo, y ante la ingenuidad misma de los dirigentes de izquierda para comprender las tramas de la política allende el espacio social o su lucha en el monte. La principal tarea de sus organizaciones fue fortalecer la democracia, cuya vulnerabilidad estaba al descubierto, pensando de paso en la propia fragilidad de aquellas. Alrededor de la ad m-19 germinaron algunas de las propuestas del cambio sociopolítico del país y emergió parte de esa clase política que en adelante enfrentaría a las colectividades partidistas tradicionales o representantes del establecimiento.

Las elecciones de 1990, tanteando la apertura del régimen

Escribió David Bushnell:

Al igual que la Anapo,1 los cambios precisos que buscaba el m-19 nunca fueron muy claros. Era un movimiento fuertemente nacionalista, hostil a las inversiones y a la influencia general proveniente de los Estados Unidos; abrazaba la causa de una mayor igualdad social y criticaba la falta de participación popular genuina en el sistema político […]. Si el programa de la Anapo era una mezcla de “vodka y agua bendita”, el m-19 ponía más vodka, pero nunca clamó por la socialización de los medios de producción. Sus objetivos permanecían en un nivel pragmático y eran un tanto vagos.2

A ese continuum que identificó Bushnell, entre el m-19, del que también advirtió un timorato boceto de izquierda, y el movimiento político en el que precisamente una de sus corrientes, la Anapo Socialista, engendró esa guerrilla,3 hay que añadir que una vez rescindida su aventura armada, el m-19 fue de las pocas que mantuvo su cohesión. La primera prueba la tuvo a escasos dos días de desmovilizarse, con la cimentación de una coalición para competir en las elecciones del 11 de marzo de 1990,4 de la que prendió la batuta. La facilidad con que esta se acordó obedeció a la disposición de algunos movimientos políticos regionales e independientes del bipartidismo, organizaciones sindicales, grupos de intelectuales, entre otros, que estimaron irreversible la desmovilización del m-19. Las condiciones no estaban para que independientemente o en un proyecto unitario plantearan la transformación radical del sistema económico o la del manejo del Estado. Por lo mismo los discursos con tinte de izquierda del m-19 y de los procesos que lo acompañaron se limitaron, para darles primacía a las divisas de paz y democracia.

Esa esporádica sociedad electoral, que incluyó al Movimiento Colombia Unida, integrado por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (prt) y el grupo Socialismo Democrático, tuvo un leve suceso, pero en favor del m-19, con la elección de Vera Grabe Loewenherz5 a la Cámara por Cundinamarca. La lista por esta encabezada fue una de las más plebiscitadas al conseguir 31 147 votos, de los cuales 27 236 fueron solo en Bogotá. Fue evidente que esa esporádica coalición se benefició, sin proponérselo, de lo que Juan Carlos Rodríguez Raga identificó como la “enorme personalización de la política, cuya mejor expresión era la gran proliferación de listas para las elecciones del Congreso”.6 En otros términos, a la izquierda la favoreció dicha individualización toda vez que de los 180 000 sufragios que la mencionada coalición obtuvo en todo el país, 70 9017 le fueron imputados al máximo dirigente de la exformación guerrillera, Carlos Pizarro Leongómez, candidato a la Alcaldía capitalina. A juicio de Jean-Michel Blanquer, en aquellas elecciones se manifestó “el voto atrapatodo […], el voto contestatario, amplificado por la personalidad de un candidato que logró cautivar a sectores de la población que saludaron la desmovilización del grupo guerrillero”.8 De alguna manera, las candidaturas presentadas por el m-19 fueron el rudimento del voto de opinión que será más palmario en los años sucesivos; como lo indicaba esa votación, hubo más Pizarro que protopartido m-19, pues esta apenas consiguió dos representantes, junto con Vera Grabe, Everth Bustamante.

En cuanto a otras fuerzas de izquierda la votación fue aún más baja. Por el lado de la up, el candidato a la Alcaldía de Bogotá, Carlos Arturo Romero Jiménez, consiguió 22 519 votos. Su mejor dividendo lo obtuvo en el Senado al elegir a Gilberto Vieira White, por Cundinamarca, con 35 274 sufragios (de los cuales 23 273 fueron en Bogotá),9 y Bernardo Jaramillo Ossa, reelegido por Antioquia, con 35 297 votos. En lo que toca el Frente Popular, y en coalición con la up en el Urabá, les permitió a ambos elegir a un representante a la Cámara, siendo la única vez que un candidato del Frente Popular accedió al Parlamento. En Córdoba el Frente Popular se alió con corrientes estimadas de izquierda del Partido Liberal.10 En el caso de la up o del Frente Popular pesaron más las intervenciones respectivas del Partido Comunista Colombiano (pcc) y el Partido Comunista de Colombia – Marxista-Leninista (pcc-ml). Así lo atesta la aspiración efímera11 de Jaramillo Ossa a la Presidencia, quien terminó siendo elegido al Senado, y que condujo a que parte de la dirigencia del pcc-ml y del Ejército Popular de Liberación (epl) lo considerara el líder de la derecha del pcc.12

Tanto en la up como en el Frente Popular surgieron voces exhortando a una gran alianza; al fomento de la democracia interna y a la lucha legal que en la up hiciera Jaramillo Ossa. A ello se sumaron dirigentes como Diego Montaña Cuéllar y Angelino Garzón, los cuales instaron a revisar los enfoques políticos e ideológicos. Aquellos celos o prevenciones contra la up o el Frente Popular se debían a la competencia entre dos partidos constituyentes; que entendemos como aquellos partidos, legales o no, que orientan sus programas y disponen cuadros o dirigentes al servicio de un movimiento político más amplio, que, en un principio, carece de la estrategia, la disciplina y la organización para afrontar las fuerzas ya asentadas en el sistema político. Es luego, dependiendo de los logros de la eventual alianza, que tales partidos constituyentes luchan en su seno por el predomino, o simplemente se disuelven para erigir una nueva y única organización partidista.

De manera general, la ad m-19 eligió 2 representantes, 43 alcaldes, 17 diputados y 251 concejales; la up, pese al genocidio político que la asechaba, 2 senadores, 1 representante a la Cámara, 11 alcaldes, 10 diputados y 106 concejales; el Frente Popular, 1 representante, 6 alcaldes, 1 diputado y 5 concejales. Otros movimientos eligieron: la Anapo, 1 alcalde,13 2 diputados y 5 concejales; el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (moir), 5 concejales; el Partido Socialista de los Trabajadores (pst), 2 concejales.

Plebiscito desde las aulas y defunción de la Constitución centenaria

En las elecciones de 1990 hubo otro voto que acaparó las miradas. Su enunciado rezaba: “Para fortalecer la democracia participativa, voto por la convocatoria de una Asamblea Constitucional, con representación de las fuerzas sociales, políticas y regionales de la Nación, integrada democrática y popularmente para reformar la Constitución Política de Colombia”.14 Suerte de plebiscito15 al margen del conteo oficial, y sin autorización del Legislativo ni del Ejecutivo, urgió al Gobierno a realizar una reforma política. Aunque si se discute acerca de su autoría, algo seguro es que no fueron las jerarquías bipartidistas y mucho menos el Congreso, que le dio poco interés. Y si sus protagonistas se encontraban entre sectores liberales progresistas y grupos de izquierda, el papel trascendental de enterrar la añeja Constitución de 1886 debe ponderársele al movimiento estudiantil universitario. A ese respecto es menester aclarar que se trató de dos procesos; unidos en un principio en vista de un mismo objetivo y distanciados luego por obvias divergencias ideológicas. El uno, más compacto, realzado por la bibliografía oficial, e integrado en su mayoría por jóvenes liberales que estudiaban en universidades privadas, acogió el nombre de movimiento Todavía Podemos Salvar a Colombia;16 el otro, organizado en las universidades públicas, fue liderado principalmente por cuadros políticos de la Juventud Revolucionaria de Colombia —por extensión del epl y del pcc-ml—, para entonces a la cabeza de las asociaciones de estudiantes, lo que influyó para que la convocatoria reformista no fuera rechazada, se denominó Movimiento Estudiantil por la Constituyente.

Dos millones de votos reclamaron una Asamblea Constituyente. Ello, sumado a la aceptable votación alcanzada por fuerzas de izquierda, generó mayores ilusiones dentro y fuera de dicho campo. Es así como, en una reunión el 3 de abril de 1990, el Frente Popular, los Círculos Bernardo Jaramillo Ossa,17 el prt, el grupo Socialismo Democrático y algunos movimientos políticos regionales18 convienen conformar una gran alianza, a cuya dirección colegiada provisional designaron a Antonio Navarro Wolff, del m-19; Diego Montaña Cuéllar y Angelino Garzón, que venían de abandonar el pcc-up; Adalberto Carvajal y Jaime Fajardo, del Frente Popular; y Carlos Bula Camacho, del grupo Socialismo Democrático. Pese a la presencia de estos dirigentes, el peso lo tuvieron quienes representaban al m-19, por su carisma, el respaldo que le acababan de dar las urnas y la unidad con que llegaban. Prueba de ello es que a tres días de aquella reunión la coalición en germen asumió el nombre Alianza Democrática m-19. Mediante un pacto las “organizaciones constituyentes” se comprometieron a trabajar por la paz, la justicia, las garantías electorales (con hincapié en el tema de la circunscripción especial en el Senado para los grupos desmovilizados), pero también a disolverse gradualmente en una sola fuerza política: “[…] no estamos proponiendo un frente de partidos o una federación de grupos, sino un solo movimiento unificado nacionalmente para transformar la actual situación y donde, además, exista la convicción plena de que en la Colombia de hoy las vías civilistas y los métodos de la democracia sean los únicos válidos para el ejercicio de la acción política”.19

La evidencia del cambio de mentalidad en las organizaciones firmantes se advierte en el proyecto de una sociedad “basada en el pluralismo y en el modelo economía mixta y de verdadero Estado social de derecho”.20 Dicho por Angelino Garzón, la nueva izquierda representada en la ad m-19 debía ser:

