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VIAJE DE AVIÑÓN A NIMES


El cochero bufón ~ El Pont du Gard ~ Nimes ~

El anfiteatro ~ La Maison quarrée ~ Otras antigüedades

En una especie de pot de chambre –como es sabido, así se llaman en París los coches de alquiler en los que se suele ir a Versalles por un precio irrisorio–, al cual iba enganchado un caballo de tiro y uno de repuesto, badinant, salimos de Aviñón el inglés y yo hacia Nimes dando un pequeño rodeo para ver el famoso Pont du Gard. Al cochero no podíamos mirarlo sin echarnos a reír debido a su vestimenta tan chusca: llevaba zapatos y en el izquierdo tenía una pequeña espuela, los pantalones eran multicolores, el chaleco amarillo y gris la chaqueta; a todo esto, se tocaba con un sombrero redondo ladeado y una gruesa trenza empolvada medio deshecha con enormes guedejas a ambos lados. Si a ese tipo le hubiesen dado una palmeta en vez del látigo con el que chasqueaba sin cesar, hubiera estado completo el payaso.

El Pont du Gard, esa antigua obra romana que está tan bien conservada como si hubiera sido construida no hace mucho, tiene un aspecto magnífico y sublime. Originariamente era un acueducto que llevaba las aguas de los arroyos Eure y Airain a Nimes; ahora tiene nombre de puente porque en época de Luis XV las autoridades regionales de Languedoc le añadieron uno. Por el acueducto se unen las dos alturas entre las cuales fluye el Garde, mediante tres filas de arcos colocados unos encima de otros. La primera fila tiene 83 brazas de largo y 10 de alto, y consta de 6 arcos, el quinto de los cuales, por donde fluye el río, tiene 13 brazas de ancho. Los 5 pilares que soportan los 6 arcos tienen una anchura de 3 brazas cada uno. La segunda fila tiene 11 arcos de la misma anchura que los primeros; tiene 10 brazas de alto y 133 de largo. La tercera fila tiene solo 4 brazas de alto y 136 de largo, y consta de 35 arcos pequeños. Arriba está cubierto de piedras lisas unidas por mortero, que forman el verdadero acueducto. Todo el edificio es de orden toscano, realizado en poderosos bloques de roca que no están unidos ni por hierro ni por cal, sino por un ensamblaje artificial mediante el cual una masa apoya y soporta la otra abrazándola. Especialmente el tamaño colosal de estos bloques de roca es lo que da a la obra un aspecto tan majestuoso que no se puede contemplar sin admiración y estupor. Parece que lo hayan construido unas manos gigantes, y a pesar de todo ese tamaño, el conjunto produce una impresión muy agradable porque no se percibe en él nada pesado o torpe. Se supone con bastante seguridad que la construcción es atribuible a Agripa, que se ganó así el sobrenombre de Curator perpetuus aquarum.

En Nimes, que para ser una ciudad de 40.000 habitantes no está muy animada, nos apresuramos a ver en seguida los monumentos romanos, entre los cuales destaca sobre todo el gran anfiteatro. Es el edificio más antiguo de todos los anfiteatros de la Edad Antigua y está bastante bien conservado; se supone que fue construido en la época de Antonino Pío. Este enorme edificio forma una elipse perfecta, cuyo diámetro máximo tiene 405 pies y el mínimo 317. La planta baja consta de 60 arcos, bajo los cuales se entraba al teatro. El piso de arriba, que termina en un ático, tiene el mismo número de arcos; debajo de los del piso inferior se distinguen cuatro entradas principales, y debajo del frontispicio de la primera puerta hay representados dos toros saltando hacia delante. Antiguamente se extendían 52 filas de asientos de piedras alrededor. Si se calcula un espacio de 20 pulgadas por persona, estos asientos acogían aproximadamente a 17.000 espectadores; en las partes menos derruidas solo hay 17 filas. Todo el edificio está sepultado a unos 12 pies de profundidad, bajo las ruinas de las muchas devastaciones que tuvieron lugar en diferentes épocas. Alguna vez tuvo que servir de fortaleza, y también se encuentran huellas de los efectos del fuego. Ahora se está empezando a apartar los escombros de la zona del ruedo. La parte principal del edificio está construida sin mortero ni hierro, como el acueducto Pont du Garde, y los bloques de roca, que lo forman como una torre, tienen la enorme longitud de 18 pies. Sin duda estaba destinado a los espectáculos de lucha, a lo cual alude también un relieve colocado sobre una puerta que representa a dos gladiadores.

Además, también hay otro relieve que representa a la loba amamantando a Rómulo y Remo, y a veces se ven algunos falos en las figuras más curiosas, por ejemplo uno triple con dos pies de ciervo, sobre los cuales está una figura femenina que lo guía con una cuerda como a un animal delante de un carro. Si uno se sitúa en la fila superior de los asientos, divisando todo el diámetro máximo de la elipse, su extensión parece inconmensurable, pues se funde insensiblemente con toda la zona circundante. ¡Cómo se encogen nuestros teatros más grandes comparados con un edificio así!

Junto al anfiteatro merece especial mención la llamada Maison quarrée [sic]. Es un bello templo casi intacto que estaba dedicado a los hijos adoptivos de Augusto, Cayo y Lucio, como parece haberse deducido a partir de la forma de los orificios que se encuentran en el friso y las vigas inferiores, en los cuales estaban clavadas letras de metal. Según esto, la inscripción rezaba así: «C. Caesari Augusti F. cos. L. Caesari Augusti F. cos. Designato Principibus juventutis».

El templo está rodeado por treinta columnas acanaladas de orden corintio; el friso y la cornisa están trabajados con extraordinaria finura y pulcritud. El edificio tiene delante un gran vestíbulo con seis columnas al frente que se extiende a ambos lados hasta la cuarta columna. Al fondo de este vestíbulo está la puerta de entrada, de forma cuadrada, de 10 pies de ancho y 22 de alto; y una escalera de 12 peldaños conduce al pórtico. El techo no es abovedado.

En casi todas las partes de la ciudad se encuentran vestigios de los romanos, por ejemplo algunos portales, baños, ruinas de un templo de Diana y de Apolo, pero en su mayoría están muy arruinados y casi irreconocibles. También se encuentran algunos mosaicos, uno de los cuales, que apenas ha sufrido daños, adorna el suelo de una pañería. Sus colores son aún muy vivos y se pueden reconocer con exactitud las líneas entrelazadas que forman el cuadro compuesto de pequeñas piedras.

Fragmentos de un viaje por el sur de Francia, España y Portugal en 1802

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