Читать книгу Yehudáh ha-Maccabí - Juan Pablo Aparicio Campillo - Страница 9

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Presentación

La figura de Yehudáh ha–Maccabí pertenece a la historia sagrada del Pueblo hebreo. Si bien los tesoros arqueológicos nos permiten constatar muchos datos de interés sobre la vida en la Tierra Prometida, también revelan la acción destructiva de los hombres. La aportación más trascendental de los hebreos, las Sagradas Escrituras, muestran el devenir histórico del Pueblo de Avrahám y las innumerables intervenciones divinas con las que Di–s mostró Su Voluntad y Su Justicia a unos y a otros.

Yehudáh fue un hombre recto, valeroso y de gran amor a su Pueblo. Hizo cuanto estuvo en su mano para proteger a los herederos de la Alianza (el pacto establecido con Di–s en el monte Sinaí) y evitar su aniquilación. Rebelándose contra la injusticia y el hostigamiento, se enfrentó a uno de los más terribles enemigos que Israel haya conocido en su dilatada historia de persecución y dolor. Su vida fue un ejemplo que perdura en el espíritu del Pueblo judío, así como en quienes amamos las virtudes del ser humano cuando brillan bajo la luz divina.

Desconocemos la práctica totalidad de la vida de Yehudáh. Hemos caracterizado la personalidad de nuestro protagonista sobre la base de las fuentes bíblicas, los libros de los Macabeos y los relatos de historiadores como Flavio Josefo. Si bien estos textos aportan escasas referencias para nuestro propósito, son las obras más importantes con las que contamos. A partir de las vivencias con su familia, con sus hermanos de lucha, a través de sus sentimientos y reflexiones, la novela presenta a Yehudáh con las virtudes y debilidades de todo ser humano. La superación de estas últimas por fidelidad a la Alianza y por amor a su Pueblo, le revestirán de las cualidades propias de un héroe.

La historia hebrea solo puede concebirse desde el conocimiento de la Ley Divina que constituye su esencia como Pueblo. De ahí la proliferación de citas y pasajes de las Escrituras que aparecen constantemente en el texto. También se encontrarán gran cantidad de conceptos, descripción de costumbres, referencias a leyes y preceptos o reseñas sobre el medio en el que se desenvuelven los personajes de la novela. La abundancia de información complementaria y la complejidad de los eventos acaecidos hace conveniente ilustrar los pasajes con numerosas anotaciones que, además de enriquecer el marco histórico y religioso de la novela, contribuyen a esclarecer los sucesos narrados.

Toda la información recogida en las notas está explicada en el anexo compilatorio incorporado al final de cada volumen de esta obra. Cada capítulo reinicia la numeración de notas.

Asimismo, se han incorporado planos e ilustraciones que acercarán al lector a la historia y el contexto de la novela. El primero muestra los dominios del Imperio seléucida en el siglo II a. e. c. El segundo, las fronteras de la provincia de Judea y los territorios de su entorno durante la dominación griega. El tercero es un plano de la ciudad de Yerushaláyim (Jerusalén) que entendemos conocería Yehudáh y en la que situamos los hechos. Para la elaboración de éste último, se ha realizado un amplio estudio de las escasas referencias históricas acerca de la configuración que pudo tener la ciudad en el siglo II a. e. c., complementándose con licencias narrativas que ilustran el caminar de los héroes y los sucesos que acaecen en Yerushaláyim y en el beit–ha–Mikdásh (el Templo de Yerushaláyim). Así, los trazados de calles, vías, plazas y espacios urbanos, su designación mediante nombres de profetas y otros personajes vinculados a la reconstrucción de la ciudad en época de Nejemyáh (Nehemías). Su función es ofrecer una ambientación adecuada a la novela, sin pugnar con opiniones más fundamentadas en cuanto a lo que debió ser Yerushaláyim en aquel tiempo.

Hay también otras ilustraciones que muestran la planta del Templo (Heijál y sus ezrót o atrios). Un último dibujo explica el trazado del camino que siguió el profeta Ezráh (Esdrás) en su salida nocturna para inspeccionar el estado de la muralla de Yerushaláyim (Jerusalén). Incluye igualmente la localización de la importante infraestructura que fue el nikbát Jizkiyáhu o Shiloaj (túnel de Ezequías o Siloé).

Debe también llamarse la atención acerca de la descripción del beit-ha-Mikdásh (el Templo) que encontraremos en la novela. El Templo es el lugar más importante y sagrado para un yehudí. Las fuentes que pueden darnos una idea sobre la arquitectura y características de lo que fue ha-beit–ha–Mikdásh de Yerushaláyim (Templo de Jerusalén) van referidas casi exclusivamente al Primer Templo construido por Shlomóh (Salomón). Mientras que las menciones al Segundo Templo que recogen las fuentes, básicamente se centran en el Templo de Herodes, quien llevó a cabo una reforma tan extraordinaria del Templo de Z´rubavél, que no nos permitiría describir el beit–ha–Mikdásh (el Templo) del tiempo de la novela, siglo II a. e. c.

