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Gabinete de estudio

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Fausto, Mefistófeles.

Fausto

¿Llaman? ¡Adelante! ¿Quién vendrá a importunarme de nuevo?

MEFISTÓFELES

Soy yo.

FAUSTO

¡Adelante!

MEFISTÓFELES

Es menester que lo digas tres veces.

FAUSTO

¡Adelante, pues!

MEFISTÓFELES

¡Así me gustas! Confío que acabaremos por entendernos. Pues sí; para ahuyentar tus quimeras, héteme aquí como un noble hidalgo, con vestido rojo ribeteado de oro, ferreruelo de seda recia, la pluma de gallo en el sombrero, y una larga espada de aguda punta. Y ahora te aconsejo, en breves palabras, que te vistas también de un modo parecido, a fin de que, desembarazado y libre, sepas lo que es la vida.

FAUSTO

Cualquiera que sea mi vestido, sentiré sin duda el tormento de la estrecha existencia terrena. Soy demasiado viejo para andar en juegos, y demasiado joven para estar sin deseos. ¿Qué puede ofrecerme el mundo? "Es menester que renuncies". "Has de renunciar": He aquí la sempiterna canción que resuena en los oídos de todos y que, enronquecida, nos canta cada hora durante nuestra existencia entera. Con espanto me despierto por la mañana. Quisiera llorar lágrimas amargas al ver el día, que en su curso no saciará uno solo de mis anhelos, ni uno tan siquiera; que con porfiada crítica obstinada amengua hasta el gusto previo de todo placer; que contraría las creaciones de mi agitado pecho con las mil bagatelas de la vida. Y luego, cuando desciende la noche, debo tenderme intranquilo en el lecho, y ni aun allí encuentro reposo alguno, pues fieros ensueños vendrán a llenarme de sobresalto. El dios que reside en mi pecho puede agitar profundamente lo más íntimo de mi ser, pero él, que impera sobre todas mis facultades, nada puede mover por fuera, de suerte que la existencia es para mí una penosa carga; ansío la muerte y detesto la vida.

MEFISTÓFELES

Y, sin embargo, la muerte nunca es por completo un huésped bienvenido.

FAUSTO

¡Oh! ¡Feliz aquel a quien ella le ciñe las sienes con sangrientos lauros en medio del esplendor de la victoria! ¡Dichoso aquel a quien sorprende en brazos de una joven después de vertiginosa y frenética danza! ¡Ah! ¡Si extasiado ante el poder del sublime Espíritu, hubiese yo caído allí exánime!

MEFISTÓFELES

Y con todo, alguien se abstuvo aquella noche de beber cierto licor pardo.

FAUSTO

A lo que parece, el fisgonear es tu placer.

MEFISTÓFELES

No soy omnisciente, pero sé muchas cosas.

FAUSTO

Si unos dulces acentos que me eran conocidos me arrancaron a la horrible confusión engañando al último resto de mis sentimientos infantiles con el recuerdo de un tiempo feliz, maldigo todo cuanto cerca el alma con el señuelo de seducciones y prestigios, y en este antro de dolor la retiene fascinada mediante fuerzas que deslumbran y halagan. ¡Maldito sea por adelantado el alto concepto de que se rodea a sí mismo el espíritu! ¡Maldito el engaño de la apariencia que acosa a nuestros sentidos! ¡Maldito lo que en sueños se insinúa hipócritamente en nosotros con ilusiones de gloria y fama imperecedera! ¡Maldito lo que nos lisonjea como posesión, en forma de esposa e hijo, de sirviente y arado! ¡Maldito sea Mammón, cuando con tesoros nos incita a arrojadas empresas, cuando para el placer ocioso nos apareja mullidos almohadones! ¡Maldito sea el balsámico zumo de la uva! ¡Malditos sean los favores supremos del amor! ¡Maldita sea la esperanza! ¡Maldita sea la fe, y maldita sobre todo la paciencia!

CORO DE ESPÍRITUS

(Invisible.) ¡Ay, dolor; ay, dolor! Con puño poderoso has destruido el mundo seductor; se derrumba, cae en ruina. Un semidiós lo ha hecho trizas. Nosotros llevamos más allá los escombros a la Nada, y lloramos la belleza perdida. ¡Tú, poderoso entre los hijos de la tierra, reconstrúyelo más espléndido, créalo de nuevo en tu pecho! Emprende una nueva carrera de vida con espíritu sereno, y resuenen en seguida nuevos cantos.

