Читать книгу Introducción a la Comunicación NoViolenta - José Gerardo Sánchez Lozano - Страница 11
ОглавлениеLos sentimientos
“El corazón le habla al alma en un lenguaje que solo el alma y el corazón comprenden. Nosotros podemos comprender su diálogo. El primer paso es aprender el lenguaje de los sentimientos”.
Sentimientos
Como te habrás dado cuenta, estoy usando un código de color para hablar de las partes del modelo con el que estamos trabajando: los hechos son amarillos, los juicios e interpretaciones están en blanco y negro, el espacio de los sentimientos es rosa y, como iremos viendo, el de las necesidades, azul, y acciones, estrategias o peticiones, verde.
Los Hechos desencadenan sentimientos dentro de nosotros. Los sentimientos son el código de acceso a lo que sucede en nuestro interior. Nos ayudan a entender lo que es realmente importante para nosotros para que podamos tomar decisiones y llevar a cabo acciones cuya finalidad es atender eso que consideramos central en una situación dada.
Según el psicoanalista americano Rollo May “la persona madura llega a ser capaz de distinguir sus sentimientos y percibir sus matices como experiencias fuertes y apasionadas, o delicadas y sensibles, como si se tratara de diferentes pasajes dentro de una sinfonía”. Pero, para muchos de nosotros, nuestros sentimientos son, como describe May, “limitados como las notas de un clarín.”
Cuando se enciende un piloto en el cuadro de mando de tu coche puedes reaccionar de varias maneras. Puedes ignorar la luz o apartar la vista para no verla. También puedes cortar los cables para que se apague o decir que ese tono de rojo te gusta o no te gusta. Pero lo más sensato es atender aquello que la luz del piloto te está indicando que hay que atender. Lo mismo pasa con los sentimientos. Los sentimientos son el lenguaje con el que la naturaleza, es decir, la vida, nos dotó para comunicarse con nosotros para indicarnos sin nuestras necesidades están siendo satisfechas o no.
Desafortunadamente, en la cultura en la que vivimos no se fomenta a que estemos en contacto con nuestros sentimientos, y mucho menos a comprender que éstos son el lenguaje de la vida expresándose a través de nosotros. Desde pequeños se nos enseña a reprimirlos (cortar el cable), a desviar nuestra atención (no mirar la luz del piloto) o a decir que son importantes o que no lo son tanto, pero normalmente no se nos enseña que son portadores de mensajes clave.
Cuando se comprende que nuestros sentimientos son los indicadores que nos dicen si nuestras necesidades, si lo importante para nosotros, está siendo atendido o no, o si los comportamientos de otras personas, o los nuestros propios, están en armonía con nuestros valores o no, adquieren una profundidad y un significado nuevo para nosotros. De aquí la importancia que tiene enseñarnos a nosotros mismos a ser sensibles a nuestros sentimientos y a desarrollar un repertorio lo más extenso posible para poder “leerlos” e identificarlos cuando los vivimos, y así comprender qué pasa en nuestro ser con respecto a nuestras necesidades y valores, lo que nos posibilita a expresarnos de manera eficaz, clara y enriquecedora, tomar mejores decisiones y llevar a cabo acciones más eficaces.
Cuando la vida es escuchada, es decir, cuando tenemos claridad sobre lo que es importante para nosotros a través de nuestros sentimientos, se produce dentro de nosotros una sensación de equilibrio, claridad y espacio. El no estar en contacto con este movimiento y expresión de la vida genera, además de muchos otros problemas, una de las enfermedades más comunes en nuestros días: el estrés.
Los sentimientos los sentimos en el cuerpo. El miedo lo podemos sentir en el estómago y en el pecho, o como una contracción de los músculos del cuello, los hombros, los brazos y el abdomen, por ejemplo. La rabia a menudo la sentimos como tensión en diferentes partes del cuerpo: la mandíbula, los puños, las piernas, el estómago, la espalda, el abdomen…, la cara se nos contrae, fruncimos el entrecejo y apretamos los dientes.
Los sentimientos de alegría, felicidad, paz, tranquilidad, etc. los sentimos como relajación y apertura. La cara se nos relaja y se nos ilumina, el pecho se nos expande, los hombros y el cuello se nos destensan. La tristeza puede hacernos sentir un nudo en la garganta y ganas de llorar, que son a su vez una serie de sensaciones que tenemos a nivel físico.
El cuerpo es una parte importante de nuestra experiencia porque nos habla de lo que sucede dentro de nosotros a nivel emocional. Cuanto más sensibles somos a nuestro cuerpo más en contacto podemos estar con nuestros sentimientos. El cuerpo no miente y la cabeza a veces sí. Puede ser que me diga a mí mismo que estoy tranquilo, pero siento tensión en los brazos y el cuello. Luego, lo más probable es que realmente no esté muy tranquilo y que no me esté dando cuenta que posiblemente esté sintiendo miedo y/o frustración, aunque sea quizá de manera muy sutil.