La dificultad de conocer el trabajo de Z´rubavél ha requerido un ejercicio imaginativo que nos ayudase a ofrecer una visión fidedigna del Templo. La novela retrata un Templo que su promotor debió concebir como lo más cercano posible a la obra de Shlomóh, si bien con las limitaciones propias del momento histórico y político de las tierras de Yehudáh (Judea), lejos del esplendor del unificado Reino Davídico. A ello había que añadir las escasas instrucciones contenidas en el Edicto de Ciro. Por último, también se ha hecho a Z´rubavél conocedor y seguidor de la descripción del Templo que dejó el profeta Yejezkél durante el cautiverio de Babilonia. El profeta, ejerció su ministerio entre los yehudím de la galút (la diáspora) a quienes predicó la Palabra de Di–s.

A partir de las citadas referencias, el capítulo VIII recoge una amplia presentación del Templo, con la que se ha pretendido acercar al lector al trascendental significado del beit–ha–Mikdásh para el Pueblo Yehudí (judío). Su descripción contribuirá a situarse en un escenario sin igual. Una vez más, debe advertirse que solo pretendemos ofrecer un contexto verosímil a los hechos. Confiamos en que el resultado muestre todo el respeto y rigor que ha inspirado su redacción.

Esta novela ha sido escrita en dos volúmenes. El primero contextualiza y recrea el ambiente de una época otra vez marcada por las muertes, las persecuciones religiosas contra el Pueblo judío y una gran desestabilización social. Estas circunstancias fueron la causa de la Revuelta Macabea, comenzada hacia el año 167 a. e. c. por Matityáhu, sacerdote del beit–ha–Mikdásh (el Templo de Yerushaláyim) y seguida por sus hijos. (1)

Será necesario hacer un breve recorrido por los acontecimientos que tuvieron lugar desde la muerte de Alejandro Magno (323 a. e. c.), porque en ellos encontramos los antecedentes que explican la llegada al trono de Antíoco IV, cuyo reinado déspota y sanguinario exacerbó el padecimiento del Pueblo judío.

En la novela, Matityáhu ha perdido a su esposa en el parto de El’azár y Yehonatán, a los que caracterizamos como hermanos gemelos. Matityáhu educa a sus hijos en el fiel cumplimiento de la Toráh (el Pentateuco). Su familia encarna el sentimiento de comunidad y el valor de la responsabilidad colectiva tan importantes en la vida del yehudí (judío). Matityáhu y sus hijos son yehudím (judíos) piadosos, siempre dispuestos a ayudar en su comunidad y servir al Pueblo.

Cuando ocurre el incidente que origina la Revuelta Macabea (Matityáhu da muerte a un apóstata que se disponía a honrar uno de los altares a los dioses paganos) son declarados proscritos y tienen que abandonar su ciudad, Mod´ín, para refugiarse en las montañas.

A pesar de que Matityáhu y sus hijos carecen de preparación para la lucha y, aún más para llevar a cabo una campaña militar de enorme envergadura, la acometen sin desaliento porque confían en que su Di–s les guiará en un combate justo como hizo con sus antepasados.

Pronto conformarán un grupo de hombres hermanados en la defensa de la Alianza. Cada uno dará hasta su vida para proteger al Pueblo de la crueldad de Antíoco, un rey obsesionado con humillar los sagrados deberes de todo seguidor de la Toráh (el Pentateuco) y empecinado en obligarles a renegar de su Di–s bajo pena de muerte. Matityáhu y sus hijos se desenvuelven y ejercen como auténticos defensores armados del Pueblo. Yehudáh, el tercero de ellos, destaca por su fuerza, audacia y sabiduría. A partir del diálogo íntimo que en todo momento mantiene con Di–s, florece en Yehudáh el yo más valeroso apoyado en la piedad, la justicia y la prudencia iluminadas por su Creador, gracias a lo cual será capaz de enfrentarse con éxito a uno de los peores azotes de la historia de Israel.

La narración va revelando la importancia de muchos sucesos, así como la trascendencia de algunos encuentros, de los que destaca uno que cambiará la vida de Yehudáh.

La primera parte de la historia comienza con el relato del martirio de siete hermanos y su madre (recogido en 2 Macabeos, 7). Si bien se hace la transcripción completa del citado pasaje, debe advertirse la introducción de figuras literarias en el texto, así como de otras aportaciones que cumplen la función de adaptar los hechos al ritmo y estilo narrativo de la obra sin pretender desvirtuar la redacción original de su fuente. También debe observarse que la unión de este terrible testimonio con la vida de Yehudáh, es mera composición literaria con la que se ha reforzado el mérito de aquel sacrificio y la inspiración que debió suponer para el Pueblo el martirio de hermanos de fe piadosos.