[…] una alternativa política a la sociedad colombiana que tenga posibilidades de gobernar y sea diferente a los partidos Liberal y Social Conservador […], que contribuya, por una parte, a la solución política del conflicto armado […], a que exista una real democracia en el país, y no a la democracia formal que ahora tenemos […], a mejorar el bienestar de la población […]. Que contribuya también a la defensa de la soberanía nacional, no solo como un problema de fronteras, sino en la proyección de una imagen internacional de Colombia como un Estado independiente.21

Así quedaban ratificados los fundamentos que adelante caracterizaron los procesos políticos de la izquierda legal y reformista. Pero la coyuntura les obligaba a promover en un breve lapso la campaña presidencial de Carlos Pizarro Leongómez, quien amasó un consenso sin trabas y sin contendiente en su campo ante el asesinato de Bernardo Jaramillo Ossa, solo que sus días estaban contados.22 La democracia formal no se interrumpió so pena de transgredir una tradición elogiada y chovinista, a pesar de que tres candidatos pasaron al panteón nacional.23 No obstante, el régimen bipartidista, cuya particularidad, en palabras de Fernando Giraldo, “reside en la cohabitación, en el poder, de las fuerzas políticas tradicionales y en la personalización y la polarización de estas”,24 experimentó en la contienda presidencial del 27 de mayo de 1990 una abstención, que ya le era característica, pero esta vez de alrededor del 70 %. El nuevo mandatario, César Gaviria Trujillo, saldría elegido con apenas 2 891 808 votos; cifra que además por primera vez fue menor a la del Senado.25 El otro dígito relevante lo obtuvo el candidato de la ad m-19, Antonio Navarro Wolff, y quien en remplazo de Pizarro Leongómez alcanzó la tercera mejor votación, superando por unos 19 000 votos al candidato oficial del Partido Conservador, Rodrigo Lloreda Caicedo. El segundo lugar fue para el disidente conser­vador Álvaro Gómez Hurtado por el Movimiento de Salvación Nacional. La tragedia colombiana se expresó con la emergencia de dos líderes en remplazo de dos extintos.

La izquierda se hace a un patrón omnipresente

Navarro Wolff emergió como una figura relevante del paisaje político nacional. Para la izquierda legal y reformista la situación no podía ser mejor tras superar ese 3 % que históricamente recogían sus candidatos en elecciones presidenciales, y concretamente con la ad m-19 las adhesiones que amasó en tan corto tiempo produjeron como vaticinio el inminente derrumbe del bipartidismo. A modo comparativo, su caso se asimilaba a la transformación del Partido Comunista Italiano en una fuerza socialdemócrata;26 pues la ad m-19 despertó simpatías entre las clases medias y entre algunos militantes de los tradicionales insatisfechos de estos y de sus dirigencias (véase figura 2.1).


Figura 2.1 Votación por candidatos de la izquierda a la Presidencia entre 1980 y 1990

Fuente: elaboración propia con base en los datos de la Registraduría Nacional del Estado Civil.

Cuatro fueron los pilares que Jaime Nieto27 identificó en el programa de Navarro Wolff:

1. Reconciliación: comprendía una política de diálogo, un nuevo modelo de defensa nacional, el restablecimiento de la justicia y el respeto de los derechos humanos.

2. Renovación política: resumida en la propuesta de apertura democrática y modernización del Estado, la realización de una Asamblea Nacional Constituyente y la participación de la mujer y la juventud.

3. Desarrollo económico y social: incluía la estructuración de un modelo de desarrollo, a medio camino entre desarrollismo y populismo, una economía basada en la propiedad privada, que contemplaba la privatización del Estado y la apertura económica bajo ciertas condiciones, y una política social.

4. Integración bolivariana: abogaba por una política de fronteras basada en la integración entre las naciones limítrofes de Colombia y las buenas relaciones con los Estados Unidos.

Concisamente, dicho programa fue un amasijo de las propuestas del conjunto de organizaciones presentes en la ad m-19, teniendo la paz, la consolidación democrática, el respeto de los derechos humanos y la soberanía como ejes transversales. La novedad, sin embargo, se observa en el recurso a paradigmas en boga, tales como la perspectiva de género, los estudios de juventud, las alternativas de desarrollo. Con pragmatismo, Navarro Wolff habló de la desigualdad entre los sexos, comprometiéndose ante los grupos de mujeres y feministas que lo respaldaban a cumplir los acuerdos internacionales en la materia.28 De la juventud, cómplice y víctima del desangre del país, propuso imponer una mirada positiva; si la ecuación jóvenes y violencia era predominante, elogió la contribución de los movimientos estudiantiles en las reformas políticas en marcha. Concerniente al modelo económico se cuidó, muy al estilo del otrora m-19, de utilizar expresiones que irritasen a ciertos sectores, e invitó a idear mecanismos para distribuir mejor las riquezas. Finalmente, Navarro Wolff abordó el tema de la relación con los Estados Unidos, pues tanto él como el resto de dirigentes de la ad m-19 convinieron que de esta dependía el mejoramiento de la situación de exportación e importación, el financiamiento a los programas del Gobierno y la exigencia de garantías a favor de un candidato y un movimiento ajenos al bipartidismo.

La buena votación que obtuvo Navarro Wolff, y antes el m-19 en alianza con otras fuerzas en las elecciones legislativas, le dieron a la izquierda legal y reformista un nuevo aliento. Este fue completado con la aprobación por parte de la opinión de convocar una Asamblea Constituyente. Lo paradójico es que dicho propósito, enunciado por el epl en 1984 y que el propio m-19 tildó de “ilusorio”, ponía ahora a la ad m-19 en la avanzada de las reformas; recibiendo sin peros el respaldo de Fabio Rodríguez Villa,29 exsecretario de la Juventud Revolucionaria Comunista y dirigente del Movimiento Estudiantil por la Constituyente. En muchos de quienes pertenecían o simpatizaban con este campo fue imponiéndose un sentimiento de triunfo, pero faltaba convencer a los insatisfechos del bipartidismo y extender la propuesta fuera de las zonas urbanas. De esa labor se ocuparon en particular otras organizaciones de la coalición, mientras que el m-19 se encargó de las ciudades, donde en su condición anterior se desenvolviera mejor que sus concurrentes inmediatos. No se trató, por tanto, de una guerrilla urbana, pero su discurso ecléctico logró receptividad, y ya en la legalidad sus propuestas compaginaron con lo que quería escuchar el segmento citadino. Lo que las urnas no desmintieron, según lo expuso Eduardo Nieto:

La Alianza Democrática triunfó en cuatro capitales de departamento (Barranquilla, Santa Marta, Valledupar y Pasto), tres de las cuales ubicadas en la Costa Atlántica, en las que la votación alcanzada fue del 15 % del total de sus votos nacionalmente; por otro lado, cabe anotar que la tercera parte de su votación nacional, es decir, el 33.1 % procedía de las cuatro grandes ciudades de Colombia: Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla; y finalmente, un poco más de la mitad de su votación nacional, esto es el 54.6 %, procedía de 23 capitales de departamento.30

La ad m-19 se hizo al voto de opinión de una porción de la clase media y de sectores pobres que logró persuadir con frases populistas. Al tiempo, acaparó el debate político en la izquierda, como lo hizo con anterioridad el m-19 con respecto al movimiento insurgente. Y en ambos casos el epicentro del debate tuvo lugar en la ciudad. Con una mirada aproximada, Jaime Nieto realizó el siguiente semblante de la ad m-19 tras los resultados de la elección presidencial:

Su principal fortaleza estratégica desde el punto de vista de su inserción socioespacial con respecto a la up radicaba en que su mayor respaldo estaba en los centros urbanos y no en las localidades pequeñas y rurales, y su principal debilidad (fortaleza en la up), residía quizás, en la ausencia de lazos orgánicos con los actores sociales o con los grupos que políticamente pretendía representar. Al constituirse en movimiento nacional quedaba descubierta en su inserción local o regional. Pese a todo, el ser un movimiento político de carácter urbano le confería un peso considerable en el nuevo escenario político nacional.31

La capacidad de la up de establecerse con fuerza en zonas rurales y pequeños municipios fue producto de su acoplamiento con movimientos y organizaciones sociales regionales y locales durante la década del ochenta. Mientras que el m-19 y otros grupos desmovilizados tuvieron poca continuidad o preparación para el trabajo popular. Luego la ad m-19, convertida en el receptáculo de diversas experiencias, intentó emular a la up, pero careció de táctica para desplegarla. Un problema surgió cuando el espacio dejado por las columnas y milicias en varios territorios y barrios periféricos fue inmediatamente ocupado por las otras guerrillas y bandas delincuenciales. Fue en oposición o antítesis a la cooptación pretendida por estas últimas, en un contexto de expansión urbana vertiginosa y desregulada originada por el desplazamiento forzado o la variedad de violencias, que habrían de consolidarse organizaciones sociales, en gran parte con un hálito de izquierda, reclamando el respeto de los derechos humanos e inversión en sus territorios.

Tras la elección presidencial todo giró en torno a la Asamblea Constituyente, que debía superar sendos obstáculos. Cinco meses atendieron los dos movimientos de estudiantes, la ad m-19, las alas reformistas del bipartidismo y los miembros del Gobierno el veredicto de la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia. En ese intervalo, promediando el mes de junio, cerca de mil quinientos integrantes de organizaciones sociales y afines a la izquierda celebraron en Bogotá el Congreso Nacional Pre-Constituyente. Sus asistentes fijaron que la Asamblea Constituyente debía estar integrada por trescientos delegados en representación de todas las fuerzas vivas del país, sin jerarquía predeterminada, sin injerencia de las Altas Cortes, ni limitación de los temas que se iban a tratar. Solo que de otra parte el énfasis de los partidos del régimen estaba en la metodología y en coartar los alcances de la iniciativa reformista. El propio presidente Gaviria, pese a reconocer y aprobar el plebiscito con el Decreto 1926 del 24 de agosto, estimaría preferible hacer reformas graduales sin cambiar de Constitución.32 La respuesta de la ad m-19 y los sectores progresistas fue no ceder y mostrar unidad para hacer valer la interpelación de las urnas. La perspicacia de Gaviria no fue menor y, en coherencia con su eslogan de “Gobierno nacional”, designó a Navarro Wolff ministro de Salud; y si con esa nominación no quiso obstruir el ascenso de la ad m-19 ni su protagonismo de cara al certamen constitucional, avalado finalmente el 9 de octubre,33 sí lo comprometió ante su electorado y la opinión.

