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LOS PRIMEROS CENSOS REPUBLICANOS
ОглавлениеEl primer censo general de la república fue levantado en dos etapas. En 1831 se censó a la población de Chiloé, Valdivia, Concepción y Maule, y de varios departamentos de Santiago. En 1835 se completó el trabajo con Talca, Colchagua, Aconcagua y Coquimbo, provincias a las que se agregaron los departamentos de Santiago no censados en 1831. Este primero censo, muy deficiente en su origen, arrojó un millón 10 mil 336 habitantes, con distinción de sexo y estado civil. Esta medición hubo de superar, como fue lo habitual en el siglo XIX, no solo los obstáculos puestos por la población, siempre recelosa de actividades estatales de semejante índole, de las que se sospechaban eventuales consecuencias militares y tributarias, sino los derivados de la ausencia de reglas comunes para la recolección y sistematización de los datos80.
Un viajero aludió a los problemas con los que se enfrentaban los censos, haciendo mención al de 1831:
El prejuicio popular y el relieve ofrecen a las autoridades de estos países serios obstáculos para realizar censos que merezcan alguna fe. El primero se opone decididamente a tales ensayos, pues ignorando su propósito los ciudadanos de las clases bajas ven en ellos un preparativo para imponer nuevas contribuciones u otra clase de gabelas personales. Los huasos piensan de inmediato en una obligación para prestar servicio militar, que les desagrada en forma extremada y que, en efecto, impone a los afectados el cruel yugo de la pobreza y de las más duras privaciones.
Por tales motivos procuran sustraerse en lo posible al censo, incluso pagando como precio para lograrlo un exilio voluntario durante algún tiempo. […] Otra dificultad especial está representada por fluctuaciones, comparables a las mareas, bajo cuya influencia se encuentra la población de países menos civilizados […]. Tales manifestaciones son a menudo el resultado del repentino descubrimiento de una rica mina, que a veces se agota pronto; y, por otra parte, puede ser también la consecuencia de medidas impuestas a los habitantes o de la situación política del pueblo81.
El segundo censo, efectuado en 1843, cubrió todo el país, pero no pudo dar una información específica acerca de la distribución de los habitantes en provincias, departamentos, subdelegaciones y distritos, porque semejante esquema de división político-administrativa estaba comenzando a aplicarse, sin contarse siquiera con un plan previo. Si bien se ha estimado que los errores cometidos en ambos censos son menores del 10 por ciento, hay buenos argumentos para sostener que el porcentaje de error es mayor que esa cifra82.
En 1853 el Presidente Manuel Montt dictó la Ley de Censos, que dispuso que estos se harían con una frecuencia decenal. En el periodo abordado en esta parte de nuestro estudio se efectuaron de acuerdo a dicha ley los censos de 1854, 1865 y 1875. El primero de ellos buscó entregar información relevante para la administración pública, y pretendió servir de instrumento idóneo para determinar el número de asientos en la Cámara de Diputados. En efecto, como ya se indicó, la Constitución de 1833 vinculó la elección de diputados, senadores y electores de presidente a los departamentos y a las provincias.
El censo de 1854 intentó separar la calidad civil de la persona de su incorporación a los registros parroquiales, y fijó a la residencia como base del sistema. Los resultados de ese objetivo fueron muy modestos, e incluso el censo fue levantado y publicado siguiendo no la división administrativa del país, incompleta e ignorada incluso por las propias autoridades, sino los territorios de las parroquias. Este censo experimentó las dificultades propias de un proyecto que pretendió ser riguroso y elaborado sobre pautas bien diseñadas. Los problemas radicaron en el desconocimiento del territorio nacional; en las distancias entre los centros urbanos; en la carencia de personal idóneo para contar a la población; en la extrema movilidad de los habitantes y, por último, en la falta de criterios bien establecidos para distinguir la ciudad del campo y, por consiguiente, para poder conocer la cantidad de habitantes urbanos y rurales83. No obstante esas deficiencias, las cifras arrojaron un dato esencial que, aunque sabido y fácil de percibir, carecía de una expresión numérica: la población urbana ascendía a 202 mil 753 personas, en tanto que la rural sumaba 854 mil 814 personas. Chile era, pues, un país profundamente marcado por la ruralidad, la cual, evidentemente, ponía enormes trabas a la eficiencia de la acción estatal.
El censo siguiente, el de 1865, fue efectuado por provincias, y se sirvió de diversas técnicas demográficas utilizadas en Europa. Pero tanto los resultados de este censo como los del anterior subestimaron la población. En el caso del de 1865 parece haber influido el mal tiempo en diversas provincias del país, la inaccesibilidad de muchos lugares, la movilidad de la población rural y la renuencia de esta, y también de la población indígenas, a ser censada.
