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La teoría de los puntos…
ОглавлениеUuna tarde de domingo, habíamos ido con mi familia a la Basílica de la Virgen de Luján y mi mamá pidió que el sacerdote bendiga las llaves del auto que con tanto esfuerzo habían podido comprar. Días más tarde, o meses, no lo recuerdo, el auto estaba estacionado en la puerta de casa y se lo robaron. Yo era muy chica, quizás 11 años, le dije a mi papá: “¡Qué mala suerte, hicieron bendecir las llaves y se llevaron el auto!” A lo que me respondió: “Depende…a lo mejor que nos hayan robado el auto, nos protegió de que tengamos mañana un accidente…”. Era muy chica, quizás puede sonar cursi o simplista. Pero, los puntos siempre se conectan hacia atrás… ¿les suena?
Steve Jobs, en una conferencia en la universidad de Stanford, en 2005, dijo algo tan maravilloso, que nadie puede olvidar.
“No puedes conectar los puntos mirando hacia adelante; solo puedes hacerlo mirando hacia atrás. Así que tienes que confiar en que los puntos se conectarán de alguna forma en el futuro. Tienes que confiar en algo: tu instinto, el destino, la vida, el karma, lo que sea. Porque creer que los puntos se conectarán luego en el camino, te dará la confianza de seguir tu corazón, incluso cuando te conduce fuera del camino trillado, y eso hará toda la diferencia”. |
Él mismo cuenta que su madre biológica lo dio en adopción y puso como única condición que sus padres adoptivos fueran personas graduadas, con alguna formación académica. Quienes iban a adoptarlo, un día antes se arrepintieron, porque querían una niña, así que Steve volvió a la lista de espera hasta que encontrasen a quienes serían sus padres adoptivos. Los que seguían en la lista no tenían títulos de grado, ni dinero. Pero deseaban a Steve con todo su corazón, por eso, luego de algunas charlas, la madre biológica, accedió a dárselo en adopción a ellos, a cambio de firmar un acuerdo que le garantizaba que Steve podría acceder a la universidad. Diecisiete años más tarde, los padres cumplieron y con mucho esfuerzo tomaron los ahorros de toda su vida para enviar a Steve a la universidad, tal como habían acordado.
Pero él creyó que ese dinero se estaba yendo demasiado rápido en su educación y tampoco estaba tan seguro de que eso lo hiciera feliz. Por eso, 18 meses después, abandonó la universidad pero no el campus. Empezó a dormir en habitaciones de otros compañeros, en el piso muchas veces. También, él mismo cuenta que vendía latas de gaseosas a 5 ctvs. de dólar para juntar dinero y comer. En esos meses, donde ya no era alumno regular, pudo dejar de hacer lo que tenía que hacer y se puso a estudiar lo que sentía que le apasionaba. Así fue que hizo un curso de caligrafía que nada sumaba a su vida de ese entonces. Sin embargo, diez años después, creó la MACINTOSH y todo su conocimiento de caligrafía, adquirió sentido, tanto que fue el primer ordenador con tipografías perfectas y diseño de lujo.
Diez años después, todo tuvo sentido. El resto, es historia... Todos saben que se transformó en el hombre rico más joven del mundo.
En mi camino como asesora de emprendedores vi muchos casos así, el mío por ejemplo. Que estudié Psicología, Administración de Empresas y mil cosas más que no terminé, pero me ayudaron y me ayudan a poder desempeñar mi trabajo.
Hago mucho hincapié, y lo haré en este libro, en meterse en la mente del consumidor, entender qué quieren nuestros potenciales clientes y creo que ahora sí, todas esas noches de estudio, tienen sentido. La mente me pareció siempre maravillosa, a tal punto que con 19 años hice un seminario sobre ASESINOS SERIALES, quería entender cómo funcionan esas mentes. Por eso, entender qué quiere mi cliente, incluso antes de que él mismo sepa lo que quiere, no me resulta algo complejo. Como decía Steve, los puntos siempre se conectan hacia atrás.
