Читать книгу La mansión - Kris Buendía - Страница 6
ОглавлениеCapítulo 1
Leucemia.
Eso se estaba llevando a mi padre. Se miraba sano, fuerte e incluso feliz.
Pero había días en los que simplemente no podía salir de la cama. Y necesitaba ser llevado a urgencias.
Cuando eso sucedía, nos quedábamos prácticamente en la calle y yo con una gran deuda.
Es por eso que lo cuidaba lo mejor que podía, con los mejores tratamientos.
Tenía un seguro que pagaba apenas la mitad del tratamiento, por lo tanto el resto, me tocaba a mí.
—Estoy en casa—dejé las bolsas en mesa de la cocina.
Me quité los crocs y los dejé en el recibidor.
Vivíamos en un apartamento pequeño, pero modesto, bastante amplio para los dos y además tenía unas vistas hermosas. Y por eso me gustaba. Sabía que encontraría a mí padre en el pequeño balcón del tercer piso donde vivíamos.
Abigail, la señora dueña del edificio era un amor con nosotros. Era viuda y solamente tenía a sus inquilinos.
—Cariño, cuando no puedas pagar la renta no te preocupes, puedes pagarme cuando quieras—me había dicho la última vez que me había atrasado con el pago.
Pero no podía. Mi orgullo no me dejaba y la responsabilidad y deber que tenía conmigo misma y con mi padre, tampoco.
Encontré a mi padre en su silla favorita y una manta. Estaba con los ojos cerrados, pero veía como su respiración subía y bajaba.
Había un libro en el suelo. Le gustaba leer y yo le compraba muchos libros.
Estaba leyendo el profesor de John Katzenbach.
Recogí el libro y me acerqué a él.
Le di un beso en la frente y él respiró profundo abriendo los ojos.
—Estás en casa. ¿Qué ha pasado?
Sabía que mis ojos me delataban. Tenía todo el tiempo desde que salí del hospital de estar llorando. Así que tenía los ojos hinchados.
No podía mentirle.
—Me han despedido del trabajo hoy.
Mi padre no se vio sorprendido.
—Pero todo estará bien. He cambiado mi cheque, he comprado comida y tus medicinas.
Mi padre me tomó la mano y se la llevó a los labios para darme un beso.
—¿Tú cómo estás?
Pues mal.
—Estoy bien—mentí.
—Ya teníamos comida, no me he sentido mal desde un buen tiempo. Así que estamos bien. Pero parece que tú no. No te lo preguntaré de nuevo.
Era la forma de reprenderme por mentir.
—No quiero preocuparte, papá. Es todo. Encontraré otro trabajo.
—Sé que lo harás. Tengo una hija muy lista. Además, tengo mis ahorros.
—No se te ocurra, ese dinero es tuyo y le prometí a mi madre que…
—Tu madre no está acá—me recordó con amor—Yo lo estoy, yo cuidaré de ti.
Me hizo sonreír.
Se levantó de su silla y caminamos juntos al interior del apartamento.
—De todas maneras, aún tengo algo de dinero y tenemos comida. También le pagaré a Abigail dos meses de renta adelantados por si las cosas se ponen un poco difíciles.
—Diane Lilly Davies—sentenció. —¿Escuchaste algo de lo que te dije?
—Lo escuché perfectamente, señor Davies. Y mira—le mostré el periódico, en la sección de clasificados. —Ya encontré otro trabajo, solo tengo que hacer unas llamadas y espero mañana mismo presentarme a entrevistas.
Mi padre no pudo contener su sonrisa.
—Esa es mi chica.
—Mira.—lo tomé al azar y elegí un anuncio. La chica de la clínica me dijo que buscara en las secciones pequeñas. Las que todo el mundo ignora.—“Se necesita personal de lim… enfermería en las afueras de York, y la paga es de…
Hice una pausa y miré a mi padre. La paga era demasiado alta. Y además era personal de limpieza. Mierda.
—¿Qué sucede?
—La paga es de 3 mil libras al mes.
Mi parte abrió los ojos como platos. El salario mínimo era de 1.500 euros en Inglaterra y esta persona estaba ofreciendo más del doble.
—A lo mejor es de cuidar un anciano millonario—se burló mi padre y se acercó a la bolsa del supermercado para colocar todo en su lugar.
Yo todavía seguía pensando en el anuncio.
—Sí, puede que sea eso.
—Pues llámalos. No pierdes nada. Y espero que tengan chofer, no quiero que andes de noche fuera de casa.
—Lo dices como si ya fueran a contratarme.
—Estarían locos si no.
O la loca yo, en no aceptar.
