Читать книгу Atrapamiento y recuperación del alma - José Luis Cabouli - Страница 14
Capítulo II
El síntoma: la vía regia de acceso a la experiencia del alma
ОглавлениеEl síntoma es la manifestación a nivel físico de una experiencia traumática que aún no se resolvió y en la cual el alma está atrapada. Esta experiencia está excluida de la conciencia física y, al mismo tiempo, es la experiencia responsable del síntoma. De modo tal que la experiencia responsable del síntoma es una experiencia traumática que todavía no terminó y que está excluida de la conciencia física. Toda experiencia traumática no resuelta, y de la cual yo no tengo consciencia, necesariamente tiene que manifestarse de alguna manera, y lo hace a través de los síntomas. Síntoma es todo aquello que se siente en el cuerpo y que es propio y característico de una enfermedad; por extensión, lo aplicamos a las sensaciones físicas, emocionales, energéticas o pensamientos que afectan a una persona. En el marco de la TVP y de cualquier terapia el síntoma es lo que una persona trae para sanar cuando acude al terapeuta.
El síntoma, entonces, me está diciendo que fuera de la conciencia de la persona que consulta hay una experiencia traumática que todavía no terminó y en la cual el consultante está atrapado sin saberlo. Cuando un paciente se encuentra frente a mí, terapeuta, relatando el problema que lo aqueja, yo debo pensar que es posible que una parte de esa persona esté viviendo atrapada en otra realidad. Mientras el paciente está hablando conmigo, debo tener presente todo lo que hemos dicho anteriormente. De un lado la persona se encuentra aquí y ahora conmigo, exponiendo su problema, pero al mismo tiempo hay otra parte o partes del alma de esa persona atrapadas en experiencias inconclusas y que están sucediendo en forma simultánea con la vida presente. El síntoma es como la punta de un iceberg; es la síntesis de una experiencia del alma que aflora y se manifiesta en la superficie de la conciencia física. Si recorro el síntoma desde la punta del iceberg hacia su base sumergida me encontraré con la experiencia responsable del síntoma. El síntoma me está diciendo: aquí hay una experiencia que está excluida de la conciencia. Por lo tanto, el síntoma es la vía de acceso directa y más fácil para acceder a la experiencia que lo origina, ya que el síntoma proviene de allí mismo, de la experiencia en la cual el alma está atrapada. Un síntoma, una experiencia excluida de la conciencia.
Esta vía de acceso requiere entrenamiento por parte del terapeuta para reconocer en el discurso del paciente las sensaciones, las emociones, las palabras o las frases que aluden a la experiencia excluida de la conciencia. Tengo que entrenarme para eso, tengo que aprender a escuchar, ya que cualquier cosa que diga el paciente puede que provenga de otra realidad, y yo debo reconocer eso. Supongamos que el paciente simplemente me dice “no puedo más”. Lo que inmediatamente cabe preguntarse es: ¿dónde se encuentra esta persona cuando dice “no puedo más”? ¿No puede más aquí y ahora o no puede más en otro lugar? ¿En qué otra realidad está el paciente cuando dice esto? Como terapeuta, me corresponde tener presente todo el tiempo que cuando el paciente está relatando su problema puede estar refiriéndose a otra realidad, aunque él no lo sepa. Si soy consciente de que cuando el paciente está experimentando el síntoma una parte de su conciencia está viviendo una experiencia en otra realidad, podré ayudarlo a entrar en contacto con esa otra realidad para acabar con la experiencia en la cual se encuentra atrapado.
Un ejemplo clásico de lo que estamos exponiendo es la claustrofobia. Cuando ante la vista de un ascensor una persona experimenta ahogo, taquicardia, pánico y la sensación de muerte inminente, lo que acontece es que una parte de esa persona se está muriendo encerrada en algún lugar, en otra realidad. Cuando la persona está experimentando síntomas de claustrofobia, una parte de ella ya se ubica en una experiencia que aún no ha terminado, de modo que no hay necesidad de hacer ninguna preparación especial, porque la persona ya está en otra realidad y sólo debo profundizar el síntoma principal para acceder a la experiencia original. Cualquier persona que al entrar en un ascensor o en un lugar cerrado experimentara los síntomas de la claustrofobia podría sanarse allí mismo si un terapeuta la acompañara en ese mismo momento a terminar con dicha experiencia. Sucede que, habitualmente, la persona o bien evita entrar en el ascensor o bien toma un sedante o alguien le indica un ejercicio de relajación, con lo cual anulamos el síntoma y perdemos la oportunidad de traer a la conciencia física la experiencia que genera la claustrofobia. El ahogo me dice que la persona se está ahogando en una experiencia que todavía no terminó; para ayudarla hay que traer a la conciencia física la experiencia que está originando el ahogo para poder terminarla. Siguiendo el síntoma me encontraré con la experiencia que lo está provocando y que está excluida de la conciencia.
