Читать книгу La ruta del Sastrugi - Juan José Brusasca - Страница 12

Оглавление

Capítulo 6

La noche

El retorno de la patrulla inconclusa marcó de alguna manera el inicio de la noche polar, no como fenómeno natural porque todavía teníamos algunas horas de luz, sino como período adoptado por la dotación para culminar con la actividad en el terreno e iniciar las tareas más centralizadas en el interior de las instalaciones.


El sol se pierde en el norte dando paso a la noche polar.

Esto significó comenzar a pensar más específicamente en las cuestiones relacionadas con la preparación de la expedición, la que comprendería sobre todo una primera etapa de abastecimiento previo, donde se llevaría la mayor cantidad de volumen de carga posible (representado por 50 tambores de combustible) lo más al sur posible, utilizando dos vehículos Sno-Cat más dos motos de nieve; y la segunda etapa o expedición final compuesta solamente por motos de nieve y los expedicionarios designados.

Todo lo anterior sin olvidar que todavía teníamos una gran cantidad de carga en la barrera de hielo, con lo cual debían evaluarse en forma precisa las prioridades, la oportunidad, los medios a emplear, las alternativas, las variables meteorológicas, etc. Si las tareas realizadas en la primera mitad del año habían parecido complicadas, después de la noche polar tendríamos una exigencia mucho más dura.


La actividad de «hacer agua» no se detiene durante la noche.

Con este panorama comenzó a llevarse a cabo un trabajo minucioso y casi artesanal en todo lo concerniente a la tecnología que había sido probada en el terreno. Todos colaboraron, especialistas o no del área en cuestión, toda opinión era escuchada y evaluada.

Así fue que, entre otras actividades encaradas, se modificaron los sistemas de suspensión de los trineos metálicos, se reforzaron los tiros y se transformaron las lanzas de los trineos de madera, se cambiaron los ganchos de tiro de las motos, se variaron las posiciones de los respaldares de las motos, se instalaron cubremanos en los manillares de las motos, se diseñó un cajón a medida para el sistema de comunicaciones principal y otro para el sistema de mástil de antena y el trípode de la filmadora, se diseñó un sistema de energía permanente para la valija de la filmadora, un sistema de enganche para que cuatro hombres pudieran levantar los tambores de combustible en forma práctica, se diseñó un cajón principal de sanidad con un compartimento térmico para las ampollas (con energía autónoma permanente), se diseñaron cajas de protección y fijaciones para instalar los navegadores activos en los manubrios de las motos, se diseñó un sistema inversor para generar 220 volts a partir de los 12 volts de baterías o paneles solares.

Para poder hacer reparaciones con el soldador eléctrico, se diseñó un centro adaptador de impedancia para la antena de HF portátil, se diseñó un sistema de antena de HF extensible para cubrir todas las frecuencias operativas, se preparó una dieta saludable y razonable, ajustando en algunos casos los ingredientes y sus proporciones para obtener productos con puntos de congelamiento bajos y una gran cantidad de otros detalles menores que formaron parte de la gran maquinaria tecnológica necesaria para la expedición.

Prácticamente fueron tres meses y medio en los que las actividades se centralizaron en el interior de las instalaciones, ya que a mediados de agosto ya estábamos reiniciando las patrullas de recuperación de la carga. Durante la noche el único vehículo que se mantuvo activo fue el tractor Muskeg Bombardier, utilizado día por medio para transportar desde la cantera de hielo, 200 metros al sur de la base, los cajones de hielo que obteníamos de picar las paredes del yacimiento, para su posterior derretimiento y obtención de agua.

Esta actividad que denominamos «hacer agua», y que representa una de las duras exigencias de esta base, requiere un trabajo constante durante todo el año, debido a que no existe en la zona agua en estado líquido, razón por la cual hay que hacerla para proveer todos los servicios necesarios (cocinar, higiene personal, ingestión, aseo general de locales, cloacas, etc.).


La recuperación del Muskeg en plena noche fue una labor inesperada.

Esta faena es llevada a cabo en forma rotativa por grupos de hombres que no solo se encargan del pico y la pala, sino de alimentar los derretidores de hielo durante las 24 horas, para no interrumpir el suministro del líquido elemental. Durante la noche polar el trabajo de campo se realiza, por falta de luz natural, con iluminación artificial y la propia de los faros del vehículo en condiciones climatológicas muy adversas, teniendo en cuenta la época del año y la intemperie. Hacía muchos años que se obtenía el hielo de una cueva que se adentraba en el glaciar y que ofrecía protección ante las inclemencias meteorológicas, de allí era acarreado hacia el exterior manualmente o en trineos tirados por motos.


Aldo Velásquez en su reino - La cocina.

Cuando en la dirección de avance de la cueva aparecían fisuras que ameritaban precaución, se tomaba otra dirección o se abría una ramificación con otro rumbo, hasta que algunos accidentes por derrumbes la calificaron como insegura e inestable, con lo cual a principios de los años noventa se ordenó hacer canteras al aire libre a pesar de las desventajas en cuanto a exposición del hombre, especialmente en el invierno polar.

