Читать книгу E-Pack Bianca y Deseo febrero 2021 - Кэтти Уильямс - Страница 8
Capítulo Tres
ОглавлениеPor segunda vez aquella noche, Stone se encontró en la balaustrada del primer piso, contemplando a la gente que había en el jardín, aunque en aquella ocasión tenía un cometido. No había perdido de vista a Piper mientras ella se abría camino entre personas a las que conocía de toda la vida. Se detenía, sonreía, hablaba, reía. Actuaba como si lo ocurrido en aquella última media hora no hubiese sucedido.
Era increíble lo contenida que podía mostrarse cuando a él le costaba lo indecible no estrellar el puño contra la pared que tenía detrás.
–¿Ha ido tan mal como esperabas?
Gray Lockwood se le acercó y apoyó las manos en la balaustrada para mirar también a la gente del jardín.
–Peor.
Gray se rio con cierta ironía.
–Ya. Qué me vas a contar. A ti por lo menos tu familia te ha montado una fiesta. La mía no quiere saber nada de mí.
–Qué mierda, tío.
Gray, Finn y él se habían conocido en la cárcel, y tras unos momentos iniciales algo turbulentos, habían llegado a ser más que amigos. Eran hermanos, y se habían pasado los últimos años cuidándose las espaldas. Gray había sido puesto en libertad el primero, once meses atrás, después de cumplir sentencia por sustraer cuarenta millones de dólares de la empresa de su familia, lo cual no dejaba de ser gracioso porque, incluso después de devolverles veinte de los millones que él juraba no haberles quitado, le quedaba dinero suficiente para comprar varios países.
–Así son las cosas –contestó, encogiéndose de hombros–. Estoy en paz con ello.
Pero aún se percibía una amargura en su tono de voz que no lograba ocultar del todo.
–Ya verás como todo mejora –añadió.
–Eso espero, porque si todos los días van a ser como este, creo que prefiero que vuelvan a encerrarme.
–Tonterías –contestó, volviéndose de espaldas a la balaustrada.
–Sí, tienes razón.
–¿Me vas a decir quién es esa preciosidad del vestido ajustado?
Sabía exactamente de quién estaba hablando, pero prefirió hacerse el tonto.
–Hay muchas mujeres guapas ahí abajo. Tienes que ser más concreto.
–Es posible, pero solo hay una a la que llevas un rato mirando como si fuera el conejo de un mago y pudiera desaparecer en cualquier momento.
–¿De dónde te sacas eso?
–No intentes distraerme, que no te va a servir.
–No es importante.
–Entonces, no te importaría que bajase y la invitara a cenar, ¿no?
No había modo de explicar la ira posesiva que lo sepultó.
–Está fuera de tu alcance, Gray.
–Ya. Me lo imaginaba. A ver si lo adivino. ¿Piper?
Podía mentir, pero no le serviría de nada.
–Sí.
–¿Es ella la culpable de la mezcla de ira, irritación y abandono que tienes en la cara?
Demonios… Estaba convencido de llevar puesta la máscara, pero al parecer, se equivocaba. O igual Gray lo conocía tan bien que podía ver más allá.
–Acertaste.
–Imagino que eso significa que vuestro encuentro no ha ido bien.
–Digamos que terminó con ella cabreada y saliendo como un huracán de la habitación.
–¿Pero qué le has dicho, hombre?
–Nada que no fuera absolutamente necesario.
Gray movió la cabeza.
–¿Alguna vez te he dicho que eres un idiota?
–Últimamente, no.
–Pues lo eres.
–Ya no importa. Mi plan era dejarla en paz, pero ahora eso ya no es una opción.
–¿Por qué?
–Porque es demasiado terca para darse cuenta de que se está poniendo en peligro.
–Eres consciente de que no es tu responsabilidad, ¿verdad? No tienes por qué pelearte con cada dragón que aparezca en su vida, tío. Es demasiado guapa para estar sola, así que deja que sea quien ocupe su cama el que se preocupe del problema.
Stone se sorprendió tanto como Gray al encontrarse agarrando a su amigo por las solapas.