MEFISTÓFELES

Éstos son los pequeños entre los míos. Escucha cómo, con sensatez de viejo, aconsejan el placer y la actividad. Pretenden atraerte al vasto mundo, lejos de la soledad, donde se paralizan los sentidos y los humores. Cesa de jugar con tu pesadumbre, que, cual buitre, devora tu existencia. La más ruin compañía te hará sentir que eres hombre entre los hombres. Con todo, no quiere esto decir que vayas a encajarte entre la chusma. No soy ninguno de los grandes, pero, a pesar de ello, si quieres junto conmigo emprender la marcha a través de la vida, me ofrezco gustoso a ser tuyo ahora mismo. Tu compañero soy, y si estás satisfecho de mí, soy tu servidor, tu esclavo.

FAUSTO

Y en cambio, ¿qué debo hacer por ti?

MEFISTÓFELES

Mucho tiempo aún te queda para eso.

FAUSTO

No, no; el diablo es egoísta, y no hace fácilmente por amor de Dios cosa alguna que sea de provecho para otro. Expresa claro tus condiciones. Un servidor semejante trae peligro a la casa.

MEFISTÓFELES

Oblígome a servirte aquí, a la menor indicación tuya, sin darme paz ni reposo; cuando nos encontremos otra vez más allá, tú has de hacer otro tanto conmigo.

FAUSTO

Poco puede inquietarme el más allá. Convierte primero en ruinas este mundo, y venga después el otro en buena hora. De esta tierra dimanan mis goces, y este sol alumbra mis pesares. Si algún día consigo arrancarme de ellos, entonces venga lo que viniere; si en el mundo venidero también se ama o se odia, y si igualmente hay en esas esferas un arriba y un abajo, no quiero saber de ello nada más.

MEFISTÓFELES

En este sentido puedes arriesgar la cosa. Oblígate; estos días verás con placer mis artificios. Doite lo que todavía no ha visto ningún mortal.

FAUSTO

¿Qué puedes darme tú, pobre diablo? El espíritu humano, en sus altas aspiraciones, ¿ha sido acaso nunca comprendido por tus semejantes? Sí, tú tienes un manjar que no sacia; tienes oro bermejo que, como el azogue, sin cesar se escurre de la mano; un juego en el cual nunca se gana; una joven que, reclinada sobre mi pecho, por medio de guiños se entiende ya con el vecino; la gloria, bello placer de los dioses, que se desvanece cual fugaz meteoro. Muéstrame el fruto que se pudre antes de cogerlo, y árboles que diariamente se cubren de nuevo verdor.

MEFISTÓFELES

No me arredra un encargo tal. Esos tesoros que dices, yo te los puedo ofrecer. Mas, amigo querido, también se acerca el tiempo en que podamos regaladamente comer en paz alguna cosa buena.

FAUSTO

Si jamás me tiendo descansado sobre un lecho ocioso, perezca yo al instante; si jamás con halagos me engañas hasta el punto de estar yo satisfecho de mí mismo; si logras seducirme a fuerza de goces, sea aquél para mí el último día. Te propongo la apuesta.

MEFISTÓFELES.

¡Aceptada!

FAUSTO

¡Choquen nuestras manos! Si un día le digo al fugaz momento: "¡Detente!, ¡eres tan bello!", puedes cargarme de cadenas, entonces consentiré gustoso en morir. Entonces puede doblar la fúnebre campana; entonces quedas eximido de tu servicio; puede pararse el reloj, caer la manecilla y acabar el tiempo para mí.

MEFISTÓFELES

Piénsalo bien; no lo echaremos en olvido.

FAUSTO

Pleno derecho tienes para ello. No me obligué con temeraria presunción. Tal como me hallo, esclavo soy. Que lo sea tuyo o de otro, ¿qué me importa?

MEFISTÓFELES.

Hoy mismo, en el banquete doctoral llenaré mis funciones de servidor. Una cosa no más... Por razones de vida o de muerte, te pido un par de líneas.

