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Capítulo 3

Expediciones emblemáticas

La historia de la exploración antártica y de las expediciones destinadas a alcanzar el Polo Sur geográfico en particular es muy extensa y de variadas características, empezando por la legendaria carrera llevada a cabo por el noruego Roald Amundsen y el británico Robert Falcon Scott, en la que el primero alcanzara el objetivo el 14 de diciembre de 1911, convirtiéndose en el primer hombre en pisar el extremo sur del planeta.

La expedición de Scott no correría con la misma suerte, llegando al mismo punto un mes después y en muy malas condiciones físicas. Esto lo llevaría a la muerte junto a sus cuatro compañeros, casi dos meses después de emprender el retorno y luego de padecer los tormentos de una climatología adversa los cuerpos de Scott y dos de sus colegas fueron encontrados en su tienda el verano siguiente junto a su diario de viaje.

Este hito histórico se llevó a cabo desde diferentes puntos elegidos por cada grupo en las cercanías de la Barrera de Ross y dejó para la posteridad una enseñanza muy importante sobre la forma de encarar este tipo de empresas; la manera de explotar los medios humanos, animales y tecnológicos encarados por los dos grupos y la planificación general de las operaciones reflejaron sin duda los diferentes resultados obtenidos.

Esta experiencia demostró, para la época, que los perros eran los animales más aptos para este tipo de terreno, razón por la cual se los siguió utilizando como tiro de trineos para los siguientes proyectos expedicionarios de diferentes orígenes que formaron parte de las últimas décadas de la llamada «etapa heroica de las exploraciones polares» (1895-1922).

Más tarde fueron incorporándose paulatinamente vehículos de diferentes capacidades en una clara competencia por demostrar sus prestaciones y robustez, reemplazando poco a poco el uso de animales de tiro.

Estas nuevas tecnologías también marcaron una época en lo que respecta a la logística asociada a estos emprendimientos y en la que se potenció el empleo de tractores especiales, motos de nieve y aeronaves que si bien obtuvieron éxito, este fue relativo ya que vino a incorporar una enseñanza nueva a estas operaciones.

Recordemos que el medioambiente antártico es extremadamente hostil no solo a la presencia humana, sino también a cualquier tipo de tecnología, con lo cual los inconvenientes técnico-mecánicos asociados a estas patrullas fueron frecuentes, sumándose a ello la gran cantidad de volumen de carga que representaba el combustible que requerían los aparatos para cubrir grandes distancias, demostrando que para lograr alcanzar los objetivos primarios en la mayoría de los casos debía necesariamente sobredimensionarse la logística, previéndose de antemano un importante porcentaje de pérdidas materiales por desperfectos mecánicos o accidentes producidos por la significativa presencia de grietas y sastrugis en el terreno.

En este escenario igualmente se encararon grandes y costosos proyectos que abarcaron desde la década del cincuenta hasta la del ochenta aproximadamente, cuando poco a poco comenzó a retacearse el uso de los medios mecánicos, para retomar en algunos casos la utilización de perros y también del hombre como tiro de su carga.

El uso de animales se extendió hasta 1991, cuando una disposición del Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente ordenó la completa evacuación de los perros del territorio antártico por no formar parte de la fauna autóctona del lugar.

En 1979 el británico Ranulph Fiennes inició la primera navegación circumpolar de la tierra en forma vertical, atravesando los dos polos a partir de Greenwich, en una marcha que demandó 14 meses. Durante su trayecto, la Transglobe Expedition atravesó el territorio antártico entre enero de 1980 y abril de 1981, montándose sobre el meridiano 0° hasta el Polo Sur, y de allí hacia la Base Scott.

La marcha de 4300 kilómetros se realizó en motos de nieve y trineos de madera con un apoyo aéreo muy grande para distribuir la logística necesaria para los 67 días de itinerario sobre el continente antártico.

En 1989 el francés Jean-Louis Etienne encabezó la Expedición Transantártica entre julio de ese año y marzo de 1990, realizando el mayor cruce del continente con trineos tirados por perros, la última de su tipo. Los cinco integrantes restantes pertenecían a Estados Unidos, Unión Soviética, China, Gran Bretaña y Japón; partiendo desde el oeste de la península antártica realizaron 6300 kilómetros de travesía pasando por el Polo Sur y la base rusa Vostok, para luego finalizar en la estación Mirny, en la costa este del continente, luego de siete meses de marcha.

