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Emprendedor, ¿se nace o se hace?

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“El emprendimiento no es ni ciencia ni arte, es una práctica.”

Peter Drucker

Esta pregunta se la hacen muchos de los que aún no se animan a emprender, pensando que, quizás, a ellos no les vino ese ADN en su composición genética. También te la hacés cuando arrancás y todo sale mal, “¿será esto para mí?”, “¿será que yo no nací para emprender?” Claro que emprender no es para todo el mundo, eso sería casi tan absurdo como afirmar que a todo el mundo le gusta el chocolate. Pero pese a que me costó mucho entender cómo a alguien podría no gustarle algo tan rico, nació Genaro, mi sobrino, y me enseñó, que el chocolate no le gusta a todo el mundo, a él por ejemplo, no le gusta…

Entonces, emprender puede ser muy lindo, pero puede no ser para todos. Sin embargo, saber si uno nace o se hace emprendedor, es algo que a menudo nos preguntamos.

Yo nunca lo había hecho, hasta que hace unos años, estaba llegando a la primera charla que daría frente a emprendedores y unos minutos antes, sentí esa curiosidad. Antes de llegar al evento le envié un WhatsApp a mi amigo Carlos Luna, experto en emprendimiento e innovación: “Amigo… Emprendedor, ¿se nace o se hace?”. Y él me explico mucho de lo que voy a contarles.

La genética no determina la capacidad emprendedora, tampoco la geografía. Lo que determina la capacidad emprendedora es la cultura donde estás inmerso, es el conjunto de conocimientos, comportamientos y competencias que desarrollaste a lo largo de toda tu vida.

Esto quiere decir que podés nacer con algunas cualidades y capacidades personales que ayuden a que te conviertas en un emprendedor, pero no necesariamente tenés que tenerlas. Es muy probable que, si te lo propones, “aprendas a emprender”.

¿Qué condimentos deberíamos tener para poder aprender a emprender? Anthony Tjan, coautor del best seller del New York Times, Heart, Smarts, Guts, and Luck (Corazón, Inteligencia, Agallas y Suerte), explicó parte de su investigación, realizada para ese libro, en un artículo publicado en la revista del Harvard Business School, donde resaltó que de la encuesta realizada a muchos emprendedores exitosos, la mayoría coincidió en que para lograr el éxito en sus negocios había cuatro pilares que eran la base de todo emprendimiento: el corazón, la inteligencia, las agallas y la suerte (digamos que en este último pilar estoy bastante complicada, pues ¡BENDITA mi suerte!).

El corazón es el punto de partida de todo emprendimiento. Es el deseo y la pasión por ir tras eso que amamos construir hasta conseguirlo. La inteligencia es el razonar cómo llevar adelante el proyecto que deseás y usar las mejores herramientas para lograrlo. Pero, nada de todo esto funciona si no tenés las agallas y la fuerza, suficientes.

Las agallas son las que pueden frenar o encaminar un proyecto emprendedor, ya que se necesita mucho coraje para emprender algo nuevo y existen mil motivos que pueden detenerte en el camino. Por eso, si tenés el coraje necesario, se supone que vas a poder perseverar aún cuando las cosas se vayan poniendo difíciles o salgan exactamente al revés de lo que esperabas.

Pero claro, también existe el factor de la SUERTE y ahí, mis queridos amigos, ya saben que mucho depende de con que ojo lo mires. Aprendí esto de muy chica, ya que como muchos de ustedes saben, la suerte no es algo que me abunde y viene de familia, ese sí, es mi GEN, quizás…

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