FAUSTO

¡Eso más! ¿También me pides un escrito, pedante? ¿No has conocido todavía ningún hombre ni palabra de hombre? ¿No basta que mi palabra hablada deba disponer de mis días para siempre? El mundo se desencadena sin cesar en todas sus corrientes, ¿y a mí ha de tenerme sujeto una promesa? Pero esta idea quimérica está arraigada en nuestro corazón; ¿quién quiere de buena voluntad librarse de ella? ¡Dichoso aquel que mantiene pura la fe en su pecho! Ningún sacrificio le pesará jamás. Pero un pergamino, escrito y sellado, es un espantajo ante el cual todo el mundo se amedrenta. La palabra expira ya en la pluma; la cera y la piel tienen el señorío. ¿Qué quieres de mí, espíritu maligno? ¿Bronce, mármol, pergamino, papel? ¿Tengo que escribir con buril, cincel, pluma? Te dejo enteramente libre la elección.

MEFISTÓFELES

¿Cómo puedes exagerar tu facundia con tal calor? Una pequeña hoja cualquiera es buena para el caso. Firmarás con una gotita de tu sangre.

FAUSTO

Si eso te satisface plenamente, pase como chanza.

MEFISTÓFELES

Es la sangre un fluido muy singular.

FAUSTO

No haya miedo alguno de que rompa yo este pacto. Cabalmente lo que prometo es la tendencia de todas mis energías. Demasiado me envanecí; no pertenezco más que a tu condición. El grande Espíritu me desdeñó, y ante mí se cierra la Naturaleza. Roto está el hilo del pensamiento; largo tiempo ha que estoy hastiado de todo saber. Apaguemos las ardientes pasiones en los abismos de la sensualidad. Bajo impenetrables velos mágicos, apréstese al punto toda maravilla. Lancémonos en el bullicio del tiempo, en el torbellino de los acontecimientos. Alternen uno con otro entonces, como puedan, el dolor y el placer, la suerte próspera y la adversa. Sólo por una incesante actividad es como se manifiesta el hombre.

MEFISTÓFELES

No se os fija medida ni término. Si os gusta golosear en todas partes, tomar alguna cosa fugitiva, buen provecho os haga lo que os deleite. Pero echad la mano y no seáis tímido.

FAUSTO

Bien sabes tú que no se trata de placer. Al vértigo me abandono, al más amargo de los goces, al odio amoroso, al enojo avivador. Mi pecho, curado ya del afán de saber, no debe cerrarse de hoy en adelante a dolor alguno, y lo que está repartido entre la humanidad entera quiero yo experimentarlo en lo íntimo de mi ser; quiero abarcar con mi espíritu lo más alto y lo más bajo, acumular en mi pecho el bien y el mal de ella, extendiendo así mi propio ser al suyo, y como ella, estrellándome yo también al fin.

MEFISTÓFELES

¡Oh! Créeme a mí, que hace muchos miles de años que estoy mascando ese duro manjar; desde la cuna hasta el sepulcro, ningún hombre digiere la vieja levadura. Cree a uno de nosotros: ese Todo no se ha hecho sino para un Dios; Él mora en un eterno esplendor; a nosotros nos ha puesto en las tinieblas, y únicamente a vosotros convienen el día y la noche.

FAUSTO

Pero ¡yo lo quiero!

MEFISTÓFELES

¡Sea en buen hora! Sin embargo, una sola cosa temo; el tiempo es breve y el arte es largo. Pienso que haréis bien en dar oídos a la razón. Asociaos a un poeta, dejad que el maestro divague en sus pensamientos y amontone sobre vuestra respetable testa todas las nobles cualidades: el arrojo del león, la agilidad del ciervo, la sangre ardiente del italiano, la constancia del Norte. Dejadle que os halle el secreto de aunar la grandeza de ánimo con la astucia, y de apasionaros, conforme a un plan, con fogosos ímpetus juveniles. Hasta tendría yo gusto en conocer a un tal señor; le apellidaría señor Microcosmos.

FAUSTO

¿Qué soy, pues, si no es posible llegar a conseguir la corona de la humanidad, hacia la cual tienden todos mis pensamientos?

MEFISTÓFELES

Tú eres, al fin y al cabo... lo que eres. Ponte pelucas de millones de bucles; calza tus pies con coturnos de una vara de alto, y a pesar de todo, seguirás siendo siempre lo que eres.