El censo de 1875, por último, cuyos principios científicos fueron elaborados por el geógrafo Amado Pissis, incluyó los territorios de Angol y de Magallanes, y mostró serias deficiencias respecto de los mapuches, solo parcialmente contados. Todos estos censos, y muchos de los que los siguieron exhiben numerosos problemas metodológicos, no obstante los mejoramientos introducidos en las estadísticas nacionales: poca cobertura territorial, altos márgenes de error y deficiencias en el proceso de recolección de datos. Por tal motivo sus cifras deben considerarse solo indicativas, a pesar de las correcciones de que han sido objeto por parte de los demógrafos, todas las cuales, por cierto, difieren entre ellas84.
Debe agregarse que los indicadores posibles de elaborar a partir de los censos, como las tasas de natalidad y de mortalidad, con todas sus variantes, muestran limitaciones similares, con el agregado de que muchos de ellos, por las deficiencias técnicas de las fuentes, solo pueden ser construidos desde fines del siglo XIX.
Las cifras de población total correspondientes al periodo en estudio, con los ajustes del caso, son las siguientes85:
Año | Población | % crecimiento |
1835 | 1.111.370 | |
1843 | 1.192.181 | 7.3 |
1854 | 1.516.387 | 27.2 |
1865 | 1.819.223 | 20.0 |
1875 | 2.075.971 | 14.1 |
Dejando de lado las sorprendentes variaciones en la tasa de crecimiento demográfico, que bien pueden explicarse por la mala calidad de las fuentes, el hecho más significativo es que en un plazo de 40 años la población de Chile prácticamente se duplicó.
Las escasas cifras sobre tasas de natalidad de que se dispone para este periodo se refieren al promedio de los años 1870 a 1874 y 1875 a 1879, y son de 43.0 por mil y 39.1 por mil86. Ellas podrían explicar la velocidad del incremento de la población, y, además, parecen mostrar que el país se encontraba en su primera fase de desarrollo, común a todos los países, y caracterizada por altas tasas de natalidad, que oscilan entre 35 y 55 por mil. Carecemos de cifras sobre mortalidad infantil, indispensables para corregir las de nacimiento y extraer conclusiones seguras sobre el incremento demográfico, pero son muy abundantes los testimonios acerca de los elevadísimos niveles de ella durante todo el siglo XIX. La tasa de 338 por mil para el periodo 1890-1894 es una buena ilustración de la afirmación anterior87.
La información sobre mortalidad general también es limitada. Como es característico de las sociedades preindustriales, fue muy alta en el periodo examinado. A las frecuentes epidemias de viruela y de fiebre tifoidea, se agregaron otras, como la de escarlatina, enfermedad desconocida antes de 1831, que en 1832 causó, según Poeppig, muchas víctimas “en las clases inferiores”88. Hacia 1850 el doctor Juan Mackenna estimaba, sobre la base de las dudosas estadísticas de la época, que para 1848 la mortalidad en el país había sido de 50 por ciento, estando constituida la mayoría por párvulos de uno a siete años89. Para los promedios 1870-1874 y 1875-1879 se la calculó en 26,7 y 28,2 por mil. Tales antecedentes permiten elaborar las tasas de incremento natural de la población, que para los mismos promedios de años son de 16,3 y 10,9.
Otros elementos cuantitativos importantes, como la tasa de fertilidad o la información sobre legitimidad, son también tardíos. Sobre este último punto, el promedio de hijos legítimo nacidos vivos en el periodo 1870-1874 fue de 63 mil 932, frente a 21 mil 804 ilegítimos. Para el quinquenio 1875-1879 fue de 95 mil 112 legítimos y 19 mil 354 ilegítimos. Podría afirmarse que, en general, los ilegítimos nacidos vivos representan el 25 por ciento del total de nacidos vivos, cifra que es extremadamente elevada.
Conviene considerar aquí otro elemento que si bien no tuvo una influencia mayor desde el punto de vista cuantitativo, sí lo tuvo en sus consecuencias. La inmigración, constante en Chile desde la monarquía, fue de escasa envergadura. También fue reducida la que llegó durante el periodo en estudio. El contingente mayor de inmigrantes a Chile estuvo constituido, de acuerdo a las cifras de los censos de 1854, 1865 y 1875, por los argentinos, que de 10 mil en el primero de los años indicados, pasaron a siete mil en el último —la cifra es solo indicativa de las magnitudes, para los propósitos de hacer las comparaciones del caso, porque la cantidad de argentinos no censados debió de ser elevada—; gran parte de ellos oficiaba de jornaleros. Pero el contingente radicado en Chile durante el gobierno de Rosas, aunque en su mayoría lo hizo en forma temporal, tuvo decisiva influencia en el desarrollo intelectual del país. Frente a esos números los alemanes representaron, para los mismos años, mil 929, tres mil 629 y cuatro mil 33 personas90; los franceses, mil 650, dos mil 330 y tres mil 192 —en general, empleadas en el servicio doméstico, artesanías varias, peluquería y sastrería91—, y los ingleses, mil 940, dos mil 972 y mil 409 personas92.