Ya que los sentimientos son tan importantes porque tienen información vital para nuestro bienestar, nuestra comprensión sobre lo que es importante para nosotros y sobre cómo estamos, y porque contribuyen a nuestra claridad a la hora de tomar decisiones o llevar a cabo acciones, es imprescindible tener un repertorio amplio de palabras que los describen para ayudarnos a identificarlos con todos sus matices. En la página siguiente tenemos un repertorio de sentimientos que nos ayudará en esta tarea.
REPERTORIO DE SENTIMIENTOS
Me siento…
Alegría
Vivo
Feliz
Curioso
Sorprendido
Tranquilo
Estimulado
Satisfecho
Confiado
Contento
Encantado
Decidido
Animado
Conmovido
Orgulloso
Agradecido
Esperanzado
Inspirado
Relajado
Aliviado
Emocionado
Miedo
Temeroso
Asustado
Preocupado
Con miedo
Avergonzado
Desconcertado
Confundido
Confuso
Dubitativo
Impaciente
Intranquilo
Ansioso
Nervioso
Agobiado
Renuente
Estresado
Aterrorizado
Rabia
Enfadado
Molesto
Rabioso
De mal humor
Exasperado
Frustrado
Furioso
Impaciente
Indignado
Irritado
Resentido
Consternado
Tristeza
Aburrido
Decepcionado
Desanimado
Desesperanzado
Dolido
Exhausto
Impotente
Deprimido
Solo
Melancólico
Triste
SEUDO-SENTIMIENTOS
Son palabras que a menudo se confunden con sentimientos pero que en realidad son nuestra interpretación del comportamiento de las otras personas. En este sentido, estas palabras no se refieren a emociones o sentimientos sino a pensamientos (evaluaciones, diagnósticos o interpretaciones).
Intimidado
Usado
Manipulado
Humillado
Olvidado
Incomprendido
Juzgado
Criticado
Ignorado
Atacado
Maltratado
Forzado
Rechazado
Traicionado
Abandonado
Atrapado
Invadido
Obligado
Cuando decimos cosas como, “Me siento juzgado”, es importante ver que esto realmente no es un sentimiento sino un pensamiento (es una interpretación, evaluación y/o diagnóstico que hago del comportamiento de otra persona). Al decir, “me siento manipulado”, por ejemplo, lo que realmente está pasando es que pensamos que la otra persona nos está manipulando.
Cuando nos sorprendamos diciendo este tipo de frases sería interesante parar un minuto para “sentir” y ver qué emoción se encuentra debajo de ese pensamiento. Cuando pienso que alguien me está manipulando, que es en sí una interpretación, pueda que el sentimiento detrás de dicha interpretación sea de rabia, impotencia o confusión.
Igualmente, es importante hacer lo mismo cuando decimos cosas como “Me siento un idiota”. Esta frase no refleja un sentimiento sino un diagnóstico o evaluación que tengo sobre mi persona. Si logro identificar el sentimiento debajo de este juicio sobre mi persona, quizá me dé cuenta de que estoy sintiendo vergüenza, tristeza o irritación con respecto a algo que he hecho.
Ejercicio: piensa en algo que hace alguien que te gusta y algo que hace esa misma persona, u otra, que no te gusta. También puedes hacer este ejercicio con situaciones.
Con respecto a lo que me gusta, mi ejemplo podría ser, “Cuando mi hija me pregunta cómo estoy, me siento contento” (teniendo en cuenta que es adolescente y que a menudo los adolescentes no se interesan demasiado por cómo están sus padres en situaciones normales.) O cuando salgo por la noche después de un día caluroso y siento fresquito me siento cómodo y aliviado. (Esto lo estoy escribiendo en medio de una ola de calor en Madrid.)
Con respecto a lo que no me gusta, a menudo me siento irritado e impaciente cuando estoy en un atasco. O cuando pasa tiempo y una amiga a la que considero muy cercana no se comunica conmigo, me siento un poco rabioso y triste.
Identifica los sentimientos que surgen en ti con relación a las situaciones sobre las que estás pensando y escríbelas así: “Con respecto a (situación) me siento (sentimiento)”.
Ten cuidado de no decir algo así como: “Me siento enfadado porque mi hijo no hace sus deberes” porque si lo expresas así, lo que estás presuponiendo es que el hecho es la causa de tus sentimientos. Como vamos a ver a continuación, los hechos no son la causa de nuestros sentimientos sino el estímulo. Para poder empezar a desacoplar el sentimiento del hecho, te sugiero que lo expreses de la manera que propuse al principio de este párrafo: “Con respecto al hecho que mi hijo no hace sus deberes, me siento frustrado”.
Como puedes ver, los sentimientos son universales: es algo que compartimos todos los seres humanos independientemente de nuestro origen, nacionalidad, estatus, género, ideales políticos, etc.