Читать книгу Cuatro héroes para salvar el mundo - Juan Carlos Gruttulini - Страница 7
CAPÍTULO - 2 -
ОглавлениеA la madrugada salieron del monasterio y siguiendo las indicaciones que les había dado Yancar. Tomaron un sendero, que luego de una hora de andar por él, desembocaron en un monte de cipreses y atravesándolo como les había dicho el maestro, se encontraron sobre una plataforma rocosa, que sobresalía como una cornisa sobre el mar, la altura que separaba la roca del agua, sería de unos cinco metros aproximados.
— ¿Y ahora, que hacemos? Pregunta Leandro.
— ¿Cómo qué hacemos? — Responde Sebastián. — Tenemos que bajar y listo.
— Ya sé que tenemos que bajar ¿Pero por dónde ?, Si no hay ningún camino que nos conduzca hacia el mar. – Responde Leandro, curioso por saber, por dónde iban a descender.
¡No hay que descender por ningún lado, desde esta altura tenemos que arrojarnos al mar!... No hay otra alternativa... ¿ Alguna duda de parte de ustedes?
Los cuatro se miraron para confirmar la pregunta de Maxi y a la par respondieron. – ¡No hay ninguna duda, hagámoslo!
Todavía no había aclarado, cuando se tiraron al mar, que en ese momento estaba bastante agitado y lentamente se fueron acercando al acantilado, cuando estuvieron en el punto, donde supuestamente se podía encontrar la boca de la cueva subterránea, se hicieron señas con el pulgar hacia arriba y con determinación se sumergieron, nadaron en las profundidades hasta que ubicaron la entrada de la cueva, se introdujeron en la misma y siguieron nadando por el canal completamente inundado y oscuro, habían recorrido un gran trecho sin encontrar nada; Cuando ya estaban por regresar, desilusionados por no encontrar la entrada al castillo, una claridad diminuta en el agua les renovó las esperanzas de encontrarla, nadaron hacia ese lugar y a medida que avanzaban la claridad se convertía en un círculo más grande, indicándoles que allí estaba la entrada secreta al castillo.
Salieron del agua y se encontraron en una gran caverna. – Sebastián, mirando hacia todos lados pregunta. — ¿Dónde estamos?
— Según el plano que nos mostró el maestro Yancar, estamos en la caverna que se encuentra por debajo de los cimientos del castillo... Ahora lo que tenemos que descubrir, es donde está el camino que nos lleve hacia el interior del edificio. —Explica Maxi.
Con la pequeña claridad del lugar, los cuatro fueron tanteando las paredes, en busca de una abertura que les permita seguir el camino. La caverna estaba llena de rocas esparcidas por todos lados y eso les dificultaba el trabajo.
De pronto Sebastián grito de alegría. — ¡Amigos!, Aquí encontré la entrada.
Todos corrieron hacia el lugar, con la sonrisa pintada en la cara, pero al llegar se desilusionaron y se quedaron parados mirándose unos a otros. Porque el único acceso para salir de allí, estaba cerrado por una enorme piedra redonda y chata, como una rueda maciza, que impedía el paso.
¿Y ahora qué hacemos? – Pregunta Sebastián.
Maxi se acerca a la roca y mirándola, como calculando el peso, dice. – No nos queda otra cosa que hacer, que intentar moverla.
Sebastián y Leandro se pusieron a la par de Maxi y entre los tres tomaron la roca desde distintos puntos y poniendo todas sus fuerzas trataron de hacerla rodar, pero por más que se esforzaron, no consiguieron moverla ni un centímetro
Otros hubieran desistido de seguir adelante, pero Agustín acercándose a sus compañeros les dice. — Si Uds. Me permiten, voy a intenta abrir el camino.
Los tres se hicieron a un costado y Agustín tomando aire para darse fuerza, tomo la roca con ambas manos y trato de moverla pero sin resultado, la soltó, tomo aire nuevamente, bajo la atenta mirada de sus compañeros y volvió a intentarlo, pero nuevamente fallo.