Definido el síntoma a trabajar —en este caso, el ahogo—, lo siguiente es localizarlo en el cuerpo. Tratándose de ahogo es obvio que se experimentará en el pecho, como falta de aire y dificultad para respirar. Una vez localizado, hay que profundizar el síntoma. El paciente tiene que permitirse experimentar el ahogo. Al profundizar el ahogo comienzan a hacerse evidentes en el cuerpo otras sensaciones, como asfixia, taquicardia, temblores en el cuerpo, pánico, etc. El cuerpo me indica que el paciente ya está en otro lado. De modo que tengo que asumir sin lugar a dudas que el paciente ya está en la experiencia, aunque él todavía no lo sepa. La pregunta clave ahora es: ¿dónde te encuentras cuando estás sintiendo el ahogo, la falta de aire, el pánico, etcétera?
Puede ser que la barrera para ir hacia una vida pasada esté en el terapeuta. Cuando el paciente está sentado frente a mí, es obvio que está sentado frente a mí. Pero lo que no sabemos es en qué otro lugar está la persona mientras está sentada frente al terapeuta. Y eso es lo que tenemos que descubrir. Recordemos que todas las experiencias están aquí con nosotros, solo que no las vemos porque nuestra atención está puesta en lo inmediato, en lo que vemos, en lo que tocamos, en nuestras preocupaciones cotidianas y en lo que hemos aprendido a percibir del mundo. Todo lo que el paciente está diciendo puede ser adjudicado a otra realidad, y mi función es ayudar al paciente a entrar en esa otra realidad.
Si luego de la pregunta clave el paciente aún no tiene claro dónde se encuentra, puedo ayudarlo preguntando: ¿como si estuvieses dónde?, ¿como si estuviera pasando qué cosa?
El paciente puede definir la situación diciendo “es como si estuviese encerrado en un cajón o como si me estuvieran echando tierra encima o como si estuviese atrapado en un derrumbe en una mina”. A partir de allí ayudaré al paciente a revivir esa experiencia hasta el final para poder terminar con ella. Tengo que aceptar sin más la definición del paciente como una realidad verdadera, que está sucediendo efectivamente, sin interferir con mis cuestionamientos, dudas, creencias o esquemas convencionales ni pretender ensayar una interpretación. Lo que está sucediendo, está sucediendo.
No todos los síntomas son tan claros como el ahogo. A veces es necesario ayudar al paciente a definir la sensación, asemejándola a algo que pudiera provocarla. Por ejemplo, un dolor en el estómago podría parecerse a un puñal clavado. Una sensación de angustia podría equipararse a una cuerda que cierra la garganta. En cualquier caso, una vez que la persona ha definido la sensación, debo dar por sentado que efectivamente hay un puñal clavado o una cuerda alrededor del cuello del paciente, y animarlo a profundizar esa sensación hasta que se encuentre en la experiencia que la origina.
Si entiendo este proceso, es muy fácil entrar en la experiencia que está excluida de la conciencia. Solo tendré que desplazar la atención del paciente del aquí y ahora para enfocarla en esa otra realidad, que siempre ha estado allí, sumergida como el iceberg.
Supongamos que al momento de iniciar el trabajo terapéutico la persona no ha definido el síntoma o no está en contacto con sus sensaciones o emociones. Puede entonces recurrirse a la técnica de los cinco pasos, denominación que utilizo actualmente para la técnica de Young, o bien a algún tipo de inducción.4 El objetivo será siempre el mismo, encontrar la sensación o la emoción que lleva a la experiencia responsable del síntoma.
Una vez que el paciente entra en la experiencia excluida de la conciencia, hay que acompañarlo para que pueda revivirla y hacer todo lo necesario para completarla y terminarla.
