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CONTRA HOMBRES Y GANGSTERS
ОглавлениеPalabras pronunciadas por el poeta León Felipe, director de España y la Paz, en un homenaje a los embajadores de Polonia en México, Sres. Drohojowski14.
Somos la España del Éxodo y del viento que anda desperdigada por el mundo, pidiendo justicia primero y, luego, paz. Tenemos la patria y el hogar edificados en el viento y andamos por el mundo ejecutando, como saltimbanquis trashumantes, saltos mortales y suertes funambulescas increíbles, divirtiendo a unos paletos enriquecidos, a los nuevos ricos de la Historia, que se ríen mucho cuando gritamos la palabra «justicia« y tiemblan cuando se pronuncia la palabra «paz».
Ya sé que también ellos la pronuncian… Pero la palabra «paz» tiene hoy en el mundo una connotación ambigua. La palabra «paz», dicha de cierta manera, como la pronunciamos nosotros, paraliza el gatillo de las pistolas de los gangsters. Dicha por ellos, significa la libertad y la hegemonía del gangster ecuménico.
En el mundo, ya no hay más que dos clases de habitantes: hombres y gangsters. No hay más partidos que estos dos. ¡Y hay que elegir! Lo triste es que aquí la demarcación de estos dos partidos, de estos dos mundos, no está determinada por un tajo seco ni por un paralelo. Y hay pueblos donde el hombre convive con el gangster. Ahí está España, y ahí arriba Norteamérica. Allí nació el gangster, ya lo sé. Pero sé, asimismo, que allí hay también hombres. Y un día, cuando venga la última guerra, no la de un pueblo contra otro pueblo, sino la del hombre contra el gangster, y venza el hombre, porque el hombre según la justicia tiene que vencer, la bandera de la paz flotará sobre todos los hogares de la tierra. Entonces, nacerán los poetas.
Y la voz de Whitman, en Norteamérica, por ejemplo, se oirá por encima de los discursos de todos los presidentes. Y esta será la consigna de mañana, cuando llegue la paz: «Salud al mundo». La mano alta y perpendicular, apuntando a las estrellas.
«Que en todas las ciudades donde penetren la luz y el fuego del sol penetre la canción del hombre.»
«Que en todas las islas donde canten los pájaros, se oiga esta canción. Para que se encienda la luz en todos los albergues y en todos los hogares de la tierra, hago la señal:
¡Salud al mundo!».
Será la hora de los poetas.
La hora de los poetas será la hora de la paz. La hora luminosa. La hora de trasbordar las consignas poéticas eternas. La hora de trasvasar de un cuenco a otro cuenco las genuinas herencias de los pueblos, de llenar las copas de nuestros viejos alfareros con vinos de otras copas y de otros lagares. Con vinos del norte y del sur.
La gran hora para brindar por el hombre con canciones de otras latitudes trasladadas a nuestro lenguaje. ¡Qué alegría cuando sintamos que estos zumos extraños y estas canciones son nuestros también, que nada le viene áspero ni amargo a nuestro paladar!
¡Qué alegría cuando yo averigüe que en mi pentagrama cabe la canción del cuáquero y del chino y que el amplio sombrero tejano me sienta tan bien como el negro gorro ruso de astracán y como el viejo chambergo de Castilla!
¡Qué alegría, en aquella hora de la paz, cuando nos demos cuenta de que los pueblos están tan cerca unos de otros al través de sus poetas!
Que sólo los decretos, los cabildos y los consejos separan a los hombres. Cuando el hombre sea libre y tenga paz, la política será una canción. El eje del universo descansa sobre una canción, no sobre un decreto. Cantan las esferas.
¿No habéis oído nunca la canción de las esferas!
Ya sé que esta no es todavía la hora de la paz, sino la de la lucha por la paz. Pero, mientras llega, esta noche nos reunimos aquí unos hombres para cantar unas canciones. No para discutir ni argumentar.
La canción no compromete. Aunque, como sabemos, en fin de cuentas, la canción es la que triunfa. ¡Cantemos en honor de la paz! Démosle lo único que nos queda. Lo que no pueden robar nunca a un desterrado: la canción.