Sebastián viendo el esfuerzo que estaba haciendo Agustín le dice. – Ya está, es demasiada pesada para moverla... Tenemos que buscar otra forma de ingresar al castillo.
Agustín sin préstale atención, se escupió las manos y se las froto para tener más agarre y otra vez tomo la gran roca y afirmándose con todas sus fuerzas comenzó hacer presión, poniendo al máximo su cuerpo y su alma. Y como compensación a tanta voluntad, la roca cedió y comenzó a desplazarse hacia un costado de la pared, dejando el paso libre; Viendo que su esfuerzo dio el resultado esperado, comenzó a saltar y dar gritos de alegría. — ¡Hurra, hurra! ¡Lo logre, lo logre!
Los demás se acercaron para abrazarlo y felicitarlo; Pero Maxi, que era como siempre el más pensante, les sugirió. — ¿Qué les parece si ahora que tenemos el camino abierto, seguimos hacia el castillo?
Todos consintieron con lo que proponía y se introdujeron en el túnel, a partir de allí, comenzaron a recorrer un camino angosto y oscuro como la noche, iban tanteando las ásperas paredes, en ese extraño laberinto que los llevaba de un lado a otro, pero siempre en subida.
Luego de caminar varios e interminables minutos, sin saber exactamente donde estaban, llegaron a un lugar más amplio, pero con un olor raro a humedad, que invadía todo el recinto, comenzaron a tantear las paredes, para reconocer el lugar.
Sebastián fue el primero en romper el silencio. – En esta pared, encontré estantes y por lo que toco, hay varios cajones... Este está abierto, veré que contiene. — Introduce la mano y tantea en el interior, de pronto grita lleno de alegría. – No lo van a creer, es una bola de bowling.
—¡No puede ser! Estas mintiendo. — Grita Maxi. – ¡Mira que justo en este lugar, vas a encontrar una bola de bowling!
—¡Te lo juro ¡– Responde Sebastián. – Si hasta tengo los dedos metidos en los agujeros de la bola.
—¡Esperen, no discutan más! — Grita Leandro. — Me acorde, que en mi cartuchera traía una pequeña linterna. – La toma y enfoca hacia donde estaba Sebastián.
Cuando el tenue haz de luz, ilumina la mano y lo que esta sostenía, los cuatro a la vez, gritan espantados por la sorpresa. — ¡Es una calavera!
Sebastián temblando la arroja al aire, mientras se abraza con Agustín, que también temblaba del susto. Maxi le saca la linterna a Leandro y comienza a enfocar hacia todos lados, sin poder creer lo que sus ojos estaban viendo; Todas las paredes tenían seis filas de estantes y todos ellos llenos de sarcófagos, algunos bien conservados y otros semi destruidos por el tiempo y la humedad del ambiente y de donde sobresalían esqueletos vestidos con restos de uniformes de la época de los cruzados.
¿Qué lugar es este? – Pregunta Sebastián.
Es una cámara mortuoria. – Responde Maxi. –Aquí es donde sepultaban a todas las personas importantes de este castillo... Pero por lo que se ve, esta quedo abandonada desde hace siglos.
— ¡Salgamos rápido de aquí ¡– Pidió Agustín.
Malox, el brujo negro, estaba frente altar mayor, haciendo un conjuro dedicado a los dioses del infierno; Un grupo de Dracules estaban arrodillados alrededor de él; Malox levanto el copón sobre su cabeza y comenzó el ritual, todos los allí presentes se pusieron de pie en absoluto silencio observando la ceremonia. De pronto las manos de Malox comenzaron a temblar y su rostro se transformó, mientras grita a sus súbditos. – ¡Hay invasores en las catatumbas!... ¡Vayan y maten a todos, sin piedad!
Los cuatro siguieron caminando por el estrecho corredor, iluminándose con la pequeña linterna, hasta que llegaron a una caverna más amplia, con grandes rocas esparcidas por todos lados y estalactitas colgando del techo de la misma. El lugar estaba iluminado por grandes antorchas, que colgaban en distintos lugares de las paredes.