Y acá quiero contarles algunos de los puntos que en mi vida, se han conectado hacia atrás. En 1999 terminaba la primaria y hacíamos un viaje de estudios a Villa Carlos Paz, Córdoba, Argentina. Fuimos con todo mi curso, éramos más de veinte y para completar el micro que nos llevaría, la empresa nos juntó con seis chicos de otro colegio. Junto a mis compañeros votamos para que mi mamá sea quien nos acompañe a todos, pues teníamos 14 años y necesitábamos un adulto responsable, yo sabía que mamá lo era y además su compañía no iba a ser un problema para mí. Nos fuimos. Uno de esos seis chicos tenía un peinado muy particular, lo cargábamos por eso. Luego de esa semana en Carlos Paz, no supimos más de ellos.
En 2009, nada más y nada menos que diez años después, gracias a la magia de Facebook, muchos volvimos a conectarnos, yo solo aceptaba solicitudes de personas que conocía. Así fue como empecé a recordar a esos seis chicos que habían viajado con nosotros y los iba aceptando cada vez que llegaban sus solicitudes de amistad.
Una tarde, una notificación decía “Facundo Cordero le ha enviado una solicitud de amistad” ACEPTAR-RECHAZAR. Luego de stalkear un poco el perfil supe que era ese chico de peinado extraño. El resultado de mi stalkeo me había arrojado 3 datos: estaba en pareja, vivía en Brasil y ya no se peinaba raro. ACEPTÉ.
Stalkear es un neologismo que surgió en el ámbito de las redes sociales para nombrar a la acción que realiza una persona cuando revisa los contenidos que publica otro usuario
Empezamos a charlar, hicimos un reencuentro con algunos excompañeros y amigos de aquel viaje, Facundo ya no tenía pareja, seguía sin peinarse raro y me explicó que no vivía en Brasil, pero que tenía muchas fotos de allí, porque viajaba seguido por su trabajo.
En noviembre 2010, nos fuimos a vivir juntos. En agosto 2013, nació nuestra hermosa hija. En 2021 seguimos juntos y espero así sea por todo lo que nos quede de vida. ¿Cómo hubiese aceptado esa solicitud de amistad si 10 años antes la vida no nos hubiese cruzado esa sola semana en Córdoba? ¿Entendés que él conoció a su suegra con solo 14 años y no lo sabía?
Sin duda, esa semana siento que fue solo para que podamos reconocernos en el futuro. Los puntos siempre se conectan hacia atrás.
Te resumo algunos otros puntos conectados. Yo tenía mi oficina en el primer co-working que llegó a la Argentina en 2017. Un monstruo hermoso de 25 pisos donde pasé los mejores y peores días de mi vida emprendedora.
Si hay algo que le debo a ese lugar es todo lo que aprendí. Cada tarde teníamos la posibilidad de participar de alguna actividad gratuita. Yo intentaba no perderme ninguna.
Así fue como una mañana ví en la app que iban a enseñar cómo armar un modelo de negocios. Yo no tenía ni idea. Pensé que era una buena oportunidad para saber de qué se trataba. Fui. Tomé notas. Saqué fotos. Salí con la cabeza explotada. El capacitador nos había dado su mail por si teníamos preguntas. A los dos días le mandé este correo:
Para: Carlos
De: Laura
Carlos: estuve en la capacitación sobre modelo de negocios. Ya compré el libro que recomendaste. Lo estoy leyendo. Gracias por eso.
Quería saber si dabas asesorías personalizadas al respecto, ya que creo que es interesante, pero no voy a poder hacerlo sola.
Saludos
Laura
Carlos era empleado del co-working, había llegado de Venezuela hacía pocos meses. No esperaba ese mail. No tenía idea de cuánto cobraban ese servicio en Argentina. Se tomó unos días para responderme.
Empezamos a trabajar juntos, fue uno de mis pilares más importantes en el peor momento económico y emprendedor de mi vida.
Nos hicimos amigos. Empecé a invitarlo a dar charlas conmigo, algunas capacitaciones e, incluso, a escribir sobre cómo armar tu modelo de negocios en este libro.
