Читать книгу 50 pequeñas historias para pensar a lo grande - José María Sánchez Pagán - Страница 10

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III

LA CHICA DE MIRADA ATENTA AL SUELO

De niña era: alegre, pizpireta, expresiva, de ojos llenos de mágico asombro a todo lo que le rodeaba. Daba y recibía vida por los cuatros costados. Pero finalmente creció. Su primer desengaño llegó cuando la seño de infantil le dijo que así no se cogía el lápiz.

- ¡Sí pinta a mi manera! - Le respondió la feliz niña sorprendida-

- ¡Oye, no me respondas! -Dijo la maestra furibunda-. ¡El lápiz se coge así y punto! ¡Pinza, pinza y más pinza! En ese lugar lleno de amigos y sueños que era su escuela infantil, aprendió que siempre habría personas autoritarias y no siempre con manifiesta autoridad, que le dirían como vivir su existencia. Desde ese momento su espalda se fue encorvando conforme la vida la iba atizando de un sinsentido tras otro.

Años después, Paco, en sexto curso, le hacía sentir un bullir de sentimientos efervescentes, ese fue su primer amor, un amor platónico que le dijo a la cara que nunca besaría a esa jorobada Mirasuelos. Ese apodo la acompaño gran parte de su vida.

Su inocencia se iba quebrando, su autoestima herida sólo recibía paz en la soledad de su habitación escuchando el Sunday Bloody Sunday de U2 con las persianas bajadas y en la más dolorosa oscuridad.

El instituto fue un calvario, estaba sola, auténticamente sola y nadie quería saber nada de ella salvo para emitir algún comentario de la torcida columna de nuestra chica.

Todo eso pasó, sin poder aguantar más, abandonó los estudios secundarios bajo el pesar de sus padres que lloraban a viva voz que: ¿Por qué la vida le había dado una hija, si más que hija, suponía un gran pesar en sus trabajadores y amatorios corazones de padres volcados? “Nuestra niña es una ingrata, porque no actúa como todas las chicas de su edad, estudia y es feliz ¿Qué haremos con ella?” Pobres padres, aunque me pregunto: ¿Si estaban preocupados por su única niña, o por esa imagen derrotista que emanaba de este ser sensible, solitario y herido, que les harían ejercer de guías sin tener ni ganas de actuar con esfuerzo para que su hija encontrara su camino? No analizaban el porqué de la actitud de la jorobada, no sabían ni querían ayudarla. No era aceptada. Otro duro golpe y la espalda de la chica aún más torcida hacia delante. Sus ojos vivos y expectantes en un pasado, sólo reflejaban una muerta mirada hacia la absoluta nada.

La niña crecía con una herida mortal que la había asesinado el espíritu. Créanme la soledad y la no aceptación son: el peor de los daños que el ser humano puede sentir, padecer.

La chica seguía mirando el suelo incapacitada, haciendo recados familiares sin atreverse a mirar a nadie a la cara. Resultaba sorprenderte que no se chocara con nada y nadie en su deambular ciego y lleno de reflexiones heridas. Pero aquella tarde, sí, aquella tarde lluviosa, una fortuita farola irrumpió en su espacio vital golpeando su frente. Esta emitió un sordo crujido. Ella no perdió la conciencia, pero lastimada y mareada por el trauma cayó al suelo. En ese momento, una pareja de edad juvenil (como ella) se acercó sin dudarlo a auxiliarla.

La calidez con la que le dirigieron la palabra, el afecto desinteresado que denotaba una preocupación sincera y la ayuda recibida para levantarla de ese suelo sucio lleno de mugre urbanita, la embriagó de una sincera emoción “Me ayudan y no se ríen de mí”- pensó consternada la niña-.

Carla, que así se llama nuestro personaje principal, conoció a sus primeros amigos de corazón.

“De ahora en adelante miraré la vida de frente, tengo derecho a sentir, a amar y ser amada, a ser considerada. Dejaré de esconderme y seré yo misma”

La chica comprendió que una vida debe de ser vivida, disfrutada o sufrida, pero siempre mirando hacia delante e incluso al cielo, llenando su mente de sueños y proyectos.

Poco a poco la chica se convirtió de adulta, en anciana. No tuvo una gran vida, pero al menos si tuvo una vida con encantos y desencantos. Una existencia con acciones que salían de ella.

A lo deprimidos:

La vida que merece ser vivida es la vida activa y reflexiva. La chica de esta pequeña historia lo pudo comprender tras sentir el altruismo de otros y darse una gran hostia con una farola.


50 pequeñas historias para pensar a lo grande

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