— Por fin un lugar tranquilo e iluminado. – Dice Leandro.
—¡Si! Ya estaba cansado de andar en la oscuridad y golpearme en todas las paredes. — Responde Sebastián.
Maxi se sienta sobre una piedra y comenta. – Aprovechemos este lugar tranquilo para descansar un rato y reponer energía, luego seguimos.
Agustín se estaba por sentar en otra roca, cuando mira al fondo de la caverna y ve movimientos raros entre las penumbras del lugar, observa con atención y se da cuenta que algo extraño pasa, por lo que alarmado, susurra. — ¡Muchachos, me parece que no vamos a poder descansar mucho tiempo.
Los Dracules, mitad hombres y mitad bestias, se lanzaron sobre ellos, entre aullidos y gritos de guerra, llevando en sus manos lanzas y garrotes, dispuestos a todo. Los chicos viendo el peligro que se les venía encima, se pusieron los cuatro, espalda con espalda, cubriendo todos los ángulos del recinto, dispuestos a rechazar el ataque.
Y comenzó el combate cuerpo a cuerpo, los jóvenes haciendo gala de sus artes marciales, repartían patadas y todo tipo de tomas con los brazos, lanzando a sus rivales hacia todos lados.
A medida que iban cayendo los Dracules, otros ocupaban sus lugares, haciendo que sea una lucha continua, en donde los chicos, por el gran esfuerzo que estaban realizando, comenzaban a sentir el agotamiento.
— ¡No cedan terreno! — Grita Maxi —¡Un poco más y les ganamos!
Redoblando el esfuerzo, los cuatro comenzaron a golpear y dar más patadas voladoras, ayudándose unos a otros y obligando a sus rivales a retroceder.
—¡Ya los tenemos! — Grita Leandro — ¡Acabémoslo ¡
Cuando ya se sentían vencedores, unos cincuenta Dracules salieron de unas cuevas y se unieron al combate.
—¡Ahora sí, que estamos perdidos! — Grita Agustín, mientras tiraba a uno de sus rivales.
—¡Como me gustaría que estuvieran los caballeros de este castillo, para que nos ayudaran. — Comenta Sebastián, mientras les hacía golpear las cabezas a dos rivales y los desmayaba.
Los Dracules fueron cerrando el círculo alrededor de los chicos, dispuestos a dar el golpe final; Los jóvenes se preparaban para defender sus vidas a toda costa.
Y comenzó una lucha desigual, donde la brutalidad de los salvajes, se iba imponiendo a los valientes jóvenes, que viéndose superados comenzaron a retroceder, temiendo lo peor.
Fue en ese momento, que se escucharon fuertes ruidos provenientes del pasillo por donde habían ingresado los jóvenes; Instintivamente todos miraron hacia ese lado y lo que vieron los paralizo del asombro. .
Un grupo de caballeros, con sus esqueléticos cuerpos vestidos con ropas dañadas por el tiempo, armaduras y escudos oxidados, pero empuñando brillantes espadas, levantadas y listas para la batalla, ingresaron al recinto a paso firme.
Los Dracules inmediatamente reaccionaron y se dividieron en dos grupos, unos siguieron peleando con los chicos y los demás se lanzaron contra los caballeros; Estos al verlos venir, se prepararon y comenzó un combate cuerpo a cuerpo, de una violencia terrible.
Los Dracules golpeaban sin piedad, con sus lanzas y garrotes, pero los caballeros fueron demostrando a través de los minutos de lucha, que ellos estaban bien entrenados para la batalla y mientras peleaban algo sorprendente y milagroso iba ocurriendo, sus caras y sus cuerpos se iban encarnando, dándoles otra vez la presencia de juventud y a través de esa renovada fuerza, comenzaron hacer estragos en las filas de los salvajes, hasta no dejar ninguno en pie.
