Читать книгу El infinito naufragio - Laura Emilia Pacheco - Страница 24

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Irás y no volverás

IDILIO

Con aire de fatiga entraba el mar

en el desfiladero.

El viento helado

dispersaba la nieve de la montaña.

Y tú

parecías un poco de primavera,

anticipo

de la vida yacente bajo los hielos,

calor

para la tierra muerta,

cauterio

de su corteza ensangrentada.

Me enseñaste los nombres de las aves,

la edad

de los pinos inconsolables,

la hora

en que suben y bajan las mareas.

En la diafanidad de la mañana

se borraban las penas

del extranjero,

el rumor

de guerras y desastres.

¶ El mundo

volvía a ser un jardín

(lo repoblaban

los primeros fantasmas),

una página en blanco,

una vasija

en donde sólo cupo aquel instante.

El mar latía. En tus ojos

se anulaban los siglos,

la miseria

que llamamos historia,

el horror

agazapado siempre en el futuro.

Y el viento

era otra vez la libertad

(en vano

intentamos anclarla en las banderas).

Como un tañido funerario entró

hasta el bosque un olor de muerte.

Las aguas

se mancharon de lodo y de veneno.

Los guardias

brotaron como surgen las tinieblas.

En nuestra incauta dicha merodeábamos

una fábrica atroz en que elaboran

defoliador y gas paralizante.

El infinito naufragio

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