La segunda parte se centrará en la dimensión épica de Yehudáh. Nuestro protagonista ha conocido el horror, la destrucción y la persecución de los yehudím (judíos), la muerte ajena y las muchas circunstancias en las que no perdió su propia vida por acción de Di–s. Todo esto ha transformado a Yehudáh en un líder de gran carisma y autoridad. Es un referente de valor, pero también de cumplimiento de la Toráh (el Pentateuco) y de respeto hacia quienes no viven según la Ley Mosaica. Los éxitos militares contra los ejércitos seléucidas se suceden porque todas sus acciones son inspiradas directamente por Di–s, a quien entrega su vida para proteger la Alianza y salvar al Pueblo llamado a ser luz para el mundo.

Este segundo tomo también se sirve de un amplio volumen de notas que enriquecen y esclarecen la narración.

La obra conducirá al lector por la vida de Yehudáh, desde la niñez hasta su muerte reconstruyendo su personalidad y espiritualidad, que se revelarán a partir de las reflexiones del héroe, de las conversaciones con su padre y, fundamentalmente, con su maestro. Yehudáh, un hombre sencillo y piadoso, devendrá el mazo que golpeará al poderoso ejército seléucida combatiéndolo, junto a sus hermanos, en defensa de la Alianza.

Los hechos reflejados y la forma en que Yehudáh y su familia los afrontan encomian al personaje. La novela procura dar orden y realce a la historia de Yehudáh mediante una semblanza del líder cuyas características se configuran a partir de las limitadas fuentes. Su vida es conmovedora y sus logros excepcionales. Por todo ello, es considerado ejemplo de valor e integridad en muchas culturas y ocupa tan destacado lugar en el alma y la tradición del Pueblo hebreo.

La novela procura, en suma, desvelar el misterio de la fuerza interior y la sabiduría con las que Yehudáh desempeñó su liderazgo en tan adversas circunstancias, como ya lo hiciera nueve siglos antes David ha–Mélej, el rey David. Asimismo, el final prematuro de Yehudáh (190-160 a. e. c), quien mantuvo un diálogo con Di–s tan fructífero para su Pueblo, nos invita a plantearnos si acaso sucedió algo que nunca debió ocurrir.

Consideraciones finales de esta presentación

Hubiera querido escribir esta obra en hebreo, porque cuando se narra en la lengua original de cada Pueblo y lugar, el relato desprende un aroma diferente. Por su belleza y significado profundo, he procurado respetar algunos términos en la lengua de la que éstos provienen marcándolos en cursiva y acompañándolos de la correspondiente traducción o explicación. Por la misma razón, los nombres propios hebreos aparecen en cursiva y transcritos en caracteres y fonética castellana conservando su sonido hebreo. El texto presenta una tildación expresa de los términos hebreos que no se corresponde, en general, con las reglas de acentuación castellanas. El propósito es guiar al desconocedor de la lengua hebrea al sonido original de esas palabras.

Dos acotaciones más. Todos los términos referidos a Di-s y Sus cualidades, son destacados en mayúscula queriendo en señal de respeto y devoción. Por último, durante las primeras referencias a términos hebreos que se repetirán a lo largo de la obra, se ha mantenido su traducción entre paréntesis al objeto de que dicha reiteración permita al lector familiarizarse con el sustantivo en su lengua original.

En cuanto a las principales fuentes inspiradoras, como son los citados libros sobre los Macabeos (2), la obra no alberga propósito alguno de discutir su autenticidad ni su carácter canónico.

Con relación a las fechas, he adoptado la forma de la historiografía hebrea que marca la eras con el acrónimo «a. e. c.» (antes de la era común) en lugar de la fórmula «a. C.» (antes de Cristo).

La información contenida en las notas procura ceñirse lo más posible al momento histórico de los sucesos que se narran en la novela. A parte de las fuentes hebreas, hay también algunas referencias a los textos evangélicos pues aportan ciertas descripciones útiles sobre lugares y tradiciones que pueden ayudar a conocer las existentes en el tiempo de los macabeos. Del mismo modo, se ha evitado recurrir a otros textos latinos elaborados con posterioridad, a excepción de la obra de Flavio Josefo cuando narra acontecimientos acaecidos en el siglo II a. e. c.

Los textos bíblicos citados proceden de la versión castellana de la Toráh, (el Pentateuco) según la tradición judía efectuada por Moisés Katznelson (editorial Sinaí, Tel-Aviv, Israel, 2007).

Si la historia de los pueblos debe ser siempre contada con el máximo respeto, aquellas que tienen como protagonista al Pueblo Yehudí han de ser, además, tratadas con devoción. Pido humildemente perdón si alguna sensibilidad quedase herida por esta obra y confío en que no sea así, ya que, en ese caso, mi trabajo no habría valido la pena.

Yehudáh ha-Maccabí

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