Читать книгу Agónico carmesí - Josep Játiva - Страница 10
III
Оглавление—Cariño, ¿qué está pasando?
Tu mirada vuelve a perderse a través de la ventana, entre los pechos de la prostituta que mientras fuma un pitillo, le dice algo a un joven que pasa cerca y la ignora por completo.
Pensativo, sigues hablando.
—¿Sabes?, no creí que pudiese encontrar a alguien como yo. Con un corazón, una mente y un cuerpo hechos para esto. Preparados para tales actos, para tal entrega… —Por un momento, tus ojos se encuentran con los míos. La ternura que reflejan me tranquiliza, sé que sentimos lo mismo. Desvías de nuevo la mirada, esta vez hacia un trozo de carne que parece un dedo—. Eso me preocupa porque sé que jamás volveré a cruzarme con alguien como tú. Alguien que me haga sentir completo.
Te quedas en silencio, con la mirada perdida.
Una lágrima resbala por mi mejilla creando un pequeño surco entre la sangre seca.
—Y ¿por qué te preocupa? —me atrevo a preguntar insegura.
—¿¿Por qué?? ¿No lo entiendes? ¡¡Eres única!! —De repente, montas en cólera. Asestas un puñetazo contra la pared que tienes cerca y la habitación retumba. Tu fuerza me fascina—. Tienes mucho potencial y estoy seguro de que les interesarás para el siguiente nivel. Si los conoces… Podría perderte…
«¿De qué hablas? ¿Qué es el siguiente nivel? ¿Quiénes narices son ellos?». Las preguntas se agolpan en mi mente y pugnan por salir todas a la vez.
—¿Quién…? ¿De qué...? ¿Por qué...? ¿Cómo...? —Quedo sin aliento y necesito sentarme. Más calmada vuelvo a preguntar—: ¿De qué diablos estás hablando?
Consigo centrarme en una sola cuestión, te miro atenta y seria. Tú, que te has vuelto para mirarme en el momento de mi desordenada retahíla de preguntas sin sentido, te acercas y te sientas a mi lado. Me coges la mano con delicadeza y me sorprende la dulzura de tus actos, pero no me desagrada. Me miras los dedos mientras los acaricias.
—¿Por dónde empiezo…? Ahora ya no tiene sentido ocultarlo, sabes demasiado, ya no puedo mantenerte al margen… No debí dejarte llegar tan lejos…
Entrelazas nuestras manos y aprietas con fuerza.
—Puto cobarde… —dices para ti—. He sido un egoísta al no poder contenerme. Al hablarte de ellos, de esto, al no poder apartarte de mí… Pero, por primera vez en mi vida tengo miedo... No quiero perderte…
Correspondo, mientras hablas, a tu juego de manos y te sostengo fuerte, intentando transmitirte seguridad.
—No me vas a perder. Nadie, ¿me oyes?, nadie nos va a separar. Mataré a quien lo intente.
—¿Incluso a ti misma? —me preguntas, mirándome a los ojos.
Tu pregunta me sorprende.
—¿Qué te hace pensar que me alejaría de ti? ¿No te das cuenta de que significamos lo mismo el uno para el otro? —Te sujeto la barbilla, toco esa barba de tres días que tanto me gusta y te doy un beso con amor. Me correspondes, pero te separas enseguida.
—No conoces a esa gente, dominan el arte de la persuasión y la amenaza… Y el siguiente nivel es tan suculento, que pocas pueden rechazarlo… —Un gruñido escapa de tu garganta—. Si yo fuese mujer, haría mucho que estaría en el siguiente nivel… El último, el más importante…
—¿Solo las mujeres tienen acceso al nivel más alto? Pero… ¿Qué clase de organización es esa? —Cada vez tengo más preguntas y solo tengo claro que me quieres tanto como yo a ti. Te sostengo la mirada—. ¿No lo entiendes? Por muy apetecible que sea, no hay nada que me interese más que tú, que nosotros, que esto que tenemos, esto que creamos cada noche…
Tus ojos siguen clavados en los míos, incrédulos.
No dices nada e intento tranquilizarte con mis palabras.
—Amor… Nuestro ritual es solo nuestro, no podría hacerlo con nadie más, tú despiertas mis instintos más primarios. Sin ti, la sangre no tiene sentido. Sin ti, el color carmesí pierde su valor. Sin ti, mi placer solo es agonía… ¿No te has dado cuenta todavía? Tú eres el elixir que me transforma en lo que soy, en mi verdadero yo. Sin ti, solo soy lo que fui hasta que apareciste en mi vida, un sucedáneo de mí misma. No quiero volver a ser esa mujer… —Tus ojos recuperan ese brillo que me vuelve loca de deseo. Ahora sé que me crees—. Sin ti, no soy apta para el nivel supremo, eso seguro… Pero… ¿Vas a explicarme de una vez quiénes son y a qué perteneces?