En unas elecciones relámpago programadas a finales de ese mismo mes de octubre la ad m-19 enfiló sus voluntades a contrapesar al bipartidismo. Su estrategia consistió, por un lado, en construir un movimiento político con programa y estatutos en el mediano plazo, fruto del consenso de todas las fuerzas de la coalición y a la espera de una posible vinculación del epl, el prt o la Corriente de Renovación Socialista (crs), que se encontraban negociando sus respectivas desmovilizaciones; por el otro lado, en robustecerse con la llegada de sectores o personas desencantadas del bipartidismo. Pero ante tan corto lapso las organizaciones rehuyeron la discusión acerca de la forma y los contenidos del nuevo movimiento. Preocupados en el cómo obtener réditos personales y para sus formaciones, los dirigentes desestimaron las fisuras que asomaron. De allí que la ad m-19, al tiempo que produjo ilusiones entre los contradictores del sistema, generó sosiego en quienes lo aprobaban. De nuevo con Nieto, quedó la imagen de “un movimiento político sin identidad, excesivamente moderado, preocupado más, al parecer, por mostrarse sin ninguna peligrosidad para el sistema que por una alternativa política creíble ante la opinión nacional; en lo programático y político no logró configurar realmente una alternativa de cambio, su mayor atractivo lo siguió representando la configuración de una lista integrada en su mayoría por exguerrilleros”.34

El pasado armado de gran parte de los candidatos de la ad m-19 no constituyó un fardo. Los sondeos que precedieron la elección de la Asamblea revelaron un apoyo por encima de los partidos del régimen. Ya en la elección, su lista superó a las dos conservadoras,35 y no muy lejos del conjunto de treinta listas arrogadas del Partido Liberal (fenómeno este que llevó a Francisco Gutiérrez Sanín a hablar de “pulverización”).36 El bemol al éxito de la ad m-19 lo puso la gran abstención: apenas tres millones y medio de personas se acercaron a las urnas. Al respecto los comentaristas arguyeron la poca movilización de la maquinaria bipartidista y la apatía creciente para con las instituciones estatales. Pero decantando, fue claro que los representantes del régimen estimaron que un cambio de Constitución descompondría lo que aún quedaba de la Constitución de 1886, retraerse de otras reformas que la sucedieron e inhumar el pacto del Frente Nacional. Si conviene citar a un Rousseau como a un Tocqueville, para quienes las costumbres determinan el espíritu jurídico de una nación, en Colombia este se instituyó con una estructura normativa que moldeó los hábitos; toda posible transformación quedó en manos de dos partidos regidos por las elites sociopolíticas que, con escasas excepciones, sostuvieron los vestigios del feudalismo decimonónico.

La responsabilidad de la abstención fue mutua. Del bipartidismo, pues sus jerarquías no tuvieron voluntad para imponer el interés de la colectividad; cediendo a las presiones de las direcciones regionales y siendo permisivas con las corrientes, incondicionales a cacicazgos. Del Congreso, toda vez que sus principales figuras desacreditaron la Asamblea; sin autonomía frente a grupos de presión ligados a gremios y elites territoriales temerosas de perder los privilegios conseguidos precisamente con el concurso del Parlamento. Sin descartar la injerencia de las mafias que en connivencia con algunos políticos temieron que el cambio desmantelaría sus redes clientelares y sus expectaciones asociativas. De la izquierda legal y reformista, con impericia para disputarles votos a las derechas en los sectores marginales donde se habían arraigado con dádivas y baturras. Además, no supo enmendar ese llamado a la abstención que la caracterizó en el pasado y que seguían haciendo las guerrillas y las fuerzas partidistas que disentían de la Asamblea Constituyente. Igualmente contaban el corto tiempo para preparar la elección y unas elecciones parlamentarias y presidenciales recientes, lo que produjo lasitud en el electorado, sin olvidar los costos financieros. Empero, la alta abstención no borró el hecho de que por primera vez una fuerza de izquierda derrotaba, por lista nacional, a uno de los dos partidos tradicionales y casi iguala al otro; aunque efímero, debe convenirse con Nieto que: “el triunfo electoral de la ad m-19 venía a representar momentáneamente el quiebre parcial del sistema político tradicional y la posibilidad de transitar de un sistema bipartidista a otro multipartidista”.37

Una propuesta desemejante al bipartidismo tradicional

La imperfecta democracia colombiana vivió dos adecuaciones promediando los ochenta con la primera elección popular de alcaldes en 198838 y el inicio de la descentralización administrativa. Lo que en parte se debe a los movimientos políticos de izquierda. Con el Acto Legislativo 1 de 1985, el presidente Betancur cumplió a los acuerdos tras las treguas con los grupos guerrilleros y con las corrientes disidentes dentro del establecimiento. Como mejor lo explica Fernando Giraldo, “los objetivos primordiales de esta ley se dirigen a coordinar las relaciones entre el Estado y los partidos y a determinar las actividades partidistas. Para tal fin establece el reconocimiento estatal de estas colectividades a partir de su inscripción en el Consejo Nacional Electoral, la cual se acepta cuando los partidos presentan una declaración de sus principios, su estructura organizacional y sus finanzas de campaña”.39 Las primeras que se beneficiaron fueron las organizaciones de izquierda al poder promocionar abiertamente sus programas. Dado que no se trataba de la aurora anhelada, muchas estimaron la reforma insuficiente frente a los valores y efectos del ­régimen bipartidista, por lo que coligieron que la participación real solo llegaría con un cambio más radical.

La interpretación que del sistema de partidos colombiano tenía Paul Oquist era: “más que dos partidos, las organizaciones Liberal y Conservadora son ante todo una suma de fracciones, por lo que se trata de un sistema multipartidista”.40 Sin embargo, lo que se observa es que tales fracciones, con sus variantes, y a diferencia de las fuerzas excluidas o sin representación en ese supuesto multipartidismo, actuaban en coherencia con los deseos de una misma elite socioeconómica.41 Elites, de seccionarlas entre una de corte industrial y otra feudal, o en razón de su arraigo territorial, que hasta décadas recientes no hicieron otra cosa que sintonizarse con las instrucciones prorrumpidas desde los partidos Liberal y Conservador, que controlaron el 80 % del electorado. Si las coaliciones programáticas o estratégicas de las organizaciones de izquierda antes de la aparición de la ad m-19 no estremecieron en lo más mínimo al bipartidismo, fue menos por sus propias indeterminaciones y disputas inmovilizadoras que por la inalterabilidad de este. Sin negar que el Frente Nacional desde 195842 haya aplacado rencores y sectarismos al suplantar el bipartidismo radical por uno moderado y su repartición milimétrica de la burocracia estatal, el pedido de un cambio constitucional emerge en un contexto que urge a una nueva reconciliación nacional, comprendiendo a las fuerzas políticas excluidas. Es a estas que Eduardo Pizarro Leongómez, entre otros, denominaron “terceras fuerzas”,43 en sus palabras: “aquellas que no han recibido un aval proveniente de los partidos tradicionales o de algunas de sus fracciones o facciones, que mantienen una total autonomía de las bancadas de uno y otro de estos dos partidos y no participan en sus respectivas convenciones”.44 No obstante, en este trabajo se prescinde de un término atrapatodo que impide discernir aquellas que se ubican en el campo de izquierda; cuya ambición por el “ejercicio directo del poder”45 es clara, con el objeto de realizar reformas parciales, progresivas o radicales distintas a las empleadas por el sistema político en plaza.

La Asamblea Constituyente duró ciento cincuenta días46 y estuvo integrada por setenta miembros, incluidos dos por cada organización guerrillera desmovilizada, que fue una oferta directa al epl, el prt y el Movimiento Armado Quintín Lame (maql), que aún negociaban. Y fueron precisamente estos tres grupos a los que en parte se debe un aspecto modernizante del mecanismo electoral colombiano. Mediante una carta al Gobierno y a las fuerzas comprometidas con la Asamblea, propusieron: el remplazo de las papeletas que distribuían los partidos o movimientos políticos en el momento de la votación por un tarjetón único elaborado y distribuido por la Registraduría, con nombres y foto de cada candidato y el logo respectivo de su organización partidista; la instalación de cubículos para ejercer el derecho al voto individualmente y con reserva; la creación de circunscripciones especiales para las comunidades indígenas, afrocolombianas, y las llamadas minorías, que iban desde las ambientalistas y cívicas, pasando por las metafísicas (católicas, evangélicas, etc.), hasta las que se autodesignaban apolíticas por el hecho de no proceder del bipartidismo ni de reconocidas organizaciones de la izquierda; el cambio, que obviamente no tuvo eco, de un régimen presidencialista a uno parlamentario.

De la autorización condicionada a la desmovilización, fue el epl el que sacó mejor ventaja, en parte gracias al Frente Popular; a los nombres de Germán Toro, presidente de la Federación Colombiana de Educadores (Fecode), y Fabio Rodríguez Villa, dirigente del Movimiento Estudiantil por la Constituyente, inscritos en la lista de la ad m-19; se sumaron Darío Mejía Landaeta y Jaime Fajardo, elegidos por voto secreto en la Cuarta Conferencia Nacional de Combatientes del epl, en enero de 1991. En ella se profundizó la disidencia liderada por Francisco Caraballo. Mientras que el grueso de sus camaradas vio en la desmovilización una oportunidad de renovar el régimen político, sepultando el bipartidismo, y consideró la Asamblea Constituyente el espacio “donde la apertura democrática se coloca al centro de los cambios que permitan la libre expresión del pensamiento ciudadano y donde el constituyente primario se pueda erigir como soberano de los destinos de la patria”,47 Caraballo manifestó que se trataba de “la recomposición del pacto burgués, la herramienta estelar para la reinstitucionalización que necesita la burguesía, será la Asamblea Constitucional. Con la versión gavirista de ella, el pueblo legitimaría el remozamiento del Estado y se hundiría la daga de la explotación y la opresión en su nueva versión”.48 Con dos delegados de la tríada epl-pcc-ml-Frente Popular, uno del prt, Alfonso Peña Chepe, con voz pero sin voto, uno del maql, como mero figurante, dos de la up y diecinueve de la ad m-19, la izquierda eligió veinticuatro constituyentes (véase figura 2.2).


