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PRÓLOGO

Es para mí un placer y un honor acompañar la publicación y difusión de este libro. El agradecimiento y reconocimiento mueven estas palabras. No es función de un prólogo —creo— resumir el libro, ni tan siquiera interpretarlo; tampoco es expresar la opinión del primer lector o uno de los primeros lectores. Como tampoco lo es ofrecer unas claves de lectura que sin ellas el lector se pueda encontrar perdido. El texto que tienen entre manos vale por sí mismo y “se defiende” solo. Por mi parte quisiera solamente, ya lo he indicado, acompañar al libro, y decirle al lector que está, según me parece, en buena compañía, y permitiéndome esta complicidad y amistad textual me permito ofrecer alguna pista de lectura, alguna perspectiva, sin otra intención que seguir pensando, porque eso sí, este libro da mucho que pensar, y por tratarse del autor que nos concita —Paul Ricœur—, y el tema —bioética—, mucho que vivir. Pensar y vivir, razón y corazón, el pensamiento y la vida, no dejan de animar aquello a lo que el libro apunta y a lo que el libro conmueve, nos conmueve.

En primer lugar, me gustaría señalar algo obvio, pero que a veces se olvida decirlo y sobre todo, hacerlo. En este trabajo Juan Carlos Stauber lee a Ricœur, y se lee bien, es decir, se lee en profundidad, con rigor y paciencia, escuchando al texto; más allá de las interpretaciones, o más allá del propio autor, son los textos los protagonistas. Se nos ofrece, diría, una magnífica lectura, una magnífica invitación a seguir leyendo a Ricœur y a nosotros mismos. No son los textos excusas para traer a propósito de ellos un interés venido no se sabe de dónde, sino que son los propios textos los que “dan de sí”. Una prueba de ello es el análisis matemático (estadístico) de las apariciones de algunos conceptos clave; sin duda, se nos dirá, no es lo más importante, pero no es baladí, y es una buena prueba de la actitud del autor. Y ello no es óbice para hacer ver cómo los textos de Ricœur tienen que decirnos muchas cosas sobre las cuestiones más actuales, más nuestras, más del autor, o, viceversa, como las cuestiones actuales despliegan en los textos de Ricœur sentidos inéditos. Nos encontramos una actitud de respeto, también de creatividad y de prudencia. Esta prudencia de la interpretación, que no está reñida con el “riesgo”, se dejan entrever en que Juan Carlos Stauber no se lanza a hacer una lectura de “todo” Ricœur, lo que sería ambicioso y casi imposible, sino que se centra, comedidamente, en dos textos básicos, sobre los que gira su interpretación: Lo voluntario y lo involuntario y Sí mismo como otro. Y desde ellos, desde la filosofía de la voluntad de Ricœur, nos propone articular, de alguna manera, elementos esenciales para una bioética en el pensador francés. Ni más, ni menos. Por otra parte, no dejamos de encontrar referencias a otros textos, leídos por Ricœur o no, que resultan especialmente sugerentes y apropiados como es el caso, a modo de ejemplo, de M. Henry, muy apreciado personalmente por Ricœur, aunque con una filosofía muy distinta. Nos encontramos, pues, con un texto riguroso y acotado, por un lado, y, por otro, abierto a otros textos y a otras aplicaciones.

En segundo lugar me gustaría destacar de una manera altamente positiva la estructura del libro. Parece sugerirnos el autor, aunque no nos lo diga explícitamente, la cartografía de una bioética en Ricœur. Es cierto, y no he dejado de señalarlo personalmente en mis escritos, que la bioética de Ricœur no puede desentenderse de otros aspectos que no sean los estrictamente referidos a la toma de decisiones (deliberación) como el mismo Ricœur ha desarrollado o yo mismo insistido. Entender la bioética de Ricœur (su ética) pasa por vincularla, por referirla, a una serie de niveles o de sustratos que le dan consistencia, envergadura y alcance. Precisamente esos niveles, esos momentos, son los que aparecen en la estructura misma de esta obra. Brevemente: se abre el presente libro, tras unas primeras páginas introductorias, con un necesario capítulo que aborda la cuestión epistemológica en Ricœur; así vemos la necesaria discusión epistemológica que desde una filosofía como la de Ricœur enriquecería enormemente los debates bioéticos, carentes de una compleja y articulada discusión sobre el método. Tras esta primera gran incursión comprobamos cómo el trabajo profundiza en la cuestión antropológica. Una bioética (una ética, una política, etc.) quedaría cercenada sin considerar la dimensión personal (del sujeto), y a la vez, y en estrecha relación con ella, profundizando y prolongando la cuestión bioética, entronca el autor con la dimensión ontológica; la idea de “persona” que fundamenta la (bio)-ética no tiene sentido sin esa referencia a la “naturaleza”. Sólo así queda configurada una bioética fundamental.

Esta estructura y este conjunto de capítulos marca la pretensión básica de Juan Carlos Stauber: presentarnos el armazón de lo que sería una bioética fundamental. En ella encontraríamos la necesaria dimensión metodológica, y la referencia a la fundamentación antropológica y ontológica. Probablemente sea Paul Ricœur de los pocos que nos permiten semejante articulación bioética.