Al desarrollar la experiencia responsable del síntoma la persona se encontrará indefectiblemente con una situación traumática. Aquí se efectúa el trabajo terapéutico propiamente dicho. Es relativamente fácil entrar en una experiencia de vida pasada; lo difícil es revivir la situación traumática y hacer lo necesario para terminar con ella. Piensen que no es nada agradable revivir una muerte en la horca, en el potro de tormento, en la hoguera o encerrado vivo en un sarcófago. Hay que pasar por ese trance, hay que sentir en el cuerpo todo lo que está sucediendo y hay que experimentar la muerte en esas circunstancias para poder terminar con esa experiencia para siempre. Vivenciando la muerte la persona logrará salir definitivamente del atrapamiento en el cual se encuentra.
Luego de que se ha vivenciado la experiencia traumática responsable del síntoma, llegamos al núcleo del trabajo terapéutico. Para realizarlo, el paciente debe señalar cuál es el momento más traumático o terrible de la experiencia que acaba de vivir. Es obvio que toda la experiencia ha sido traumática en sí misma, pero señalar el momento más aterrador o más difícil ayuda a la persona que está trabajando a centrar su atención en un punto fijo, para hacer consciente determinadas reacciones que se encuentran a nivel inconsciente y que están provocando los síntomas y la conducta actual de la persona.
Definido el momento más traumático debemos preguntar por las reacciones físicas, emocionales y mentales que se perciben en ese momento. ¿Por qué? A finales de la década de 1950, el neurofisiólogo Ben Libet (citado por Fred Alan Wolf) comenzó a investigar cómo nuestro cerebro parece procesar datos retrocediendo en el tiempo. En 1979, Ben Libet publicó un artículo sobre lo que él llamó remisión subjetiva. Nos interesa aquí que las investigaciones de Libet nos llevan a concluir que la reacción es más rápida que la percepción. En forma práctica, esto significa que somos principalmente inconscientes. Tomamos decisiones y reaccionamos a estímulos procedentes del mundo exterior de manera inconsciente, y no somos conscientes del estímulo propiamente dicho hasta muchísimo más tarde, después de que las adversidades de nuestro destino ya nos han pasado de largo o conmocionado. Cuando pensamos en lo que acaba de ocurrir nos remitimos atrás en el tiempo desde el último momento de conocimiento consciente al primer momento de la sensación. Según las experiencias de Libet, la persona se halla totalmente inconsciente en el momento de la reacción. La reacción es más rápida que la percepción.
Esto ocurre exactamente así cuando reproducimos la experiencia traumática original con la técnica de la TVP. Todas las reacciones, en todos los niveles de conciencia, tienen lugar en forma inconsciente. Por eso hablamos de reacciones y no de sensaciones. Ni siquiera las reacciones mentales pasan por la conciencia. Por eso nos perturban, porque están fuera de la conciencia del aquí y ahora y, desde el subconsciente, rigen nuestras reacciones emocionales, nuestros hábitos y nuestra conducta. Las reacciones se hacen conscientes en el momento de la regresión. Al hacer consciente lo inconsciente todas esas reacciones dejan de proyectarse sobre nuestra vida cotidiana.
Al momento de preguntar por las reacciones físicas, emocionales y mentales debemos tener en cuenta que, aunque lo hagamos por separado, todas las reacciones están teniendo lugar al mismo tiempo y en el mismo momento. Preguntamos por estas reacciones por separado para poder identificarlas y hacerlas conscientes. El hecho de que todo esto está ocurriendo al mismo tiempo nos da idea de la imposibilidad de ser conscientes de todo lo que acontece en el momento original.
Veamos con un ejemplo sencillo y acotado cómo se trabaja la secuencia del momento más traumático.
Nina es una mujer de sesenta años que consultó por un sobrepeso de cuarenta kilos. En una vida pasada, siendo hombre, alguien la acusa de un hecho falsamente para quedarse con sus tierras. Es condenada y luego de arrojarla a un pozo le tiran una piedra encima.
Nina: Me muero en ese lugar. Debo haberme roto algo. Quedo inmovilizado. Me duele el corazón. Pierdo la respiración. No puedo respirar. Encima se ríen y se burlan.
Terapeuta: Y hasta aquí, ¿cuál es el momento más terrible de esta experiencia?
N: Cuando me arrojan al pozo.