Durante esta periódica actividad invernal fue que recordamos los peligros que nos esperarían con la llegada del sol, cuando un día al regreso de la cantera el Muskeg rompió el puente de una grieta que corría en sentido este-oeste, quedando su oruga derecha y media carrocería en el interior de la misma, sostenido desde atrás por el trineo que arrastraba y por el propio volumen del tractor que superaba el ancho de apertura de la fisura. La recuperación del vehículo demandó el resto del día en un lento pero sobre todo cauteloso trabajo nocturno.


Los neófitos tuvieron su bautismo antártico.

El 21 de junio se celebra en todas la bases el Día de la confraternidad antártica, es el día más corto del año que se corresponde con el solsticio de invierno y es la oportunidad en la que tradicionalmente los nuevos «antárticos» son bautizados de alguna manera que puedan sentir el rigor climatológico del continente.

En tal oportunidad, y minutos antes de la cena, una a uno se los cubrió de nieve por completo en un pozo cavado para tal fin. Este representa un momento de distensión donde nadie puede evadir la vieja costumbre, el cocinero se encarga de preparar con varios días de anticipación una cena especial donde no hay agasajados ya que la importancia del evento pasa fundamentalmente por estar presentes en la Antártida en ese momento y ser partícipes de una actividad tan particular.

Las tareas del cocinero en la casa-habitación son auxiliadas por un integrante de la dotación que realiza un servicio de «María» durante todo el día, quien se encarga desde tender la mesa en todas las comidas, lavar los platos, limpiar la cocina, comedor y baños y ayudar al cocinero en todo lo que este requiera para la elaboración de las comidas.


La confraternidad antártica es una buena ocasión para distenderse.

Si bien esta es una actividad ardua que no todos aprecian, la misma es realizada en forma rotativa por todo el personal, con lo cual termina siendo un servicio cada tres semanas, pero que además cumple una función laboralmente renovadora, ya que separa al hombre de su rutina específica, puesto que ese día el «María» apenas llega a cumplir con los quehaceres domésticos, sin restarle tiempo ni siquiera para pensar en otra cosa.

Poco más tarde llegó también el Día de la Independencia. Esa mañana del 9 de julio se presentaba con una temperatura de -27 °C, sin viento y una tímida nevada que acolchonaba el endurecido suelo. Hasta mediados de agosto la noche polar se encargaría de mantener la base cubierta por una capa creciente de precipitaciones solidificadas, la noche anterior había mantenido a gran parte de la dotación insomne, atenta al espectáculo más paradigmático del continente blanco: la aurora austral, sus coloridas y danzantes estelas cubrieron la bóveda para representar la función principal, que se llevó a cabo con no más de diez privilegiados espectadores.


También hacíamos tiempo para mantenernos en buen estado físico.

Muy temprano nos despertó el meteorólogo para iniciar el que sería un día diferente: vestimenta social, uniformidad y la reflexión que intentaba mezclar la historia con el presente y el presente con los afectos. La ceremonia nos reunió a todos al pie del mástil con iluminación artificial, izamos la enseña patria acompañada por el himno nacional, cuando una suave brisa comenzó a danzar con el paño; parecía ser un testigo del pasado que pretendía ser parte del acto y estar presente.

Luego de la formalidad compartimos el tradicional chocolate en un ambiente de armonía y distensión, aún allí el curioso testigo observaba a través de la ventana mientras una copiosa nevada anunciaba el temporal que nos visitaría esa tarde y nos acompañaría durante tres días.

Así pasaron los días, las semanas y los meses entre las actividades rutinarias, los trabajos vinculados a la expedición, la preparación física que tampoco descuidábamos, la distracción y recreación a la que cada uno adhería, las comunicaciones que en este periodo se incrementaron notablemente, hasta que de pronto el sol comenzó a aparecer en el norte.


Las comunicaciones fueron un sostén anímico indispensable.

Con la llegada de febo iniciamos la segunda etapa de viajes a la barrera con un plan de trabajo de aproximadamente dos meses, ya que a mediados de octubre deberíamos estar realizando la etapa de abastecimiento para la expedición al Polo Sur. Para tal fin se contempló dejar 50 tambores de nafta en un sector próximo a la base que provenían de la zona de la descarga, pero alejado del complicado acceso al Nunatak, evitando así tener que volver a sacarlos de allí llegado el momento de iniciar la marcha de abastecimiento.

Las primeras patrullas arribadas al sector de carga tuvieron la desagradable responsabilidad de tener que desenterrar el material que, en tres meses y medio, había literalmente desaparecido de la superficie visible. El terreno había cambiado y también su fisonomía, no quedaba ni una huella de las rutas transitadas con tanta frecuencia.

Por otro lado, el endurecimiento de la nieve nueva sobre la más antigua nos daba mayor seguridad sobre los puentes de grieta que debíamos salvar; en estas circunstancias, sin desesperación pero sin pausa, concretamos una a una las patrullas planificadas hasta que llegó el momento de darle forma al próximo desafío.

Toda distracción contribuía a sobrellevar la noche polar.

La ruta del Sastrugi

Подняться наверх