Suspiras profundamente, pero estás tranquilo. Tu mirada se pierde en el espejo lleno de restos del cerebro de uno de los chavales de anoche. Los pegotitos hacen extraños dibujos al reflejar la luz.
—Supongo que todo comenzó con aquella carta anónima que recibí en mi casa horas antes de salir hacia el trabajo. En un principio la ignoré, la dejé sobre el recibidor de la entrada pensando que sería publicidad, pero cuando volví a casa y revisé el correo me di cuenta de que no era así. La carta iba dirigida a mí. En el membrete aparecía escrito: El círculo de Ozark. En ella me comentaban que se ponían en contacto conmigo porque les parecía muy interesante y querían que formara parte de su equipo. Por los datos que reflejaban en los documentos se notaba que me conocían perfectamente. Tenían mi currículo actualizado, mis aficiones e incluso hasta mi novela preferida de El marqués de Sade. ¿Qué clase de empresa era esa? ¿Cómo podían saber qué libros reposaban en mi estantería de favoritos? Al principio me asusté, lo reconozco, pero después pensé que sería una broma de algún amigo con mucho tiempo libre. Como la carta incluía un teléfono al que llamar en caso de que estuviese interesado, llamé. Lo hice pensando que me contestaría algún conocido y la broma terminaría. —Mientras recuerdas los inicios en esta aventura del placer, vuelves a mirar por la ventana apesadumbrado—. Llamé y un contestador inició su reproducción: «Hola, Miguel Rosselló nos complace que haya decidido ponerse en contacto con nosotros. Le esperamos mañana a las 12:00 en la quinta planta del hotel Luxury Resort. Atentamente “El círculo de Ozark”».
—Entonces… ¿Los conociste? ¿Sabes quiénes son? —pregunto impaciente.
—No. Cuando llegué al hotel me atendió una mujer china que no hablaba español y me entregó un sobre. En él me explicaban que habían alquilado todas las habitaciones y salas del hotel. Que era un proyecto secreto. Que no podía enterarse nadie y que por eso el personal del hotel no había acudido a trabajar aquel día. Eran muy cautelosos y preferían evitar posibles filtraciones de información.
—¿Y no te dio mala espina todo aquello? ¡Parece de locos! —comento sin maldad.
—No tuve tiempo de reaccionar. La china me empujaba por todo el hall, hacia el interior del ascensor. «Olganización espela». No paraba de repetir, y una vez dentro del ascensor pulsó el botón y me despidió con una amplia sonrisa. —Ahora te muestras inquieto. Empiezas a moverte por el dormitorio, esquivando los cuerpos destrozados todavía presentes en la habitación—. Al salir de allí apareció ante mí una inmensa sala decorada con sutileza y minimalismo. Una mesa, una silla, un cactus y un monitor con el logotipo de la organización. No me dio tiempo a estudiar con la mirada el resto de la estancia. El monitor inició su reproducción y una voz en off empezó su discurso. La recuerdo como si fuese ayer: «Hola, nos complace verle por aquí, señor Rosselló. Se estará preguntando por qué tanto misterio, por qué nos empeñamos en ocultarnos y, lo más importante, quiénes somos. Tendrá sus respuestas a su debido tiempo, pero antes permítanos que le digamos por qué nos gusta, por qué le hemos elegido para formar parte de nuestra organización».
Detienes tu narración y me miras asustado. Intento comprender qué es lo que te atormenta para tratar de consolarte. Te abrazo, pero tú estás demasiado nervioso como para permanecer inmóvil pegado a mí.
—¡Ellos sabían mi adicción al sadomasoquismo! ¡A mis orgías sexuales! —continúas tu relato—. Ellos lo sabían todo. Incluso los portales eróticos que solía visitar desde mi ordenador. Mis visitas al sexshop. ¡¡Hasta la marca de condones que me gusta, joder!! ¿Cómo me iba a negar a lo que me ofrecían? ¡¡Me conocían muy bien!! Querían que formara parte de su círculo selecto. Que trabajara para ellos. Me ofrecían un placer que solo unos pocos elegidos podían alcanzar y querían que yo fuese uno de ellos.
—Y, claro está, todo eso tenía un precio. Una letra pequeña —me atrevo a interrumpir tu discurso.
