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TESTAMENTO20

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La versión definitiva del poema «Testamento» apareció en El Ciervo (1958), uno de los libros preferidos por el poeta,21significativamente a continuación de «Bertuca» y «El infierno», e inmediatamente antes de «Cenizas» y «Señor del Génesis y el viento», composiciones que sitúan a León Felipe hundido en la depresión, ansiando la muerte («Señor… […] vuélveme al silencio y a la sombra, / al sueño sin retorno, a la nada infinita… / No me despiertes más»), deshecho por el fallecimiento de su esposa.22

El fondo zamorano de León Felipe custodia una versión anterior, dirigida a Berta Gamboa, destinataria de su «Testamento» y albacea de sus últimas voluntades. Ese destino, pensado por el poeta, se vino abajo cuando la muerte, tras una larga agonía, consiguió «apagarte los ojos», unos ojos encendidos hasta «un soplo», dos soplos, tres soplos antes del trance definitivo, punto final a un camino recorrido en amor durante treinta y cuatro años, juntos desde que en 1923 se conocieron en México.23

León Felipe tuvo que rehacer el poema. Donde comenzaba «Berta: nada para el gusano. / Al fuego todo… libros, apuntes, historia… si pudieras quemar todos mis versos…», pasó a decir: «Todo para el fuego. Nada para el gusano / de la tierra… todas mis pertenencias para el fuego», empezando por «estos espejos» en que se veía «escribir llorando», como doloridamente confesó a Cervera Sanchís. Desde ese dolor, sin Berta, reescribiría «Testamento». [G. S. G. A.]

Testamento

Berta: nada para el gusano.

Al fuego todo… libros, apuntes, historia… si pudieras quemar también

mis versos…

Al fuego todo… nada para el gusano.

Todas mis pertenencias para el fuego:

mi sangre helada… mi carne paralítica también…

y mi esqueleto…

esta jaula grotesca de mis huesos

donde salta y gorjea el mirlo ciego…

¡También el mirlo ciego!

Soy hijo del agua y de la tierra

pero mi sepultura está en el viento.

Que él recoja el legado de polvo y de ceniza,

el miserable residuo… la ingrávida reliquia

que no se tragó el fuego.

Testamento

(Versión definitiva)

Todo para el fuego. Nada para el gusano

de la tierra… todas mis pertenencias para el fuego:

estos espejos,

estos curvos y rotos espejos

con su torcido y sucio azogue fantasmal de veneno…

Sólo existen espejos:

el mar y esta lágrima… esta gotita amarga de agua.

No quiero verme más.

Nada para el gusano de la tierra

que se lo come un pez

y al pez un rey

y el rey vuelve a mirarse en un espejo.

Todas mis pertenencias para el fuego:

mi sangre helada, mi carne paralítica también…

y mi esqueleto,

esta jaula grotesca de mis huesos

donde cantaba ayer el mirlo ciego.

Al fuego todo… ¡También el mirlo ciego!]

Castillo interior

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