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3 LA LLEGADA A NAOSTUR
Оглавлениеâ¿No deberÃas despertarla, ahora?â
âEs tan dulce verla dormirâ
â¿Has enloquecido? No hablarás en serio, Saraâ.
SentÃa la voz de dos chicas.
¿Quiénes eran?
¿Qué querÃan?
Deseaba que se fueran y me dejaran dormir.
¡Para siempre!
No querÃa despertar, estaba muy bien donde me encontraba.
â¡Basta ya!â. Ordenó una voz dulce y al mismo tiempo autoritaria. Era un muchacho y por su timbre de voz debÃa de ser de mi edad o un poco mayor. No lo pensé demasiado. Mi cerebro reclamaba a cada intento de hacerlo funcionar.
â¡Por fin has llegado!â, dijo la primera muchacha, la que parecÃa más decidida e inflexible.
âVáyanse, déjenme solo con la nueva arribadaâ.
âClaro, Jefeâ, respondieron las muchachas, a coro, sonriendo.
Sentà pasos que se alejaban, alguna palabra susurrada y la puerta que se cerraba con un rechinar fastidioso.
Por fin me quedé sola.
¿O estaba equivocada?
Algo caliente se acercó a mi rostro. Se olÃa como el aire de la montaña.
En un determinado momento esta cosa, se acercó a mis labios, y en ellos se posó.
Fue entonces cuando entendà que aquello era un beso.
El beso más intenso que habÃa recibido hasta ese momento. Mis labios se movieron de manera involuntaria. Se abrÃan y se cerraban siguiendo a sus labios. Era como oxÃgeno. Buscaba ávidamente aquella boca, como si de ella pudiera tomar fuerza.
Como si pudiera volver a la vida.
Un ligero sacudón eléctrico recorrió cada centÃmetro de mi cuerpo, poniendo en movimiento los engranajes.
Los labios misteriosos se separaron de los mÃos. Sacudà los ojos, y me senté de golpe, bostezando.
â¡Estate un poco atenta!â
âD-disculpaâ, balbuceé. Me habÃa levantado tan rápido que casi le golpeé la cara. Se encontraba a pocos centÃmetros de mà y era el chico más hermoso que jamás hubiera visto. Sus ojos eran negros como la noche, los cabellos rizados, despeinados y negros, parecÃan tan suaves que hubiera querido acariciarlos.
Me di cuenta que no podÃa parar de mirarlo, con la boca abierta, y traté de disimular mi vergüenza lo mejor que pude.
âDebo aclararte las cosas rápidamenteâ, dijo con seriedad, â¡Estás muerta! Ahora te encuentras en el Otro Mundo. Te desperté con un beso yâ¦â
âPara, para, para. Una información a la vezâ. Lo frené alzando la mano. âComencemos desde el inicio. Antes que nada no creo estar muerta, dado que estamos hablando y te estoy mirando a los ojos. En segundo lugar, ¿quién eres tú? Y ¿qué es esta historiaâ¦bueh, del beso?â.
Notó que las mejillas se me habÃan enrojecido e hizo una sonrisa que me erizó la piel. ParecÃa un terrible cazador que gozaba al ver a su presa enjaulada, sin ninguna puerta de salida.
âSÃ, está bien, tienes razónâ. Se aclaró la garganta. âMe llamo Gabriel, y soy el ángel de la muerte. Por cuanto pueda parecerte absurdo te besé, porque tengo la mala fortuna de hacer morir a la gente, y, en casos raros, de revivirlaâ
â¿Ãngel de la muerte? Esta sà que es buenaâ. Me largué a reÃr. âAún estoy soñando, debo, sin lugar a dudas, despertarmeâ
Comencé a pellizcarme el brazo, pero el efecto que obtuve no fue el esperado. No me desperté en mi cama, como cuando habÃa tenido aquella terrible pesadilla, la noche anterior.
¿Entonces lo que me habÃa dicho era verdad?
¿Aquello era el más allá?
Si estaba muerta, ¿por qué el pellizco me habÃa hecho daño?
Miré a mi alrededor, despistada. La habitación estaba toda recubierta en madera. Una banderola estaba tapada por cortinas azules, haciendo juego con las sábanas y las alfombras.
Enarqué una ceja y pensé que en cuanto a decoración les faltaba, definitivamente, mucha fantasÃa.