—No, te equivocas. El trabajo que me ofrecían estaba hecho exclusivamente para mí. Todo perfectamente creado para obtener un éxtasis sin igual. El placer total, el placer sexual en el dolor llevado hasta el final. En definitiva, un homicidio sadomasoquista. No había ninguna cláusula más allá de guardar aquel secreto. Ellos se ocupaban de todo lo relacionado con la desaparición de los cuerpos. Me explicaron cómo debía hacerlo, que no debía preocuparme de nada si seguía sus instrucciones. Recuerdo que me excité. En un principio no me podía creer lo que me ofrecían, poder llevar a cabo mi deseo más perverso y prohibido.
—Te comprendo, yo experimenté lo mismo cuando te conocí —te comento, en un intento de captar tu mirada.
—¡Joder! ¿No lo entiendes? ¡El único requisito era que no se lo contase a nadie! —exclamas—. Ellos me proporcionaban todo el dinero que quisiera y un listado con toda la información de las personas a la que podía elegir para el juego erótico perverso. Después, simplemente tenía que convencerlas, tarea que resultaba muy fácil debido a todos los datos que poseía de ellas. ¡Era perfecto! Pero entonces te conocí... y me enamoré.
—Ahora no irás a decirme que yo era una de esas personas en la lista y que por eso te acercaste a mí, ¿no? —pregunto confundida. Tanta información empieza a cansarme. Nuestra fiesta nocturna ha sido muy larga y tu historia parece no tener final.
—No digas eso ni en broma. Me acerqué a ti porque cada día que pasaba por delante de la cafetería y te veía allí sentada me ponías a cien. Tu forma de moverte, tus ojos, tu voz al hablar por teléfono. Me anulabas la mente, solo podía pensar en ti. Y cuando te conocí, resultaste ser tan fogosa, tan ardiente, que te introduje en este loco frenesí de placer sin darme cuenta.
—No te atormentes por eso. Yo quise participar en ello porque así lo deseaba —te contesto tajante.
—Lo sé, soy consciente de ello, como también soy consecuente de que ellos nos estaban observando. —Me miras a los ojos y con esa mirada me transmites lo mucho que me amas—. Me daba igual que nos vieran, incluso me excitaba que lo hicieran. Cuando fui consciente de lo que había hecho, pensé en matarte durante uno de nuestros juegos carnales. Pero ya era demasiado tarde, mi corazón te pertenecía. Te amaba demasiado y ahora ellos lo saben, te conocen y te desean. Por eso, me siento como un monstruo… No debí dejarte llegar tan lejos. Después de esta noche, ellos querrán que entres directamente a formar parte de la élite y vete a saber qué castigos nos aguardan.
—Estoy un poco asustada, lo reconozco, pero… —Dejo de hablar un segundo para mirarte a los ojos—. Si entrar al círculo significa estar más cerca de ti, no me importa.
Te aparto un mechón de la frente y te acaricio la mejilla.
—Ese es el problema, preciosa. Si pasas a ser élite te harán ir por libre.
Niego con la cabeza mientras una sonrisa se dibuja en mi rostro.
—Te equivocas. Si yo les interesase en soledad, ¿no crees que ya se habrían puesto en contacto conmigo? Como te he dicho antes, realmente soy yo cuando estoy contigo. —Tus ojos reflejan un destello de esperanza. De nuevo, hemos pensado lo mismo—. Sí, cariño, creo que podemos formar un gran equipo y si tanto les voy a interesar, tendrán que aceptarlo.
Te acercas a mi cara y lames el surco que la lágrima ha dejado en la sangre seca hasta llegar al ojo. Lo besas.
—Definitivamente eres perfecta. ¿De verdad aceptarás entrar a formar parte de esto conmigo?
—Siempre que sea contigo y solo contigo…
Te precipitas sobre mí y me empujas sobre la cama, me miras fijamente a los ojos y sin previo aviso me posees violentamente con una fuerza que todavía no conocía en ti. La excitación nos invade y damos rienda suelta a nuestro desenfrenado deseo.
Nos hemos quedado dormidos, pero el zumbido de tu móvil nos despierta.
—¿Qué hora es, amor? —te pregunto adormilada.
—Las cinco menos cuarto… —me dices, mientras deslizas tu dedo sobre el teléfono—. Habrá que ir pensando en dejar esta habitación.
Asiento con la cabeza y me acerco a ti sentada en el borde de la cama. Me apoyo sobre tu espalda mientras te rodeo con mis brazos
—Llévame donde quieras…