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8 de cada 10 emprendimientos fracasan

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¿Cómo se hace para emprender SIN MIEDO? Cómo se hace para ANIMARSE a intentar vivir de lo que amás cuando las cifras nos indican que ocho de cada diez emprendimientos MUEREN antes de cumplir su segundo año. ¿Por qué yo debería ser esa persona que logre permanecer?

¿Será que los emprendimientos que funcionan, esos dos que logran sobrevivir leyeron muchas frases de motivación? ¿Asistieron a eventos que te gritan a cada paso “vos podés”?, ¿se rodearon de gente positiva y por eso lograron crecer? ¿Vibraron ALTO? ¿Acaso, son realmente mejores que yo y que los otros siete que se quedaron en el camino? ¿Será que no lo deseé lo suficiente? ¿Tendría que haberle hablado más fuerte al universo? Yo creo que NO.


Emprender es más dificil que la mierda.

El camino que me trajo a este libro fue eterno, llegué bastante agotada. Sin embargo no quiero quejarme, porque no todos llegan, no todos lo logran. Es mentira que si lo deseas mucho sucede, o al menos no es suficiente. Tenés que romperte el alma, el cuerpo, la cabeza, parte del corazón y, aún así, quizás, jamás llegues a conocer la satisfacción de haberlo logrado. Pero si la vida y otros mil componentes colaboraron para que puedas renunciar a ese trabajo que odiabas y vivir de lo que amás, te aseguro que siempre vas a estar sintiendo miedo. Pero es miedo, NO es PÁNICO, porque el pánico te paraliza, te impide avanzar y disfrutar, el miedo en cambio te ayuda a reaccionar. El miedo es una reacción de nuestro cerebro, primitiva, es instinto de supervivencia. Te da información de que algo no está del todo bien y te permite tomar recaudos.

Para mí la sensación de emprender y que te vaya bien es la misma que cuando estás soñando algo súperlindo, te despertás en la madrugada para ir al baño y volvés a la cama odiando a tu vejiga mata sueños, deseando que al dormirte ese hermoso sueño vuelva a aparecer. Que no desaparezca, que no lo pierdas, que dure un poquito más.

Yo siempre me pregunto. ¿Por qué todo siempre fue tan difícil? ¿Por qué, incluso hoy, cuando siento que ya puedo relajarme, que las cosas están como siempre quise, sigo sintiendo ese temor incontrolable de que todo se derrumbe nuevamente?

Casi siempre me respondo: ¡PORQUE SOS POBRE LAURA!, por eso. Y un poco creo que tengo razón, para qué te voy a mentir. Hay cosas que la gente millonaria jamás va a sentir, por suerte, y una de ellas es ese miedo de perderlo todo y no tener quien te saque de ahí. Porque mi entorno es emprendedor, muy marginal style, remándola siempre, no puedo darme el lujo de fracasar y golpear puertas pidiendo algunos miles de dólares para volver a intentarlo. En cambio, el millonario tiene amigos millonarios, que quizás a cambio de quedarse con su alma o alguna porción de su empresa, puedan aportarle el dinero que necesita para volver al ruedo y ver si esta vez sí lo logra. Pero a los que no tenemos ese entorno, cuando nos va mal, lo perdemos todo ¡por completo!

Les voy a contar algo que me pasó hace algunos años. Yo estaba viviendo mi peor época, sin un peso. Bastante triste, eran días muy largos. Un día, una amiga que tenía una pyme, con la que hablábamos mucho de negocios, impuestos y atención al cliente, me dijo que me pasaba a buscar y me acompañaba a mi oficina. Yo feliz porque, harta de viajar muchas horas en colectivo, ir en auto y tomando mate con una amiga, me parecía un buen plan.

Llegó a buscarme en una camioneta que valía, por ese entonces, varios millones de pesos.

La había sacado de la concesionaria el día anterior. Era hermosa. Yo la felicité mil veces.

En un momento me preguntó cómo estaba y le conté que bastante preocupada, que no encontraba cómo salir de la crisis que estaba atravesando, que ya casi no me quedaba un peso y que todo, cada día, era menos prometedor.