Hay muchos modos de hacer bioética, pero no todos son iguales, y no todos tienen los mismos presupuestos, alcance, y, sobre todo, rendimiento. Quisiera dejar planteada una cuestión que sin lugar a dudas abordaremos en otro momento y es la referida al “apellido” que podemos dar a nuestra bioética. No dudamos en apellidar a nuestra bioética “europea”, “mediterránea”, frente a la bioética “americana”, tenida como básica y de referencia, o abogar como Juan Carlos Stauber, y no sin razón, por una bioética “latinoamericana”. Creo que se trata de enfoques o de perspectivas que nuestros mundos diferentes y perspectivas diferentes proyectan a una práctica común definida así entre todos y por todos. Es decir, no creo que se pueda presentar la bioética latinoamericana (o europea, etc.) como un complemento a “la” bioética, o como otra forma de hacer bioética; estas aportaciones definen a la bioética como tal. “Nosotros” (defínase como se considere oportuno) no completamos, no aportamos, sino que configuramos y constituimos. Otra cosa es que tradicionalmente se haya definido la bioética de una cierta manera y que para corregir esa definición utilicemos estas denominaciones. No me parece mal, pero convendría no incidir excesivamente en la reivindicación, pues corremos el riesgo —considero— de ser contraproducente e ir en contra de nuestra intención. En resumen, hay una bioética latinoamericana, es decir, hay un modo latinoamericano de hacer bioética, que no es que sea esencial para Latinoamérica, sino para la bioética. Volveremos a ello en alguna otra ocasión.

Una última aportación que me gustaría hacer como sugerencia para la lectura del libro y, sobre todo, en torno a lo que el libro nos ofrece para pensar y vivir. Tiene que ver con el modo de articular los diferentes niveles de la bioética o las distinciones y relaciones entre una bioética fundamental, o aplicada, o jurídica, etc. Aquí, con buen criterio y buenos argumentos, se opta por una bioética fundamental. Yo, en algunos escritos, he desarrollado una bioética aplicada más enfocada en el proceso de toma de decisiones. Pero, podemos preguntar, ¿cuál es el momento más importante? ¿Qué bioética? ¡Otra vez los apellidos que damos a la bioética! Y, como acabo de decir, lo más importante es el nombre: bioética. Creo que aquí podría servirnos de gran ayuda el breve artículo de Ricœur titulado “De la moral a la Ética y a las éticas”. Algo así podríamos decir nosotros: “De una bioética de principios, a una fundamental y aplicada”. Algo así. En la distinción ricœuriana es claro que la bioética es una de esas éticas aplicadas donde se muestra (o debe mostrar) esa dimensión de fundamentación tras el paso por lo normativo; la bioética es una ética regional. Pero, utilizando los planteamientos de Juan Carlos Stauber, por una parte, y los míos por otra —él incidiendo en la dimensión “fundamental” (fenomenológica) y yo en la dimensión “aplicada” (hermenéutica y narrativa)—, podemos pensar en la bioética como una disciplina que necesita esos niveles de desarrollo e implementación. A eso apunta este libro. Eso es, por otra parte, lo que señalo al hablar de “bioética hermenéutica”, no sólo como dimensión aplicadora (deliberativa y de resolución de conflictos), sino también de fundamentación; una bioética sólo aplicadora (sólo clínica) sin fundamentación sería ciega, y una bioética sólo fundamental sería vacía; fundamental y clínica (aplicadora) son dos niveles que nunca debemos olvidar.

Y tampoco debemos olvidar, como nos recuerdan Ricœur y Juan Carlos Stauber, que la persona o lo personal —por hablar de esta manera— (y de manera análoga cualquier cuestión que planteemos), se mueve necesariamente en una pluralidad de niveles que debemos atender adecuadamente: un nivel mono-lógico (aludo con esta expresión tanto al polo “yo”, mío, casi egoísta, y también a un modo de pensar estratégico, interesado, etc.), un nivel dia-lógico (donde debemos tener en cuenta al otro, otro yo, un tú, otro discurso, y quizás también otra lógica) y, en tercer lugar, eco-lógico (donde nuestro referente va más allá del yo-tu, y pasa a ser el él, incluida en esta referencia la propia naturaleza, de alguna manera incorporada; y también con un modo de racionalidad también distinto). Esta tríada, tan bien analizada y descrita por Ricœur, y tan bien recogida y desarrollada por Juan Carlos Stauber, nos permite pensar con nuevos bríos y nuevas perspectivas nuestro lugar en el mundo, como un lugar no sólo de contemplación sino también de acción y de liberación.

Siempre un libro es una invitación. ¿A qué nos invita este libro? Nos invita a entrar en la bioética de Ricœur, en un pensamiento que nos ayuda a pensar más (de otra manera) y vivir (quizás también de otra manera). ¿A qué os invita Ricœur, en su filosofía, en su hermenéutica, en su fenomenología? A seguir pensando y trabajando, a seguir leyendo, escribiendo y transformando, a seguir siendo nosotros con los otros; en definitiva, a reconocernos reconociendo, es decir, a agradecer. Tenemos un libro entre manos como acción de gracias, que nos invita a agradecer una acción que busca sentido y orientación. La tarea está abierta y aún queda mucho por pensar y vivir. Gracias por la acción, gracias por la pasión.

Dr. Tomás Domingo Moratalla

Madrid, otoño 2017

Una bioética personal y material en Paul Ricoeur

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