Читать книгу Milo y sus Amantes - Juan Manuel Avigo - Страница 8

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Ambas mujeres saludan al hombre al unísono “¡Hola!” con voz suave y animada. Milo se las queda mirando un instante sin saber qué decir hasta que finalmente habla “Hola...” saludando con la mano derecha. “Estamos encantadas de conocerte señor Milo, el efrit nos habló muy bien de tí” dice la súcubo mientras la ángel asiente con la cabeza. Milo piensa en decir “¿en serio?” como un tonto pero se lo guarda y en cambio adopta una postura más sublime y les pregunta “¿Cómo se llaman?”, “Yo soy Tatiana” responde la súcubo, “Y yo Alexandra” dice la ángel. Milo se incorpora sobre la alfombra que aún sigue levitando bajo sus pies y les dice “Pues... bienvenidas chicas, son bienvenidas”, a lo que ambas se acercan a él levitando y se ponen a su lado izquierdo y derecho, Milo apoya las manos sobre sus cinturas y ellas lo abrazan con una sonrisa. Milo sinceramente no sabe como continuar desde allí así que deja que alguna de ellas sea la siguiente en hablar, además tiene vergüenza porque se le está poniendo duro el pene, las chicas tienen un poder de atracción fuera de lo común, su aura mágica envuelve a Milo y lo eleva a las nubes. Como ninguna de las dos dice nada el hombre se sienta de piernas cruzadas, las chicas se arrodillan a su lado y lo observan con curiosidad. Milo piensa “Es verdad que están enamoradas de mí... ¡ese efrit es el puto amo!” y por un momento casi se babea de solo pensar en las posibilidades que ahora tiene delante suyo... Puede volar a donde desea, observar la parte del mundo que quiera, y tiene a su disposición a dos mujeres hermosas con poderes mágicos que parecen encantadas con él.

“Lo siguiente...” sigue pensando con los dedos de una mano sobre la pera mientras las chicas le esperan pacientemente “Sería averiguar qué tipo de poderes tienen supongo, aunque tampoco quiero presionarlas...” duda un poco, “No importa, lo voy a hacer de todos modos” decide al final. Se dirige a Alexandra, mirándola a los ojos celestes y brillantes, y le pregunta con suavidad “Alexandra... ¿podrías comentarme qué tipo de poderes mágicos posees?”, a lo que ella con una sonrisa picarona le responde “Si mi señor, ¿deseas que te lo diga todo o prefieres averiguarlo de a poco?”, Milo lo piensa un segundo y dice “De a poco está bien”, Alexandra le cuenta “Bueno pues... por ejemplo puedo hacerte soñar lo que tú desees”, el hombre abre los ojos un tanto sorprendido “Y también puedo hacerle decir la verdad a las personas, sin importar quien sea”, Milo comienza a ponerse nervioso por el contacto visual tan penetrante de la ángel y por lo que le acaba de confesar así que solo responde “Eres muy interesante” tratando de sonar lo más solemne que puede y se gira a mirar al súcubo que lo observa de manera aún más penetrante y con una sonrisa un tanto diabólica que deja ver unos pequeños colmillos entre sus dientes, Milo se siente intimidado por un segundo pero se repone y le pregunta “Y tu Tatiana, ¿qué es lo que sabes hacer?”, a lo que ella sin dejar de sonreír le responde “Yo puedo detectar mentiras de manera infalible...”, Milo arquea las cejas empezando a pensar que las chicas son como polos opuestos y la súcubo le termina de decir “Y también se leer la mente” sonriendo aún más que antes. Milo se alarma por unos instantes y algo asustado por la confesión de Tatiana decide que tiene que cuidar sus pensamientos de manera impoluta, pero la desafía diciéndole “Eres de otro mundo, me impresionas, pero... no me hagas a mí eso de leer la mente, es una orden”, Tatiana guarda su sonrisa sintiéndose reprendida y acepta su desafío con la mirada pero después de unos segundos se lo piensa mejor y le dice “Prometo no le leerte la mente... casi nunca je je” a lo que el joven termina por aceptar con un movimiento de la cabeza un tanto resignado y esperando que cumpla su promesa.

Milo de repente se pregunta si las chicas comen o beben y les dice “¿Tienen hambre?”, Alexandra le responde “Nosotras no sentimos hambre como el resto de los mortales, salvo que lo deseemos”, el hombre entonces habla “¿Salvo que lo deseen? o sea ¿por diversión?” y ambas le dicen al mismo tiempo “¡Siii!”. El muchacho piensa algo divertido con la situación “¡Wow!”, y luego habla “Yyy... ¿desean comer conmigo?” a lo que las chicas vuelven a decirle que “¡Siii!” y lo abrazan, Milo sonríe muy alegre y se echa para atrás recostándose sobre la alfombra a mirar las estrellas brillantes de la noche que por algún motivo parecen estar allí solo para ellos. Las mujeres se recuestan con él mientras las abraza, Milo observa a Alexandra a la cara y los ojos y ella tiene una expresión dulce y feliz, entonces como atraído por un imán el hombre la besa suavemente en los labios y se quedan así un rato inflándose del sentimiento del amor. Tatiana por un momento se impacienta y le da unos toquecitos con los dedos en el hombro para llamar su atención, el hombre gira la cabeza y la ve que también le sonríe feliz y deseosa de sus labios, Milo siente ternura por la chica y también la besa en la boca un rato largo y tendido que parecen ser horas.

Luego se incorporan lentamente y el hombre dice “Vamos a comer un poco, espérenme aquí por favor”, se baja de la alfombra voladora sintiéndose como en una nube de placer infinito, abre las alforjas de los camellos y saca unas raciones de su mejor comida, también la cantimplora de agua y la bota de vino. Se vuelve a subir a la alfombra y se sienta de piernas cruzadas entre medio de ambas, les ofrece carne, galletas de trigo y frutas secas, ellas aceptan de gran agrado y todos se ponen a comer mirándose y sonriéndose mutuamente como unos niños. Luego les ofrece vino, el cual beben en cantidades y Milo las alerta de que puede ser peligroso tomar mucho en un instante, Tatiana hipa y ríe fuertemente “¡No hay bebida que yo no pueda manejar!”, Alexandra entrecierra los parpados y mueve la cabeza lentamente hacia los lados algo mareada y dice “Esto está rico”, Milo les ofrece agua para rebajar el vino porque teme que les pueda caer mal y ellas toman de la cantimplora hasta saciarse.

El hombre piensa que es mejor ser prudente y avanzar de a poco con ellas y decide que es hora de descansar, les pregunta “¿Tienen sueño?” a lo que Tatiana le responde “Si tu quieres sí” y ríe agudamente. Milo se recuesta sobre la alfombra, que es muy cómoda, y las mujeres hacen lo mismo a su lado, él las abraza y bosteza suavemente, cierra los ojos y del placer y paz que siente se duerme casi al instante.

Milo y sus Amantes

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