Ella, después de darme algunos consejos copados porque es muy inteligente y a mí me encantaba escucharla, me dijo “Yo también estoy preocupada, no tengo un peso… debo un montón al banco, así que TE ENTIENDO”. Yo quería gritarle que NO, que no me entendía, que para ella no tener UN PESO era vender un AUDI y comprarse una camioneta que valía el doble, y para mí era NO TENER PARA PAGARME EL BOLETO DEL COLECTIVO. Pero me callé porque siempre intento razonar que aquel que nunca sufrió por no llegar a fin de mes, muy difícilmente pueda sentir realmente la desesperación que eso genera.

La charla siguió y mientras me contaba que estaba pensando en irse de viaje, mudarse a un country y alguna cosa más que mi cerebro por suerte no retuvo, el sonido de una llamada entrante de su celular interrumpió el relato.

Era su contadora diciéndole que habían llamado del banco porque ella no había pagado la tarjeta de crédito y que como toda la familia y sus empresas eran clientes del banco, le habían cubierto el pago, que en la semana verían como resolverlo. ¿Entendés? Yo si no pago mi tarjeta, ESTOY AL HORNO. Nadie va a llamarme para decirme que pone la plata por mí hasta que me ordene, ¡mucho menos un banco! A eso me refiero, los que emprendemos desde la nada no tenemos de quien sostenernos cuando todo se derrumba.

Los bancos te otorgan créditos cuando te va bien, cuando podés cumplir con el requisito de demostrar que sos solvente y que realmente no necesitás tanto ese crédito.

Contra todo pronóstico, sin padres millonarios, ni respaldos del banco, te empieza a ir mejor. Pero ahí mismo, empezás a desconfiar, no puede estar todo bien, algo malo va a pasar. Fija. La ecuación es más o menos así:

ESTOY VIVIENDO DE LO QUE ME GUSTA

+

DISFRUTO DE MIS AMIGOS

+

DE MI PAREJA Y MI FAMILIA

=

ALGO MALO VA A PASAR.

Conclusión: ¡Listo! Seguro me muero.


El julepe que julepea a todos los julepes.

El miedo emprendedor, al que llamo julepe emprendedor, se aparece en, al menos, cuatro oportunidades a lo largo de la vida emprendedora.

El primer julepe es cuando estás en ese trabajo que odiás, con esa gente que te gustaría que no te diga ni “buen día” cada mañana. Ojo, que también puede pasar que no lo odies, simplemente te aburrió, te quedó chico y eso que antes disfrutabas, ahora hace que cada domingo te llenés de angustia porque no querés volver a arrancar la semana en ese lugar. ¡Estuve ahí!

Luego, el segundo julepe es cuando por fin te animás a dejar ese trabajo y decidís emprender, no sin antes tener que soportar a tus familiares y amigos decirte “cómo vas a dejar ese trabajo que es SEGURO para ir a probar suerte con eso”. También estuve ahí y sé que te guardaste más de un insulto y más de una lágrima para no pelear con esos opinadores seriales, que no tienen autoridad moral para juzgar sobre tu decisión, pues ellos tienen el trabajo que quieren tener o, quizás, solo el que pueden. A lo mejor, querrían hacer otra cosa pero no se animaron, hasta ahí llegó su valentía, lo cual no sería nada malo, si se mantuvieran en silencio en vez de opinar sobre tus decisiones.

En este mismo sentido puede ocurrir que en vez de renunciar te hayan despedido y movido por mil variables, decidas apostar toda tu indemnización en un emprendimiento. ¡Claro! Esto es para los que ven el vaso medio lleno, para los que hacen limonada con los limones que le da la vida y para los que no les queda otra opción.

El tercer tremendo julepe es cuando decís, LISTO, renuncié, estoy emprendiendo, ahora ya estoy en el baile, tengo que bailar, pero… ¡Oh sorpresa! No hay música, ni pista, ni compañero de baile. Estás solo con tu alma, gastando los últimos pesos que te quedaban. Hay días en los que llorás y te preguntás ¿POR QUÉ NO ESPERÉ UN POCO MÁS ANTES DE RENUNCIAR?, otros en los que te consolas diciendo cosas como “LA TRANQUILIDAD NO SE PAGA CON NADA”, pero te acordás de que el alquiler y las tarjetas de crédito sí se pagan con algo y ese algo es PLATA, esa que vos ya casi no tenés y, además, el mundo parece odiarte y nadie te compra ni te contrata. ¡Obvio!, también estuve ahí y el julepe latente de volver a estarlo algún día, a veces se asoma.

