Читать книгу Cartas a Clara - Juan Rulfo - Страница 25

XVII

Оглавление

Méx. D.F. 11 de abril de 1947

Mujercita:

Como te conté antes de salir de ésa, que llegando aquí me iba a enfermar de nuevo, así fue. Ayer me levanté de la cama más atarantado que una tortuga. Lo que más me preocupaba era no haberte podido escribir y hasta sudaba frío pensando en que tú tal vez creías que ya te estaba olvidando. Pero no, chiquilla, no me olvido ni un momento de ti. Nunca jamás me olvidaré de ti. Pues dime, ¿quién más tiene esas cosas que tú tienes?, ¿esos ojos y esa boca tuya tan quién sabe cómo, quién más puede tenerlos? Nadie más. Y mi cariño, ¿a quién se lo di a guardar yo, sino a ti?

Pero la cosa es que yo estaba enfermo y me sentía muy quebrantado. Y esto quiero que me lo perdones: el estar enfermo; porque tú sabes cuán egoísta se hace uno y cuánto se piensa en uno mismo cuando se está enfermo. Y lo lejano que se ve todo lo demás. Aun a las personas que más queremos se las siente lejos, quizá porque los huesos de uno están llamándonos la atención a cada rato con sus dolencias. Por eso quiero que me perdones el haberme enfermado y, por lo tanto, haberme dedicado a mí mismo todos estos días. Aunque el culpable de todo es mi estómago (ya necesito comprar uno nuevo), de cualquier manera algo de culpa tengo yo. Ese estómago, sabes, no se quiso componer bien a bien. Me dejó descansar unos días mientras estuve allá en Guadalajara, tal vez porque pensó que no era justo descomponerse tanto, cuando estaba enterado de que yo había ido a verte, siendo que me había robado varios días, teniéndome encerrado, mientras él se ponía sus moños. Entonces ha de haber dicho que no era justo estar intranquilizándome constantemente y pensó: vamos dejando en paz por un rato a este muchacho para que pueda ir a ver a la dueña de la ternura, pues después se va a enojar mucho y no nos dará ningún remedio si se le acaba el tiempo y se va a México sin verla. Vamos dándole uno o dos días y después, cuando ya no tenga él apuración de ver a nadie, volvemos a decirle que no se ha aliviado todavía. Y dicho y hecho. Llegando a esta tu santa tierra, en cuanto nomás, las tuercas del estómago se desatornillaron.

Pero ahora ya están en su lugar.

Lo que todavía no se me olvida es haber llegado a Guada­la­jara de ese modo desquiciado en que llegué. Yo esperaba, en cuanto estuviera allí, ir a verte a tu casa y meterme de rondón entre tus brazos y estarme allí mucho tiempo, mucho tiempo, hasta que tú me dijeras que te caía mal o algo por el estilo. Esperaba también ir a Chapala con ella y verla divertirse y contarle la historia de lo mucho que yo la quería. Pero ya ves, no se pudo. Y todo por mi culpa.

Sin embargo, ya no volverá a suceder. Le voy a dar a mi estómago lo que se merece. Lo voy a tener corajudo mucho tiempo no dándole de comer lo que a él le gusta. Y cuando me vuelvas a ver, no me vas a conocer de tan rechoncho como voy a estar. Ya verás cómo es eso lo que va a suceder.

Ahora salgamos de la oscuridad y vamos a ver cómo está el sol.

En esta vuelta que di te encontré muy cambiada: más seria, más bonita (no sé a dónde irás a parar si sigues haciéndote más bonita cada día; yo creo que a algún nicho de Aranzazú, ahora que van a necesitar algo para poner allí), más suave la mira­­da y más comprensiva y más amiga de uno. Total, estás todita echada a perder.

Si tú estuvieras sola, como yo lo estoy aquí, sabrías el valor tan grande que tiene para mí recordarte y conocerías lo que eso ayuda.

A veces me imagino que hace ya tiempo que te casaste conmigo y que estás de vacaciones allá en tu casa y que pronto volverás y entonces ya no me separaré de ti. A veces pienso eso. Así no me siento tan solo.

Por otra parte, aquí me hacen trabajar mucho y estoy contento de que así sea, pues eso también me hace sentirme menos solo. Cuando ya tenga que trabajar por ti, por esa cosita hermosa que eres tú, entonces me sentiré más contento todavía y no volveré a sentirme ya solo jamás.

Maye:

Ojalá tu mamá ya se haya aliviado del todo y que tus hermanas mujeres y tus hermanos hombres estén bien y que a tus hermanos palomos, canarios, gatos, perros y al perico de arriba no les haya pasado nada.

Además, te mando otra de tus fotos. En esta semana que viene te mandaré tu pluma, si es que ya está bien compuesta.

Además, te mando el pedazo derecho de mi corazón y el lado más bueno de mi alma. Si es que todavía tengo guardada allí alguna bondad.

Y mírate al espejo y di: te manda saludar aquél…

…Con todo mi corazón, Juan

Cartas a Clara

Подняться наверх