Figura 2.2 Distribución de escaños en la Asamblea Constituyente de 1990

Fuente: elaboración propia con base en los datos de la Registraduría Nacional del Estado Civil.

Con su “lista nacional”, la ad m-19 confirmó su ascendencia. De 60 candidatos (51 hombres y 9 mujeres), eligió 19 delegatarios, con 992 613 votos, el 26.75 %. Exguerrilleros, tránsfugas del bipartidismo, intelectuales y figuras deportivas integraron la lista encabezada por Antonio Navarro. Y con él: Carlos Ossa, Álvaro Leyva, Rósemberg Pabón, José María Velasco, María Mercedes Carranza, María Teresa Garcés, Héctor Pineda, Fabio Villa, Angelino Garzón, Otti Patiño, Óscar Hoyos, Germán Toro, Orlando Fals Borda, Augusto Ramírez, Abel Rodríguez, Germán Rojas, Álvaro Echeverry y Francisco Maturana. En la coalición Por el Derecho a la Vida, en la que participó la up, con 95 088 votos (el 2.56 %) estuvieron Alfredo Vázquez Carrizosa y Aida Abella. Sin olvidar a Jaime Fajardo y Darío Mejía Landaeta, por el epl, y Alfonso Peña Chepe, por el prt.49

Asamblea y Constitución Política, la izquierda como protagonista

Es una constante en la historia de las ideas y de las organizaciones políticas el que determinados hechos aceleran la maduración de procesos, si no es que los engendran. Tal pájaro de Minerva, en la metáfora hegeliana, una contingencia puede hacer visible aquello que estaba latente. La Asamblea Nacional Constituyente y la Constitución de 1991 son un digno ejemplo; y aunque no son ejes de análisis del presente trabajo, sí obligan a advertir algunos efectos y mutaciones en la Colombia de las últimas décadas, y en especial para el campo de la izquierda.

Cristalizando la idea de un nuevo contrato social, la Asamblea tuvo una presidencia tripartita: Horacio Serpa por el Partido Liberal, Álvaro Gómez por las fuerzas conservadoras y Antonio Navarro por la izquierda y las formaciones ajenas al bipartidismo. Los tres guiaron las deliberaciones, defendiéndolas de sus oponentes, que apostados principalmente en el Congreso obstruyeron los intentos de modificación radical.50 El corto tiempo impidió evacuar temas afectados por valores y comportamientos atávicos liados a la Constitución de 1886; la cual, en palabras de Francisco Giraldo, había “unificado el país pero sin un profundo consenso de las elites regionales y de la población, a la cual se le había concedido solo una parte de sus derechos políticos”.51 La de 1991 en cambio, pese al mesurado entusiasmo de las jerarquías políticas regionales y una violencia sin tregua,52 contó con el beneplácito de más fuerzas políticas e incorporó deberes y derechos a tono con postulados de la democracia moderna, pese a perpetuar evocaciones stricto sensu conservadoras como la familia base de la sociedad o la impetración a una proyección metafísica para que salvaguarde al país.

Con diecinueve delegatarios, la ad m-19 pudo participar en las diferentes comisiones, logrando ubicar algunas de sus propuestas en la nueva Carta. Fue en ese momento cuando manaron las divergencias encubiertas por la precipitación con que se armó dicha coalición. Una de las más notorias se dio alrededor de la reforma a las Fuerzas Armadas. En particular, quienes no provenían del m-19 le reclamaron a quienes sí por la moderación y actitud consensual en un tema que gran parte de la izquierda consideraba vital. Visto por Villarraga y Plazas, la idea que defendió el sector del m-19 fue “golpear, ante todo, a las castas políticas más regresivas y llama a un amplio acuerdo para citar a las elecciones parlamentarias. Esto lo jalonó la ad m-19 en alianza con el Movimiento de Salvación Nacional y se impuso con el concurso del liberalismo y del Gobierno”.53 Otra divergencia se debió a la pusilanimidad para oponerse al neoliberalismo, que preparó Barco y aplicó Gaviria. La Asamblea fue propicia para que sus defensores elogiaran los cambios en América Central y del Sur. Allí o allá el denominado viraje económico se yuxtapuso a las reformas constitucionales (un caso aparte es el de Chile), en Colombia, en cambio, este fue total y el de carácter político apenas de un cuarto.

Luego de que los tres copresidentes homologaron el texto, el cenáculo Constituyente aprobó la creación de la Comisión Especial Legislativa. Conocida como el Congresito, e integrada por miembros de las fuerzas participantes, preparó con los comisionados del Gobierno central, los poderes públicos regionales o locales, la dirigencia empresarial, los jefes partidistas y los líderes sociales la entrada en vigor de la nueva Constitución. La mayor crítica que recibió fue el haber legislado en medio de una paz parcelada; aunque cierto, a sus opositores les faltó ser imparciales en el momento de determinar las responsabilidades del sistema político que continuaban sosteniendo. El Congresito debió mucho de su ineficacia al hecho de que entre algunos de sus integrantes los compromisos con sus respectivas colectividades partidistas condicionaron sus determinaciones titubeantes en el momento de innovar los hábitos osificados, justamente por las prácticas de aquellas.

El país real se antepuso a quienes se habían entusiasmado con el país soñado a raíz de la aparición de la ad m-19, y una vez que perdieron hálito los anhelos depositados en la Asamblea Constituyente. Aquellos que se erigieron representantes de esa porción ciudadana que se sentía huérfana del Estado debieron invertir la interpretación simplista de la reacción colombiana, que estimaba que no eran más que contestatarios. A su favor, la izquierda legal y reformista contaba con ese liderazgo de buena parte de sus dirigentes y que no surgió ni con la Asamblea Constituyente ni con el Congresito ni con la creación de la ad m-19, sino que tuvo lugar bien atrás: entre otras, en la dirección de una facción o partido clandestino, la jefatura de un comando o grupo guerrillero, el impulso u orientación de un movimiento social, la responsabilidad sobre una seccional o sindicato. En lo que sí resultó trascendental la coyuntura constituyente fue que sirvió de pórtico a la carrera política de muchos de aquellos líderes, pues, ya con las elecciones parlamentarias de marzo de 1991, se convirtieron en profesionales de la política, lo que les implicaba, de acuerdo con Daniel Gaxie, “consagrarse todo el tiempo a esta nueva actividad. Es abandonar el medio inicial para destinar toda la energía a un nuevo universo social regido por sus propias leyes”.54 Para una izquierda hasta entonces excluida, en parte por su resolución a no aspirar al poder por medio de sufragio universal, el hecho de ser coautora de la Constitución patentizaba una aquiescencia a la democracia y la no distorsión de la política,55 como continuaría justificándolo ese otro segmento que permaneció armado.

Es sinuoso evaluar qué aspectos de la Constitución fueron fruto de la oficiosidad de los delegados por la ad m-19, la up, el prt u otros movimientos y partidos de ese campo. Someramente aparecen: el derecho a una educación universal, gratuita, y la libertad de instrucción; el reconocimiento a las organizaciones y los movimientos sociales en el fortalecimiento de la democracia; la no reelección presidencial, o de los parlamentarios tras dos periodos consecutivos, la interdicción del cúmulo de mandatos;56 la no extradición de nacionales; la creación del Fondo de Solidaridad y Emergencia Social; la acción de tutela, la creación de la Corte Constitucional y de organismos de protección de los derechos humanos; el reconocimiento pleno a las denominadas minorías (indígenas, afrocolombianas, rom y raizales) y la creación de una circunscripción nacional para el Senado y otra especial para la Cámara, incluida una para quienes residen en el exterior. Y, algo generalmente desdeñado, la búsqueda de mecanismos tendientes a la reconciliación con los grupos que permanecían en armas. Aunque la gran conquista política, o al menos en el papel, fue el título iv, o “De la participación democrática y de los partidos políticos”, en los capítulos ii, “De los partidos y movimientos”,57 y iii, “Del Estatuto de la Oposición”.

Proclamada la Constitución, se afirmó la representatividad de la ad m-19, cuya oposición se circunscribió a un programa de gobierno diferido. En su favor dispuso de algo que Medófilo Medina advirtiera en un caso previo: “si se analiza la historia reciente incluyendo la coyuntura de surgimiento de la up, se puede concluir que la paz y el ejercicio del diálogo han conformado para la izquierda el campo de inversión con más alta rentabilidad política”.58 La nueva Constitución requeriría, además de debates o proyectos de ley, la sanción de las Altas Cortes, y que el Congreso y el Ejecutivo facilitaran el papel de la oposición. El freno a las controversias y propuestas que emanaban de la ad m-19 vino con la invitación que Gaviria le hizo a Antonio Navarro Wolff de integrar su gobierno de apertura;59 lo que paradójicamente, en una democracia sitiada por la violencia, actuó como un escudo para la dirigencia y contra los intereses nocivos dentro o fuera del establecimiento.

Los costos del entusiasmo

Como por doquier, la puesta del bloque soviético y la cesación de las dictaduras de América Latina condujeron a un sector de la izquierda colombiana a acondicionar su proceder y discurso.60 Las dirigencias restablecieron lazos con quienes abandonaron las pautas socialistas o comunistas, y se aproximaron a los movimientos sociales que irrumpían. El contexto no podía ser más favorable. Pero ¿cuán consciente fue de las realidades inéditas que se expresaban en las diferentes capas de la sociedad? Aguardando que se visara la Constitución y poder fijar sus prioridades, a la ad m-19 le llegó otra coyuntura electoral. Borrón y cuenta nueva, la Asamblea Constituyente, con la aprobación del ­Gobierno y las jefaturas bipartidistas, convino renovar el Congreso.