Carlos fue y es muy importante en todo mi camino. Yo no tenía casi nada de dinero pero el que tenía lo invertía en escucharlo, él es Coach y además de, como ya les dije apenas más arriba, experto en Emprendimiento e Innovación.
¿Qué hubiese pasado si yo no hubiese ido a esa primera charla cuando lo conocí? ¿Y si no mandaba ese mail? Carlos ya no trabaja en esa compañía, ni yo tengo mi oficina ahí, pero seguimos compartiendo charlas increíbles y proyectos juntos. Los puntos siempre se conectan hacia atrás.
En uno de mis trabajos bajo relación de dependencia que más odie en mi vida, conocí a Gisela. No compartíamos puesto de trabajo, pero sí algunas pocas charlas laborales. Yo estuve 3 años y me fui. No la vi más desde 2012, pero nos teníamos en redes sociales. Así fue como en 2018 yo subí una historia a mi Instagram diciendo que sería muy divertido tener un programa de radio y ella me mandó un mensaje que decía “Hola Lau, tanto tiempo. Yo me recibí de locutora y tengo un programa de radio. Si querés podés venirte así charlamos y te sumás”. No dudé ni 10 minutos. Volvimos a vernos casi seis años después. Cuando dejamos el programa, ella decidió acompañarme en mis otros proyectos. Hoy es mi mano derecha y pieza fundamental en @nosepuedevivirdelikes. Fue mi peor trabajo o eso creía, pero de allí conservo grandes amigas como Gise.
Los puntos siempre se conectan hacia atrás.
Tengo miles, pero te comparto uno más y no jodo más.
En ese 2018, año nefasto donde todo iba mal pero yo seguía intentando. Decidí hacer la remake de un programa de tv de Argentina de los años 80, pero a través de vivos de Instagram que se iban a transmitir cada lunes. Jugaríamos, en vivo, con la audiencia que se llevaría premios de marcas increíbles. Yo seguiría sin ganar un peso pero iba a fidelizar a mi audiencia y por sobre todo a divertirme.
Gise era la encargada de ayudarme a buscar marcas que apoyen nuestro proyecto. Yo ya había conseguido varias pero ella le escribió a EN ORDEN, una pyme que vende cajas organizadoras de zapatos y que hacía, sin dudas, una fuerte apuesta al posicionamiento de marca en redes.
Agustina, su dueña, accedió. La invitamos a venir al programa, para que vea como era el formato. Dudó bastante pero, reacomodó su agenda y vino. Pegamos una buena onda impresionante en minutos. Ese día también estaba Meli, una de las dueñas de @ohmychalk que también apoyaban este proyecto. Nos divertimos tanto que organizamos para volver a vernos. De ahí en más planeamos juntas mil proyectos que quedaron en nada y otros tantos que aún hoy estamos disfrutando. Nos asociamos para la creación de la LOCADEMIA de @nosepuedevivirdelikes
donde grabamos cursos con muchísimo contenido de valor para vender a emprendedores de habla hispana, podcast de “Catarsis Emprendedora” y hasta estamos soñando con un espacio físico donde todos los emprendedores puedan ir a llenarse de herramientas y energía. Pero, por sobre todo, nos hicimos grandes amigas. Y en este libro, también te va a compartir herramientas para tu negocio, ya la vas a encontrar unas hojas más adelante.
¿Y si Gise no contactaba a la marca? ¿Y si Agus nos decía que no? ¿Y si nos decía que sí, pero mandaba el producto por mensajería y ella no iba a vernos?
Los puntos siempre se conectan hacia atrás.
Me rio para no rajarme un tiro.
Aaprendí, con terapia y esfuerzo, a reírme de las desgracias, no a disfrutarlas, sino a dejarlas ir. Por eso siempre ven que me rio de mi SUERTE, de la buena y de la mala, porque no es más que eso, un componente, un ingrediente, que como dijo mi papá con las llaves del auto, depende de qué lado lo mires, algo que fue una desgracia, puede transformarse en lo mejor que te paso en la VIDA.