Esta expedición seguramente fue la más impresionante de las últimas décadas en cuanto a recursos, dificultad y distancia recorrida, no superada hasta el momento. Demandó un gran despliegue y coordinación logística por vía aérea para la distribución de los suministros a lo largo de todo el trayecto, que por otro lado requirió una enorme inversión cercana a la escalofriante suma de once millones de dólares.

Casi al mismo tiempo, entre noviembre de 1989 y febrero de 1990, el alemán Arved Fuchs junto al italiano Reinhold Messner marcharon 2800 kilómetros a pie tirando ellos mismos de sus trineos durante 92 días, completando una travesía desde el sur de la península antártica (82°S - 72°O) hasta el Polo Sur, y desde allí hasta el estrecho de McMurdo en el Mar de Ross. La misma también demandó un apoyo logístico aéreo importante para lograr el éxito esperado.

Todos estos emprendimientos, por mencionar solo algunos de los más sorprendentes, tuvieron un denominador común desde la existencia de esta tecnología, que fue el uso de aeronaves no solo como elemento de exploración, determinación y búsqueda de rutas, sino como transporte de carga a fin de establecer depósitos de abastecimiento para las expediciones y también como medio de evacuación temprana ante eventuales accidentes.

Luego, la incorporación de nuevos materiales mejoró la calidad y las prestaciones de la indumentaria personal —carpas, bolsas-cama, mochilas, etc.—, con tamaños y pesos cada vez más adaptados para estas misiones. También la industria de los alimentos aportó un avance en la conformación de las dietas especiales con poco volumen y de fácil disponibilidad, sin dejar de mencionar los sistemas electrónicos que incorporaron a las expediciones en forma muy práctica las comunicaciones portátiles y la navegación satelital sin necesidad de especialistas, alentando a empresas y particulares a proyectar todo tipo de emprendimientos con los más variados elementos de apoyo al desplazamiento (karting a vela, cometas de tracción, globos aerostáticos, etc.).

Algunos de estos proyectos fueron presentados o difundidos como espectaculares arribos a los 90° Sur, en condiciones o con características aparentemente especiales, sin mencionar que muchos de ellos eran planificados para ser ejecutados desde zonas cercanas al destino final, para una puesta en escena fundamentalmente de la «llegada» al objetivo.

Ejemplo de estas pueden encontrarse fácilmente por Internet pudiendo inclusive cualquier persona que esté en condiciones de solventar la aventura inscribirse online y formar parte de ellas. Hubo, por otro lado, importantes expediciones que plantearon retos diferentes y dejaron un sello en la historia de la exploración, como trayectos de ida y vuelta desde algún punto de la costa hasta el Polo Sur, cruces del continente de océano a océano pasando por el Polo Sur, objetivos combinados que incluían el Polo Sur, etc.

Una de las más recientes y seguramente también de las más notables de su tipo y que representó «la más larga travesía antártica sin apoyo externo» fue realizada por el equipo británico PolarIce entre noviembre de 2010 y febrero de 2011, integrado por cuatro exploradores que unieron Cape Town con el oeste de la península antártica en un recorrido de más de 4500 kilómetros, pasando primero por el Polo Sur de inaccesibilidad y luego por el Polo Sur geográfico, tirando ellos mismos de los trineos y utilizando alternativamente esquíes o cometas.

A mi criterio, esta última fue la máxima expresión de la explotación de los recursos humanos, tecnológicos y naturales prescindiendo de sistemas mecánicos, prevaleciendo el empleo de la capacidad del hombre bien entrenado y haciendo un uso inteligente de los fenómenos naturales, como el para nada despreciable viento presente en este continente.

Si bien es cierto que el mérito de estas empresas pasa fundamentalmente por la preparación psicofísica de los expedicionarios, no es menos meritorio llevar tecnología mecánica junto con el hombre, que significa no solo un elemento de apoyo sino también una actividad extra, sobre un terreno extremadamente hostil, además de lograr que esta tecnología también llegue al objetivo.

