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EL ERIZO

A Vicente Quirarte

El erizo tiene miedo de todo y quiere dar miedo

en el fondo del agua o entre las piedras.

Es una flor armada de indefensión,

una estrella color de sangre,

derruida en su fuego muerto.

Zarza ardiente en el mar, perpetua llaga

resiste la tormenta en su lecho de espinas.

El erizo no huye: se presenta

en guerra pero inerme ante nuestros ojos.

Al fondo de su cuerpo la boca, herida abierta, discrepa

de su alambre de púas, su carcaj

de flechas dirigidas a ningún blanco.

Testigo vano de su hiriente agonía,

el erizo no cree en sí mismo ni en nada.

Es una esfera

cuya circunferencia está en el vacío.

Es una isla

asediada de lanzas por todas partes.

Soledad del erizo, martirio eterno

de este San Sebastián que nació acribillado.

El erizo nunca se ha visto.

No se conoce a sí mismo.

Tan sólo puede imaginarse a partir

de los otros erizos,

su áspero prójimo,

su semejante rechazante.

¶ Bajo el mar que no vuelve avanza el erizo

con temerosos pies invisibles.

Se dirige sin pausa hacia la arena

en donde está la fuente del silencio.

El infinito naufragio

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