Creo que todos pueden tener personalidad emprendedora, pero quizás no todos tengan ganas de serlo, por eso, cuando la gente me dice que no es emprendedora o creativa, creo que no están en lo cierto, porque pueden aprender a serlo, todo está en la motivación que tengan para eso. Y no hablo solo de emprender en algo propio, también se puede emprender siendo empleado, en tu puesto de trabajo. Y te voy a contar cómo esto último es posible.
Tuve muchos trabajos bajo relación de dependencia, algunos disfruté, otros no tanto. Trabajé en todos los formatos, formales e informales, que te puedas imaginar y supe disfrutar de la alegría de recibir un aguinaldo o vacaciones pagas. Pero desde mis 18 años, mientras cursaba el CBC de Psicología en la Universidad de Bs. As., supe que quería emprender.
En ese entonces, 2003, saliendo de una crisis económica tremenda en Argentina (siempre estamos entrando o saliendo de crisis, como en cualquier país de Latinoamérica) y aún siendo adolescente, me puse un local de ropa en la zona oeste. Ese fue el primer local, pero antes ya había emprendido vendiendo ropa, accesorios, etcétera.
Me crié en un barrio, en el conurbano de la provincia de Bs. As. y para cualquier cosa que quería hacer la gente me decía que “vivía lejos”, eso implicaba perder un montón de oportunidades de empleo y más. Por eso, cuando pude, me fui a vivir “más cerca”. Aunque no sabía bien más cerca de qué… pero me mudé al centro de la Ciudad de Buenos Aires.
Estuve allá algunos años, me encantaba. Pero volví a vivir “lejos”, porque iba a ser mamá y necesitaba volver a vivir lejos de la ciudad, pero cerca de mi familia.
Lo bueno fue que la vida me dio la oportunidad de trabajar como jefa de personal en una clínica privada, donde pude contratar a muchísimos empleados que vivían lejos o en asentamientos donde no entraba ni el médico laboral. Pero yo sabía lo que era vivir lejos. Entonces, cuando había que cubrir un puesto y tenía dos candidatos con iguales aptitudes y solo los diferenciaba la localidad donde vivían, yo elegía al que estaba lejos, al que tenía que viajar dos horas y tomar tres colectivos para llegar. Yo sentía que, de algún modo, estaba haciendo justicia por todas las veces que me perdí oportunidades, por todas las veces en las que la respuesta fue “estas sobrecalificada para el puesto, pero buscamos a alguien que viva cerca, en la zona”. Fueron tres años ocupando un puesto que suena más interesante de lo que era, pero me sirvió para conocer de adentro una pyme, para entender los problemas a los que te enfrentás cuando tenés alma de empresa, estructura de pyme y recursos de un emprendedor.
Yo era, entre otras cosas, jefa de personal. Porque cuando recién empecé, también iba al supermercado a comprar los alimentos para los pacientes, pagaba a proveedores, incorporaba mejora de procesos y todo lo que se les ocurra. Porque los dueños, a quienes casi no veía, confiaban en mi. El primer día fue una locura. Recuerdo que llegué unos minutos más temprano, toqué timbre y, de repente, una puerta se abrió sin que nadie me preguntara quién era… entré a una recepción bastante fría y no había nadie que me explique qué hacer. Me senté en la sala de espera. A los cinco minutos empezó a sonar el teléfono y no había nadie para atenderlo, se suponía que mi puesto inicial era el de recepcionista, entonces si el teléfono sonaba y no hay nadie que me dijese qué hacer, yo debería a atenderlo… ¿no?
Bueno... atendí. Una voz se presentó y me dijo que debajo de unos papeles había una llave, que abriera la puerta de una oficina y esperara ahí hasta que llegue mi “compañera” que entraba dos horas más tarde. Mientras estaba ahí agarre una hoja y me puse a anotar, cual auditora, todo lo que estaba mal del lugar: me dejaron entrar sin preguntar quién era, la recepción estaba decorada horrible. En un lugar donde suelen esperar familiares de pacientes que sufren mucho, estar rodeados de muebles grises no me parecía una alternativa acertada, tampoco había aire acondicionado y era noviembre, el calor era bastante intenso. Llegó mi compañera, guardé mi listado.