FAUSTO

Bien lo veo. En balde acumulé sobre mí todos los tesoros del espíritu humano, y cuando al fin me siento para descansar, ninguna nueva fuerza, a pesar de ello, nace en mi pecho; no soy más alto del grueso de un cabello, ni estoy más cerca de lo Infinito.

MEFISTÓFELES

Mi buen señor, vos veis las cosas exactamente como se ven de ordinario. Es preciso obrar con más tino, antes que huya de nosotros el placer de la vida. ¡Qué diantre! Tuyos son, sin duda, manos y pies, cabeza y c...;2 pero todo aquello de que yo disfruto buenamente ¿es menos mío por eso? Si puedo pagar seis caballos, ¿no son mías las fuerzas de ellos? Corro así velozmente y soy un hombre verdadero y cabal, como si tuviera veinticuatro piernas. ¡Ánimo, pues! Déjate de cavilaciones, y lancémonos de rondón en el mundo. Yo te lo digo: el hombre que se devana los sesos, es como una bestia a quien un mal espíritu hace dar vueltas por un seco erial, por todas partes rodeado de lozanos y verdes pastos.

FAUSTO

¿Cuándo empezamos eso?

MEFISTÓFELES

Partimos al instante. ¿Qué lugar de tortura es ése? ¿Puede llamarse vivir el aburrirse uno mismo y aburrir a los muchachos? Deja eso para el vecino maese Barrigón. ¿Por qué te afanas trillando la paja? Lo mejor que puedes saber no te atreves a enseñarlo a tus discípulos... Precisamente ahora oigo uno en el corredor.

FAUSTO

No me es posible recibirle.

MEFISTÓFELES

El pobre chico está esperando largo rato ha, y no puede irse desconsolado. Ven, dame tu ropón y tu gorro. Tal disfraz debe sentarme a maravilla. (Se cambia de vestido.) Ahora deja eso para mi ingenio. No necesito más que un breve cuarto de hora. Mientras tanto, prepárate para el hermoso viaje.

Vase Fausto.

MEFISTÓFELES

(Vestido con el ropón de Fausto.) Desdeña la razón y el saber, supremas fuerzas del hombre; déjate afirmar, por el espíritu de mentira, en las obras de ilusión y prestigio: te tengo incondicionalmente... Diole el destino un espíritu que, indómito, se lanza siempre adelante y, en su harto precipitado esfuerzo, salta por cima de los goces terrenos. Yo le arrastraré por una vida desordenada, por la trivial frivolidad; es preciso que se me revuelva, se obstine y se adhiera, e insaciable como es, verá suspendidos manjares y bebidas ante sus ávidos labios, sin que llegue a tocarlos. En vano implorará consuelo para él, y aunque no se hubiese dado al diablo, habría de perderse sin remedio.

Entra un Estudiante.

ESTUDIANTE

Poco tiempo hace que estoy aquí, y vengo sumiso para hablar y conocer a un hombre a quien todos me nombran con respeto.

MEFISTÓFELES

Vuestra cortesía me halaga en extremo. Veis un hombre como tantos otros. ¿Os habéis dirigido ya a otras partes?

ESTUDIANTE

Ruégoos que os intereséis por mí. Llego con la mayor voluntad, algún dinero y sangre joven. A duras penas consintió mi madre en separarse de mí. Bien quisiera yo aprender algo bueno.

MEFISTÓFELES

Entonces os halláis cabalmente en el sitio debido.

ESTUDIANTE

Francamente, quisiera volverme ya. Entre estos muros, en estos recintos, no me hallo a gusto en manera alguna. Es un espacio harto reducido, no se descubre nada de verdor, ningún árbol, y en esas aulas, en esos bancos, se me van el oído, la vista y el pensamiento.

MEFISTÓFELES

Eso no es sino cuestión de hábito. Tampoco, al principio, toma el niño de buen grado el pecho de su madre, pero bien pronto se alimenta con delicia. Así también, junto a los pechos de la sabiduría, sentiréis cada día acrecentarse vuestro afán.

ESTUDIANTE

A su cuello quiero colgarme con deleite. Mas decidme: ¿cómo puedo conseguirlo?

MEFISTÓFELES

Explicaos antes que vayáis más lejos. ¿Qué facultad elegís?

ESTUDIANTE

Quisiera llegar a ser muy sabio, y me gustaría comprender todo cuanto hay en la tierra y el cielo, la ciencia y la naturaleza.