Tras la irrupción de Esperanza, Paz y Libertad, Bernardo Gutiérrez, con relación a la ad m-19, declaró: “nosotros vamos a ingresar decididamente y vamos a trabajar por acercar allí a los trabajadores, a los campesinos, a los estudiantes, a los profesionales, a las mujeres y a todas las gentes progresistas, patriotas y honestas de nuestro país”.61 Perteneciente a esa generación que no fue la que fundó el epl ni se aferró al axioma “el poder nace del fusil”, Gutiérrez, quien objetó que para superar las controversias los diferentes movimientos debían renunciar a sus especificidades construyendo un verdadero partido, tuvo que someterse a la voluntad mayoritaria. Con 34 votos contra 20, primó la posición de participar en la ad m-19, pero con independencia de las diferentes fuerzas y preconizando una orientación socialista frente a una de centroizquierda promovida por quienes encabezaban la alianza. Como argumento, la exformación maoísta se declaró capaz de adelantar un proyecto político en las zonas que estuvieron bajo su influencia.62 Las diferencias revelaron una división por arriba, impensable bajo la admonición del desaparecido pcc-ml, que se profundizó con las renuncias de Jaime Fajardo, quien se vinculó a la ad m-19, y del propio Gutiérrez, que en un típico ejemplo de transfuguismo fue a parar al Partido Liberal.63

Sin peso en la ad m-19, quienes permanecieron en Esperanza, Paz y Libertad cedieron a la presión. Severamente Antonio Navarro les dijo: “el problema de la Alianza son ustedes, pues no se disuelven y donde voy me los encuentro con banderas, camisetas y grupos de activistas propios del epl. Como si la ad m-19 fuera un frente de izquierda, reclamando participación de grupo, sin entender que la gran mayoría de la gente quiere es al m-19”.64 En una reunión antes de las elecciones la dirigencia de Esperanza, Paz y Libertad emplazó a la ad m-19 a aproximarse a las bases populares y a clarificar su programa. Allí, en calidad de invitado, y confortado con una opinión cercana al 70 %, Navarro expuso: “nuestro propósito es construir un partido muy amplio, en ascenso político, neutralizando sectores y manteniendo con toda claridad la hegemonía en el campo democrático. Pero por eso también vamos a incluir a empresarios y personas provenientes de los partidos tradicionales en la conformación de la lista de aspirantes al Congreso”.65 Sin profundos ajustes estaba revalidando los designios de Carlos Pizarro en el momento de la desmovilización del m-19.

Los resultados electorales de octubre de 1991 confirmaron la recuperación del Partido Liberal, que afirmó su supremacía con 145 congresistas,66 y del conservatismo, que pese a la división obtuvo 80 parlamentarios. Del lado de la izquierda, la ad m-19 tuvo un desempeño aceptable, aunque menor al anunciado. Con 9 senadores y 13 representantes, su votación fue menor a la alcanzada para la Asamblea Constituyente, pero mayor a la de los comicios de marzo de 1990, ratificando su ascendencia en las clases medias urbanas. Su lista al Senado, encabezada por Vera Grabe, sacó 454 467 votos, 68 942 solo en Bogotá,67 y para la Cámara de Representantes, 339 407 votos. La up, con 69 339 votos al Senado,68 eligió a Hernán Mota, y con 33 084 a la Cámara, logró tres curules. El Partido Social de los Trabajadores (pst) consiguió 4467 votos para el Senado.69

Con su campaña “Cien días por la democracia”, la ad m-19 buscó remozar las costumbres políticas. La tarea iniciaría por el propio Congreso luego de que la Asamblea Constituyente venía de renovarlo, solo que el tamaño de su grupo parlamentario, el 9 %, le impidió incidir en un espacio que siguieron dominando las fuerzas tradicionales. A ello se añadieron dos factores. De un lado, la incertitud generada por el hecho de que el Legislativo pasaba a ­manos de personas que en su mayoría no tenían en su historial otros cargos de elección popular y que pese al aparente interés por perseguir los postulados constitucionales continuaron sojuzgados a “barones electorales” o facciones partidistas emplazadas a prender la maquinara que les permitiría recobrar el control total de los puestos de poder cedidos por la convulsión reformista. Del otro lado, la apatía y aplacada valoración que un gran segmento de la población tuvo de la nueva Constitución; la abstención en la elección de la Asamblea Constituyente evidenció el escaso compromiso del régimen y la tarea que tenía de hacerle aprehender el Texto al país, aún más cuando los partidos descuidaron su papel de preceptores, que en cambio hicieron algunas organizaciones no gubernamentales (ong) y asociaciones, principalmente cercanas a la izquierda.

Asimismo, las elecciones enteraron a la ad m-19 del respaldo del voto independiente, ante un discurso de renovación y pluralismo de los partidos tradicionales que no convenció. Con una sola lista al Senado se mostró en tanto estructura homogénea, aunque los apetitos personales y grupales eran manifiestos. Buscando hacerla atractiva, Navarro la abrió a los empresarios y políticos que dejaron el bipartidismo, lo que disgustó a algunos dirigentes, como Carlos Alonso Lucio:

No hay división en la ad m-19. Lo que pretendo es hacer un llamado de alerta ante nuestra pérdida de identidad […]. Lo que está pasando no justifica todos los años de lucha que pasamos en el monte. Lo que está pasando es que el movimiento se ha confundido con los poderes tradicionales. Concretamente con tres: con el Gobierno, con la clase política y con el gran capital. Hemos realizado unas alianzas más con fines electorales que con fines políticos reales.70

Es difícil evaluar cómo pasó el mensaje ambivalente de la ad m-19. Si su ingreso al mercado político como portavoz de los inconformes con el sistema apenas alteró los resultados electorales, sin rebajar los niveles de abstención, fue palmario el distanciamiento que la clase media comenzó a tener con la oferta tradicional. El éxito de algunos temas asentados en la Constitución en parte por la labor de sus delegatarios, y que el Congreso debía ratificar, se supeditó a los acuerdos o concesiones a los que llegase con la bancada liberal y los conservadores. En adelante esa tarea quedaba en manos de un grupo de dirigentes que aparecía como el germen de una futura elite política de izquierda. Junto a Vera Grabe, se destacaban Everth Bustamante, también del m-19, y Samuel Moreno Rojas, por la Anapo.71 Mientras que de los trece representantes el nombre para retener era Gustavo Petro.72

Tras las elecciones tomó fuerza en la base de la ad m-19 la cuestión de la organicidad. Pero la jerarquía le dio prioridad al manejo de los réditos electorales. Para evitar la desbandada, hubo quienes exhortaron a acelerar la puesta en marcha de la estructura partidista pospuesta por las coyunturas electorales, mediante un primer congreso, lo que de inmediato rechazó Antonio Navarro, quien tenía su propia posición: “configuremos la organización más por la vía política, de sus procesos, y no de un congreso como tal”.73 Visto así, se trataba de una decisión, en palabras de Duverger, que se acomete “desde o a partir de la cima”,74 es decir, que se erige por la ascensión de sus dirigentes en los escalones de decisión, y no por medio de la consolidación de los vínculos con las bases, ni de la elaboración programática consensuada con todas las fuerzas partícipes en la coalición. La idea preconizada por la gran figura de la izquierda legal y reformista era la de una campaña de afiliaciones, lo que no sin retintín comentaron Villarraga y Plazas:

Había en Navarro y en otros dirigentes, especialmente del m-19, una idea facilista sobre la consolidación de un partido moderno. Pensaban en carné con banda magnética, canales de información ágiles por correo y equipos funcionales que garantizaran el despliegue de la iniciativa política y la publicidad. Pero se ignoraba la complejidad de la integración, la diversidad de condiciones y los escasos elementos de cultura política y de participación, tanto en la población como en los propios adherentes”.75

Aunque hubo discusiones sobre el programa y las afiliaciones, el primer congreso tuvo que aguardar por tres razones. La primera, al nombramiento de Navarro como ministro de Salud se le miró más con reproche que halago. Mientras que en la primera mitad de su cuatrienio Gaviria le propuso a la ad m-19 una participación crítica e independiente, finalizando 1992, y con el desplome de la opinión en su favor, le exigió un respaldo incondicional, provocando la renuncia de Navarro. La ad m-19 participó hasta el final en el Gobierno76 de una manera pasiva, manteniendo con Gaviria una relación apacible, aunque, en definitiva, señala Jaime Nieto, “su independencia crítica”77 se circunscribió estrictamente a temas como la extradición o el rechazo a las fumigaciones de los cultivos ilícitos, soslayando aquellos de envergadura, como la paz, la economía, las relaciones internacionales y la política interna. Contrario a lo esperado, la dimisión de Navarro no le permitió reparar su propia imagen; lo que explica que no hubo nuevas adhesiones, y el pobre resultado de la ad m-19 en las elecciones territoriales de marzo de aquel año.

La segunda razón fue la descoordinación de sus parlamentarios; que no rindieron cuentas, trabajaron aisladamente, sin relación alguna con la estructura o sus jerarquías. Igual que Navarro, consideraron que el desarrollo del proceso mismo determinaría su organicidad. El caso de la ad m-19 encaja, de nuevo, con dos consideraciones que hiciera Duverger respecto al surgimiento de los partidos. La una, “primero está la creación de grupos parlamentarios, luego viene la creación de comités electorales, y seguidamente está la articulación de esos dos elementos”.78 No obstante, quedaba pendiente una unidad menos incierta y un programa mínimo a partir del cual sus corrientes o grupos, ­actuando como supuestos comités, interactuasen con los congresistas. La otra, su carácter de movimiento político lo asemejaba a un partido “creado desde el exterior”;79 pero la contrariedad estaba en la carencia de centralización, lo que es congénito a las organizaciones de su tipo.

La tercera razón fue la predisposición de la ad m-19 a promover la candidatura presidencial de Navarro faltando dos años para los comicios. Sus militantes les acreditaron una importancia tal a los primeros sondeos de opinión que pensaron que solo el candidato que se impusiera entre liberales y conservadores podía disputarle la Presidencia. Precipitándose a entrar en campaña sin ni siquiera oficializar la candidatura de Navarro, la expusieron a las alteraciones típicas del itinerario hacia el poder, despilfarrando la energía que hubiera servido en la elaboración de un programa de gobierno que el propio Navarro hubiera podido someter al escrutinio de su electorado y de la opinión en general. Él mismo poco hizo por enderezar el rumbo. Sin el cargo ministerial, le faltó primor para poner de relieve sus diferendos con el Gobierno mientras le sobró para reprobar las intenciones de los dirigentes que pretendían otra orientación para la ad m-19.

