Читать книгу Diario del Nuevo Mundo - Juan Larrea - Страница 17
Оглавление[8]
[Ciudad de México] enero de 1941
Adscrita a la apariencia primera del fenómeno humano, a la individualidad corpórea, la cultura que de esa realidad aparencial se deriva pone en situación marginal cuanto contra ella se afirma. El sistema que así se forma es aparencial y como en el psiquismo está defendido, según expresión de Freud, quizá más justa de lo que parece, por una censura, es decir por una membrana en que se concreta la sustancia de la cultura en cuestión. La existencia de una realidad, de una esencia verbal, queda absolutamente encubierta como el movimiento de la Tierra. Se concibe en proyección la existencia de Dios, pero en un plano dual, independiente del hombre que goza de libertad absoluta.
Este ámbito aparencial establece una frontera que tiene su aduana automática. No puede penetrar allí nada que esté en desacuerdo fundamental con lo sustantivo del sistema, que tiene sus defensas. No puede penetrar una idea que lesione gravemente, mortalmente, esa realidad. Sucede entonces que lo reprimido ha de manifestarse de manera indirecta, por infiltración, como en los sueños. Se producen así las imágenes, las figuras. Pero como la barrera individual sólo deja pasar elementos individuales, he aquí que esas figuras toman forma individual, disfrázanse de individuos. Así las grandes figuras, Adán, Cristo, Pedro, etc., son elementos históricos modelados por el sueño de la conciencia correspondiente a aquel sistema. He ahí por qué la vocación de Israel el que vio a Dios. Es el elemento colectivo, desarraigado, antiindividual. Es la infiltración. Por eso en su seno persigue a su contrario, la individualidad. Por eso él es perseguido por todos los pueblos que defienden esa individualidad. Por eso su síntesis se traduce en un libro, la Biblia, su verdadera patria, manifestación del Logos, de lo universal. Por eso los elementos de ese Logos coinciden con ciertas realidades históricas cuando se refieren al despertar. Así España, así América. Queda como testigo. Y no es él el redentor sino el redimido. De otro modo se alterarían los valores, y se vería él dotado de una autoridad sobrenatural, imperialista.
Ahora bien, y este es el aspecto práctico y trascendental de la cuestión. Obedeciendo la vida histórica a su manifestación, al dispositivo de ese sistema represor fundado en la apariencia absoluta de lo individual, hasta que la claridad de la Conciencia venga a transformar el sistema, a ahuyentar los fantasmas producidos por aquella apariencia absoluta para que ipso facto se transforme la vida histórica en su aspecto más profundo. Enunciando la Realidad existencial del Verbo, de la palabra cósmica, aceptada, se modifica la sustancia del organismo y por consiguiente la censura, la criba, y por consiguiente las manifestaciones de la vida. Al dejar de ser lo represor, lo reprimido se manifiesta no ya en el disfraz de hojas que el Adán tenía que adoptar, sino en su desnudez verdadera. Por consiguiente, las líneas que componían la historia se modifican y esta se transforma: deja de ser en su modalidad anterior de progreso a lo largo para dirigirse a una dimensión distinta, hacia lo alto. Y se modifican fundamentalmente las relaciones metabólicas del individuo con el medio en el ámbito o plano de lo llamado sobrenatural. Las ideas, las imágenes, son otras. La psique se funde en el alma colectiva.
De aquí que, tan pronto como se modifica la conciencia en el individuo, se modifica su vida de relación con el medio. Este se junta con él en cuanto elemento pasivo, de un modo radicalmente diferente, empujándolo hacia su desarrollo, hacia su más allá.