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Gabinete de estudio

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Entra Fausto acompañado del perro.

FAUSTO

Abandoné el campo y los prados, cubiertos por una densa noche, que con santo temor lleno de presentimientos despierta en nosotros el alma superior. Adormecidos están ahora los ímpetus desordenados, a la vez que toda actividad turbulenta; ahora se hace sentir el amor a la humanidad, se hace sentir el amor a Dios.

Estáte quieto, perro; no corras de acá para allá. ¿Qué estás olfateando ahí en el umbral? Échate detrás de la estufa. Te daré mi mejor almohadón. Ya que allá fuera, en el montañoso camino, nos divertiste con tus carreras y brincos, acepta ahora también mis agasajos, como huésped apacible y bienvenido.

¡Ah! Cuando en nuestra angosta celda de nuevo arde risueña la lámpara, entonces luce la claridad en nuestro pecho, en el corazón, que se conoce a sí mismo. Empieza la razón a hablar una vez más y la esperanza a reflorecer; el hombre suspira por los arroyos de la vida, ¡ah!, por la Fuente misma de la vida.

No gruñas, perro. Ese son animal no puede armonizar con los sagrados acentos que al presente embargan mi alma entera. Estamos habituados a que los hombres hagan burla de lo que no entienden, y murmuren a la vista de lo bueno y lo bello, que a menudo les causa enojo; y a ejemplo de ellos, ¿quiere el perro gruñir a eso?

Mas, ¡ay!, pese a la mejor voluntad, no siento ya el contento brotar de mi pecho. Pero ¿por qué ha de agotarse tan presto el manantial dejándonos sedientos otra vez? ¡De ello tengo yo tanta experiencia!... Esta falta, sin embargo, permite ser compensada, pues aprendemos a apreciar lo que está más alto que la tierra, suspiramos por una Revelación, que en ninguna parte brilla más augusta y bella que en el Nuevo Testamento. Siéntome impulsado a consultar el texto primitivo, a verter con fiel sentido el original sagrado a mi amada lengua alemana.

Abre un libro y se dispone a trabajar.

Escrito está: "En el principio era la Palabra"... Aquí me detengo ya perplejo. ¿Quién me ayuda a proseguir?

No puedo en manera alguna dar un valor tan elevado a la palabra; debo traducir esto de otro modo si estoy bien iluminado por el Espíritu. Escrito está: "En el principio era el Sentido"... Medita bien la primera línea; que tu pluma no se precipite. ¿Es el pensamiento lo que todo lo obra y crea?... Debiera estar así: "En el principio era la Fuerza"... Pero también esta vez, en tanto que esto consigno por escrito, algo me advierte ya que no me atenga a ello. El Espíritu acude en mi auxilio. De improviso veo la solución, y escribo confiado: "En el principio era la Acción".

Si he de compartir el cuarto contigo, perro, cesa de aullar, cesa de ladrar. No puedo sufrir a mi lado un compañero tan importuno; es menester que uno de los dos abandone la celda. Con pesar mío quebranto el derecho de hospitalidad. Franca está la puerta; libre tienes la salida... Mas, ¿qué veo? ¿Puede eso acontecer de un modo natural? ¿Es ficción vana? ¿Es realidad? ¡Cómo se agranda en todos sentidos mi perro de aguas! Empínase con violencia. Ésa no es la figura de un perro. ¿Qué fantasma he traído a mi casa? Ya se parece a un hipopótamo, de ojos encendidos como fuego y dientes formidables. ¡Oh, con seguridad eres mío! Para semejante ralea medio infernal es buena la clave de Salomón.

ESPÍRITUS

(En la galería.) ¡Ahí dentro hay uno preso! Quedaos fuera, que ninguno le siga. Cual zorro en la trampa cogido, temblando está un viejo lince del infierno. Pero estad ojo avizor. Volad aquí y allí, arriba y abajo, y se pondrá en libertad. Si podéis serle útiles, no le dejéis ahí encerrado, pues harto ha hecho ya por complacernos a todos.

FAUSTO

En primer lugar, para ir al encuentro del animal, me valgo de la fórmula de los Cuatro:

Que se abrase la Salamandra,

retuérzase la Ondina,

desvanézcase el Silfo,

afánese el Gnomo.

Quien no conozca estos elementos, su poder y propiedad, nunca será dueño de los espíritus.

Desaparece en llamas, Salamandra;

derrítete murmurante, Ondina,

luce con belleza de meteoro, Silfo,

aporta ayuda doméstica, Íncubo, Íncubo,

aparece y haz el remate.

Ninguno de los Cuatro se halla metido en el animal. Está echado con el mayor sosiego y me mira riendo con sorna. Ningún daño le he causado todavía. Has de oírme conjurar con mayor fuerza.