Junto a la cama, a mi izquierda, habÃa un enorme espejo, y en aquel preciso momento pude ver mi reflejo. El rostro pálido, los cabellos más largos y más negros. Usaba aún la remera blanca con la mariposa rosada y los pantalones cortos y negros.
Y mis All Star.
âLo siento, sé que es difÃcil de aceptar, pero estás muerta de verdadâ, y con un gesto automático de circunstancia, me posó una mano en el brazo como si quisiera consolarme. Sentà un escalofrÃo a lo largo de la espalda, una mezcla de miedo, horror y atracción.
Era como si pudiera tener algunas informaciones, en forma de sensaciones, sobre mi vida. Hubiera podido jurar que sintió también él esa especie de sacudón porque me miró bombardeándome por una fracción de segundo los ojos negros, casi irritados, y retiró, rápidamente, la mano.
âOk, escuchaâ, dijo él retomando su discurso anterior, âte encuentras en un lugar llamado Naostur. Deberás comportarte en cierta forma de ahora en más. Este no es el mundo en el que estás habituada a vivir, aunque se asemeje bastanteâ.
â¿Estoy en el paraÃso?â
Gabriel comenzó a reÃr âSofÃa ¿qué dices? Estás solamente en otra dimensión. Naostur es una especie de mundo paralelo. La única diferencia es que aquà el sol ilumina solo una parte de las tierras, el Reino de Elos. En la otra parte, el Reino de Tenot, es siempre de noche.â
Bien, tendrÃa que aprender a convivir con un sol que nunca se pondrÃa. La idea no me gustaba demasiado.
Mis pensamientos cambiaron de improviso, una campana de alarma se encendió en mi estómago.
âEspera, ¿cómo sabes mi nombre? Nunca te dije cómo me llamabaâ
âTodos saben quién eres, SofÃa. ¿O prefieres que te llama Neman?â
¿Neman? ¿Me estaba tomando el pelo?
No era para nada divertido
HabÃa apenas regresado de un viaje por los infiernos y no tenÃa ninguna ganas de bromear.
âSolo SofrÃa, graciasâ, dije en el tono más ácido que pude.
âEstá bien, SofÃaâ, dijo Gabriel, devolviéndome una sonrisa muy misteriosa, âahora escúchame, estas son las reglas. Podrás salir de aquà solo acompañada por mà o por tus hermanas: podrÃas perderte fácilmente y no deberÃas andar por la zona de las sombras bajo ningún motivo. Ni sola, ni acompañada, irás cuando estés pronta. ¿Has entendido?â, concluyó apuntándome con un dedo.
Retuve una carcajada, después de haber escuchado todas aquellas recomendaciones absurdas. Pero entendà que no bromeaba. Que todo era muy serio.
âEstá todo muy claro. Solo que te equivocas: yo no tengo hermanas.â
âEn el mundo real, eres hija única, aquà tienes dos. Sara, la custodia de los poderes de Badb, y Sonia, la custodia de los poderes de Macha.â
Me rasqué la cabeza confusa. âOk, ¿hay algo más que deba saber?â
Sin dudas era una situación surrealista. Demasiadas cosas nuevas, demasiadas reglas, demasiada confusión, demasiados cambios.
Las cartas tenÃan razón.
âSÃ, hay algo másâ dijo en tono serio. Y, al ver que mis pensamientos estaban en otra parte, me tomó con delicadeza el mentón y me hizo mirar hacia él.
Mi corazón comenzó a latir alocadamente, me tomó por sorpresa aquel gesto.
Sobre su rostro pasaron una serie de emociones: estupor, tormento y rabia. Quitó la mano y apuntó su mirado fijamente delante de sÃ, en dirección al espejo.
âHay una cosa que no debes hacer, una regla que no podrás infringirâ. Su tono me asustó. âNo debes buscarme y no debes confiarte en mÃ, no soy tu baby-sitter. No te seguiré paso a paso en tu transición. Soy el Ãngel de la Muerte, tengo un buen número de almas de las cuales nutrirme, y tengo que llevar a término una misión, por lo tanto no quiero problemas. Ademásâ¦â Se detuvo, una sombra bajó a sus ojos y calló.
âAdemás estando a mi lado solo te buscarás problemas. Hago daño a las personas que están a mi lado.â
Cerró los puños y se levantó de golpe para ir a abrir la puerta.
No pude decir nada. Aquellas últimas palabras retumbaron en mi cabeza, no lograba darles el significado adecuado.
