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¿LAS PSICOFONÍAS SON UN FRAUDE?

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En absoluto, pero los errores apreciativos son muy habituales. El hecho de que un alto porcentaje de voces puedan ser cuestionadas no desacredita al fenómeno, sino a los métodos y a las personas.

El término asociado al mundo de las voces conocido como «falsos positivos» no habla de una voluntariedad por parte del experimentador de promover un fraude, sino de una precipitada validación de un sonido natural debido al desconocimiento de los procesos o canales de su registro.

Existen programas que nos señalan gráficamente en el espectro cromático del sonograma cómo en las voces de las psicofonías no existe «golpe de glotis», lo cual indica que no ha sido pronunciada por una garganta humana. Esto de por sí no autentifica una voz, pero nos da pistas para que, conjuntamente con el uso de otros programas más sofisticados, podamos determinar con mayores y más precisas informaciones el origen y características de una voz. Ahora bien, el manejo de estos programas requiere de conocimientos fonéticos e informáticos que van más allá de un nivel de usuario.

La manera más simple de autentificar una psicofonía, cuando se carece de recursos técnicos, es aplicar el sentido común. Esto supone fijarse unos niveles de exigencia que nos haga trabajar solo con aquellos archivos razonablemente audibles y entendibles. Someter a preguntas a nuestros invisibles comunicantes no tiene como único objeto recabar información sobre aquellos o la conformación de su mundo, sino que un cuestionario bien diseñado puede indicar si el fenómeno interacciona inteligentemente con nosotros. En cierta ocasión pregunté en una antigua encomienda templaria por «algún hermano templario que esté cerca», recibiendo por contestación en apenas unos segundos: «sí, estamos cerca». En casos así, se sobrentiende que es muy difícil aludir a intromisiones espurias.


Jose I. Carmona junto a Fernando Jiménez del Oso durante las jornadas Vida después de la vida, Hellín (Albacete).

Sin embargo, esto no debería ser suficiente para los especialistas; más allá de grabar y autentificar voces, se hace necesario controlar el proceso que nos lleva hasta ellas. Para ello, se suele fabricar el contexto en el que se produce una voz inyectando frecuencias con unos valores fijos, para después precisar oscilográficamente si se ha producido una anomalía de los valores de referencia. Habría que hablar en este caso de un concienzudo trabajo de laboratorio y no de improvisadas experimentaciones de campo.

Otros métodos nos llevan a modificar las características técnicas de determinados aparatos. En el caso de las «voces directas de radio» (VDR), solemos anular el sintonizador del dial, de tal modo que minimizamos el riesgo de recibir sonidos normales al operar entre emisiones convencionales. Una práctica muy extendida es utilizar varias micro-emisoras que generen diferentes espectros de ruidos (blanco, marrón, etc.,), reconduciéndolos mediante un mezclador hacia un programa infor má tico de grabación. Una puntualización muy im portante de por qué se emplean diferentes ruidos y portadoras es que la causa paranormal necesita de un aporte suplementario para manifestarse. Este puede ser lumínico, acústico o herciano, de tal modo que se sirve de ese sustrato para impresionar sus mensajes.

En grabaciones a campo abierto, una buena recomendación es llevar más de una grabadora con el fin de cotejar los posibles ruidos ambientales, teniendo en cuenta que ambas grabadoras deberán ser modelos similares, puesto que si no es así se podrían producir frecuencias de respuesta diferentes. El motivo de usar dos grabadoras no es otro que observar si, en el momento de la sobreimpresión, la voz se ha sincronizado en ambas, pues generalmente las voces solo deberían recogerse en una de ellas. Si queremos tomar más medidas de prevención, es aconsejable servirnos de barreras electroacústicas para impedir la afectación del campo geomagnético y pantallas de radiofrecuencia que inhiben el paso de ondas hercianas.

Psicofonías. El enigma de la transcomunicación instrumental

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