MEFISTÓFELES

Estáis, pues, en el verdadero camino, pero no debéis dejaros distraer.

ESTUDIANTE

Conforme estoy en alma y cuerpo; pero sin duda no me vendría mal un poco de libertad y esparcimiento en las hermosas vacaciones de verano.

MEFISTÓFELES

Aprovechad el tiempo; ¡pasa tan pronto!... Pero el método os enseñará a ganarlo. Para ello, caro amigo, os aconsejo ante todo el Collegium logicum. Allí se adiestrará bien vuestro espíritu, aprisionado en borceguíes españoles, a fin de que así, más reflexivo, en adelante recorra con paso mesurado la vía del pensamiento y no divague tal vez como un fuego fatuo de aquí para allí, a diestro y siniestro. Luego se os enseñará durante muchos días que aquello que antes solíais ejecutar de un solo golpe con toda libertad, como el comer y el beber, es necesario hacerlo en uno, dos, tres tiempos. No hay duda que con la elaboración de las ideas pasa lo mismo que con una obra maestra de tejedor, en la cual una simple presión del pie pone en movimiento un millar de hilos, las lanzaderas se disparan hacia aquí y hacia allí, los hilos corren invisibles, y un golpe único forma de repente mil trabazones. Viene el filósofo, y os demuestra que ello debe ser de este modo: lo primero era así y lo segundo así, luego lo tercero y lo cuarto son así; y si lo primero y lo segundo no existiesen, lo tercero y lo cuarto jamás podrían existir. Los estudiantes de todas partes ponen esto sobre las nubes, mas no han llegado a ser tejedores. El que quiere conocer y describir alguna cosa viviente, procura ante todo sacar de ella el espíritu; entonces tiene en su mano las partes; lo único que falta, ¡ay!, es el lazo espiritual que las une. Encheiresin naturae llama a eso la química, que, sin saberlo, se burla de sí misma.

ESTUDIANTE

No puedo acabar de comprenderos.

MEFISTÓFELES

Pronto lo entenderéis mejor cuando aprendáis a reducirlo y clasificarlo todo como es debido.

ESTUDIANTE

Tan aturdido estoy con todo ello, como si dentro de la cabeza me diera vueltas una rueda de molino.

MEFISTÓFELES

En seguida, antes que ninguna otra cosa, es menester que os apliquéis a la Metafísica. En ella, ved de abarcar con espíritu profundo lo que no se adapta al cerebro humano. Para aquello que entra en él o deja de entrar, tenéis a vuestra disposición un nombre magnífico. Pero sobre todo, en este medio año observad bien el mejor método. Cinco horas de lección tenéis cada día; estad dentro al toque de campana. Venid bien preparado de antemano y tened bien aprendidos los parágrafos, a fin de que luego veáis más claro que el profesor no dice sino lo que está en el libro. No obstante, aplicaos de veras a escribir, como si os dictara el Espíritu Santo.

ESTUDIANTE

Eso no tendréis que decírmelo dos veces. Ya me figuro cuán provechoso es, puesto que lo que se posee en negro sobre blanco, puede uno llevárselo confiado a su casa.

MEFISTÓFELES

Elegidme, pues, una facultad.

ESTUDIANTE

A la Jurisprudencia no puedo acomodarme.

MEFISTÓFELES

No encuentro eso tan mal de parte vuestra. Bien sé lo que pasa con esta ciencia. Leyes y derechos se transmiten de un modo hereditario como una enfermedad perenne; van arrastrándose de generación en generación y avanzan lentamente de un lugar a otro. La razón se convierte en sinrazón, el beneficio en ofensa. ¡Desgraciado de ti que eres nieto! Del derecho que con nosotros ha nacido, de él, ¡ay!, nunca se trata.

ESTUDIANTE

Mi aversión crece al oíros. ¡Oh! ¡Dichoso aquel a quien vos adoctrináis! Ahora casi estoy por estudiar Teología.

MEFISTÓFELES

No quisiera yo induciros en error. Tocante a esta ciencia, es muy difícil evitar el falso camino; hay en ella tanto veneno escondido, que apenas puede distinguirse del remedio. También aquí lo mejor será que no escuchéis sino a un solo maestro y que juréis por su palabra. En suma, ateneos a las palabras. Entonces, entráis en el templo de la certeza por la puerta segura.