La voz de Gabriel me hizo regresar los pies a la tierra. Estaba llamando a alguien que estaba fuera de la habitación. âSara, Sonia, pueden entrar ahora, está despiertaâ.
La primera muchacha en entrar tenÃa el cabello rojo, como el fuego, largo hasta la cintura. Sus negros ojos parecÃan los de un cuervo.
Miré a la otra muchacha. Sus cabellos también eran largos hasta la cintura, pero de un rubio claro, tan claros que parecÃan blancos. Más que nada llamaban la atención sus ojos: dos ojos de hielo, lÃmpidos y sinceros. ParecÃan tristes y además ella me recordaba a alguien. Y, como con la otra, no podÃa recordar a quién.
La muchacha de cabello blanco pasó a aquella de cabello rojo, que quedó detenida en la mitad de la habitación y me observaba con los bruzaos cruzados. Se sentó en la cama y me abrazó como una niña cuando ve a su madre. â¡Neman, estás aquÃ!â gritó.
âTal vez te hayas equivocado, me llamo SofÃaâ, dije, tratando de soltarme del abrazo con gentileza.
âCierto, Neman, sé que los humanos te llaman SofÃa. Mi nombre humano es Sara, pero cuando se dirigen a mà como Diosa me llaman Badb. Soy la guardiana del pozo sacro, custodia del conocimiento infinitoâ. De golpe, sus ojos se entristecieron. âDebes saber que lo siento mucho, debà mostrarme ante ti como Diosa, debÃas morir para poder alcanzarnos, pero ahora estás aquà sana y salva. No me odias, ¿verdad?â Me lo estaba preguntando con el labio inferior hacia adelante, y esos ojazos tan claros que parecÃan blancos.
Me daba ternura. Luego comprendÃa que ella era la viejita que habÃa visto en el parque.
Sus ojos de hielo me miraron en lágrimas.
Por un segundo sentà mucha rabia, pero decidà respirar profundo para asà calmarme.
Luego, con una sonrisa falsa, dije: âNo, Sara, no estoy enojada contigo. Quédate tranquila.â
Coloque mi mano en sus cabellos para calmarla. Estaba, de verdad, desesperada.
La miré mejor y me pregunté cuántos años tendrÃa. ParecÃa no tener más de quince, por su dulce rostro de niña.
Me llamó la atención la otra muchacha, que se aclaró la voz y dijo: âMi nombre humano es Sonia, pero en realidad soy la reencarnación de Macha, reina de las pesadillas. Yo soy quien te advirtió. Arriesgué demasiado para venir a tu encuentro, los del Reino de Tenot, el lado oscuro, nos están controlando. Saben quién eres y, sobre todo, saben que estás aquÃâ. No se habÃa movido ni un centÃmetro, habÃa permanecido quieta en la mitad de la habitación, con los brazos cruzados.
âOh, tú eres la que vi en mi sueño. Una parte de mÃ, ¿verdad? Solo queâ¦no te pareces tanto a mÃ. ¿Por qué éramos tan iguales? Pregunté, confundida.
A decir verdad nos parecÃamos un poco, solo que mis ojos color oliva no tenÃan nada que ver con sus dos bochones negros, y su postura no era, por cierto, como la mÃa. Ella, a diferencia de Sara que parecÃa una pequeña, era una mujer hecha y derecha. La habrÃa considerado una lÃder o a la cabeza de cualquier grupo. Se veÃa que le gustaba mandar y controlar la situación. Se comunicaba con Sara solo con la mirada y, de hecho asà fue como la hizo levantar y salir de la habitación para ir quién sabe dónde.
Al rato regresó con un mazo de cartas y me las dio. Solo entonces Sonia se sentó a mi lado y al lado de Sara. Comenzó a ojear las cartas y sacó un pergamino amarillento que tenÃa nombres escritos en él. Recorrà con velocidad la lista con mi mirada.
Finalmente vi mi nombre escrito al lado de los de Sara y Sonia.
Levanté la mirada desconcertada. âY esto, ¿qué es?â.