¿Eres tú, compañero, un fugitivo del infierno?: contempla este signo, ante el cual se humillan las negras falanges.

Ya se abulta con el pelo erizado. -¡Réprobo! ¿Puedes tú leerlo?, ¿el Increado, el Inefable, extendido por todos los cielos, el Traspasado por mano impía?- Fascinado detrás de la estufa, se hincha como un elefante, llena todo el espacio, va a disiparse en niebla. -No subas hasta la bóveda. ¡Échate a los pies de tu amo!- Ya ves tú que no amenazo en vano. Con una llama sagrada te chamusco. No esperes la luz tres veces ardiente. No aguardes el más poderoso de mis artificios.

Mientras cae la niebla, sale de detrás de la estufa Mefistófeles, vestido con traje de estudiante vagabundo.

MEFISTÓFELES

¿A qué viene ese alboroto? ¿En qué puedo servir al señor?

FAUSTO

¡Conque era ése el núcleo del perro de aguas! ¡Un estudiante andariego! ¡El lance me mueve a risa!

MEFISTÓFELES

Saludo al docto señor. Me habéis hecho sudar de lo lindo.

FAUSTO

¿Cómo te llamas?

MEFISTÓFELES

Baladí me parece la pregunta para uno que tanto desdeña la palabra, y que huyendo de toda apariencia, sólo busca el fondo de los seres.

FAUSTO

Entre vosotros, señores, se puede de ordinario adivinar el ser por su nombre, en donde se revela harto explícito, cuando se os apellida Dios de las moscas, Corruptor, Mentiroso. Veamos, pues: ¿quién eres tú?

MEFISTÓFELES

Una parte de aquel poder que siempre quiere el mal y siempre produce el bien.

FAUSTO

¿Qué viene a significar ese enigma?

MEFISTÓFELES

Soy el espíritu que siempre niega, y con razón, pues todo cuanto tiene principio merece ser aniquilado, y por lo mismo, mejor fuera que nada viniese a la existencia. Así, pues, todo aquello que vosotros denomináis pecado, destrucción, en una palabra, el Mal, es mi propio elemento.

FAUSTO

Te llamas una parte, y, sin embargo, entero estás ante mí.

MEFISTÓFELES

Dígote modestamente la verdad. Si el hombre, ese pequeño mundo extravagante, se tiene de ordinario por un todo, yo soy una parte de aquella parte que al principio era todo; una parte de las Tinieblas, de las cuales nació la Luz, la orgullosa Luz que ahora disputa su antiguo lugar, el espacio a su madre la Noche. Y a pesar de todo no lo ha conseguido, pues, por mucho que se afane, se halla fuertemente adherida a los cuerpos; emana de los cuerpos, embellece los cuerpos, y un simple cuerpo la detiene en su camino. Así, espero que no durará mucho tiempo, y que con los cuerpos desaparecerá.

FAUSTO

Ahora conozco tus dignos oficios. Nada puedes aniquilar en grande, y al presente lo intentas en pequeño.

MEFISTÓFELES

Y a decir verdad, no se ha adelantado gran cosa con esto. Lo que se opone a la nada, ese algo, ese mundo grosero, por más que ya lo haya intentado yo, no he podido hacerle mella alguna con oleadas, tormentas, terremotos ni incendios: tranquilos quedan al fin mar y tierra. Y tocante a la maldita materia, semillero de animales y hombres, no hay medio de dominarla absolutamente. ¡Cuántos y cuántos no he enterrado ya! Y a pesar de todo, siempre circula una sangre fresca y nueva. De continuar ello así, habría para desesperarse. Del aire, del agua, lo mismo que de la tierra, se desprenden mil gérmenes, en lo seco, lo húmedo, lo cálido, lo frío. A no haberme yo reservado la llama, nada quedaría para mí.

FAUSTO

Así, pues, ¿a la potencia eternamente activa, a la fuerza saludable y creadora, opones tú la helada mano del diablo, que en vano se crispa con perfidia? Trata de emprender otra cosa, extraño hijo del Caos.

MEFISTÓFELES

Ciertamente, ya nos detendremos más en ello las próximas veces. ¿Puedo ahora retirarme?

FAUSTO

No sé por qué lo preguntas. Ya te he conocido; visítame cuando gustes. Ahí está la ventana, ahí está la puerta; tienes también disponible seguramente el cañón de la chimenea.

MEFISTÓFELES

Lo confieso con ingenuidad. Un pequeño obstáculo me impide salir: ese signo pintado en vuestro umbral.

FAUSTO

¿El pentagrama1 te desazona? Ea, dime, hijo del infierno, si eso te detiene, ¿Cómo entraste, pues? ¿Cómo se dejó engañar un espíritu como tú?

MEFISTÓFELES

Míralo bien; no está trazado de la manera debida. Uno de los ángulos, el que mira hacia fuera, está, como ves, un poco abierto.