ESTUDIANTE

Pero la palabra debe entrañar un concepto...

MEFISTÓFELES

¡Desde luego! Pero no hay que apurarse mucho por eso, pues precisamente allí donde faltan los conceptos, se presenta una palabra en punto y en sazón. Con palabras se puede discutir a las mil maravillas, con palabras es posible erigir un sistema; en las palabras se puede creer a ciegas; de una palabra no se puede quitar ni una jota.

ESTUDIANTE

Perdonad si os detengo con tantas preguntas, pero no puedo menos de molestaros aún. ¿No podríais decirme también alguna palabrita de peso acerca de la Medicina? Tres años son un tiempo asaz breve, y ¡ay, Dios!, el campo es dilatado en exceso. Si uno tiene siquiera una indicación, esto permite orientarse más allá.

MEFISTÓFELES

(Aparte.) Ya estoy ahíto del tono árido; es menester que vuelva a mi papel de diablo. (Alto.) El espíritu de la Medicina es fácil de concebir. Estudiáis a fondo el grande y el pequeño mundo, para dejar al fin y al cabo que vayan las cosas como a Dios le plazca. Inútil es que divaguéis de un lado a otro en busca de sabiduría; cada uno aprende sólo aquello que puede aprender; sin embargo el que sabe aprovechar el momento oportuno, es el verdadero hombre. Por lo demás, estáis dotado de regular apostura, tampoco os falta osadía, y bastará que tengáis confianza en vos mismo, para que los demás la tengan en vos. Aprended sobre todo a gobernar las mujeres. Sus sempiternos ayes y gimoteos, repetidos de mil maneras diversas, hay que curarlos todos de un modo único, y con sólo portaros medio decentemente, dispondréis de todas ellas como se os antoje. Ante todo, un título debe darles plena garantía de que vuestro arte sobrepuja a muchas otras artes. De entrada palpáis entonces todas aquellas cositas, alrededor de las cuales otro va rodando años enteros. Sabed oprimir bien el pequeño pulso, y asestando pícaras miradas de fuego, ceñid con delicadeza el talle esbelto sin reparo alguno, para ver si está muy anudado.

ESTUDIANTE

Eso parece ya mejor. Al menos ve uno el dónde y el cómo.

MEFISTÓFELES

Toda teoría es gris, caro amigo, y verde el árbol de oro de la vida.

ESTUDIANTE

Os juro que eso me parece un sueño. ¿Me permitiréis que venga a molestaros otra vez para escuchar a fondo vuestra sabiduría?

MEFISTÓFELES

En lo que de mí dependa, lo haré gustoso.

ESTUDIANTE

No puedo en manera alguna retirarme sin presentaros antes mi álbum. Otorgadme esa muestra de fineza.

MEFISTÓFELES

Muy bien.

Escribe, y lo entrega.

ESTUDIANTE

(Lee.) Eritis sicut Deus, scientes bonum et malum.3

Cierra el álbum con respeto, y se despide.

MEFISTÓFELES

(Solo.) Sigue la vieja sentencia de mi prima la serpiente y de seguro que algún día te dará que sentir tu semejanza con Dios.

Entra Fausto.

FAUSTO

¿Adónde hay que ir ahora?

MEFISTÓFELES

A donde te plazca. Veremos primero el pequeño, y luego el gran mundo. ¡Con qué placer, con qué provecho vas a seguir de balde este curso!

FAUSTO

Pero con mi luenga barba, fáltame soltura en el trato de las gentes. La tentativa no me saldrá bien; jamás he sabido acomodarme al mundo. ¡Siéntome tan pequeño delante de los demás!... Siempre estaré perplejo.

MEFISTÓFELES

Todo se remediará, mi buen amigo. Sabrás vivir tan pronto como tengas confianza en ti mismo.

FAUSTO

¿Y cómo salimos de casa? ¿Dónde tienes los caballos, lacayo, carruaje?

MEFISTÓFELES

Extendamos sencillamente este manto, que nos ha de llevar por los aires. Para este atrevido viaje, te encargo sobremanera que no lleves ningún lío abultado. Un poco de aire ígneo, que yo prepararé, nos elevará pronto de esta tierra, y si somos ligeros subiremos con rapidez. Te felicito por el nuevo curso de tu vida.

Fausto

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