T: Y en ese momento, cuando te arrojan al pozo, ¿cuáles son tus reacciones físicas?
N: Rabia, es injusto.
T: Y en ese momento, cuando sentís la rabia, ¿cuáles son tus reacciones emocionales?
N: Espero que se descubra todo.
T: Y en ese momento, cuando sentís la rabia y esperás que se descubra todo, ¿cuáles son tus reacciones mentales?
N: Los odio.
T: Ahora fijate de qué manera todas estas sensaciones están afectando tu vida como Nina. Esta rabia, esto de “es injusto”, “espero que se descubra todo” y “los odio”; todo esto, ¿qué te hace hacer en tu vida como Nina?
N: Callarme y agredir mi cuerpo comiendo y tomando lo que no debo, esperando que todo salga a la luz.
T: Y todo esto, ¿qué te impide hacer?
N: Pensar en nuevos proyectos.5
Observen que primero hemos marcado el momento más traumático o terrible vivido por Nina en esa situación. Luego preguntamos por las reacciones físicas, emocionales y mentales de a una por vez y en ese preciso orden. Ahora Nina ha hecho consciente lo inconsciente. Ha logrado traer a su conciencia física las reacciones que estaban originando sus actitudes y sus hábitos en su vida cotidiana. El paso siguiente fue hacer dos preguntas muy simples para que Nina tomara consciencia de qué manera estas reacciones afectan su vida actual. Estas dos preguntas son: todo esto, ¿qué te hace hacer? y todo esto, ¿qué te impide hacer? Así, primero hacemos consciente lo inconsciente y luego vemos de qué manera todas esas reacciones que estaban inconscientes están afectando nuestra vida actual.
Ahora solo resta efectuar la abreacción. Para ello el paciente deberá vivenciar una vez más toda la secuencia traumática hasta terminar con la muerte, y salir de allí si se trata de una experiencia de vida pasada. Pero esta vez, al haber tomado consciencia de qué manera todo está afectando su vida actual, la persona se permitirá sentir más profundamente en el cuerpo las sensaciones físicas más desagradables. Al hacerlo, se harán conscientes las reacciones a nivel de los órganos internos, como así también otras reacciones emocionales y mentales del paciente y dichos de terceras personas que, desde la sombra, funcionaban como mandatos o programadores de conductas. Cuanto más intensamente se vive la experiencia en el cuerpo, más profundo y completo es el trabajo terapéutico.
Hagamos ahora una síntesis de los pasos a seguir a partir del síntoma.
1 Definir el síntoma.
2 Localizar el síntoma en el cuerpo.
3 Asemejar el síntoma a algo que lo pudiese provocar.
4 Profundizar el síntoma hasta que la experiencia excluida se manifieste en el cuerpo.
5 Reproducir la experiencia traumática.
6 Definir el momento más terrible o difícil de la experiencia traumática.
7 ¿Cuáles son tus reacciones físicas?
8 ¿Cuáles son tus reacciones emocionales?
9 ¿Cuáles son tus reacciones mentales?
10 Todo esto, ¿cómo te está afectando en tu vida como…?
11 Todo esto, ¿qué te hace hacer?
12 Todo esto, ¿qué te impide hacer?
13 Repetir la experiencia traumática más profundamente para hacer la abreacción.
14 Si se trata de una experiencia de vida pasada, hacer consciente la muerte del cuerpo físico para salir del atrapamiento.
15 Recuperar la energía.
16 Llevar esa parte del alma a la Luz.
Una cosa más. En ocasiones, suele ocurrir algo notable durante el trabajo terapéutico: a veces la sesión se desarrolla como si el alma conociese la técnica de la regresión o supiese lo que necesita hacer para sanarse. El paciente, sin tener la menor idea de la técnica, suele anticiparse a lo que se necesita decir o hacer. A mi modo de ver, esto evidencia que todo lo que estamos haciendo viene de un conocimiento superior, que el alma ya lo tiene. De alguna manera, lo que hacemos es poner por escrito lo que el alma ya sabe.
4 Encontrarán la técnica de Young y diferentes modelos de inducción en mi libro Terapia de vidas pasadas. Técnica y práctica, Continente, Buenos Aires, 2001 (N. del A.)
5 Todos los testimonios de pacientes reflejan la transcripción textual de lo ocurrido en las sesiones, incluyendo los giros idiomáticos o modismos propios de cada país.