De las recriminaciones externas que cayeron sobre la ad m-19, pocas se cimentaron en el pasado guerrillero de la mayoría de su dirigencia —lo que sí va a darse dos décadas después en el marco de nuevos procesos—. Más bien fue en el seno mismo de esta alianza donde hubo quienes permanecieron atentos a un paso en falso de Navarro para reabrir los debates. Las figuras ajenas a la izquierda que se vincularon no aportaron en la dinamización de esta. Para completar, y mientras las fuerzas tradicionales “renovaron” el Congreso con nuevas caras, aunque curtidas en la política a nivel regional y local, la ad m-19 perdió reciamente en razón de ese acuerdo de los asambleístas. Ausentes del debate parlamentario y concluido el certamen constitucional, fue descolorido su protagonismo para animar el movimiento al cual adhirieron. Las elecciones regionales y locales del 8 de marzo de 1992 corroboraron el atasco (véase tabla 2.1). Las alianzas ocasionales le sirvieron de componendas burocráticas, pero no de afianzamiento, y las que estableció con representantes de las elites lo perjudicaron. Los balances, la reconciliación nacional y la consolidación de la democracia pasaron a un segundo plano para una militancia más urgida en conocer el cómo sus directivas asumirían la crisis y proyectarían el avenir de la ad m-19. Concerniente a otras fuerzas de la izquierda, la situación no fue por lo tanto mejor. Si buscaron a nivel local o regional conseguir lo que les era huidizo, a nivel nacional los resultados mostrarían la amplia ventaja de los partidos del régimen. Algo verdaderamente prodigioso es que, pese a los riesgos, la up presentó candidatos y algunos resultaron elegidos.

Tabla 2.1 Elegidos por la izquierda en las elecciones locales del 8 de marzo de 1992

Partido o movimiento políticoAlcaldes(Inscritos – elegidos)Concejales(Inscritos – elegidos)Diputados(Inscritos – elegidos)
Alianza Democrática m-1987 – 1705 – 25162 – 17
Unión Patriótica – Partido Comunista Colombiano35 – 12198 – 10628 – 10
Ejército Popular de Liberación – Frente Popular2 – 08 – 46 – 51 – 0
Partido Social de los Trabajadores8 – 018 – 27 – 0
Alianza Nacional Popular1 – 110 – 54 – 3
Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario016 – 50 – 0
Total partidos o movimientos de izquierda133 – 14961 – 459102 – 31
Total nacional3333 – 102414 434 – 81851149 – 492

Fuente: elaboración propia con base en los datos de la Registraduría Nacional del Estado Civil.

El respaldo que frente a otras organizaciones de izquierda legal y reformista tuvo la ad m-19 no correspondió con una primacía en el juego electoral ni con un anclaje a nivel nacional. Descontando la Alcaldía de Barranquilla, que obtuvo por medio de una alianza con fuerzas locales, sus verdaderos logros fueron una Alcaldía en el departamento de Sucre y 251 concejales y 17 diputados repartidos principalmente en Atlántico, Antioquia, Santander y Nariño. Por su parte, la up pasó de 11 a 12 alcaldes con respecto a las elecciones de 1990, además cerca de la mitad de las listas que ofertó para los concejos municipales y las asambleas departamentales salieron compensadas. En lo que atañe al epl-Frente Popular, la Anapo, el moir y el pst, sus lucros fueron módicos.80

A partir de 1992 la ad m-19 recurrió a un discurso populista y al clientelismo, lo cual precedieron dos imputaciones desde la base. La una contra las actitudes conciliadoras del grupo parlamentario y otros dirigentes; algo que Navarro reconoció: “en general, actuábamos sobre unos ejes ideológicos alternativos, pero políticamente dejamos de ser una piedra en el zapato, dejamos de ser rebeldes”.81 La otra contra la estructura vertical que hizo curso y la importancia que asignaba a las clases medias respecto a las pobres. Para algunos las dificultades se debieron a que las filiaciones históricas permanecieron intactas pese al llamado de disolución en un solo agrupamiento, comenzando por quienes originaron la idea y provenían del m-19. Ni la sujeción a preceptos ideológicos, que pudieron completarse con las deliberaciones, ni la riqueza debida a esa diversidad de experiencias primaron en la ad m-19; al mejor estilo militar, la orden la daban los dirigentes más renombrados. Otros estipularon que el problema radicó en la llegada de grupos y figuras sin pasado guerrillero, sindical o ligado a organizaciones sociales con trayectoria; vistos como meros oportunistas, desconocedores de toda una historia de la izquierda cargada de abnegación, y por momentos de sangre. Esta posición produjo en ciertos dirigentes medios o militantes también de la izquierda o pertenecientes a colectividades políticas y sociales moderadas el sentimiento de haber sido aislados por quienes venían de las guerrillas. Quizás una de las mejores síntesis la proponen Socorro Ramírez y Luis Alberto Restrepo:

En lo orgánico los resultados de esta etapa de la vida de la ad m-19 fueron: i) la configuración gradual de una organización electoral, sin la experiencia y fortalezas de los partidos tradicionales, sin un discurso coherente para sostener en los espacios de representación, con lo cual se acrecentaron las semejanzas con los partidos tradicionales; ii) el aplazamiento indefinido del Congreso fundacional que debería haber discutido y adoptado un programa, integrado una dirección nacional colectiva, definido la estructura orgánica y la naturaleza de partido o movimiento, a pesar de los seminarios nacionales y los foros ideológicos que se realizaron durante 1991; iii) la formación de direcciones nacionales, más hipotéticas que reales y con poco arraigo en la militancia, integradas por los constituyentes, primero, y los congresistas después; iv) la progresiva erosión del liderazgo interno de Antonio Navarro, a pesar de que mantenía proyección política nacional.82

Esta síntesis no dista de reflexiones aquí ya expuestas. Si se disiente, es con el aparte iii. Las fuentes consultadas sugieren más bien que la dirigencia de la ad m-19 no supo maniobrar la buena reputación de la que gozaba entre la militancia ni la relación con las jefaturas regionales; en concreto, lo que le faltó fue la ratificación legal de sus funciones. En cuanto al discurso incoherente y la ausencia de un programa, de ello no cabe duda; algo que no comparten Adolfo Álvarez y Hernando Llano, quienes replican a la que estimaron la tesis que se propagó entre los intelectuales: “al contrario, precisamente por ser una preocupación muy sentida en la práctica política de varias de las formaciones llegadas a ella […], se produjeron importantes tesis y consensos políticos […] que en síntesis se podrían tipificar como una propuesta social democrática para Colombia”.83 Indudablemente hubo esfuerzos por construir una estructura que recogiese y tramitase las diversas proposiciones, pero el proyecto socialdemócrata fue el deseo de un reducido sector; en últimas, todo se supeditó a las resoluciones del Congreso diferido, y no a los arrebatos tras cada seminario o foro político.

Finalizando 1992 va a ser palpable el descalabro de otra tentativa por el poder del Estado para una fuerza de izquierda. Al mismo tiempo, quienes manifestaron afición por la afirmación de la ad m-19 en el sistema político volcaron su interés, como el resto del país, a unos índices de homicidios exagerados. La violencia afligió, entre otros, a excombatientes del epl que residían en zonas rurales; en ese caso, la responsabilidad la tuvieron tanto miembros de la fuerza pública en concierto con grupos paramilitares y de narcotraficantes como la facción que continuó en armas bajo el mando de Francisco Caraballo y las farc. La rutina sociopolítica colombiana retomó su curso con el desangre sin intervalo y dos partidos dueños de la burocracia estatal. La expectativa de un cambio del sistema bipartidista, cuyas fuerzas eran más complementarias que antagonistas, comenzó a fenecer. Si pese a lo intangible de sus efectos la Constitución fue una proeza, y si la concepción de Colombia como Estado social de derecho se impregnó también del espíritu de la izquierda legal y reformista, las propuestas de sus delegatarios con miras a la transformación social no tuvieron la temeridad esperada puesto que privilegiaron la moderación y la avenencia.

Muchos simpatizantes y militantes de izquierda, incluyendo los combatientes de la crs que se aprestaban a desmovilizarse, estimaron sin identidad a la ad m-19 y se abstuvieron de depositar en esta sus aspiraciones políticas. Hacia 1993 la disgregación quedó reflejada en el cambio de percepción de la opinión; a un año de la elección presidencial, el respaldo a la candidatura de Navarro se desplomó a 12.5 %, bien lejos del 70 % que recogió al finalizar la Asamblea Constituyente. El dirigente trató tardíamente de encauzar el rumbo en el Foro Ideológico Nacional, en febrero de 1994. Allí varios asistentes le pidieron que más bien encabezara la lista al Senado y constituir la que sería la bancada opositora al régimen, aprovechando la dispersión de listas. La decisión de Navarro, que se colige con los resultados del 29 de mayo,84 mostró que la ad m-19 nunca superó el badén ideológico y político que paliaron sus primeros logros electorales (véase tabla 2.2). A nombre de Compromiso Colombia, su votación fue menor a la de Jaime Pardo Leal en representación de la up en 1986. Que Navarro una vez eliminado haya apoyado a quien saldría presidente fue algo fortuito. Para completar, con 140 819 votos, la ad m-19 perdió las nueve curules conseguidas apenas tres años antes.

Tabla 2.2 Elecciones presidenciales de 1994

CandidatoPartido o movimientoVotación
Primera vuelta, 29 de mayo
Ernesto Samper PizanoPartido Liberal2 623 210
Andrés Pastrana ArangoNueva Fuerza Democrática2 604 771
Antonio Navarro WolffCompromiso Colombia219 241
Segunda vuelta, 19 de junio
Ernesto Samper PizanoPartido Liberal3 733 366
Andrés Pastrana ArangoNueva Fuerza Democrática3 576 781

Fuente: elaboración propia con base en los datos de la Registraduría Nacional del Estado Civil.

