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El Salmo está en la Sombra

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El salmo está en la sombra… En la sombra del mundo donde el hombre ciego se revuelve y grita…

Es un grito en la sombra…

es un coro de gritos que quieren burlar la sombra…

escapar de la sombra… alancear la sombra…

asesinar la sombra.

El salmo es un grito en la sombra…

Y también una tea encendida en la niebla…

La sombra es tuya… y mía. ¡Y hoy más negra que nunca!

La sombra es de todos… Y el salmo… y el grito también…

lo mismo que el llanto

Y yo el hombre… ¿ya no puedo gritar? ¿Ya no puedo llorar?

Job ¿ya no puede lamentarse con la angustia de su espíritu ni plañir con la amargura de su alma?

¿Tiene que refrenar la boca?

Ya no puede decir: aunque hoy es amarga mi queja… mi herida es más grave que mi gemido?

¿Ya no puede gritar: por qué no me morí yo desde la matriz?

¿Por qué se me pusieron delante los pechos para que mamase?

Y el salmo… ¿no es una piqueta?

Y yo, el hombre, ¿no puedo arremeter ahora contra el muro macizo del misterio?

Y el salmo… ¿no es mío?

Sí… el salmo es mío… y de Job… y de todos los hombres de la sombra… Mañana… será de la luz… pero hoy el salmo… ¡es de la sombra!

¡El salmo es mío!… Este canto de música y de piedra —alarido y guijarro— ¡es mío!…

Y no puedo golpear ahora con él… ahora… ahora mismo… en la puerta de la injusticia y del tirano…

¿en el pórtico del silencio y las tinieblas?

¿No puedo golpear ahora con él… en el claustro callado del Cielo… en el pecho mismo de Dios…?

Para pedir una rebanada de luz…

Porque somos mendigos… ¡No somos más que mendigos en la sombra!

¿No puedo yo gritar en la sombra?… ¿No puedo yo llorar en la sombra?

Para que grite conmigo busco yo al hombre y le digo:

El salmo es un grito en la sombra… grita conmigo.

El salmo es un canto en la sombra… canta conmigo.

Canta… Canta… Canta y grita… ¡Grita!

Porque Dios está sordo… Y todos se han dormido allá arriba.

El salmo es el derecho del hombre… a empujar una puerta…

a encender una antorcha… a derribar un muro…

a despertar al capataz con un trueno… o con una blasfemia…

Porque Job se quejó… y cantó… y lloró… y gritó… y blasfemó…

y pateó furioso en la boca cerrada de Dios…

Habló Jehová desde el torbellino.

¡Que hable otra vez!… Todas las lenguas en un salmo único…

todas las bocas en un grito único…

todos los ojos en un llanto único…

y todas las manos en un ariete solo…

para derribar la noche… para romper el silencio…

para echar de nosotros la sombra…

¡para que hable de nuevo Jehová!… Habla… ¡Habla!

¿No hablaste ya un día para responder a los aullidos de un solo leproso?… Pues habla ahora con más razón…

Ahora… Ahora que la humanidad…

ahora que toda la humanidad… no es más que una úlcera gafosa, delirante y pestilente… Ahora que toda la costra de la tierra es una llaga purulenta…

Y Job… el leproso colectivo…

Habla otra vez desde el torbellino… Que el hombre te contestará desde su inmenso muladar —¡tan grande como tu gloria!— y sentado sobre un Himalaya de ceniza. ¡Habla!

Y Dios habló otra vez a Job —al Job moderno… al leproso colectivo. A ti… y a mí… a todos los leprosos de la tierra… Y el hombre-leproso le respondió iracundo y blasfemo.

Y dijo Dios:

J.— Cíñete, pues, los lomos como hombre valeroso… Yo te preguntaré… y tú me harás saber.

H.— Pregunta.

J.— ¿Has pisado tú por las honduras recónditas del abismo?

H.— No. Pero he entrado en el imperio corrosivo y sin límites de la injusticia.

J.— ¿Sabes tú cuándo paren las cabras monteses?

H.— No, pero sé cuando el arzobispo bendice el puñal y la pólvora.

J.— Y en cuanto a las tinieblas… ¿Dónde está el lugar de las tinieblas?

H.— En la mirada y en el pensamiento de los hombres: ¡Tuya es la luz!

J.— ¿Y has penetrado tú hasta los manantiales del mar?

H.— No. Pero he llegado hasta el venero profundo de las lágrimas:… ¡Mío es el llanto!

H.— Y ahora pregunta el hombre… Ahora pregunta el hombre-leproso… Ahora pregunto yo…Y Tú me harás saber… ¿Para qué sirve el llanto?… Si no es para comprarte la luz… ¿para qué sirve el llanto? ¿Por qué hemos aprendido a llorar?