–No vuelvas a hacer comentarios de ese tipo sobre ella.
Gray alzó las manos en señal de rendición.
–Mensaje recibido, tío.
Dios bendito, ¿qué narices le pasaba? No había vuelto a estar tan irascible desde el primer año de cárcel. Después, había aprendido a controlar sus respuestas y acciones pero, imaginarse a Piper en la cama con otro…
El cerebro se le había cortocircuitado porque quería ser él quien durmiera a su lado, y eso no podía ser. No lo merecía.
–Perdona –se disculpó.
–Ha sido culpa mía. Además, lo he hecho a propósito.
–¿Porque eres imbécil?
–Porque soy tu amigo y estoy preocupado por ti. Pero ¿por qué no dejamos la conversación trascendental para otro momento y nos centramos en lo que ha cambiado a tu chica?
–No es mi chica.
–Claro, claro.
Stone suspiró.
–Al parecer los medios también han venido persiguiéndola a ella.
–No me sorprende.
–¿Ah, no? Pues yo no me lo esperaba. Cuando pasó la dejaron en paz.
–Están intentando encontrar algo nuevo, Stone. Pero tú sabes cómo detenerlo.
–No pienso hacerlo, tío.
Gray se encogió de hombros.
–Sí, ya lo sé, pero no sería tu amigo si no te lo dijera. Una vez más.
–Bueno, ¿qué quieres que haga? –se ofreció Gray.
–¿Quién dice que quiero que hagas algo?
–Porque te conozco, colega, y no sabes dejar pasar las cosas. Es una de tus mejores cualidades y tu mayor defecto.
Stone se sonrió. Su amigo tenía razón.
–Quiero saber más de la periodista que ha escrito a Piper. No me gusta que esté tan expuesta. No se preocupa de protegerse.
Gray miró hacia abajo, pero a Stone no le hacía falta seguir la dirección de su mirada para saber que buscaba a Piper.
–No sé, tío. A mí me parece que es muy capaz de cuidarse sola.
Quizás, pero la costumbre era difícil de erradicar.
–Información, eso es todo. Tú, mejor que la mayoría, sabes lo valiosa que puede ser.
Gray asintió con un sonido sin palabras.
–Y ahora ya tienes un objetivo, que por lo que veo te atrae más que meterse en las oficinas ejecutivas de Anderson Steel.
El problema con tener amigos que lo sabían todo de uno era que no dudaban en usar esa información en el momento más inoportuno.
–Podría ser.
–Nada de podría, señor consejero. ¿O señor director general? ¿Cuál de los muchos títulos que has amasado entre rejas estás pensando utilizar?
A Gray le gustaba pincharle con aquello cada vez que podía.
–Mira, tío, que me tengas envidia porque soy más listo que tú no te da derecho a picarte tanto.
–Pues yo diría que sí. Los dos sabemos que eres como un hámster sin rueda cuando no tienes un proyecto entre manos. Te vuelves triste y peligroso. Yo solo estoy diciendo que necesitas algo en lo que concentrarte, al menos por ahora. Y estás de suerte. Yo tampoco tengo en qué ocuparme estos días, y me vendría bien una distracción. Así que tienes un equipo de dos.
–Ay, dios…
A pesar de su exclamación, Stone se alegraba de contar con su ayuda. Iba a proteger a Piper, tanto si ella quería como si no.
Piper metió la llave en la cerradura y abrió. Estaba deseando quitarse los tacones y aquel condenado sujetador que se le clavaba en las costillas. Dejarse caer en la cama también le sonaba a las mil maravillas.
Pero el plan se evaporó cuando entró en la cocina y se encontró con que su mejor amiga estaba esperando sentada a la mesa. Había abierto una botella de vino y tenía una copa vacía delante y otra cerca de los labios.
En parte deseó que Carina no estuviera allí, pero por otro lado no le vendría mal el apoyo y el consuelo que podría darle. Era la persona que mejor comprendería lo agotadora que había sido aquella noche.
–Has sobrevivido –dijo Carina tras servirle una copa de vino.