1 La Alianza Nacional Popular (Anapo) fue una disidencia en el interior del Partido Conservador.

2 Bushnell, David. Colombia: Una nación a pesar de sí misma. De los tiempos precolombinos a nuestros días. Bogotá: Planeta, 2002, pp. 334-335.

3 Aunque el m-19 se nutrió principalmente de cuadros de la facción Anapo Socialista y de las farc, no actuó ni fue reconocido como brazo armado de la Anapo (ver Lara, Patricia. Siembra vientos y recogerás tempestades: la historia del m-19. Sus protagonistas y sus destinos. Bogotá: Planeta, 1986).

4 Estos comicios, además de haber estado marcados por amenazas de saboteo proferidas por grupos de guerrilla, tuvieron como hecho particular la elección del Congreso, las asambleas departamentales, los concejos municipales y los alcaldes, solo faltó la elección presidencial. Asimismo, el Partido Liberal realizó una consulta para escoger su candidato oficial a la Presidencia. Las elecciones para elegir el Congreso, las asambleas departamentales, los concejos municipales y los alcaldes (que comienzan en 1986), se realizaron cada dos años y conjuntamente hasta 1990. A partir de 1991, y luego de la Constitución, se acordó que las elecciones parlamentarias se realizarían cada cuatrienio, comenzando en 1994, en una fecha o año distinto a elecciones regionales y municipales, que la Ley 163 del 31 de agosto de 1994 fijó para cada tres años, el último domingo de octubre.

5 El m-19 logró elegir dos alcaldes en ciudades intermedias y algunos concejales municipales.

6 Rodríguez Raga, Juan Carlos. Posibilidades y riesgos de la actual reforma electoral en Colombia: un análisis del sistema electoral colombiano. En Francisco Gutiérrez (comp.), Degradación o cambio. Evolución del sistema político colombiano (pp. 1-23). Bogotá: Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales y Norma, 2002. En 1990 hubo 351 listas a la Cámara de Representantes.

7 Registraduría Nacional del Estado Civil. Resultado de escrutinio para Alcalde Mayor de Bogotá D. C., pp. 45-46. En Resumen elecciones del 11 de marzo de 1990. Bogotá. El candidato liberal, Juan Martín Caicedo, fue elegido con 597 295 votos. Carlos Pizarro obtuvo el 7.7 %.

8 Blanquer, Jean-Michel. Les élections colombiennes en 1990, p. 70. Problèmes d’Amérique Latine, 98, cuarto trimestre de 1990, pp. 49-72 [todas las versiones españolas de las citas en francés son traducción propia].

9 Registraduría Nacional del Estado Civil. Resultados para el Senado de la República, p. 227. En Resumen elecciones del 11 de marzo de 1990. Bogotá.

10 Se trata del liberalismo independiente dirigido por Clara López Obregón, Fuerza Democrática Liberal y el Movimiento de Renovación Liberal.

11 Bernardo Jaramillo Ossa fue asesinado el 22 de marzo de 1990. Fue el remplazo de Jaime Pardo Leal al frente de la up, quien también cayó por la acción homicida el 11 de octubre de 1987. Pardo Leal fue el primer candidato presidencial de la up, en 1986.

12 Jaramillo Ossa fue apodado el Perestroiko por parte de algunos militantes de la izquierda ortodoxa.

13 Los alcaldes de la up fueron elegidos en su mayoría en municipios de Cundinamarca, Tolima, Antioquia, Caquetá y Meta; los del Frente Popular, en Antioquia, Atlántico, Cesar, Huila, Boyacá y Guajira; el de la Anapo, en Córdoba. Los de la alianza fomentada por el m-19 se repartieron en todo el país, aunque con más fuerza en Cundinamarca y el Valle.

14 Fals Borda, Orlando. La accidentada marcha hacia la democracia participativa en Colombia. Análisis Político, 14, septiembre-diciembre de 1991, p. 53.

15 Plebiscito o referéndum, no existe un acuerdo entre los analistas al respecto.

16 Dos de los principales dirigentes de este movimiento, Fernando Carrillo y Manuel José Cepeda, eran también asesores en las conversaciones que sostuvo el Gobierno con el epl.

17 Creados luego del asesinato de aquel dirigente y en particular por personas que abandonaron la up, en estos círculos participó Iván Cepeda, hijo del dirigente comunista Manuel Cepeda, con quien tuvo debates, así como con el pcc.

18 Se destacan los movimientos y grupos: Inconformes por Nariño, el Frente Amplio del Magdalena Medio, Causa Común, Acción Nacionalista por la Paz, Corriente de Integración Popular, Movimiento de Participación Ciudadana.

19 Villarraga, Álvaro y Plazas, Nelson. Para reconstruir los sueños: Una historia del epl. Bogotá: Fondo Editorial para la Paz y Fundación Cultura Democrática, 1994, p. 318.

20 Ibid.

21 Angelino Garzón (Revolución, 366, abril de 1990), citado en Villarraga, Álvaro y Plazas, Nelson. Para reconstruir los sueños… op. cit., p. 319.

22 Pizarro fue asesinado el 26 de abril, dentro del avión que de Barranquilla lo llevaría a Bogotá, luego de un mitin de campaña.

23 El otro candidato, sin duda el futuro presidente, fue Luis Carlos Galán Sarmiento, asesinado el 18 de agosto de 1989. Su postulación la hizo a nombre del Nuevo Liberalismo, disidencia del Partido Liberal.

24 Giraldo, Fernando. Sistema de partidos políticos en Colombia. Estado del arte 1991-2002. Bogotá: Centro Editorial Javeriano, 2003, p. 35.

25 La votación en esas presidenciales fue de 6 030 580, el potencial estimado era de 13 millones. Las cifras varían entre las fuentes. Aquí se citan las cifras que aparecen en: Giraldo, Fernando, Muñoz, Patricia y Losada, Rodrigo. Atlas sobre las elecciones presidenciales de Colombia 1974-2002. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2005, p. 65. Según esta fuente, al Senado hubo 7 644 340 votos. La votación de Gaviria estuvo muy por debajo de los 4 214 510 que obtuvo Barco en 1986.

26 Bajo la controvertida dirección de Achille Occhetto, el Partido Comunista Italiano se transformó tras un Congreso en 1991 en el Partido Democrático de Izquierda, reformista. Una facción significativa mantuvo el dogma comunista y creó el Partido de la Refundación Comunista.

27 Nieto, Jaime Rafael. La Alianza Democrática m-19 y la crisis del sistema bipartidista en Colombia. Maestría en Ciencia Política. Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia. Medellín, 1995, pp. 180-181.

28 En específico la Tercera Conferencia Internacional sobre las Mujeres, Nairobi (1985), que creó el Fondo de Desarrollo de la Naciones Unidas para la Mujer (Unifem).

29 Entrevista a Fabio Rodríguez Villa, en octubre de 1992, Medellín (en Villarraga, Álvaro y Plazas, Nelson. Para reconstruir los sueños…, op. cit., pp. 340-342).

30 Luis Eduardo Nieto (Apuntes sobre elecciones del 27 de mayo, junio de 1990), citado en Nieto, Jaime Rafael. La Alianza Democrática m-19…, op. cit., p. 182.

31 Jaime Nieto, citado en Nieto, Jaime Rafael. La Alianza Democrática m-19…, op. cit., p. 183.

32 Como ministro del gobierno Barco, Gaviria avaló la convocatoria de una Asamblea Constituyente propuesta por los movimientos de estudiantes.

33 Esto porque la Sala Constitucional conceptuó que la potestad de una reforma de esa índole la tenía el Congreso; asimismo lo cavilaron algunos expresidentes y curtidos jefes del bipartidismo. La votación en la Sala Plena de la Corte de Justicia fue de 14 votos a favor y 12 en contra. La misma entidad autorizó el inicio de las sesiones a partir del 9 de diciembre de ese año de 1990.

34 Nieto, Jaime Rafael. La Alianza Democrática m-19…, op. cit., p. 187.

35 Una de las listas fue la del Movimiento de Salvación Nacional, dirigida por Álvaro Gómez Hurtado, que obtuvo 574 411 votos (el 15.48 %), la otra fue la del Partido Social Conservador, encabezada por Misael Pastrana Borrero, con 236 794 votos (el 6.38 %).

36 Gutiérrez Sanín, Francisco. Fragmentación electoral y política tradicional en Colombia: piezas para un rompecabezas en muchas dimensiones. Perfiles Latinoamericanos, 20(10), junio del 2002, pp. 53-77. Aunque el término atañe a las elecciones de 1990, su análisis abarca un periodo más largo. Dicha dispersión compete al bipartidismo, aunque Sanín se detiene en el caso liberal. El analista se opone a las interpretaciones que asumen que la fragmentación electoral le sirvió básicamente a quienes manejan el clientelismo, a los políticos tradicionales; así que la fragmentación no produjo tales beneficios, ya que se trató principalmente de un acomodamiento dentro de los mismos partidos en un momento de crisis orgánica. Los trabajos de este autor son altamente recomendables a quienes se interesan en el sistema político colombiano y en los aspectos en materia electoral del Partido Liberal.

37 Nieto, Jaime Rafael. La Alianza Democrática m-19…, op. cit., p. 186.

38 Designados hasta entonces por los gobernadores departamentales, a su vez nombrados por decreto presidencial.

39 Giraldo, Fernando. Sistema de partidos políticos…, op. cit., p. 33.

40 Oquist, Paul. Violencia, conflicto y política en Colombia. Bogotá: Instituto de Estudios Colombianos y Biblioteca Banco Popular, 1978.

41 Se está completamente de acuerdo con la tesis de Juan Guillermo Zapata según la cual con el Frente Nacional se avaló de manera definitiva en Colombia el modo de producción capitalista (ver Zapata, Juan Guillermo. Despolitización del bipartidismo y nuevas violencias. Consecuencias del Frente Nacional. Kabái, 9, del 2001, pp. 93-101).