A dicha tecnología se la debe usar, explotar y mantener en las condiciones operativas adecuadas para que sume y no reste capacidades a la expedición, prueba de ello es que la mayoría de los proyectos en los últimos años han descartado el uso de motorización, no para marcar un reto sino para reducir dificultades. Cabe aclarar que las pocas misiones mencionadas en esta publicación son solo las expediciones que superaron los 3000 kilómetros de marcha.

Realizando un sondeo en la historia de la exploración antártica y focalizando nuestra atención específicamente en las expediciones terrestres al Polo Sur geográfico que partieron desde la costa de la Barrera de Filchner o sus proximidades, solo existieron unos pocos proyectos —de los cuales la mayoría no llegó a concretarse— debido a la gran dificultad que presenta la topografía de la zona desde la costa hasta aproximadamente 400 kilómetros hacia el interior del continente. De todos ellos dos fracasaron y solo tres tuvieron éxito, los últimos dos pertenecen a nuestro país. El último de ellos fue llevado a cabo en el año 2000 y es justamente el que se detalla en este libro.

1° expedición (fallida) - 1914/1917

«Expedición Imperial Trans-antártica»

Reino Unido - Sir Ernest Henry Shackleton


Después de la conquista del Polo Sur geográfico por parte del noruego Roald Amundsen en 1911, quien se anticipó por pocos días al británico Robert Falcon Scott, quedaba una meta por lograr: cruzar el continente antártico de océano a océano desde el Mar de Weddell hasta el Mar de Ross.

La distancia a recorrer sería de 2900 kilómetros, en trineos tirados por perros. Mientras la expedición principal avanzaba hacia el Polo Sur, otra partiría hacia el mismo punto desde el Mar de Ross, en el Estrecho de McMurdo, a esperar su llegada en la cima del Glaciar Beardmore.

Para la misión se utilizarían dos barcos, el Endurance para el arribo y el Aurora para el regreso, pero el primero de ellos quedó atrapado entre los hielos el 18 de enero de 1915, a solo 40 kilómetros de la Bahía Vahsel, lugar de asiento de la actual Base Belgrano 2.

Luego de seis meses de navegación el barco fue arrastrado por los hielos del Mar de Weddell hacia el norte mientras colapsaba lentamente, hasta su hundimiento definitivo casi 1000 kilómetros más al norte y luego de diez meses de deriva. Pero aún faltarían nueve meses más para que se concretara el rescate completo de la tripulación por parte de su jefe, Ernest Shackleton.


El Endurance se escora atrapado por los hielos.

Los 28 hombres de la expedición vivieron una odisea increíble desde que abandonaron el barco hasta que fueron puestos a salvo, dando lugar a varias publicaciones y películas de particular interés que no detallaremos en este libro, pero que recomendamos. Finalmente, el objetivo de la Expedición Imperial Trans-antártica no pudo ser cumplido.

La tripulación del Endurance sobre mar congelado.

2° expedición (exitosa) - 1957/1958

«Expedición Trans-antártica de la Commonwealth»

Commonwealth - Vivian Fuchs/Edmund Hillary

Fue organizada por una empresa privada, apoyada por los gobiernos del Reino Unido, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Australia y

Sudáfrica, con la idea de intentar cumplir el fallido plan de Sir Ernest Shackleton pero con nuevas tecnologías.

El 24 de noviembre de 1957 Vivian Fuchs partió junto a otros doce hombres desde la Base Shackleton, creada un año atrás a solo 40 kilómetros al este de la Base Belgrano, sobre la Barrera de Hielo Filchner, como estación de apoyo a esta expedición.


Edmund Hillary - Partió desde el Mar de Ross.

Utilizaron tractores Sno-Cat Tucker 743 y Muskeg Bombardier. El grupo de Edmund Hillary partió desde el Mar de Ross - Base Scott hacia el sur para realizar depósitos de apoyo, arribando el 3 de enero de 1958 a la estadounidense Base Amundsen-Scott del Polo Sur, recientemente creada.