El cuarto y último julepe del que voy a hablar en este libro es el de cuando, finalmente, después de que lloraste hasta quedarte sin aliento, le prendiste velas a santos que no sabias ni que existían, hiciste 200 cursos, gratuitos, pagos, a distancia, presenciales, telepáticos y todos los que encontrabas, después de que te endeudaste tanto que pensaste que ni el Chapulín Colorado iba a poder defenderte, ¡LO LOGRASTE!

Todo camina según siempre quisiste, la plata ya no es un problema que te impida dormir, la angustia de no saber qué va a ser de vos al día siguiente, un día te levantaste y no la sentías. Pero… te llega otro miedo, otro tipo de julepe emprendedor, desbloqueaste un nuevo nivel de ansiedad y es el de: CRECER.

Tenés que pensar cómo seguir, porque llegaste a tu techo, a tu límite posible y hay que barajar y dar de nuevo para crecer aún más o, al menos, lograr permanecer en ese estado, sin que nada se rompa ni se desmorone. Tal vez sea momento de sumar empleados, socios, volver a invertir, volver a aprender, ¿cómo ser ahora una pyme con alma emprendedora?

Es ese instante en el que aprendiste a andar en bicicleta después de mil golpes y te dicen que van a sacarte una ruedita. ¡Te morís de miedo de seguir cayendo! Pero te seguís levantando y aprendiste a andar con una ruedita sola, haciendo equilibrio y te crees un millón, pero justo ahí vienen y te dicen, “HASTA ACÁ NOMÁS”. Ahora hay que sacar la otra ruedita. Tenés que volver a aprender a hacer equilibrio, aún con los moretones de los golpes anteriores, con la seguridad que lograste construir, pero con el mismo miedo de caerte y que esta vez no haya ninguna mano al lado para sostenerte y evitar el porrazo.


¿Para qué era que queríamos ser grandes?

¿Qué pensabas? ¿Qué el mayor temor era que te vaya mal? No, claro que no. Crecer siempre genera miedo y no siempre estás conforme con el resultado. Es como cuando te preguntan: “¿qué diría el niño que fuiste del adulto en que te convertiste?” Y tenés miedo de pensar esa respuesta. Porque, en definitiva, de chicos todos queríamos ser grandes y hoy, quizás, descubrimos que no era tan genial como creíamos.

En este libro intentaré contarte mi camino, de modo tal que encuentres consuelo en tus días de oscuridad emprendedora. Claro que no tengo la fórmula del éxito, nadie la tiene. Tampoco soy heredera de una fortuna, por lo que acá quiero que veas cómo logré ser, al menos por ahora, uno de esos dos emprendimientos que sobreviven a esa estadística aterradora.

Recorramos este sinuoso camino juntos y, quizás, cuando le saquen las rueditas a tu bicicleta, este libro sea de algún modo, esa mano que está ahí, a un costado del camino para evitar que te mates de un golpe, o al menos para amortiguar la caída o, tal vez, para ponerte una curita. Vas a sentir, por momentos, ganas de abrazar a ese jefe que tanto odiabas y no soltarlo nunca, pero te aseguro que al final del camino, no solo vas a estar preparado para enfrentar los julepes que se aparecen sino que, además, vas a tener herramientas. Ese es mi norte, ese es mi objetivo, que tengas a mano este libro para que leas todo lo que a mí me hubiese gustado que me dijesen cuando decidí emprender. Quizás, a veces, te rías, otras llores, otras me quieras y otras me odies, pero no te preocupes, a esta altura me banco todo eso y más, pues si los golpes de la vida te hacen cada vez más fuerte, hacé de cuenta que este libro está escrito por el mismísimo Increíble Hulk.

Apaguen sus celulares. Agarren los pochoclos, que la función está por comenzar.

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Qué carajo es emprender

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