Читать книгу Seducidos por el amor - Un retorno inesperado - Nunca digas adiós - Кэрол Мортимер - Страница 5

Prólogo

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ORO.

Brillante y resplandeciente.

Pero ella ni quería ni necesitaba sentir su contacto; el metal parecía abrasarle la mano.

Se quitó la alianza. No le resultó difícil. Estaba mucho más delgada que el día que habían deslizado aquel anillo en su dedo. De hecho, era tan ancho para su dedo que había estado a punto de caérsele al suelo.

Oh, cuánto deseaba que se hubiera caído. Que se hubiera caído y se hubiera perdido, para no tener que verlo nunca más. Debería habérselo quitado semanas atrás, meses atrás, pero había estado ocupada con otras muchas cosas. Y la delgada hebra dorada que descansaba en su mano no le había parecido entonces importante.

Pero en ese momento sí lo era. Era el único recuerdo físico que tenía de lo que ella había sido…

Cerró la mano alrededor del metal con tanta fuerza que se clavó las uñas en la palma de la mano. Pero era inmune al dolor. Casi lo agradecía. Porque aquella sensación le decía que, por lo menos, todavía era real. Todo lo que había a su alrededor parecía haberse desmoronado hasta quedar reducido a la nada. Ella era la única realidad.

Ella y aquella alianza.

Abrió la mano lentamente mientras se defendía de los recuerdos que aquella visión evocaba.

Mentiras. ¡Todo mentiras! Y él ya estaba muerto, tan muerto como lo había estado siempre su matrimonio.

¡Oh, Dios, no! No lloraría. Jamás. No volvería a llorar nunca.

Pestañeó rápidamente para apartar las lágrimas. Tenía que recordar, continuar recordando antes de olvidar. Porque si alguna vez lo hacía…

Pero antes tenía que deshacerse de aquella alianza. No quería volver a verla cerca de ella. Ni que nadie volviera a verla en su dedo.

Cerró la mano nuevamente sobre ella y alzó el brazo para lanzar con todas sus fuerzas la alianza. La vio volar en el cielo, girar en el aire a cámara lenta y hundirse en el agua para ser arrastrada por la corriente del río que tenía ante ella.

Tardó algunos segundos en darse cuenta de que por fin se había ido. Irrevocablemente. Y con su pérdida recuperaba la libertad. Una libertad que había perdido durante mucho, mucho tiempo.

¿Pero libertad para hacer qué?

Seducidos por el amor - Un retorno inesperado - Nunca digas adiós

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