Fuchs se le unió el 19 de enero, para continuar su viaje hacia la Base Scott. Ambos grupos también estaban equipados con aviones ligeros como apoyo aéreo para el reconocimiento y la instalación de los depósitos de suministro. Asimismo utilizaron equipos de perros y motos de nieve para tareas menores.

Fue la tercera expedición en llegar al Polo Sur por tierra y la primera en conseguirlo haciendo uso de vehículos, después de 99 días de travesía y 3473 kilómetros recorridos.

Los vehículos utilizados fueron similares a los de «Operación 90».

3° expedición (exitosa) - 1965/1966

«Operación 90»

República Argentina - Coronel Jorge Edgar Leal

En 1955 se gestaba la Expedición Trans-antártica de la Commonwealth desde la Base Shackleton. A solo 40 kilómetros de allí, en la Base Belgrano —y con el objetivo de «alcanzar el límite austral de la patria», tarea que promoviera el entonces Coronel Hernán Pujato desde hacía ya varios años— se retomaba la idea lamentablemente postergada por diversas circunstancias políticas que atravesaba el país en ese entonces, y que se materializaría finalmente en la llamada «Operación 90» una década después.


La expedición argentina, que se planificó minuciosamente con un importante componente de actividades científicas previstas, inició su marcha el 26 de octubre de 1965 desde Base Belgrano, organizada operativamente en cuatro grupos:

1) Un Grupo de Asalto responsable de alcanzar el objetivo (integrado por diez hombres y seis vehículos Sno-Cat 773 con equipos de comunicaciones y dos trineos cada uno).

2) Un Grupo de Apoyo Patrulla Paralelo 82, encargado del reconocimiento adelantado, solo hasta alcanzar el paralelo 82°, para facilitar una ruta segura al Grupo de Asalto (integrado por cuatro hombres en dos trineos de ocho perros con equipo de comunicaciones portátil).

3) El Grupo Apoyo Base Sobral como reserva y apoyo técnico instalado en la Base Sobral (81°04’45’’»S - 40°31’10’’»O), la que fue establecida el año anterior exclusivamente para esta misión, 420 kilómetros al sur de Base Belgrano (integrada por tres hombres y tres tractores Sno-Cat 743).

4) El Grupo Aéreo, con la misión de reconocimiento, instalación y aprovisionamiento de depósitos y eventual evacuación (integrado por dos hombres y un avión Cessna 185, el que operó solo en la etapa previa a la expedición por haberse estrellado días antes del comienzo de la misma). También participó una escuadrilla de tres aviones y nueve hombres de la Fuerza Aérea de Tareas Antárticas, que instaló un importante depósito de combustible, repuestos y víveres a los 84° de latitud sur.


Las grietas fueron un gran obstáculo a superar.

El 10 de diciembre de 1965 aproximadamente a las 10 am, arriba la columna del Coronel Jorge Edgar Leal a la base estadounidense Amudsen-Scott con solo tres vehículos luego de 45 días de dura marcha plagada de inconvenientes que supieron sortear con abnegación para cumplir con los objetivos políticos y científicos propuestos.

Permanecieron en la base cinco días más para mantenimiento y luego iniciar el regreso a Base Belgrano, que se concretó el 31 de diciembre de 1965, habiendo recorrido 2900 kilómetros en 65 días. Es justo mencionar y reconocer a los hombres que protagonizaron esta primera experiencia argentina de tales características:


Los vehículos pesados requerían de una gran logística de apoyo.

Conformación de la expedición:

a. Grupo de Asalto (6 tractores Sno-Cat 773)

Coronel Jorge Edgard Leal

Capitán Gustavo Adolfo Giro

Suboficial Principal Ricardo Ceppi

Sargento Ayudante Julio Ortiz

Sargento 1º Jorge Rodríguez

Sargento 1º Guido Bulacio

Sargento 1º Roberto Carrión

Sargento 1º Adolfo Moreno

Sargento Domingo Zacarías

Cabo Ramón Alfonso

b. Patrulla Paralelo 82° (2 trineos de ocho perros)

Teniente Adolfo Eugenio Goetz

Sargento 1º Ramón Villar

Cabo 1º Marcelo Álvarez

Cabo 1º Leonardo Guzmán

c. Grupo Apoyo Base Sobral (3 tractores Sno-Cat 743)