–A duras penas –contestó, lanzando los zapatos al otro lado de la habitación. Tendría que sentirse mal por maltratar su par favorito de Louboutin, pero no fue así–. Deja que me cambie.
Su casa era pequeña, pero perfecta para ella. Era una construcción emplazada en la parte de atrás de la propiedad de su madre y su padrastro. Un par de años antes, después de sacar el doctorado, pensó en buscarse una casa, pero su madre no quiso ni oír hablar de ello. Decía que les hacía un favor ocupándola.
Y la guinda era que Carina viviese también en la propiedad, en la casita de la piscina.
Se quitó el vestido y se puso unos pantalones cortos de algodón y una camiseta muy usada y cómoda, y descalza volvió a la cocina. Tomó un buen trago de su copa y el riesling le explotó en la boca. Con un suspiro se acomodó en la silla que Carina le había acercado.
–Está bueno, ¿eh?
Carina era la prometida de su hermanastro. Dado que era unos años mayor que ella, no habían estado particularmente unidas antes de la muerte de Blaine, pero después sus padres la habían acogido, ya que estaba destrozada y sola en el mundo, y en los años transcurridos había llegado a ser tan de la familia como lo habría sido si Blaine y ella se hubieran casado.
Nunca le había contado la verdad. No podía destrozar la imagen que tenía de Blaine. No serviría para nada.
–Dejemos lo de esta noche durante un segundo. Primero quiero saber cómo estás –dijo Piper, tomando su mano. Al fin y al cabo, el asesino de su prometido acababa de salir de la cárcel.
Carina intentó sonreír.
–Estoy bien.
–¿De verdad?
Su cabello rubio claro le rozó las mejillas.
–Estoy tan bien como cabe esperar. Digámoslo así. Es difícil no enfadarse.
–Y eso es normal, Carina. Me preocuparía que no estuvieras afectada. Lo importante es que tomes conciencia de tu reacción, que reconozcas lo que desencadena la emoción y lo canalice de un modo sano.
–Sí, doctora –sonrió.
–Perdona…
–Sé que solo quieres hacerme bien.
–No lo dudes.
–Hay una parte de mí que siempre sentirá ira hacia Stone, pero entiendo que tu relación con él es más complicada que la mía. Estuvisteis muy unidos durante mucho tiempo.
–Quizás, pero ahora ya no es así.
Llevaba un tiempo sin serlo y lo ocurrido aquella noche se lo había terminado de demostrar. Stone se había vuelto una persona distinta, más dura. Ya no lo conocía como antes, y estaba claro que no quería tenerla en su vida.
–Hemos hablado. No tengo la sensación de punto final que buscaba, pero estoy segura de que es todo lo que voy a conseguir de él –movió apesadumbrada la cabeza–. Tendré que aprender a vivir con ello y a encontrar el modo de dejarlo atrás.
Lo mismo que también tendría que dejar atrás su ansia de él.
–Es más fácil de decir que de hacer –musitó Carina.
–Cierto, pero no te he contado aún todo lo que ha pasado esta noche. Esa periodista ha vuelto a escribirme.
–Creía que le habías dicho que no estabas interesada.
–Y se lo dije, pero es muy persistente. A mí no me preocupa gran cosa, pero Stone vio el mensaje y no le ha hecho gracia.
–Me lo imagino –comentó con sarcasmo.
–Carina…
–Lo siento. Es que me gustaría poder entender lo que ocurrió.
–Lo sé –respondió, aunque si dependía de ella, nunca sabría la verdad. Era una verdad que solo serviría para hacer daño a su amiga y dañar irreparablemente el recuerdo que tenía del hombre que amaba–. Pero no va a hablar.
Piper estaba absolutamente segura de ello. Stone lo había dejado bien claro. Cierto era que había cambiado, pero estaba segura de que no iba a cambiar de opinión.
–Lo sé –suspiró Carina–. ¿Qué vas a hacer?
Piper recogió las piernas y apoyó la mejilla en la rodilla.
–¿Ahora? Pues voy a terminarme esta copa de vino y me voy directa a la cama. Mañana llamaré al jefe de la señora Black y le amenazaré con presentar cargos por acoso si no me deja en paz.