El llanto… ¿no es más que la baba de un gusano?

¿Lloramos solo… porque Tú has apostado con Satán?

Nuestra lepra… esta lepra de ahora… ¿ha salido también del gran cubilete de tus dados?

Ya sé, ya sé que somos tan solo una jugada tirada sobre la mesa verde de tu gloria…

Ya sé que apuestas ahí arriba con el Diablo a la luz y a la sombra, como al rojo y al negro en un garito… que ahora… ha salido el negro… ¡Que ha triunfado la sombra! ¡Que Satán te ha vencido!

¿Y yo no soy más que una ficha… una moneda… una res… un esclavo… el objeto que se apuesta… lo que va de un paño a otro paño… de una bolsa a otra bolsa?

¡Oh, no! Yo puedo gritar… Yo puedo llorar… Yo puedo ofrecer mi llanto… todo mi llanto por la luz… ¡por una gota de luz!

Sí… Yo puedo llorar… y gritar… y patear… y denunciar la trampa!

Y aunque sueltes sobre mi boca… todos los ladridos del trueno… ¡me oirás!… Y aunque arrojes sobre las cuencas de mis ojos las lluvias y los mares…

la amargura de mis lágrimas… te llegará hasta la lengua…

¡TUYA ES LA LUZ!… ¡PERO EL LLANTO ES MÍO!

¡El llanto es mío!… Algo que no tienen los dioses.

Y yo, el hombre, sé que estoy aquí… para comprar con mis lágrimas la luz…

¿Cuánto por la luz… cuantos mares de llanto por la luz? ¡Habla, Jehová!

Los dioses lo tienen todo… ¡Hasta el silencio!…

Pero el hombre tiene sus lágrimas para comprar el silencio de los dioses…

El llanto, el mar… es el precio del hombre.

Dios tiene la luz… y nosotros el llanto…

Y Jehová no es más que un mercader… que cotiza mi llanto… para vender su luz.

Dios no es más que un vendedor… un gran vendedor de esclavas… Y la luz una esclava… ¡La Esclava!

La Esclava es la Luz. La Luz encarcelada… La Bella Esclava del universo cuya esencia el hombre desconoce… Dios la tiene aherrojada. Y de ella recibimos los hombres tan sólo tenues reflejos al través del ventanuco de su prisión. Estos reflejos, estos indicios… no son más que algún vago testimonio de la verdad: las notas temblorosas de una Sinfonía… Dos o tres versos gloriosos y perdidos… el ritmo roto de una danza, la irisación de un cristal, el guiño de la aurora, el Suspiro del Crepúsculo… pero a la Luz… a la Esclava… No la ha visto aún el Hombre en todo su esplendor.

La Luz es la poesía… La verdad poética del universo escondida hoy para la mirada sucia de los ojos. La Poesía entera del Mundo es la luz… ¡La Luz! Algo tan objetivo, tan material… y tan necesario como la Luz… La Luz… en una dimensión que nosotros, los poetas, no conocemos todavía.

Luz… cuando mis lágrimas te alcancen… la función de mis ojos… ya no será llorar… Sino ver.

¿Por qué están hechos nuestros ojos para llorar… y para ver? Yo lo pregunto nada más.

¿Por qué de estos dos huevos, pequeños y blancuzcos, que se esconden en nuestras cuencas tenebrosas, bajo la frente, como dos nidos en las ingles de un árbol, nacen al mismo tiempo el llanto y el resplandor? Yo lo pregunto nada más.

¿Por qué en la gota amarga de una lágrima ve el niño por vez primera, igual que en el prisma, cómo se quiebra un rayito de sol… y salen volando, igual que siete pájaros, los siete colores del espectro? Yo lo pregunto nada más.

¿Por qué nace la Luz… esta pobre luz que conocemos… en la primera lágrima del hombre?

Y ¿por qué no ha de nacer la otra… la poética… la divina… aquella que buscamos… con la última lágrima del Mundo?

Poetas… Pintores… Pintores de México y de todos los sitios de la tierra que habéis venido al mundo para dar testimonio de la luz… por qué entráis en disputa con el arzobispo sobre si Dios existe o no existe… Id al Hotel Prado, borrad todos los letreros de la contienda… y escribid este:

¡Dios es la luz!

No os atajará nadie… no protestará ninguno: ni el pueblo ni los gobernantes… porque de la luz entendéis los pintores mucho más que los arzobispos.