A los dos días esa chica dejó de trabajar en el lugar, ya me había contado el primer día que no pagaban los sueldos en fecha, que los dueños eran mala onda y no sé cuántas cosas más. Yo era como la séptima recepcionista en menos de un año. El panorama no era alentador. Sin embargo, me quedé. Hablé mil veces con mi marido acerca de renunciar, ese lugar era triste y pese a tener instalaciones modernas, le faltaba el toque de amor emprendedor. Me quedé, a los pocos meses ese listado era un hecho, yo ya no era recepcionista sino responsable del personal. Entré con una nomina de treinta empleados y me fui con más de cien, en solo tres años. Había logrado mucho más que lo que decía mi lista. Hasta organicé a todo el equipo médico para participar de un congreso en Mar del Plata y viajé con ellos. ¿Los dueños? Bien, gracias.
¿Sabés por qué mi historia fue distinta a las demás “recepcionistas”? Porque algunas personas nacen con alma empresaria y otras con el corazón emprendedor. Ellos querían plata. Yo quería que esa plata la ganen desde el lugar más lindo y mejor posicionado del rubro. Compré la cafetera más linda, los uniformes más modernos, hice tazas para cada empleado como regalo de fin de año con el logo de la empresa, compré plantas y macetas, cambié la impresora de hogar por una enorme de oficina, compré controles automáticos para que los dueños no tengan que tocar timbre al llegar y pedir que les abran en su propia empresa, decoré un árbol de navidad, organicé la primera cena de fin de año para el personal, etcétera, etcétera, etcétera,… Pero duró poco, porque cuando de hacer plata se trata, lo lindo es lo primero que se recorta. Salvo que tengas el corazón emprendedor.
Y como yo tenía el corazón emprendedor, no me gustaba estar en un lugar que no me dejaran hacer. Mi trabajo, al que recuerdo con mucho cariño, se volvió aburrido. Eran todos los días iguales, no pasaba nada nuevo nunca, quiero decir ¡nada bueno!. Los dueños, son lo más. Hoy, desde lejos, entiendo por qué pueden sostener tantas clínicas. Es que realmente tienen alma empresaria y saben más de números que de tazas con logos y cenas de fin de año. Y eso, para ellos, está muy bien. Pero yo era emprendedora, quería emprender y ellos mientras pudieron me dejaron hacerlo. Luego, eso ya no era económicamente viable y yo me aburrí tanto que volví a emprender pero con algo propio.
Me puse a vender accesorios para bebés y me fue muy bien, así que después de un año y medio de trabajar en la clínica y además trabajar en mi emprendimiento, decidí renunciar. No fue fácil, ese lugar era un pedacito mío. Pero me fui muy contenta, me llevé amigos que aún conservo, dejé a mi mejor amiga de muchos años ocupando mi puesto y lo hace mejor que yo. También me llevé dos años de carrera de Administración de Empresas, porque cuando me puse a trabajar en esa pyme, muchas preguntas que tenía, pude responderlas en la universidad. Los dueños eran copados con eso, me daban el espacio para estudiar.
Trabajaba mucho, ganaba poco y con mi sueldo pagaba mi carrera y mi oficina del emprendimiento. Mi oficina, estaba en el mejor edificio de la ciudad, a solo unas cuadras del Obelisco, en pleno centro porteño.
Yo creo que cuando tenés el corazón lleno de pasión emprendedora, podés emprender en cualquier lado, con cualquier cosa, aún siendo empleada de una clínica, con alma empresaria.
Tripa y corazón emprendedor.
Emprendedor se nace, pero por sobre todo se hace, solo es cuestión de saber cuánto corazón estás dispuesto a ponerle a ese emprendimiento y por cuánto tiempo.
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