Teniente Pedro Ángel Acosta

Sargento Ayudante Florencio Alfredo Pérez

Sargento 1º Orlando Britos

d. Grupo Aéreo - Base Belgrano

Cessna 180 U-17A (AE-205)

Teniente Pedro Ángel Acosta

Sargento Ayudante Julio Germán Muñoz

e. II Escuadrilla Fuerza Aérea de Tareas Antárticas

Un Douglas C-47 (TA-05) y dos DHC-2 «Beaver» (P-05 y P-06)

Comandante Mario Luis Olezza

Capitán Carlos Felipe Bloomer Reeve

1º Teniente Roberto Cándido Tribiani

Suboficial Principal Guillermo Hausser

Suboficial Ayudante Miguel Amado Acosta

Suboficial Ayudante Juan Carlos Rivero

Cabo Primero José Gerardo Mateos

Sargento Ayudante (EA) Julio Germán Muñoz

1º Teniente Eduardo Fontaine

Suboficial Principal Juan Carlos Nasoni

Comandante Jorge Raúl Muñoz

1º Teniente Alfredo Abelardo Cano


Los diez expedicionarios en plena marcha.

4º expedición (fallida) - 1993/1994

«Aurora Programme»

Reino de Noruega - Dra. Monica Kristensen Solås

Si bien la ruta utilizada por los noruegos fue completamente continental, ya que no incluía transitar sobre barrera de hielo como las anteriores, igualmente fue considerada dentro de este grupo dada la cercanía de su punto de partida con las otras cuatro mencionadas.

Entre 1991 y 1993 se estableció la estación de investigación Blaenga en la Tierra de Coats, Antártida Occidental, entre la base británica Halley y nuestra Base Belgrano 2, 175 kilómetros al noreste de esta última. Esta fue la primera temporada del programa Aurora, lo que sería el primero de tres años de investigaciones relacionadas con el clima, meteorología, glaciología y oceanografía; y donde paralelamente se pretendía encontrar una tienda utilizada por Roald Amundsen en su viaje al Polo Sur en 1911, la que se creía enterrada a 15 metros de la superficie y que sería mostrada durante los Juegos Olímpicos de Lillehammer en 1994.

Finalmente la tienda no fue hallada y se hizo un nuevo intento el verano siguiente, pero tampoco pudo encontrarse y a finales de diciembre de 1993 la expedición sufrió un grave accidente, cuando al este de la Cordillera los Menucos (Montes Shackleton), y habiendo sobrepasado el paralelo 81°, el científico Jostein Helgestad cayó con su moto en una grieta a más de 50 metros de profundidad y murió. La expedición se dio por terminada después de este accidente y fueron evacuados por el buque Almirante Irízar. Finalmente el objetivo de la expedición no pudo ser cumplido.

5º expedición (exitosa) - 1999/2000

«Expedición Técnico-Científica al Polo Sur - Año 2000»

República Argentina - Teniente Coronel Víctor Hugo Figueroa

Para fines del siglo XX, nuestra expedición planteaba también un desafío diferente a lo experimentado hasta el momento, ya que se trataría de un viaje de ida y vuelta en un trayecto superior a los 3000 kilómetros de recorrido, utilizando motos de nieve pero con la salvedad de no contar con apoyo aéreo para el reconocimiento del terreno ni para la instalación de depósitos de suministro, con lo cual se debía trasladar toda la carga, conformando los depósitos a lo largo de todo el trayecto para obtener las provisiones y el combustible necesarios; todo ello con los mismos vehículos desde el inicio, hasta alcanzar el Polo Sur y para el regreso también.

Esto significó cargar, transportar y descargar a mano 13 toneladas de pertrechos, de los cuales 10 toneladas eran de combustible, en interminables viajes vaivén que finalmente superaron los 5000 kilómetros de marcha. A esta tarea se le sumaría la de exploración y determinación de la ruta a seguir más conveniente, sin tampoco descuidar los objetivos científicos planteados. Los detalles de la expedición son parte de esta publicación.

La ruta del Sastrugi

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