Mientras tanto, los cuatro valientes viendo la ayuda inesperada que les había llegado, atacaron con todas sus fuerzas e hicieron despliegue de sus artes marciales, derribando a todos los que se atrevían acercarse a ellos.
Los caballeros, una vez que vencieron al grupo que los había atacado, se unieron a los chicos y entre todos terminaron con los salvajes que quedaban.
Cuando volvió la tranquilidad al lugar, Maxi se dirigió al líder de los guerreros. — ¡Gracias por la ayuda que nos brindaron!... Sin ustedes, no hubiéramos logrado vencer, a toda esta cantidad de salvajes que nos atacaron, ¿Pero quienes son ustedes y como aparecieron tan oportunamente ?
El líder se levanto el yelmo y con una sonrisa responde muy cortésmente. – ¡Ustedes nos convocaron cuando pidieron la ayuda!... Permítanme que me presente, soy Sir Wilson y junto a ellos, somos los caballeros de la mesa redonda, defensores del rey y del castillo... Y les quiero decir, que ustedes también son unos valientes y lo demostraron en esta pelea.
Maxi desorientado le responde. – Disculpe mi atrevimiento... Pero la verdad, no sé cómo hacer la pregunta para no ofenderlo.
Pregunte lo que guste, joven guerrero, entre los compañeros de lucha, no tienen que quedar dudas. – Responde Sr. Wilson.
Sebastián, que era más frontal para entablar una conversación, hace la pregunta tan comprometida. – Disculpe Sr. Sir ¿ Pero nos puede explicar, como puede ser que hace unos minutos atrás, ustedes estaban en los sarcófagos bien muertitos y ahora pelearon como leones y están con un aspecto tan saludable, como si el tiempo no les hubiera pasado ?
Sir Wilson los mira y les dice. – Queridos amigos, esa es una larga y triste historia.
Sebastián, apurado le ruega. – Le pido por favor, que nos diga que sucedió... No nos podemos quedar con esta intriga.
Agustín apoyando el pedido, le dice. — ¡Sí!, Sr. Wilson! Explíquenos como fueron los hechos... Total, después de esta pelea, no creo que venga nadie más y mientras usted nos relata la historia, todos aprovechamos a descansar y reponer fuerzas.
Sir Wilson sonríe y les contesta. – Queridos amigos, me convencieron, les voy a relatar los acontecimientos, tal y como fueron. —Medita unos instantes buscando como comenzar la narración; Pero primero se sentó sobre una roca para estar más cómodo, los chicos siguiendo su ejemplo, hicieron lo mismo y comenzó su relato. – Hace muchos, pero muchos años atrás... Pero no recuerdo con exactitud cuántos años pasaron, vivíamos en un país, gobernado por un rey muy sabio y generoso con su pueblo; Cada uno de nosotros. – Señalando a los presentes. –Pertenecía a la nobleza; Yo tenía mi castillo en el que vivía junto a mi mujer y mis hijos y en los alrededores vivían la gente que trabajaban los campos, pero que estaban bajo mis dominios... En iguales condiciones estaban los demás caballeros, pero todos dependíamos del rey y a él nos debíamos; Durante muchos años vivimos felices, pero desgraciadamente esa felicidad, un día llego a su fin... Un gran ejercito de barbaros infieles estaban arrasando a los países vecinos, llevando la muerte y la destrucción con ellos.
El rey, que era un valiente guerrero, demostrado en muchos combates anteriores, llamo a todos sus caballeros para organizar la defensa del país y salir al ataque del enemigo; Con un gran ejercito bien entrenado, se puso a la cabeza del mismo, para iniciar el viaje hacia una lucha, de la cual no sabía si iba a volver... —Sir Wilson hizo una pausa en el relato y sus ojos brillaron, como si las imágenes de lo que estaba relatando las estuviera viviendo nuevamente; Y continuo explicando. – El rey, que como dije anteriormente era muy sabio, nos dejó a nosotros, los caballeros de la mesa redonda y a un pequeño ejército de cruzados para defender el lugar; Antes de partir me puso a cargo de todo y nos hizo jurar que defenderíamos al castillo y a su familia con nuestras vidas... Yo le respondí, que la única forma de que llegarían hasta su familia, seria sobre nuestros cadáveres; El rey sabiendo que lo que decíamos era la pura verdad, subió a su hermoso caballo blanco, miro a su ejército listo para emprender el viaje, mientras los emblemas de la Santa Iglesia y los estandarte de su escudo de armas flameaban en las primeras filas y sin decir nada más, dio la orden de partir y emprendió su largo viaje hacia lo impredecible.