42 Hay quienes ven en 1974 el fin del Frente Nacional. Más bien ese año comienza su declive, pues su herencia iría hasta la segunda mitad de los años ochenta, ya que el régimen siguió obstaculizando los intentos de otras terceras fuerzas de alcanzar el poder.

43 Ver también los trabajos de Jaime Rafael Nieto, Fernando Giraldo o Pedro Santana Rodríguez, entre otros.

44 Pizarro Leongómez, Eduardo. Colombia: ¿Renovación o colapso del sistema de partidos?, p. 109. En Manuel Alcántara y Juan Ibeas (eds.), Colombia ante los retos del siglo xxi. Desarrollo, democracia y paz (pp. 99-126). España: Ediciones Universidad de Salamanca, 2001. Pizarro Leongómez estima que estas fuerzas son parte de los partidos mismos, y las define como “aquellas fuerzas que, a pesar de portar una sigla particular o incluso presentarse como multipartidista, han recibido el aval de un partido o movimiento reconocido legalmente por el Consejo Nacional Electoral” (ibid., p. 108).

45 Charlot, Jean y Charlot, Monica. Les groupes politiques dans leur environnement. En Madeleine Grawitz y Jean Leca (dirs.), Traité de science politique. iii: L’action politique (cap. 6, pp. 429-496). París: Presses Universitaires de France, 1985.

46 Las sesiones iniciaron el 5 de febrero y culminaron el 4 de julio. El Decreto 1926 del 24 de agosto de 1990 regló su duración.

47 Francisco Caraballo, citado en Villarraga, Álvaro y Plazas, Nelson. Para reconstruir los sueños…, op. cit., p. 338.

48 Ibid., p. 337.

49 Dos dirigentes indígenas fueron elegidos: Francisco Rojas Birry, a nombre de la Organización Nacional Indígena de Colombia (onic), con 31 783 votos, el 0.85 %; y Lorenzo Muelas Hurtado, por la lista de las Autoridades Indígenas de Colombia (aico), con 22 443 votos, el 0.60 %. Jaime Ortiz Hurtado, por el movimiento Unión Cristiana – Confederación Evangélica de Colombia, alcanzó una votación de 115 201 sufragios, el 3.10 %. Los tres dirigentes trabajaron en la Asamblea Constituyente y en lo sucesivo junto con la izquierda, incluso integrando alguna de sus fuerzas.

50 Dada la alta abstención a la elección de la Asamblea Constituyente, el dirigente conservador Misael Pastrana Borrero afirmó que “no se ha decretado por el pueblo la muerte de la Constitución del 86”, y en una indirecta al buen resultado de la ad m-19 agregó: “hay un espejismo en los resultados del m-19, pues es claro que quienes apoyaron sus tesis ambiguas y fueron a votar son una porción reducida de la población en capacidad de expresarse”. Idéntica impresión tuvo Alfonso López Michelsen al ver que la votación da cuenta de que el pueblo la recibió con “el mayor desdén electoral que haya registrado la historia política de este siglo que termina”. Para Antonio Navarro, la abstención “es el reflejo del voto amarrado que estaba acostumbrado a recibir algo a cambio” (El Tiempo. Bajísima votación por la Constituyente la coloca en problemas políticos. El Tiempo, Primer Plano, 10 de diciembre de 1990, p. 3A).

51 Giraldo, Francisco. Sistema de partidos políticos…, op. cit., p. 29.

52 El epl denunció el asesinato de varios excombatientes pasada su desmovilización (ver Villarraga, Álvaro y Plazas, Nelson. Para reconstruir los sueños…, op. cit., p. 454).

53 Villarraga, Álvaro y Plazas, Nelson. Para reconstruir los sueños…, op. cit., p. 455.

54 Gaxie, Daniel. La démocratie représentative. París: Montchrestien, 2003, p. 88.

55 Tal como lo conviene Hannah Arendt y contra la máxima del general Von Clausewitz “de que la guerra es la continuación de la política por otros medios” (ver Arendt, Hannah. On Violence. Orlando, Florida: Harcourt, 1970, p. 9).

56 Medida que comenzó con el Acto Legislativo 1 de Betancur; hasta 1986 un diputado a la Asamblea podía ser concejal.

57 Sin duda fundándose en dichos capítulos, y en especial el artículo 108, concerniente a la atribución de la personería jurídica, es que Guerrero atinó en una incoherencia al notar que mientras en el artículo 39 se exigen principios democráticos en la organización sindical, social y gremial, no ocurre exacción pareja con los partidos políticos: “en dos ocasiones sucesivas que se puso a votación el artículo 108 de la Constitución, la dividida mayoría liberal y el desarticulado bloque conservador cerraron filas dentro de la Constituyente en torno a la categórica negativa a admitir que la disposición contuviera la exigencia de someter la organización interna de los partidos, es decir, de los suyos, a principios democrático” (Guerrero Apráez, Víctor. Ley Estatutaria de Partidos y Movimientos Políticos, ¿democracia de partidos o de movimientos?, p. 74. Foro, 21, septiembre de 1993, pp. 72-79).

58 Medina, Medófilo. La crisis de la izquierda en Colombia, p. 50. Foro, 15, septiembre de 1991, pp. 45-52.

59 Gaviria renovó la tradición que quebró su antecesor, Barco, quien solo vinculó a quienes salían de las toldas liberales.

60 Las derechas no se quedaron atrás y remozaron algunas prácticas y el lenguaje a fin de no aparecer anticuadas.

61 Discurso en Medellín de Bernardo Gutiérrez, el 4 de marzo de 1991 (citado en Nieto, Jaime Rafael. La Alianza Democrática m-19…, op. cit., p. 198).

62 Particularmente en el Urabá, en los Montes de María y en algunas zonas de Risaralda. Paralelamente se presentaron otras tres posiciones, la una, promovida por el dirigente que tuvo el epl en la Asamblea Constituyente, Germán Toro, alegó la imposibilidad de impulsar un proceso de corte socialista por fuera de la ad m-19, y un momento de crisis en la izquierda; la otra sugirió acordar comúnmente programa y estatutos preservando la autonomía de cada grupo; y otra más planteó que lo primero era consolidar Esperanza, Paz y Libertad a nivel regional.

63 En específico la corriente presidida por Ernesto Samper. Una década después Bernardo Gutiérrez hizo las paces con la izquierda y participó en la creación del colectivo del pda en Italia, país donde murió en enero del 2008.

64 Antonio Navarro Wolff, citado en Villarraga, Álvaro y Plazas, Nelson. Para reconstruir los sueños…, op. cit., p. 462.

65 Ibid., p. 464. La reunión fue sostenida entre el 6 y el 7 de agosto de 1991.

66 El Partido Liberal, con 2 489 647 votos, obtuvo 56 senadores, para la Cámara, con 1 852 296 votos, se hizo a 87 escaños. El Partido Social Conservador tuvo, respectivamente, 507 501 votos, con 20 senadores, y 534 734 votos, con 25 escaños. El total de votos para el Senado fue de 5 486 394 y para la Cámara de 3 369 774.

67 La otra parte de los votos procedían de Cundinamarca (13 211 votos a los que se les suman los de Bogotá), Valle (53 321 votos), Atlántico (45 208 votos), Nariño (36 136 votos) y Antioquia (26 779 votos). De estos 9 senadores, uno fue elegido por la Anapo.

68 Fue en Cundinamarca en donde la up obtuvo su mejor resultado en la votación para el Senado con 16 570 votos, luego en Antioquia (11 616 votos), Arauca (5613 votos) y Santander (5017 votos).

69 Sin datos respecto a la Cámara de Representantes.

70 Entrevista a Carlos Alonso Lucio, el 19 de noviembre de 1991, Bogotá (en Nieto, Jaime Rafael. La Alianza Democrática m-19…, op. cit., p. 216).

71 Los otros senadores fueron Pedro Antonio Bonet, Carlos Albornoz Guerrero, Mario Laserna, Eduardo Chávez y Aníbal Palacio.

72 Por Cundinamarca, Gustavo Petro alcanzó 12 940 votos. Otros representantes fueron Ramiro Alberto Lucio Escobar, con 60 153 votos, por Bogotá; Rafael Jaime Navarro Wolff, con 63 302 votos, por el Valle; Manuel Antonio Castilla Espinosa, con 42 000 votos, por Atlántico; y Gloria Cecilia Quiceno Acevedo, con 38 376 votos, por Antioquia.

73 Antonio Navarro Wolff, en la reunión de Esperanza, Paz y Libertad del 6 y 7 de agostos de 1991 (en Villarraga, Álvaro y Plazas, Nelson. Para reconstruir los sueños…, op. cit.).

74 Ver Duverger, Maurice. Les partis politiques. París: Seuil, 1981, p. 37.

75 Villarraga, Álvaro y Plazas, Nelson. Para reconstruir los sueños…, op. cit., p. 467.

76 Navarro Wolff fue remplazado por Camilo González Posso, quien a su vez fue remplazado por Gustavo de Roux.

77 Nieto, Jaime Rafael. La Alianza Democrática m-19…, op. cit., p. 213.

78 Duverger, Maurice. Les partis politiques…, op. cit., p. 24.

79 Ibid., p. 37.

80 Los candidatos que la up presentó a las alcaldías recogieron 23 675 votos, los de la ad m-19, apenas 831 votos, y los de la Anapo 29 639 votos.

81 Navarro Wolff, Antonio. ¿Qué paso con la ad m-19? No supimos definir una personalidad política. Entrevista, p. 60. Revista Foro, 24, septiembre de 1994, pp. 57-62.

82 Ramírez, Socorro y Restrepo, Luis A. Actores en conflicto por la paz. El proceso de paz durante el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986). Bogotá: Cinep y Siglo XXI, 1988, p. 53.

83 Álvarez, Adolfo y Llano A., Hernando. La Alianza Democrática m-19: ¿una tercera fuerza frustrada?, p. 69. Foro, 24, septiembre de 1994, pp. 63-75.

84 A partir de esas elecciones y por determinación de la nueva Constitución va a exigirse contar una mayoría absoluta para acceder a la jefatura del Estado, lo que va a abrir la posibilidad de una elección a dos vueltas.

La izquierda legal y reformista en Colombia después de la Constitución de 1991

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