Читать книгу La mansión - Kris Buendía - Страница 5
ОглавлениеPrólogo
Me quedé petrificada ahí mismo.
Me acababan de echar de la clínica donde trabajaba como enfermera.
No podía creerlo. Era la cereza del pastel para una semana de mierda que ya llevaba.
—Lo siento, si pudiera ubicarte en otro lado lo haría, pero hay corte de personal en todas partes. —se había disculpado, por haberme despedido el jefe de personal—Estoy seguro que me echarán la próxima semana. Es cuestión de tiempo.
—Yo lo entiendo—intenté sonreír detrás de decepción—lo entiendo perfectamente. Y ha sido un placer haber sido parte de su personal.
—Dime Ryan—me tendió la mano y se puso de pie. Entendí que terminaba nuestra conversación.
—De nuevo, gracias… Ryan.
Me dirigí hasta mi casillero y saqué lo poco que guardaba ahí. Mi chaqueta y mi pequeño bolso gastado de mano.
Suspiré y miré el cheque dentro de mi bolso, demonios que tenía que cambiarlo en ese momento, comprar alcohol e internarme en mi pequeño apartamento mientras encontraba un nuevo lugar.
Tenía a mi padre enfermo viviendo conmigo, había perdido a mi madre apenas hace unos años, mi padre y mi novio, Dixon era lo único que tenía.
Ah, y mi bolso favorito de manos.
Me encantaban los bolsos, pero no podía permitirme comprar uno en cada temporada, me conformaba con tener un par y acabar con ellos hasta que el cuero dejara salir todo en su interior.
Pero ahí estaba yo, pensando en bolsos, mientras vivía en una de las ciudades más hermosas de Inglaterra, York.
York tiene un número ligeramente mayor de población de la tercera edad que la media nacional. Y sí, estaba rodeada la mayor parte de tiempo de personas que me doblaban la edad y eso me gustaba.
Mi persona favorita, era mi padre.
Cerré el casillero y llegué a recepción a dejar la llave y mis credenciales.
Era enfermera general. Y este era mi primer trabajo desde que me había graduado en la escuela de enfermería, y ahora era el primero del que me echaban sin haber cometido error alguno.
—Lo siento—se compadeció de mí la chica de la recepción. Sí, también era joven como yo. Esperaba que tuviera más suerte ella.
—No pasa nada.
Sacó el periódico que tenía sobre sus piernas y me lo entregó.
—Busca en los clasificados, en los anuncios pequeños—me aconsejó—suelen ser las mejores propuestas.
Le sonreí con pena.
—Lo tomaré en cuenta, gracias.
Me coloqué bien mi chaqueta y atravesé las puertas de cristal. Había trabajado ahí los últimos cuatro años y me marchaba solamente con un cheque de mierda que no me ayudaría a cubrir por mucho tiempo el alquiler, la comida y las medicinas de mi padre.
Las lágrimas hicieron su aparición por sí solas. No había llorado en mucho tiempo, desde que mi madre murió hace cuatro años, para ser más precisa. Sentí que esto era más grande que mí.
Abracé el periódico en mi pecho y caminé por la acera viendo las puntas de mis crocs gastadas color blanco.
Las iba a extrañar demasiado.
Llegué al banco y cambié el cheque en un abrir y cerrar de ojos. Luego me dirigí a la tienda de comestibles y, por último, la farmacia. Había comprado medicinas para cubrir un par de semanas nada más.
Lo suficiente para no tener que preocuparme y poder buscar otro trabajo lo más pronto posible.
Se me había olvidado en la bella ciudad en la que vivía. Y así como era de bella, también era caro vivir acá. Le había pedido a mi padre que nos mudáramos a Londres cuando aún mi madre estaba viva, pero cuando se fue, no pude volver a pedírselo.
Le encantaban los recuerdos, no lo lastimaban como a mí y eso era lo que admiraba siempre de él.
Mi móvil vibró en mi bolsillo y lo saqué como pude mientras iba cargada de bolsas.
Un mensaje de texto de Dixon, mi novio.
“Escuché lo qué pasó. ¿Estás bien?”
¿Cómo se había enterado?
Dixon era policía. Le había conocido unos meses atrás. Apenas y lo miraba, su trabajo y el mío no eran compatibles en absoluto y ese era un tema de nunca acabar.
“Sí, voy a casa”
Guardé el móvil y me aferré a mis bolsas. Aún no sabía cómo se lo iba a decir a mi padre. Solo con el hecho de que él estuviese enfermo y preocupado, me rasgaba el alma.
Pero todo estaría bien.
Todo iba a estar más que bien.