Читать книгу La mansión - Kris Buendía - Страница 9
ОглавлениеCapítulo 5
Me había dicho el viernes. Habían pasado dos días y viernes era el día siguiente. Yo ya sabía la respuesta.
Un rotundo no.
—Papá, ¿Quieres ir al parque?
—Si me compras helado sí.
Y ahí estábamos en el parque. Siempre me gustaba venir al parque ya fuese sola o con él, hacia qué me olvidara de todo. Ver a la gente metida en sus propios asuntos, me imaginada que a lo mejor ellos tenían problemas peores que yo y eso me hacía sentir bien de alguna forma, egoístamente hablando.
—¿Qué pasa con el nuevo trabajo?
—No funcionaba para mí—mentí.
Disfrutaba de su helado, caminábamos en círculos viendo a lo lejos a los niños correr, parejas acostadas en el césped y una que otra persona leyendo algún libro aburrido.
—Sigo buscando, papá. Estaremos bien.
—No me gusta verte preocupada por dinero, Lilly.
—Papá, no estoy preocupada. Simplemente quiero encontrar uno bueno cuanto antes para no tener que preocuparnos por nada.
Mi padre se detuvo y puso su mano en mi hombro.
—Lilly, te dije que tengo dinero y lo he enviado a tu cuenta bancaria. Le pedí el favor a Abigail que lo hiciera.
—Papá, ¿Cómo pudiste hacer eso? —estaba enfadada con él.
Estaba eufórica, hacía mucho tiempo que no usaba mi cuenta bancaria por una razón y era que, el banco estaba en la obligación de tomar el dinero que le debía por préstamos hospitalarios.
Ahora lo que había hecho mi padre había sido un error.
No teníamos dinero. Y ese era un seguro de vida.
—¡¿Papá cómo pudiste?!
—¿Qué sucede? —él no tenía idea.
—El banco me lo quitó todo. No quería decírtelo, pero tengo deudas. Desde la universidad. De las veces que has estado en un hospital. ¡De tu tratamiento! Es por eso que cobraba en cheques de caja, no podían quitármelo y ahora tu dinero…
—Lilly.
Estaba enfadada con él.
—Saldremos adelante, hija. No te preocupes.
—No me digas eso. No tienes ni idea, papá del error que cometiste.
—Lilly…
Caminaba en círculos maldiciendo en voz baja. Ahora estábamos más que quebrados. Y yo seguía sin conseguir una maldita entrevista.
Observé a mi padre quedarse callado. Comenzó a ponerse pálido y era mi culpa. A él no le gustaba discutir, yo tenía el peor carácter de todos. Y él no tenía la culpa de nada.
—Papá ¿Estás bien?
— Sí, es solo que … lo lamento, hija.
Continuó caminando sin mi ayuda y balbuceaba cosas.
—Papá, tomaremos un taxi. Espera acá.
Corrí hasta la calle para hacerle parada a un taxi. Mi padre se sentó en el banquete más cercano y miraba la punta de sus pies.
Me odiaba, no quería preocuparlo ni enfermarlo.
Un taxi se detuvo y corrí hasta donde estaba mi padre.
—Vamos a casa, te sentirás mejor.
—Yo lo siento, Lilly no tenía idea.
—Ya está, papá, discúlpame no quise gritarte así—le sujeté la mano y las tenía frías—es solo que no quería preocuparte, pero saldremos de esta, ya lo verás.
Intentaba calmarlo, pero me di cuenta que no decía nada, yo iba lucida en mis pensamientos y disculpándome por lo ocurrido, hasta que lo miré, tenía los ojos cerrados y la boca abierta.
—¡Papá! —le grité.
Tomé su pulso, era débil.
—Por favor, al hospital—le ordené al señor del taxi.
Si algo le sucedía a mi padre no me lo iba a perdonar nunca.
Mi padre había tenido otra crisis y esta vez era mi culpa. Tenía la presión alta y mucha fatiga. Todo por haberle gritado.
—No es tu culpa, Lilly—me había dicho el doctor, conocía el historial de mi padre.
—Pensé que todo estaba bien—le dije con lágrimas en los ojos. Por la única persona que lloraba siempre, era por mi padre, y era cuando estaba en la cama de un hospital.
—La leucemia de tu padre está muy avanzada—dijo sentándose a mi lado—. La mayoría de las personas recibe tratamiento intermitentemente por años. Puede que el tratamiento se suspenda por un tiempo, pero en realidad nunca finaliza. En el caso de tu padre, su enfermedad es más avanzada y me temo que no podemos hacer más nada por él. Sus glóbulos blancos van cada día más en aumento.
—No me diga que no hay esperanza—le supliqué—no me diga que me rinda, porque él es lo único que tengo, no me diga que no hay más nada que hacer, porque no puedo creerlo, y me rehúso a dejarlo morir, tiene que haber algo más. Debemos intentar más.
Mis lágrimas se escocían en mis ojos, me dolía tanto el pecho que me costaba respirar.
Se quedó pensando un momento.
—Hay algo que podemos intentar, pero no puedes aferrarte a ello.
—No importa, solo dígame qué tengo que hacer.
—No necesitas hacer nada, solo necesitas dinero porque el tratamiento es el más caro de todos, es nuevo pero a algunos pacientes les ha dado buenos resultados.
Dinero. Era lo que no tenía, pero sí mucha fe.
Con eso me bastaba.
—¿Cuánto cuesta?
Me miró con lástima.
—No—lo detuve—no me vea de esa forma, dígame cuánto cuesta.
—Más de doscientos mil libras al mes. Y necesitas ser de una clase social, bastante alta para no estar en espera del tratamiento. Necesitas un contacto.
Oh, mierda.
—Es demasiado, Lilly.
—No para mí—dije sin pensarlo—conseguiré el dinero. Hágale el tratamiento a mi padre, firmaré lo que sea, pagaré.
Me sonrió.
—No te metas en problemas— me lanzó como si pudiera leer mi mente.
Mi padre tendría su tratamiento y no me importaba lo que tuviese que hacer para conseguir el dinero. Pero no lo dejaría morir.
No lo dejaría morir como dejé morir a mi madre por no tener el dinero suficiente y haber detectado su cáncer de estómago a tiempo.
No dejaré que pase lo mismo él.
Así tenga que casarme con el señor de la mansión.