FAUSTO

En ello anduvo muy acertada la casualidad. Según eso, ¿tú serías prisionero mío? La cosa ha salido bien por azar.

MEFISTÓFELES

El perro de aguas nada advirtió al entrar de un salto. Ahora la cosa cambia de aspecto: el diablo no puede salir de la casa.

FAUSTO

Pero ¿cómo no sales por la ventana?

MEFISTÓFELES

Es ley para diablos y espectros, que por donde se colaron, por allí han de salir. Lo primero es libre para nosotros; de lo segundo somos esclavos.

FAUSTO

¿Conque el mismo infierno tiene sus leyes? Me gusta eso. ¿Luego se podría con toda confianza cerrar un pacto con vosotros, señores?

MEFISTÓFELES

De lo que se te prometa gozarás plenamente; nada se te descabalará. Pero eso no es para decirlo en tan breves palabras, y de ello hablaremos más tarde. Ahora te ruego con empeño, con el mayor empeño, que por esta vez me permitas salir.

FAUSTO

Quédate siquiera un instante más, sólo para contarme alguna bella historia.

MEFISTÓFELES

Ahora suéltame. Pronto vuelvo, y entonces podrás preguntarme a discreción.

FAUSTO

Yo no te armé lazo alguno, antes tú mismo te metiste en la red. Quien coja al diablo, téngalo sujeto; pues no le será tan fácil atraparlo por segunda vez.

MEFISTÓFELES

Si ello te place, dispuesto estoy también a quedarme aquí para darte compañía, pero a condición de hacerte pasar el tiempo de una manera digna con mis artificios.

FAUSTO

Bien me parece. A tu albedrío lo dejo, con tal que el artificio sea agradable.

MEFISTÓFELES

En esta hora, amigo mío, sacarás mayor provecho para tus sentidos que en la monotonía del año. Lo que te canten los sutiles espíritus, las bellas imágenes que produzcan, no son vano juego de encantamiento. También se recreará tu olfato y deleitarás tu paladar, y entonces tu alma quedará embelesada. No es menester preparación alguna de antemano. Nos hallamos reunidos ya. Empezad.

ESPÍRITUS

Desvaneceos, altas y sombrías bóvedas. Que aquí dentro, más embelesador, mire risueño el éter azul. Disípense las oscuras nubes. Centelleen las estrellitas, y soles más suaves luzcan entre ellas. La belleza espiritual de los hijos del cielo, en su vacilante curso, pase cerniéndose en el aire. El ardiente anhelo siga más allá, y las ondulantes cintas de las vestiduras cubran los campos, oculten la enramada, donde, embebecidos los amantes, se entregan uno a otro de por vida. ¡Emparrado junto al emparrado! ¡Sarmientos fecundos! El pesado racimo cae en la cavidad de la prensa estrujadora; precipítanse en arroyos los espumosos vinos y corren murmurando por entre límpidas piedras preciosas; dejan tras ellos las alturas; extiéndense en forma de lagos alrededor de multitud de verdeantes colinas, que en ellos se miran ufanas. Y el mundo alado saborea delicias, vuela al encuentro del sol y de las espléndidas islas que se mueven meciéndose sobre las ondas y donde oímos alegres coros y vemos en las florestas danzarines que se diseminan todos por la campiña. Algunos trepan hasta llegar a las cumbres; otros surcan nadando los lagos; ciérnense otros en los aires, y todos corren hacia la vida; todos se lanzan a la lejanía de las amorosas estrellas, cuyo favor aporta felicidad.

MEFISTÓFELES

¡Duerme! ¡Bravo, aéreos y sutiles rapazuelos! Le habéis adormecido muy a conciencia. Obligado os quedo por tal concierto. No eres hombre aún para tener sujeto al diablo. Rodeadle de placenteros ensueños; sumidle en un mar de ilusiones... Mas, para deshacer el encanto de este umbral, necesito un diente de ratón. No he menester conjurar largo tiempo; ya oigo el ruido que hace uno al correr por aquí, y al punto me escuchará. El señor de ratas y ratones, moscas, ranas, chinches y piojos te ordena que te aventures a salir para roer este umbral conforme él lo va punteando con aceite... ¡Hete ya aquí que vienes dando saltitos! Sobre todo anda listo en tu obra. La punta que con mágico poder me cerraba el paso, se halla más hacia delante en la arista. Una dentellada más, y asunto concluido. Ahora, Fausto, continúa soñando hasta que nos veamos de nuevo.

FAUSTO

(Despertando.) ¿Estoy engañado, pues, una vez más? ¿Así se desvanece el tropel de visiones, de suerte que un sueño falaz me hacía ver al diablo y se me escapó un perro de aguas?

Fausto

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