Ya habían pasado tres semanas desde la partida del rey y todo transcurría en paz y armonía en el castillo e incluso habíamos aflojado un poco la tensión en la vigilancia y ese fue un terrible error de parte nuestra; Una noche, una horda de barbaros, comandados por una joven hechicera, de cabellos largos hasta la cintura, vestida como las amazonas y montando un brioso caballo negro, lograron introducirse en el castillo a fuerza de espadas, matando a los descuidados cruzados que custodiaban la entrada; Cuando reaccionamos, tuvimos una batalla feroz, donde caían heridos o muertos de ambos bandos... Cuando logre ubicar a la líder hechicera, me batí a duelo con ella, que era una formidable esgrimista, demostrando su gran maestría con la espada y a su vez, porque era la líder de esos infieles. Cuando con una estocada logre herirla de muerte y cayó al suelo, automáticamente, como si un rayo les hubiera caído encima a los barbaros, detuvieron la lucha y se rindieron... Pero fue en ese momento, que la hechicera al sentirse morir, con los últimos suspiro de vida nos maldijo.
—Ustedes. Me quitan la vida, pero yo los maldigo a una vida eterna, sus cuerpos y sus almas no descansaran nunca, así como me vencieron, siendo los custodios de este castillo, así serán los custodios eternamente, hasta que caiga la última piedra de este lugar, los maldigo a que sean los muertos vivos, hasta el fin de los días.
Y diciendo esta palabras, cerró los ojos y falleció, pero para sorpresa de todos los que estábamos allí, como por arte de magia, su cuerpo comenzó a envejecer rápidamente, hasta ser un esqueleto, luego convirtiéndose en polvo y desaparecer por el viento de la noche.
Cuando regreso el rey con su ejército, después de haber derrotado a los barbaros, se encontró con la triste noticia, de que nosotros habíamos muerto en forma repentina, sin saber nadie los motivos por el que fallecimos; La reina le relata, como luchamos para defenderla a ella y al castillo y el rey agradecido por nuestra valentía y lealtad, ordeno que nuestros cuerpos fueran depositados en la criptas, lugar destinado a los nobles del palacio... Y la maldición se cumplió, cada vez que el castillo está en riesgo o alguien solicita nuestra ayuda, salimos de nuestro sueño eterno a luchar... Pero por esos misterios de la vida o por la gracia del Sr. Cuando estamos luchando, nuestros cuerpos se vuelven a reencarnar, pero ese efecto dura hasta que termina la batalla o a veces un tiempo más y luego volvemos a ser lo que somos, unos cadáveres.
Sebastián que estaba al lado de Maxi, le dice al oído. – Mejor no les decimos en que siglo estamos.
Sir Wilson envaina su espada mientras dice. – Señores, fue un placer ayudarlos, ahora nos volvemos a nuestros recintos. – Dio media vuelta y se alejó unos pasos y otra vez se volvió hacia ellos. – Antes de irme quiero decirles, que cada vez que nos necesiten para defender una causa justa, no tienen más que convocarnos y allí estaremos junto a ustedes. – Y diciendo estas palabras se marchó junto con los demás caballeros, por el mismo sitio por el que habían ingresado, mientras sus cuerpos volvían a degradarse y convertirse nuevamente en cadáveres.
Leandro, con la mano levantada les grita. – ¡Chau huesitos! ¡Gracias por la ayuda!