Ya os hablará de esto algún día alguien que viene detrás de mí, aunque él es el primero… Él sabe de pintura y de la luz más que yo…

Ahora… yo adelantaré esta noche unas palabras:

La luz… es la Esclava… Y esta Esclava encarcelada y cuyo gran carcelero es Dios… no tiene más que un rescate: sólo hay en el mundo una moneda para libertarla: Las lágrimas humanas. El mar es un vaso simbólico tan sólo. El hombre lo ha vaciado y lo ha vuelto a llenar muchas veces con su llanto… Porque el hombre es el gran fabricante del llanto. Esta es su genialidad… Y aquí radica su orgullo y su poder…

Desde este sitio del llanto, que es el suyo, el hombre vale tanto como Dios…

Por eso cuando Dios ha dicho dictatorialmente: Mía es la luz… el hombre ha respondido iracundo y rebelde: Y mías las lágrimas.

Y este fue el contrato:

Lágrimas… lágrimas… lágrimas…

El dinero del pacto… el tesoro del arca…

el precio de la luz… el rescate orgulloso de la Esclava.

Se acuñará la lágrima… como se acuña el oro…

Y un hombre sin llanto… será una bolsa vacía…

Pero todos tendremos para pagar la entrada…

Y en la Gran Fiesta del Juicio Final…

nos sentaremos junto al Padre, con el arcángel,

como los héroes y como los santos.

Yo soy el hijo de mi carne… de mi predio…

de lo que da mi cuerpo — lágrimas…

El hombre es hijo de sus lágrimas…

Y Dios no da nada de balde…

Todo se paga con sangre… y con el sudor de la sangre:

con llanto… con llanto…

¡Y se gana la luz como se gana el pan!

He venido a mirarme la cara en las lágrimas que caminan hacia el mar… por el río… y por la nube…

y en las lágrimas que se esconden en el pozo… en la noche y en la sangre…

He venido a mirarme la cara en todas las lágrimas del mundo.

Y también a poner una gota de azogue, de llanto, una gota siquiera de mi llanto, en la gran luna de este espejo sin límites, donde me miren y se reconozcan los que vengan…

He venido a escuchar otra vez esta vieja sentencia en las tinieblas: «Ganarás el pan con el sudor de tu frente» y la luz… con el dolor de tus ojos…

Mis ojos son las fuentes del llanto y de la luz.

Hay una puerta que Dios no puede abrir…

Y un murallón que no puede tumbar…

Ahora soy yo… quien tiene que descubrir salidas y horizontes… Y Dios, ese gran mercader… no puede hacer más que esperar… que esperarme… para vender su luz.

Ahora quiero decir esto:

En el principio creó Dios la luz… y la sombra.

Dijo Dios: Haya luz… Y hubo luz.

Y vio que la luz era buena… Pero la sombra estaba allí.

Entonces creó al hombre…

Y le dio la espada del llanto… para matar la sombra.

La vida es una lucha entre las sombras y mi llanto.

Vendrán hombres sin lágrimas… pero hoy la lágrima es mi espada.

Vencido he caído mil veces en la tierra… pero siempre me he erguido apoyado en el puño de esta espada…

Y el misterio está ahí… para que yo desgarre su camisa de fuerza con mi llanto.

El llanto no me humilla. Puedo justificar mi orgullo: El MUNDO nunca se ha movido, ni se mueve ahora mismo, sin mi llanto.

No hay en la tierra nada más grande que mis lágrimas… Ese aceite que sale de mi cuerpo y se vierte en la tumba… al pasar por las piedras molineras del sol… y de la noche.

Dios contó con mis lágrimas desde la víspera del Génesis…

Y ahí van corriendo… corriendo… gritando y aullando… desde el día primero de la Vida… a la zaga del sol.

—¡Arrodíllate y reza! No…

Navego… navego sobre mi llanto…

Marinero… Lágrimas… lágrimas… lágrimas.

la nube… el río… el mar.

Que no me tejan pañuelos… sino velas…

que no me consuele nadie… que no me enjuguen el llanto…

que no me sequen el río… Lloro para que no se muera el mar…

¡Mi padre el mar!… el mar… que rompe en las dos playas…

en las dos puertas sin bisagras del mundo… con el mismo sabor, viejo y amargo, de mi llanto.

¡Yo soy el mar!… Soy el navegante y el camino…

el barco… y el agua… Y el último puerto de la ruta.

Y allá… más allá del mar… al final de mis lágrimas… Dios… La luz… la isla que busca el navegante…

Mas ahora… ¡oh dolor!… yo soy la sombra… ¡el habitante de la sombra! Y el soldado que lucha con la sombra.

Y puedo preguntar: ¿quién no tiene una joroba y un gran saco de lágrimas?

¿Y quién ha llorado ya bastante?

La luz está más lejos de lo que contaban los astrónomos.

Y la dicha más honda de lo que cantabas tú, Walt Whitman,

oh Walt-Whitman… tu palabra happiness la ha borrado mi llanto.