âUna lista de nombres. Son todas las reencarnaciones de Macha, Badb y Nemann, además de aquellas de Morrigan. Si nuestras tres almas trabajan juntas, toman el poder de la Gran Reina, de la Diosa de la guerra y el cambio.â
Gabriel, que hasta ese momento habÃa permanecido en silencia apoyado en la pared del cuarto, comenzó a reÃr y dijo: âMuchachas, ¿desde cuándo se suceden estas reencarnaciones? ¿Quinientos? ¿Más? Si mal no recuerdo, Morrigan juró volver.â Me apunto con el dedo como culpándome de algo. âElla es la reencarnación de la Diosa, todos la buscan. Les deberÃa bastar como prueba.â
â¡Cállate, ángel maldito! Es imposibleâ dijo Sonia, saltándole encima como un león. âSi de verdad las cosas fueran como tú dices, ¿por qué no reencarnó antes? Si existe y no es solo el nombre de nuestro poder ¿por qué no apareció antes?â
Gabriel no se movió, se limitó a sacudir la cabeza y a esbozar una sonrisa burlona.
Comenzó a recitar algo que parecÃa una poesÃa.
âLa luz de la luna abraza a la niña
tan pequeña y tan asustada.
Aquel hombre malo quiere dañarla
pero la Gran Madre quiere salvarla.
El destino le guarda grandes cosas
pero solo su corazón le dirá la verdad.â
âCon esta bella poesÃa, ¿qué quieres decir?â Le pregunté irritada.
Su mirada me atravesó. âQuiero decirâ, comenzó con un tono tan seco que se me hizo un nudo en la garganta, âque tú recién llegaste, y de estas cosas no puedes saber nada. Ahora cámbiate. Debemos irnos.â
Se giró y salió. Permanecà mirándole la espalda con las lágrimas que asomaban en mis ojos. ¿Quién era él para tratarme asÃ? Está bien, estaba muerta y habÃa retornado a un mundo que no conocÃa, gracias a un beso suyo.
Un maldito beso suyo.
¿QuerÃa hacerse odiar? ¿Era este el objetivo de su discurso anterior?
Pues lo habÃa logrado.
HabÃa algo misterioso en él. Algo que no deberÃa descubrir, pero que igualmente querÃa conocer a toda costa.
SentÃa la necesidad de conocer más, si bien me habÃa sido ordenado no averiguarlo. Las lágrimas comenzaron a caer, silenciosas.
Sara se dio cuenta de inmediato. âLlora cariño, si sientes la necesidad. Tu vida ha cambiado demasiado rápido.â Posé la cabeza en su hombre y comencé a llorar desconsoladamente.
Después de algunos minutos me tranquilicé.
Mientras tanto, Sara, habÃa salido a buscar algunos vestidos para salir, y volvió con tres espléndidos trajes que parecÃan salidos de un castillo medieval. Eran de tafeta, con brillantes en el pecho, y cada vez que les daba la luz, formaban un arcoÃris de colores brillantes. Los bordes eran de oro con arabescos en plata, y la falda caÃda suave y ligera, para permitir cualquier tipo de movimiento. Los hombros quedaban descubiertos, pero en esa dimensión el clima era siempre templado.
El sol siempre iluminaba aquel mundo, y por esto la temperatura era siempre agradable, y se sentÃa el calor de aquel en la piel.
El vestido de Sara era azul como sus ojos, el de Sonia rojo como sus cabellos, y el mÃo era violeta oscuro, mi color preferido.
Me lo puse y me miré al espejo, detrás de mà estaban Sonia y Sara. ParecÃamos tres damas de otra época.
Esto me hizo sonreÃr, me volvió el buen humor.
De todas maneras querÃa saber algo.
â¿Muchachas adónde vamos?â
Sonia se acercó y me susurró al oÃdo: âvamos a ver a la única persona que puede ayudarteâ
â¿Y es confiable?â
â¡Ares, claro!â exclamó Sara.
â¿Cómo puedes estar tan segura?â
Algo dentro de mà no me dejaba caer la guardia.
âEs un inmortal. Los inmortales son quienes nos dominan, pero viven en el Reino de Tenot y viene aquà una vez al mes a recoger sus tributos e infligir algún castigoâ me explicó Sonia. âAres nació aquÃ, en el Reino de Elos. Su padre murió combatiendo contra el Rey que nos persigue y asà fue como decidió no volver más. Quiere vengarse y se alió con nosotros.â
âOkey vamos con este tal Aresâ no me quedaba otra que darle una posibilidad.
Sonia me sonrió por última vez, una sonrisa corajosa.
Todos estaban seguros de que Ares me salvarÃa, yo estaba convencida de que algo saldrÃa mal.
¿Pero quién era para poder decirlo? Tal vez deberÃa relajarme un poco. El estrés me estaba haciendo doler la cabeza.
Aun estando muerto se puede sentir dolor de cabeza.