Aunque hay un detalle, soy enfermera y le he mentido a mi padre. ¿Le podré mentir a ellos también?
Sabía limpiar, sabía cuidar de la gente. Llevaba haciendo eso por mucho tiempo.
Después de la cena, dejé a mi padre leyendo un rato en su habitación y me encerré en la mía. Le había dado sus medicinas y ya estábamos listos para ir a la cama. Solo que mi padre tenía problemas para dormir, por lo que él dormía más tarde que yo.
Miraba el techo en mi habitación y seguía pensando en aquel anuncio.
Personal de limpieza.
3 mil euros al mes.
Ganaba el mínimo como enfermera a pesar de tener un título bastante decente.
Que alguien así ofreciera esa cantidad de dinero no solo era extraño, era algo que no se podía dejar escapar.
Cogí el periódico de nuevo y miré la fecha.
Era fecha de ese día, por lo que tendría un poco de suerte y ser una de las primeras en llamar.
Requisitos:
Mujer joven, soltera y callada.
Estadía permanente mientras dure la plaza.
Salario 3 mil euros mensuales más bonos.
Joder, nunca me había sentido tan ofendida por mi carrera.
Y tampoco es que alguien de la limpieza fuese menos que yo, al contrario. Recuerdo que mi madre cuando era joven, de eso trabajaba antes de conocer a mi padre.
Mi padre había sido un respetado profesor de historia.
Y yo, había optado por ser enfermera para poder cuidarlos a los dos. Tampoco tenía hermanos o parientes lejanos.
Solo tenía a mi padre.
Uno de los requisitos era presentarse personalmente y no por llamada.
Esto era demasiado extraño para mí, que amaba las películas de suspenso.
¿Y si era una trampa y me vendían con algún mafioso italiano?
Las probabilidades de que alguien me quisiera eran pocas.
No era una chica especial. Era… normal.
Cabello rubio, ojos azules y era delgada con curvas bien marcadas.
No era Virgen, así que subastar mi virginidad estaba tachado.
Tampoco tenía dinero o un don especial más que ser enfermera y cuidar bien de mis pacientes. Era una persona bastante paciente, al nivel de una tortuga.
Tampoco era temperamental.
Era un blanco fácil y bastante torpe se podría decir. Pero no era una tonta. Y sería una tonta si dejaba pasar esta oportunidad.
…
No había dormido en toda la noche. Pensando en esa propuesta.
La dirección me había dejado intrigada. Solamente ponía La Mansión. En las afueras de York. En un mensaje. Parecía mensaje encriptado.
Envíe un mensaje y ellos de inmediato me respondieron.
Había escuchado que había una fábrica textil y una tal La Mansión donde vivían los dueños rodeados de sus fábricas hace un tiempo, pero las probabilidades de que fuese el mismo lugar eran nulas.
Ya que era la empresa textil Boone, una familia multimillonaria y además poderosa. Y en el anuncio no decía nada sobre eso y dudaba mucho que familia tan prestigiosa pagara un simple anuncio en el periódico.
Busqué lo mejor que tenía en mi closet. Opté por un vestido floreado, medias negras y mi abrigo. Llevaba poco maquillaje y el cabello lo dejé en ondas sueltas.
Me miraba linda y pocas veces lo podía admitir, pero este atuendo lo había encontrado en Pinterest, así que cambié algunas cosas por las que ya tenía.
Pinterest me salvaba la vida cuando era de buscar lo desconocido.
—¿Cómo me veo?
—Parece que vas a un casting de moda y no de enfermería.
—Papá, debo verme glamorosa si es gente de dinero.
—Tienes razón.
Me dio un beso casto en la frente.
—Te dejé el almuerzo en la nevera, también le dije a la señora Abigail que saldría un poco lejos por si me secuestran o algo ella ya sabe que hacer.
—Eso no es gracioso, Lilly.
—Lo sé, pero de todas maneras Abigail vendrá más tarde a hacerte compañía.
—No es necesario no soy un niño—protestó.—Además, no le gusta leer sino verme leer.
—Creo que está enamorada de ti, papá. Deberías darle una oportunidad.
—Eso no es gracioso, Diane Lilly Davies.
Ambos nos echamos a reír.
—De acuerdo, señor Davies. Me tengo que ir.
Llevaba mi bolso y un folder con toda mi información. Se darían cuenta que soy enfermera, pero no me importaba. Era mejor tener una persona que supiera limpiar y hacer una sutura a una persona ordinaria que no supiera ni quiera en limpiar.
Esa era yo, más o menos. Pero también me las arreglaría con Pinterest sobre cómo poner una mesa para gente pija.
Tomé una bocanada de aire porque pensé que iba a necesitarla.