La vida arrastrándose ha cubierto el mundo de dolor y de lágrimas. Este es el mantillo de la tierra… El gran cultivo junto al cual la esperanza de Dios se ha sentado paciente. De la amiba a la consciencia… se asciende por una escala de llanto. Y esto que ya saben los biólogos… lo discuten ahora el arzobispo y los poetas domésticos.

Han llorado la almeja y la tortuga; el caballo, la alondra y el gorila… Ahora va a llorar el hombre.

El hombre es la conciencia dramática del llanto…

Y esta fuente es mía… ¡Mía!… Y no la explota nadie. Nadie más que yo… Nadie me engañará ya nunca…

Mi llanto mueve los molinos… y la correa de la gran planta eléctrica…

De mi sudor vivió el rey… De mi canción el pregonero… y de mi llanto el arzobispo.

Sin embargo… mi sangre es para el altar.

¡Mexicanos!… sacad de los museos esa gran piedra azteca y molinera… afilad otra vez el navajón de pedernal…

rasgadme el pecho de la sombra… y ¡dad mi sangre al sol!… Que hay algo que los dioses no pueden hacer solos.

El hombre está aquí para cumplir una sentencia

no para imponerla…

Que suba al ara… como la paloma y el cordero…

Y que hable el juez desde su cruz… no desde su silla.

Levantad el patíbulo…

pero con cada criminal que muera un justo…

Haced del patíbulo un altar y decid: Señor te damos nuestra sangre, la de la oveja negra… y la de la oveja blanca…

la de los Cristos… y la de los gangsters. ¡Toda la sangre es roja!…

Y humus para la tierra agonizante.

Con Cristo… pero en los olivos y en la Cruz…

con la fiebre y la hiel… con la sed y la esponja…

con la sombra y el llanto…

en la humedad cerrada de la angustia…

en el reino de la semilla y de la noche…

esperando… esperando… a que broten de nuevo…

la espiga… la aurora… y la conciencia…

Dejad que llore el hombre y se esconda en la muerte…

No maldigáis las lluvias y la noche: ¡Regad la sombra!

Al tercer día se romperá la cáscara del huevo…

abrirá su ventana la semilla…

y se caerán las piedras de las tumbas…

¿Quién puso centinelas en los surcos?

Cristo es la Vida… y la Vida… la Cruz…

El sudario de un Dios… fue el pañal de los hombres.

Me envolvieron en llanto cuando vine

he seguido vistiéndome con llanto…

y el llanto es ahora mi uniforme… Mi uniforme… y el tuyo y el de todos los hombres de la tribu…

Cristo es ya la tribu…

Hombre humilde… también tú eres el Cristo. Cristo es el hombre… la sangre del hombre… de cualquier hombre… Hombre humilde, también vale tu sangre y tu llanto… también vale tu llanto

También ese es dinero para el rescate de la Esclava.

También esas son lágrimas que cuentan.

¡Todas se anotarán!

Las que no se vertieron… Las que nunca salieron de los ojos…

o si salieron

ni se contaron ni se vieron…

Las que estrangularon en silencio aquellos… cuando encontraron a los hermanos y a los amigos muertos…

¡También estas son lágrimas que valen!

Y las que estrangularon estos, cuando subieron al patíbulo.

Nadie nos explicó… Muy callado unos hombres dijeron: fueron leales a «la causa»,

¡por la «causa del caudillo» murieron!

Yo dije: No. No hay causas rojas ni blancas…

Los caudillos no son más que pretextos.

¡Por la Esclava!

También ese es dinero

para el rescate de la Esclava.

¡Por la Esclava… por la luz…

¡por la causa de la Esclava murieron!

Mi llanto no es gemido… no es hipo ni moqueo de velorio. Yo no lloro por los vivos ni los muertos.

Mi llanto es un designio… Una ley…

La ley salvadora del esfuerzo.

Y sé que hay orden en mis lágrimas… como lo hay en la nube, en el humo del horno…

y en la sombra del vientre materno…

Y que el llanto… roto el salmo y hecho grito y blasfemia… es como el trueno… el crepitar del pan… y el empujón oscuro de la vida para romper la cáscara del huevo.

Míos son el pecado y la caída… Y esas lágrimas y esa baba epiléptica… y esas gotas de angustia… y esas manchas de sangre sobre el suelo, como monedas escapadas de la bolsa rasgada de mi cuerpo, están ahí para pagar mis deudas… unas deudas antiguas… y unos réditos.

Lágrimas… lágrimas… lágrimas…

El dinero del pacto… el tesoro del arca…

el precio de la luz… El rescate orgulloso de la Esclava.

Castillo interior

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